
Capítulo 14 - Líos
Supongo que ya estaba acostumbrándome a pasar sola el rato en la cafetería con la mirada de Damián a algunos metros. Tal vez en algún momento podremos sentarnos juntos a tomar un café como cualquier estudiante, pensaba. Pero luego sólo venían malas consecuencias en mi cabeza, como por ejemplo, rumores, mi madre se enteraría de quién era realmente Damián, y por primera vez estaba intentando proteger algo que se había construido de la nada..., del humo de un cigarrillo.
Hundida en mis pensamientos no alcancé a darme cuenta de que alguien se había sentado frente a mí, levanté mi vista encontrándome con Steve, el mismo chico que había estado en la sala de mi casa conversando con mi madre.
— ¿Puedo sentarme? —me preguntó, no respondí, pero él se sentó de todas maneras con una sonrisa simpática. —Lamento que nos hayamos conocido así la otra noche.
—No hay problema, mi madre es así —respondí, luego seguí bebiendo de mi café.
— ¿Tus amigas no eran Dayanne, Marie y Beah? —me preguntó, luego desvió su mirada hacia ellas quienes se encontraban en otra mesa.
—Eran —continué.
—Conflicto de féminas —sonrió, pero yo no reí, sólo me mantuve al margen de lo que había dicho. —Me gustaría conocerte más, Bianca —dijo luego de unos segundos que habíamos estado en silencio.
— ¿Más? —alcé mis cejas. —Pues aquí estoy —me encogí de hombros.
— ¿Te gusta el café?
—Si ¿A quién no?
—A mí —me observó fijamente.
—Te pierdes la mejor bomba de energía de tu vida —contesté.
—Sólo siento que luego te haces adicto a la cafeína.
— ¿Y eso es malo?
—No discutiremos si el café es malo o no —soltó —, sólo venía aquí por una razón.
— ¿Cuál?
—Acéptame una cita —dijo mirándome fijamente a los ojos y con una sonrisa de galán que supuse de inmediato la había practicado toda su vida.
Steve era guapo, su cabello era rubio y sus ojos celestes, tenía un cuerpo como si hubiese entrenado con Zac Efron, pero en todas estas descripciones siempre hay un "pero", y este sí que estaba bien puesto. Mi cabeza estaba en un solo chico, y ese era el mismo que vendía café, té de manzanilla o negro, el que fumaba cigarrillos, el que tiene una moto y corre a toda velocidad. Ese mismo que tiene sus ojos cafés y su cabello oscuro, Damián, el mismo tiempo quien cada noche veía en mí a una persona que nadie pensaba que existía. ¿Cómo mentirme así?
—Preferiría que no, gracias —dije de pronto y él pareció disgustarse de inmediato ¿acaso nadie nunca lo había rechazado?
— ¿Tienes novio? —frunció el ceño.
—No, es sólo que apenas nos conocemos y lo único que sé es que no te gusta el café.
— ¿El café es un impedimento para tener una cita con una persona? —rió.
—Pues claro que sí, Steve.
—Tienes un humor muy extraño, Bianca Morelli —rió.
—Gracias.
—Bueno entonces supongo que nos conoceremos más y tú me aceptarás una cita.
—No puedo creerlo.
— ¿Qué?
— ¿Ves el futuro? —fruncí el ceño y él negó con su cabeza. —Entonces ¿Cómo estás tan seguro que nos conoceremos más y te aceptaré una cita?
—Vincent y mi padre comenzaran a trabajar juntos, pasaré un poco de tiempo en tu casa.
—Entonces deberías saber desde ahora si me quieres conocer más, es que de la familia que, intentamos que parezca perfecta, yo soy la que menos pasa tiempo en casa —dije y él frunció el ceño, pero no quitaba la sonrisa de su perfecto rostro.
—Te aseguro que querrás pasar tiempo ahí cuando nos conozcamos mejor —soltó y luego se puso de pie —, que tengas un buen día, Bianca —dijo, luego me observó fijamente a los ojos esperando, tal vez, que le dijera lo mismo.
—Gracias —le sonreí y luego le di un gran sorbo a mi café, que era muchísimo mejor que el tal Steve.
Cuando vi que Steve dejó la cafetería, sentí que alguien estaba observándome y al levantar la vista pude darme cuenta que no era sólo una persona quien estaba asechándome, sino, mis ex amigas y Damián detrás del mesón en donde atendía. Tome una gran calada de aire y me dispuse a salir de ese lugar, suponía, que ellas estaban pensando en que Steve era otra de mis conquistas y él..., no lo sé, era tan impredecible.
Las clases cada vez me parecían más aburridas y sólo me dedicaba a dibujar en las tapas de mis cuadernos, apenas entendía lo que estaba hablando el profesor, y cuando terminó la clase me puse rápidamente de pie y caminé hasta el baño de chicas, estaba vacío, entré cerrando la puerta y luego escuché que entraron más personas, pude reconocer sus voces enseguida.
— ¿Ves? De eso estaba hablándote —decía Marie. Me quedé sentada en la tapa del retrete escuchándolas.
—No entiendo por qué los tipos más buenos se fijan en ella —comentó Dayanne. —Steve es un hombre increíble.
Claro, hablaban de mí, pero al parecer Beah no se encontraba ahí.
—Tal vez Bianca se dio cuenta de que estaba cayendo muy bajo, es por eso que se junta con Steve ahora.
—Siempre ha estado ahí abajo, su madre se hizo dueña de esta universidad porque Vincent Hayden tiene los mejores contactos en negocios, lo sabes ¿no? Bianca y su madre salieron de la miseria gracias a él.
Sentí como el enojo subió hasta que llegó a mi rostro, lo sentía acalorado y con cada vez más ganas de salir y golpearla.
—Tienes razón —la apoyó Marie — y ahora que dejó de juntarse con nosotras ha estado demostrando lo ordinaria y corriente que es.
Intenté controlar mi respiración, debía mantenerme al margen y pensar en mi dignidad.
—Siempre ha sido una ordinaria, corriente y vulgar, al igual que su madre. Siempre intenté que se dieran cuenta, pero nunca me escucharon. La sarna se contagia, así que es muchísimo mejor que ahora esté bien lejos de nosotras.
A la mierda la dignidad.
Salí del baño en el que me encontraba enfrentándome a las dos, ambas me observaron desconcertadas, pero luego de unos segundos Dayanne fue la única que sonrió con satisfacción, María parecía avergonzada más que satisfecha por todo lo que había dicho acerca de mí.
—Está bien Marie, vámonos —la miró Dayanne. —Recuerda que la sarna se contagia y no queremos que ésta perra nos la pegue.
Empuñé mi mano y lo siguiente fue un puñetazo en su rostro que la dejó tirada en la cerámica del baño, no quería hablarle, sólo golpearla hasta cansarme ¿cómo podía ser tan hija de puta? O tal vez yo lo era..., pero prefería estar cegada golpeándola. Le jalé el cabello y le di puñetazos mientras ella intentaba defenderse, hasta que Marie se entrometió para defender a su amiga, pero también la golpeé, no tanto como hubiese querido, pero no debía entrometerse, ella sólo era un peón más del estúpido juego de Dayanne. Sentí que alguien me tomó del brazo y me jaló hacia atrás, mi mirada chocó con la de Paige.
— ¡Ya basta! —gritó Paige, me detuve mirando a Dayanne quien se encontraba en el suelo y con sangre en su rostro y luego me fijé en Marie quien también tenía heridas en la cara. — ¡¿Qué demonios pasa con ustedes?! —continuó gritando.
— ¡Eres una bruta, Bianca! —me gritó Dayanne mientras intentaba ponerse de pie. — ¡Te vas a hundir!
—Vámonos de aquí, Bianca —me dijo Paige, la miré en silencio y sólo la seguí fuera del baño.
Comenzamos a caminar rápido hasta el estacionamiento y mientras movía más rápido mis piernas para caminar sentía que todo estaba tan lejos. Comencé a mirar mis nudillos, tenían sangre y se me había roto mis medias negras, luego sentí una punzada en la ceja, pero no era nada fuera de lo que siempre tenía cuando me metía en problemas.
—Tienes que dejar de golpear a esas hijas de puta, Bianca —comentó Paige cuando estuvimos frente a mi auto.
—Las oí hablando de mí en el baño, no sabes toda la mierda que decían —expulsé.
— ¿Y qué demonios te importa? —me regañó como si de mi hermana se tratase. —Ellas son unas malditas víboras sin vida que lo único que hacen es criticarte.
—Lo sé...
— ¡¿Entonces por qué diablos te importa?! ¡Que se pudran en la mierda que hablan!
—Dios..., me metí en un lío.
—Claro que sí, ahora te mandaran a revisar el protocolo de la universidad y tal vez te manden fuera de aquí.
—Créeme que si pasara eso, sería lo mejor —rodé los ojos.
Ella me observó fijamente, abrí el auto y me subí.
—Iré a casa —dije luego de haber bajado la ventanilla.
—Sí, vete a casa y piensa en lo estúpida que estás siendo —soltó y luego caminó hasta la facultad.
Ya había tenido un día de mierda y lo único que quería era llegar a casa para dormir, pero ni eso podía hacer tranquila. En cuanto llegué, me di cuenta que Vincent estaba en casa porque su maletín estaba en el living, caminé cautelosa hasta la cocina y no lo vi ahí, así que rápidamente me serví comida y me senté a comer a la velocidad de la luz, luego vi a Julie quien entro y frunció el ceño mirándome.
— ¿Qué haces aquí tan temprano?
—Me suspendieron las últimas dos clases —mentí.
—Vincent está en casa.
—Lo sé, vi su maletín.
—Creo que debería contarte esto —me dijo y yo sólo la observé. —Hoy Vincent tiene una cena de negocios y debe ir toda la familia.
—Qué bueno, podré dormir unas horas tranquila —reí.
—Con toda la familia me refiero a que debes ir tú también —comentó Julie. —Tu madre, Vincent y tú.
—Qué asco —bufé.
—Bianca —me regañó.
—Es que... ¿no pueden aceptar que esto no es una puta familia?
—Hazlo por tu madre —me sonrió con amabilidad —ella está muy feliz aquí, está muy feliz de estar con un hombre como Vincent.
Estuve a un pestañeo de vomitar por lo que acababa de decir ¿un hombre como Vincent? ¿Podía ese imbécil ser llamado "Hombre"?
—Espero que no tenga la valentía de preguntarme si quiero ir o no —le respondí —Estaré en mi habitación.
Siempre cuando cerraba la puerta de mi habitación recordaba que ya no había pestillo y me entraba un terror horrible, busqué ropa entre mis cajones y me dirigí al único lugar que tenía pestillo dentro de mi habitación, el baño. Me di una ducha y luego me vestí. Parecía pasar más horas dentro del baño que de mi habitación.
Escuché golpes en la puerta y luego su voz "Bianca ¿estás ahí?". No respondí. La puerta se abrió, pero yo estaba protegida en el baño porque exactamente ese lugar tenía pestillo y nadie podía entrar.
—Bianca —dijo, pero ésta vez con su voz baja.
Me mantuve petrificada en el baño, no quería moverme ni tampoco respirar para que no me escuchara.
—Sé que estás en el baño, pero no podrás esconderte ahí por siempre —comentó y de pronto sentía que se encontraba muy cerca de la puerta, tanto que tuve que caminar hasta el final del baño para sentirme un poco más protegida. —Hoy hay una cena y todos debemos ir, no lo arruines con tus porquerías.
Cuanto lo odiaba.
—Bianca, cariño —Escuché la voz de mi madre afuera, pero se cortó. —Vincent ¿qué haces aquí?
—Nada —respondió él. —Estaba buscando a Bianca para comentarle de la cena de ésta noche, pero al parecer está ocupada.
—Bianca ¿estás ahí? —preguntó mamá.
—Sí, estoy algo ocupada —contesté. Mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas y lo único que pude hacer fue abrir el grifo para tomar agua y lavarme la cara.
—Bien, entonces te esperaré aquí para que conversemos.
—Está bien —continué.
—Tu puedes irte —le dijo mi madre a Vincent —Yo hablaré con mi hija.
—Está bien, nos vemos abajo —dijo él, luego salió de la habitación, lo supuse porque la puerta se cerró.
Salí del baño intentando poner mi mejor cara de joven feliz.
— ¿Estás bien? —Me preguntó mamá.
—Sí, todo bien.
—Bueno, entonces te cuento que hoy Vincent tiene una cena importante en donde debemos estar todos.
— ¿Quiénes todos?
—Tú y yo específicamente.
—No creo que...
—Debes ir —me observó fijamente.
—Es que tengo mucha tarea y no me siento tan bien.
—Harás la tarea después. Y le diré a Julie que te de alguna pastilla —me sonrió. —Busca en tu closet ese vestido color vino que te pusiste una vez, es hermoso. Espero que estés lista a las siete.
—Mamá...
—Ya hablé, obedéceme —comentó y luego se levantó y salió de mi habitación.
——
"No podré ir a Serendipia esta noche, tengo algunas cosas que hacer." Escribí.
"No hay problema, yo tampoco iba a ir. Conseguí un trabajo real de una noche." Me contestó.
"Suerte con eso"
"Gracias, la necesitaré"
Borré los mensajes de inmediato y comencé a buscar ese famoso vestido, hasta que di con él. Era algo ajustado y dejaba al descubierto gran parte de la espalda, intenté no pensar en que Vincent estaría ahí recorriéndome con su morbosa mirada. Intente maquillarme y arreglar mi cabello para la ocasión y luego me puse el vestido y los tacones. En otra vida me habría encantado verme así, pero ésta no era la vida correcta para sentirme bella. Busqué una chaqueta negra que me cubría hasta por encima de las rodillas y luego bajé las escaleras.
— ¿Qué es eso, Bianca? No hace frío —comentó mi madre en cuanto me vio.
—Lo sé, pero prefiero ir así —contesté.
Vincent estaba hablando por teléfono.
—Debes quitártelo para las fotografías —dijo mientras movía sus cejas de arriba hacia abajo como si eso me pareciera lo más fabuloso, pero no era así y estaba a años luz de ser fabuloso para mí.
Lamentablemente no pude ir en mi auto, así que me senté en el asiento trasero del lujoso auto de Vincent intentando no pensar en todo lo que me hacía. Él tenía una manera tan particular de fingir que nada ocurría y yo no podía ser como él. Cuando llegamos al lugar, había muchos fotógrafos y periodistas afuera del evento intentando conversar con algunos socios del lugar o para conseguir un par de buenas fotografías, Vincent entró para estacionarse y mi madre antes de bajarnos del auto me obligó a quitarme "La ridícula chaqueta" que llevaba puesta. Sentí que la mirada de Vincent se fue a mi cuerpo y enseguida me sentí incómoda y desesperadamente sucia.
—Te ves hermosa, Bianca —soltó.
Iba a vomitar. Me contuve. ¿Cómo podía fingir todo tan bien?
Caminé detrás de ellos intentando que las lágrimas no cayeran por mis mejillas, y cuando pensé que lo peor había pasado, no, antes de entrar al famosísimo restaurante lleno de gente rica, muchísimas cámaras fotográficas se detuvieron frente a nosotros para capturar el "maravilloso momento familiar". Intenté sonreír, y aunque me costó supuse que la mueca que había hecho los había dejado satisfechos.
—Mira quien está ahí —me susurró mi madre y luego me dio un pequeño codazo en el brazo. Levanté mi vista encontrándome con la fuerte mirada de Steve quien de inmediato me sonrió, y mientras más seguía a mi madre más me daba cuenta de que estábamos sentados en la misma mesa.
— ¡Qué coincidencia! —mi madre alzó la voz en cuanto estuvimos frente a Steve y sus padres.
Vincent y mi madre se sentaron dejando exactamente la silla del lado de Steve vacía, ahí fue donde me tuve que sentar y en donde pasaría toda la noche sentada.
—No pensé que vendrías —dijo dirigiéndose a mí, sólo para que yo escuchara.
—Si estoy aquí no es porque quiero —solté.
Sí, me encontraba de mal humor.
No quería estar en ese lugar junto a personas ricas comiendo cosas que ni siquiera sabía pronunciar, no quería fingir ser alguien que no era ni tampoco estar frente a la persona que más odiaba en el mundo. Me sentía débil, tan pequeña..., como si cualquier persona pudiese quebrarme en mil pedazos y no dejaba de hacerme la misma pregunta ¿por qué debo venir aquí y hacer algo por él si lo único que hace es hacerme daño? El nudo de mi garganta no se iba y sólo quería correr, debía ocurrírseme algo.
Antes de comenzar a cenar, hubo una persona que habló arriba de un pequeño escenario acerca de cosas comerciales y también reconoció a otras personas por su gran trabajo y honor, entre ellos, Vincent Hayden, a quien todos querían y admiraban.
La cena fue bastante normal, aunque comí muy poco, sólo quería irme de ese lugar. El postre fue lo último que comimos y posterior a eso comenzó a sonar música, algunas personas bailaban y otras bebían copas de vino conversando sobre quién sabe qué. Mi madre se puso de pie junto a Vincent y los padres de Steve dejándonos completamente a solas, lo miré por unos segundos y luego él comenzó a hablar.
— ¿Quieres algo de beber? Le puedo decir a alguno de ellos que te traiga lo que tú quieras —Dijo Steve señalando a los chicos y chicas que estaban de un lado a otro corriendo para servir con unas bandejas llenas de comida y copas.
—No, gracias. Estoy bien —le respondí.
— ¿Un café?
— ¿Aquí dan café? —lo miré fijamente.
—Te dan lo que tú quieras —se encogió de hombros. — ¡Hey tú! —Llamó a una persona que atendía y en cuanto levanté la vista para ver quién era me quedé congelada.
— ¿Puedes traerle un café, por favor? —Le pidió Steve a la persona que más quería ver en el mundo.
Damián.
Él observó fijamente a Steve y luego desvió su mirada hasta encontrarse con la mía, parecía algo incómodo, pero aun así fingió no conocerme.
— ¿Un café? —Preguntó con su ceño fruncido.
—Sí, ¿No escuchaste?
—Claro que escuché, pero eso no está en el menú y dudo que su acompañante quiera tomar un café —soltó Damián con pesadez, Steve lo miró anonadado.
—Claro que quiere un café ¿No es así Bianca? —me preguntó Steve.
—En realidad...
—Si quieres algo dulce puedo traerte un batido de fresa —dijo Damián dirigiéndose directamente a mí, me conocía bien, sabía que por encima de todas las cosas un batido de fresa estaría bien.
Sonreí —Aquí no dan batidos de fresa —lo miré.
—Te conseguiré uno —aseguró.
Damián miró fijamente a Steve claramente con recelo, y luego se retiró sin decir ni una palabra.
***
Perdón por la demora, mi cabeza estaba concentrada en hacer otras cosas XD Espero disfruten este capítulo y sigan constantemente leyendo!
Recuerden dejar sus comentarios y votos, y si pueden RECOMENDAR PORFIS!
BESOPOS
XOXOXO
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