Extra||Valentín
EXTRA || VALENTÍN.
Desde que era un niño siempre capturó mi atención las "cosas de niñas" como suelen titular los límites propios de cada uno. Es cierto que hay cosas que solo pueden hacer los hombres, como también cosas que solo pueden hacer las mujeres, pero en fin a mí me gustaba jugar a las muñecas.
Mientras otros niños jugaban al policía y a el ladrón yo disfrutaba jugar al modelaje y demás cosas. Desde pequeño me ha apasionado la moda, era lo que más disfrutaba.
En la escuela siempre se burlaban de mí por jugar a las muñecas con Tamar mi única amiga. Muchas veces las maestras se veían en la obligación de llamar a mi madre para que corrigiera —el mal hábito—, como solían decir ellas, de jugar muñecas. Esos dias eran tan desagradables para mí. Mamá me encerraba desnudo en mi habitación a oscuras según para que así me arrepintiera de mis pecados.
Cuan solo me sentía.
Para evitar esos días tan horribles empecé a fingir que era como los demás niños. Jugaba al fútbol y coqueteaba a otras niñas. Los castigos para mí desaparecieron por un tiempo. Me alejé de mi única amiga, la única que podía entenderme. De hecho después de la graduación en la escuela no volví a verla nunca más.
Lo lamenté mucho.
Mis deseos por evitar los castigos de mi madre fueron cambiando a medida que los años se iban sumando, ahora buscaba su aprobación para que pudiera sentirse orgullosa de mí.
Pero se me olvidó lo que sentía o al menos eso yo creía.
No es hasta la universidad que conozco a Pedro, el que sería mi primer gran amor.
Empezamos a salir a escondidas por miedo a que mi madre me señalará como cuando era un niño. No les mentiré, nuestro amor fue una gran aventura pero llegó a su fin. Él buscaba alguien que se sintiera orgulloso de lo que era y precisamente eso no se podía decir de mi.
Seguía aferrado al temor por los castigos de mi madre y a su dura dictadura en mi contra.
Luego de nuestra ruptura seguí buscándolo sin parar pero este me rechazó una y otra vez, como agradezco que así haya sido aunque eso implicara perderlo para siempre.
Jamás hubiera entendido que los sentimientos no pueden ocultarse. No me gustaban las chicas al menos no para noviazgo o una vida entera. Me gustaban los chicos y mi madre debía aceptarme tal cual como yo había decidido ser.
Una mañana decidí revelarle a mi madre mis gustos, pueden imaginarse como lo tomó.
El fin del mundo, iba a quemarme en el infierno según ella.
Se negó rotundamente a aceptarlo mejor dicho a aceptarme. Me golpeó y me llevó a cientos de lugares para que me hicieran cambiar de parecer, pero su objetivo fracaso. Nada de eso detendría el sin fin de aventuras con el que me involucraría más adelante. Mamá trató de presionarme incluso hasta el punto de retirar su ayuda económica, tuve que trabajar y abandonar no solo mis estudios sino el sueño de sur un diseñador de moda.
Unos años más tarde un reencuentro marcó de gran magnitud mi destino. ¿Recuerdan a Tamar? La niña con la que jugaba en el colegio, la única que podía entenderme. El encontrarme nuevamente con ella no era lo que me sorprendía, sino su gran cambio. Ya no lucia como antes.
—...¿No me reconoces Valentín?
Giré mi cabeza a todos lados, avergonzado por no saber quién era.
—Lo siento, ¿quién eres?
Me dedicó una sonrisa.
—Soy Tamar.
Creí que era una broma o estaba atrapado en un sueño.
Ahora era un hombre, y su nombre era otro. No la reconocí en nada, de ella no haberme reconocido a mí, me habría perdido de mi más grande experiencia y mi mayor decepción también.
Junto a él me involucré más en lo que era compartir mis mismos gustos con otras personas. Solíamos llevarnos bien muy bien para ser exacto. Todo iba de maravilla hasta que una mañana al despertar esperaba encontrarlo a mi lado pero no fue así.
Sólo me había dejado un escrito en la mesa de noche.
«Lo siento, me voy porque debo aclarar mis sentimientos. Me enojé mucho contigo cuando me hiciste a un lado para llevar tu vida de niño cuando no lo eras. Es algo que aún no logro perdonarte. Te amo, pero no me esperes. No sé si volveré algún día. Quizás y el destino vuelva a unirnos otra vez».
Tamar.
¿En dónde está mi corazón que no lo encuentro? Pasé semanas encerrado llorando sin parar, perdí mi empleo y ya no quería hablar con nadie. Intenté quitarme la vida de lo cual no estoy nada orgulloso de ello.
Meses después entré a trabajar en la pastelería Meier en donde conocí una niña bastante testaruda. Patty es una chica insoportable pero con grandes sentimientos. Nos volvimos el dúo perfecto, el dúo imparable. Fue su idea de teñir mi cabello de rosa y agradezco su buen consejo.
Mis malos sabores de amor continuaron, seguí enamorándome una y otra vez sin parar. Pero una y otra vez me hicieron pedazos mi pobre corazón. Me jure a mi mismo no volver a creer tan fácil en el amor de cualquier persona.
Mi vida siguió en más de lo mismo, trabajo y estar en mi casa recogiendo los pedazos de lo que fue mi mayor sueño pero simplemente no pudo ser.
Años más tarde, conozco un chico, admito que me resistí hasta más no poder. Empezamos una relación y todo marchaba bien. Aunque mi madre aún no aceptara del todo mi decisión lo había aceptado a él y eso me hacia sentir tan maravillosamente.
Muy bonito para ser verdad. Algo había detrás de todo este teatro de aceptación.
Mamá le había pagado para que me volvieran a decepcionar y así dejara a un lado la idea de querer estar con un hombre. La molestia con ella duro semanas pero a él jamás podría perdonarlo. Me suplicó que no lo dejara, juro que me amaba y yo caí en sus redes de mentiras nuevamente.
¡Mi peor error! Perdonarlo.
Terminó robando no solo mis pocas ilusiones sino todos mis ahorros y ciertas pertenencias. Fingió ser como yo, solo para aprovecharse de mí y mis buenas intenciones.
¿Qué te he hecho cupido? ¿Por qué me odias tanto dios del amor?
Pero no era el único que sufría tales desgracias.
Una nueva empleada entro a la pastelería. Muy fina, muy linda. Sino estuviera seguro de preferir a los hombres tal vez hasta me habría enamorada de ella. En ocaciones solía hablarnos de su relación, que desde mi punto de vista era un total desastre aunque ni ella misma se diera cuenta. De lo que si me había dado cuenta y era tan evidente era que traía enamorado al menor de los Meier, incluso al más guapo de los dos. Pero esta niña tonta seguía con su relación caótica.
¡Que desperdicio, la verdad!
Pero ahora, yo Valentino. Ha llegado la hora de aprovechar tu vida al máximo y alejar esas flechas envenenadas de cupido.
¡Al carajo con cupido!
Cuando el mundo no podía ser más cruel una mañana que acompañaba de urgencias a Cassie a ver a Jael nos atacaron y nos molieron a golpes.
Hubiera dado lo que fuera por no haber conocido en esas circunstancias el amor, el verdadero, ese que sientes que ahí es y que ahí debes quedarte.
Mira tú, el mejor momento. Valentino con moretones y un yeso, ¡vaya, que primera impresión!
Uno de los enfermeros que me atendió no paro de darme indirectas muy directas para ser preciso. Alto, bellos ojos que resaltaban con sus pestañas, piel morena, ¡como caído del cielo!
¿No le dolió caer de tan alta altura?
Intercambiamos de número y a pesar de que no quería hacerme ilusión alguna ya es demasiado tarde. Él me ha hecho sentir como ningún otro, es ahí, es ahí. Y allí me quedaré.
Por más que mi madre se niegue a aceptarlo no renunciaré a esta nueva oportunidad de amar.
No esta vez.
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¡Holaa! Para los que me enviaron que se identificaban y a los que les encanta el personaje de Valentín, aquí les he traído un especial con su nombre.
Espero les guste ❤️
Besos.
Anne Fernández.
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