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Capítulo 11 - Mundo pequeño

DAMIÁN

Estaba muy alejado de recibir atención en mi vida cotidiana, de recibir preguntas acerca de mi estado de salud y también de conversaciones acerca de lo que iba a hacer con mi vida. Y ahora que estaba teniendo todo eso comenzaba a sentirme abrumado, pero algo se tranquilizó dentro de mí cuando los ojos azules de Bianca Morelli hicieron contacto con los míos. Sabía muy bien que ella había sido la causante de que yo me encontrara recuperándome en una clínica, y no entendía su grado de generosidad conmigo si en realidad yo no había hecho nada bueno por ella más que fumar cigarrillos a su lado y enseñarle a conducir una moto... pero ¿qué iba a hacerle? Me gustaba sentirla cerca de mí, mirarla en silencio u observar sus gestos cuando le contaba alguna cosa. Me gustaba que escuchara con tanta atención las estupideces que tenía para decir, las reflexiones absurdas que hacía a veces, y como lo había dicho anteriormente, no iría en contra del destino ésta vez..., ya muchísimas veces lo había intentado.

— ¿No te pone mal que tu madre no esté aquí? —la escuché.

Había pasado un buen rato desde que Bianca había salido afuera por un café, había regresado con algo de frío y se sentó en un sofá reclinable que le había facilitado la clínica, se cubrió con una manta y sólo agarró su tazón con fuerza. Su pregunta no me sorprendió, muchísimas veces me habían preguntado si me afectaba algo acerca de mi madre, pero ya estaba jodidamente acostumbrado.

—No —contesté —, créeme que prefiero que se quede en casa.

—Es imposible que seas así de frío —rodó los ojos sonriendo.

—Frío no soy, caliente si, puede ser —la miré y ella soltó una carcajada.

—Eres un idiota.

—Estoy pudriéndome junto a ella y siento que he descansado todos estos días.

— ¿Descansar? —alzó su voz. —Casi te has muerto ¿y tú lo llamas "descansar"?

Me encogí de hombros y ella respiró profundo, desvió su mirada hacia otro lugar, pero finalmente regresó a la mía.

— ¿Y qué piensas hacer cuando salgas de aquí? —Preguntó acomodándose en el sofá.

—Golpear al hijo de puta que me hizo esto, luego veré si Owen ha arreglado la moto por segunda vez..., y probablemente el callejón esté esperándome para fumar un cigarrillo.

—Deberías dejar de pensar en la moto un poco ¿no?

—Jamás dejaré la moto, Bianca —le dije —. Además, ella no me hizo esto, fue mi exceso de velocidad y ese hijo de puta.

— ¿Entonces bajarás la velocidad?

—Claro que no.

—Dios —rodó los ojos.

Solté una carcajada y ella rió de mí.

—Sólo espero que pronto te saquen de aquí.

—Así será, yo creo que en dos días..., tal vez.

Nos quedamos mirando por unos segundos. El silencio entre nosotros era tan cómodo, además no odiaba el silencio. Hay personas que detestan y le temen a la soledad y al silencio, pero yo no lo hacía, y al parecer, Bianca tampoco.

—Ven aquí —rompí con los esquemas de la sala, ella frunció el ceño mirándome fijamente.

Sus ojos azules no podían dejar de gustarme, es que me parecían tan perfectos.

Sin más que agregar, ella se puso de pie y se sentó a mi lado en la camilla, pero luego se recostó quitando sus zapatillas.

— ¿No crees que es extraña la forma en que nos conocimos? —me preguntó.

—Tal vez —contesté. —, pero prefiero eso que a un encuentro cliché en donde chocamos y se te caen los libros.

Ella soltó una carcajada.

—Siento que siempre te he conocido.

—Yo también siento lo mismo —confesé.

— ¿Me imaginabas con el mismo color de ojos? —Me observó y luego pestañó rápidamente con una sonrisa inocente, y sabía que Bianca Morelli muy difícilmente estaba en la lista de "chicas inocentes a las que conoces".

—No te imaginaba, Bianca —continué mirándola. —. Sólo te encontré en ese callejón y sentí que de alguna u otra forma no serías una estrella fugaz.

— ¿Y si lo hubiese sido?

—Me hubiese tatuado tus ojos azules, y claramente no se me habría olvidado el puñetazo.

—Lo lamento —continuó riendo.

Me quedé mirando sus labios mientras sonreía, luego ella me descubrió y se detuvo. Noté nervios en sus movimientos, pero no se alejó de mí. Sin pensarlo dos veces me acerqué a ella, había un 80% de probabilidad de que me diera un puñetazo, pero no iba a arrepentirme en ese momento. Sentí su respiración cerca de la mía, y una tranquilidad se apoderó de mi cuerpo, deslicé mi mano por detrás de su cuello y la acerqué a mí hasta que sus labios hicieron contacto con los míos. Podría haber descrito de muchísimas formas lo que estaba sintiendo, pero lo más cercano que me vino encima fue que se erizó mi piel, como cuando escuchas cantar a alguien en vivo y lo hace tan bien. Sus labios eran suaves, cálidos y de pronto no quería separarme. Ella fue quien se alejó de mí primero, pero sólo se mantuvo mirándome.

—Dime que no la he cagado —susurré.

Ella sonrió levemente y acarició mi rostro.

—No la has cagado, Damián —me dijo —. Es sólo que contigo todo es muy diferente.

No quise agregar nada a lo que me había dicho, no quería presionarla.

——

Los días fueron pasando bastante rápido y con Bianca no nos referimos más al beso que nos habíamos dado. Mi recuperación fue bastante apresurada, y finalmente salí de la clínica con medicamentos y con restricciones acerca del ejercicio físico que hiciera. Además de un yeso desde la muñeca hasta el codo.

Owen pasó por mí a la clínica, venía junto a Daven, pero Bianca no estaba ahí.

— ¿Por qué dejaron que Bianca pagara tanto dinero? —los increpé mientras mi amigo conducía hasta mi casa que le pedía a los dioses del olimpo que no estuviese hecha un asco.

— ¿Qué querías que hiciéramos? —Reclamó Daven. —Bianca se ofreció y no esperó que Owen o yo opináramos, y dudo mucho que le hubiese importado. La chica es bastante llevada a sus ideas.

—Claramente está enamorada de ti —soltó Owen.

—Sólo es una amiga, idiota —me dirigí hacia él.

—Una amiga con muchísimo dinero, Damián.

—Es lo que menos me importa. Me preocupa de dónde sacó todo ese puto dinero, ¿saben? ¿Qué pasa si tuvo que robarlo o vender alguna cosa?

— ¿El golpe te afectó las neuronas? —me observó Owen. —Bianca está forrada en billetes y tú te piensas que tuvo que robar, seguro le alcanzó con sus ahorros.

Me quedé en silencio hasta que llegamos a mi casa. La puerta estaba cerrada, y no me apeteció invitar a Owen ni a Daven a pasar, además ellos ya conocían mi realidad y sabían perfectamente que no quería que entraran junto a mí.

Durante toda mi estadía en la clínica, ni una sola llamada recibí de mi madre, eso significaba una sola cosa: Estuvo inconsciente y hundida en su ebriedad. No esperaba que lo hiciera tampoco. Pude sobrevivir con la ropa que me facilitaron Daven y Owen.

Deslicé la puerta haciéndola chocar con algo en el suelo miré y había ropa por toda la casa. Continué mirando unos segundos y el olor a cigarrillo y a alcohol llegó rápidamente a mí nariz. De tantos días que había estado internado, ya casi había olvidado lo que era vivir en la mierda.

— ¿Mamá? —Pregunté alzando mi voz.

Nadie respondió.

Caminé por todos los rincones de la casa hasta que la vi, estaba tirada en el piso del baño empapada en vómito, apenas se escuchaba su respiración y ni siquiera podía abrir los ojos. La levanté, le quité la ropa y la metí a la ducha con agua helada. Su reacción fue reclamar y abrir sus ojos, luego comenzó a tiritar con pesadez ¿cómo iba a ser posible dejarla sola? La sequé, vestí y hasta le di algo de comer para que regresara a la realidad. No estuvo sobria en ningún momento, pero al menos pudo sentarse sola.

— ¿Y qué te pasó en el brazo, Damián? —Me preguntó.

—Me caí —respondí.

—Eres un idiota —bufó.

Me mantuve en silencio observándola.

——

BIANCA

No me esforcé mucho en mentirle a mamá. Seguramente estaba ya pensando que me gustaba mi amiga Paige, pero poco me interesaba, y si así fuese, no tendría por qué juzgarme. En fin, prefería que sus pensamientos se distrajeran con otras cosas que estuviera espiándome para descubrir a Damián. Finalmente, no echaron a Julie porque claramente ella no había sido, pero las cámaras ya estaban puestas. No sé cómo se las arregló Vincent, pero habilitó una sala para su caja fuerte y no colocó cámaras en las habitaciones por "privacidad".

El beso que me había dado Damián en la clínica me dejó por días marcando ocupado..., sólo podía pensar en su boca y en la forma tan delicada de tratarme. A ratos me arrepentía de no haber seguido besándolo, pero temí, jamás había sentido algo parecido y me causaba terror enamorarme de un chico como Damián, tan fugaz, impredecible, y con tantos problemas como yo... ¿Cómo íbamos a sobrevivir si ambos estábamos hasta el cuello de problemas?

Damián no tardó en regresar a la cafetería de la universidad. Se veía muchísimo mejor y cada vez se me hacía más difícil dejar de mirarlo. Dayanne seguía coqueteándole, pero él no parecía demasiado interesado.

—Vamos a una fiesta esta noche —Paige me sacó de mis pensamientos, me parecía una buena idea dejar de pensar en Damián por una noche y no ir al callejón.

— ¿Dónde?

—Cerca de mi casa, es algo pequeño —se encogió de hombros.

—Está bien, pero no tengo cómo regresar.

—Te quedas en mi casa.

—Está bien —sonreí.

——

Cuando la noche llegó, mi madre aceptó que fuera a la fiesta, según ella, había estado demasiado concentrada "estudiando con Paige". Me vestí como me parecía aceptable ir a una fiesta y me subí a mi auto hasta la dirección que me había dado Paige. Era una casa ubicada en una calle cerrada. Casa pequeña de color marrón y sólo con una luz colgando desde encima de la puerta. Me quedé estacionada afuera y marqué el número de Paige, ella contestó y de inmediato la vi salir de su casa corriendo.

— ¿Es cerca o vamos en mi auto? —pregunté asomando mi cabeza por la ventana.

Ella arrugó su nariz y se puso frente a la puerta de copiloto.

— ¡Vamos en tu auto! —alzó la voz.

Le quité el seguro a las puertas y ella se subió, abrochó su cinturón y de inmediato encendí el auto. Paige comenzó a indicarme las calles, y la verdad no era cerca el lugar de la fiesta.

— ¿Y de quién es la fiesta? —le pregunté, mientras giraba el volante a la izquierda.

—De mi hermana, siempre hace fiestas, pero ésta vez un amigo le prestó su casa.

— ¿y por qué no se fue con nosotras?

—Está allá desde las 8 de la noche organizando todo, es una maniática de las fiestas —soltó una carcajada.

Cuando llegamos a la casa en donde sería "la fiesta", el reloj marcaba las once de la noche, estacioné el auto en un lugar seguro —según Paige—, y de inmediato nos bajamos del auto. Esa sí era una casa enorme y peculiar. Podría haberla descrito como mi casa, como una mansión, pero aunque tenía aspecto de una mansión, parecía totalmente antigua y abandonada, además de estar ubicada en un lugar espeluznante.

— ¿Estás segura que ésta casa es de tu amigo? —pregunté con desconfianza.

—Sí, tranquila —me sonrió.

Paige caminaba como si conociera esas calles de memoria, y aunque algo de pánico invadía mi cuerpo, fingir que todo estaba bien y que no le temía a nada se me daba muy bien. Caminé junto a ella por el césped que nos llevaba a la casa divisando a muchísimas personas fumando cigarrillos y con cervezas en sus manos. Paige saludaba a algunas personas con su mano hasta que atravesamos la puerta que nos metía adentro de la casa.

Dentro de esa casa había personas sentadas en los sillones y otros bailando mientras conversaban. Parecía un ambiente en donde todos se conocían y nadie parecía tener conflictos. A pesar de ser muy observadora no pude hacerlo más allá porque la casa era bastante grande y ni idea tenía de como caminar en esos pasillos.

—Ven, te presentaré a mi hermana —me indicó Paige.

— ¿Está de cumpleaños?

— ¡No! —Rió —, somos mellizas aunque la verdad no nos parecemos en nada, ella es la maniática de las fiestas, te caerá bien.

Asentí sonriente y sólo decidí relajarme. Estaba con Paige en un lugar que ella conocía a todo el mundo y también sabía de memoria las calles, no debía preocuparme da nada ¿no?

Caminé junto a mi nueva amiga, Paige, por los pasillos de la casa hasta que llegamos a un lugar que era la cocina, bastante grande en donde en el centro se desarrollaba un juego de mesa en donde todos esperaban perder para emborracharse con chupitos de tequila. Comencé a sentir que conocía a las personas que estaban en ese lugar, los miré en silencio hasta que Paige habló.

— ¡He llegado! —exclamó

Algunas personas voltearon a verla y la saludaron, vi a alguien conocido y fruncí el ceño intentando recordar en dónde lo había visto.

—Traje a una amiga de la universidad, ella es Bianca, sean amables —me presentó.

— ¿Cómo no conocer a la mejor corredora que hemos tenido? —alzó la voz un chico, miré en silencio quien lo había dicho, era West, el mismo tipo que me había prestado su moto. ¿En dónde demonios me había metido?

— ¿corredora? —Paige me observó de inmediato, me tomó del brazo y me jaló hasta su lugar —Me tendrás que explicar eso.

—No estoy entendiendo nada, Paige ¿dónde demonios estamos?

—Ven que te presento a Lauren.

— ¿Lauren? —su nombre retumbó en mis oídos. —Dios, no. En qué me metí.

Paige nos abrió pasó entre las personas hasta que llegamos a su hermana.

— ¡Lauren! —la llamó. Lo que menos pensé estaba pensando. —Lauren, ella es Bianca, una amiga. Bianca, ella es Lauren, mi hermana.

La mirada de Lauren se fue hasta la mía y sonrió con sarcasmo, alzó sus cejas y soltó una carcajada.

—Que pequeño es el mundo, ¿No, Bianca? —sonrió.

***

Muchísimas gracias por tanta paciencia al esperar capítulo ¡Ni se imaginan todas las cosas que me han mantenido ocupada! Intento ser constante, pero ustedes saben que es difícil.

BESOPOS

XOXOXO

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