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24. Jael

(24)

JAEL.

(Semanas después)


—Pensaba que no te íbamos a ver más —comenta Elliot.

Esbozo una sonrisa.

—Quería darte un poco de fama en las carreras, amigo —bromeo.

Él se acerca y me da unas palmadas en la espalda.

—¡Bienvenido a casa, Jael!

Elliot me mostró su auto y no paraba de parlotear sobre como había ganado cada una de sus carreras. Me alegraba verlo tan contento.

—Hasta que por por fin sales de tu escondite, Meier —escucho decir a Paúl.

—Siento no haber...

Paúl me interrumpe y se acerca a mí lo más cercano posible. Sino es porque se trata de él creería que iba a besarme.

—La próxima vez puedes llamarme, idiota. Para eso tienes teléfono aprende a usarlo.

Que modesto.

Fijo mi mirada en la de él y noto que un moretón estaba desapareciendo de su rostro. Se da la vuelta y dice:

—Querían verte correr, pero no apareciste y quedé en mal... ya sabes como se pagan las fallas en este negocio.

Lo hizo de nuevo, cumplió su promesa.

—...eres una mamita llorona, ¿acaso no te han enseñado que los hombres no lloran?  Eres una vergüenza.

Al escucharlo los demás niños empezaron a reírse de mí.

—Miren como llora, es una marica.

Las niñas empezaron a reírse sin parar, no  podía levantar mi cabeza. Mis compañeros de clases —si es que así, se les podía decir—, siguieron burlándose de mí.

—¿USTEDES DE QUE SE RÍEN? —suelta una voz pequeña pero autoritaria.

Yo solo podía ver sus pies firmes y sus puños cerrados a un costado de su cuerpo.

—Tu no te metas, no defiendas a la llorona del salón.

El niño se abalanzó sobre el otro dejando caer un puño en su cara.

—No te vuelvas a meter con mi amigo o te la verás conmigo, ¿entendido?

Me tomo por un brazo y me saco de ese lugar. Cuando estuvimos solos:

—Para de llorar, no puedes ir llorando por cada rincón del colegio, no dejes que te intimidén. 

Asentí secando mis lágrimas.

—Ahora en adelante seremos buenos amigos. Prometo ayudarte si tú prometes no andar llorando como si nada por toda la escuela.

Le prometí que no lo volvería a hacer, sorprendido, era el primer amigo que tenía.

—Bien, entonces tú cumple tu promesa que yo también lo haré.

Chasqueó sus dedos en mis rostro.

—Te estaba hablando Jael.

—Lo siento, estaba, esta-aba en otro espacio.

—No creas que no me di cuenta.

Sonrío, al ver que me dedicaba una sonrisa llena de complicidad.

—¿Entonces, que me preguntabas?

Toma asiento y me mira con picardía.

—¿Y tú novia? Cassie, ¿no? ¿Cuándo pensabas contarnos que tenías novia?

Ya quisiera yo que fuera mi novia, bueno tampoco es que se lo he preguntado y me matan los nervios de solo pensarlo. Conociéndome como soy, sé que tampoco lo haré.

Cuando solía interesarme en una chica terminaba haciendo el ridículo. Me trababa a la hora de hablar o algún desastre vergonzoso cometía. Recuerdo en la secundaria; fue la primera vez que me dispuse a declarar mis sentimientos por alguien. Pase semanas frente a un espejo repitiendo lo mismo una y otra vez para que cuando llegara el día todo saliera bien, justo como lo estaba planeando.

¿Qué creen?

Lukas me sugirió que le obsequiará flores y la verdad no me pareció mala idea solo qué... la chica era alérgica a los narcisos y bueno, terminó odiándome después que salió de la enfermería.

Después de ese incidente, no volvió a hablarme nunca más. De hecho sus padres le prohibieron que me dirigiera la palabra, al parecer era algo peligroso para ella.

Mira tú, peligroso desde niño por culpa de unas flores. ¿Quién lo creería?

—Aún no le propongo que sea mi novia.

Todos quedan perplejo ante mi respuesta.

—Puedo darte algunos consejos —se ofrece Paúl esbozando una sonrisa pícara.

Esta vez no puedo trabarme y  mucho menos enviarla a enfermería, ya eso sería mucha desgracia en mi vida amorosa.

Pero ha llegado la hora.






CASSIE.

Semanas, amaneceres, atardeceres y días en los que me he estado muriendo por volver a probar los labios de Jael.

Estos últimos días han sido lo mejor a su lado, aunque el insista en cuidarme como una niña para que me recupere pronto. Amo cada uno de sus mensajes de buenos días y de buenas noches, amo la manera en la que acaricia mi cabello he acelera mi corazón, pero sobre todo amo aquella manía que tengo de verlo sonreír con cada una de mis ocurrencias. No me importa si hago el ridículo, haría cualquier cosa por ver cada día esa sonrisa llena de esperanza.

Mí fuente de esperanza, en eso se ha convertido.

—¡Oigan! ¿Y a ustedes qué les sucede?

Patty nos miraba sin comprender nada. Valentín estaba a mi lado con una cara de tragedia, quizás la misma que yo traigo.

—Deberían estar alegres y no con esas caras de funeral, ya hasta me andan contagiando.

Valentín suelta un suspiro.

—Es que tú no entiendes las desdichas del amor.

—¿Y ahora a ti qué te pasó?

Ruedas sus ojos y nos mira a ambas.

—¿Qué tal si nos vamos a matar nuestras penas en un bar? —propone.

—Estas como qué...

La interrumpo.

—Me parece una buena oferta —digo.

—¡¿Qué?! ¿Estás hablando en serio? —juzga—, luego dicen que la loca es otra.

—Tanto tiempo juntos alguna manía extraña tuya se nos tiene que pegar, querida.

Suelto una carcajada.

—Además tú deberías de acompañarnos —trato de convencerla.

Ella parece pensarlo un momento.

—Ok. Pero ya quiten esas caras que están espantando a todos los clientes.

Observo la puerta con la esperanza de que entre por ella, dejo salir un suspiro y me ocupo en mis labores.

Hoy no vendrá.







JAEL.

Mamá organizó una cena para hablarnos de cómo iba todo con el divorcio. Decidió hacerlo fuera de casa para que obviamente el enojo de mi padre no cayera en mí.

Quería aprovechar para que conociera a Cassie, pero no quiero presentarla como una amiga. No es así como la veo. Por lo que será para otro momento que deseo y sea muy pronto.

—¿A dónde vas?

—Iré a ver a mi madre.

Maddie hace una mueca y se tumba en el sofá sin ánimos.

—¿Y esa carita?

—Pensé que traerías a Cassie.

Me tumbo a su lado y tomo sus mejillas para hacerla sonreír.

—Prometo que vendrá pronto o mejor este fin irás conmigo a verla, ¿estás de acuerdo?

—¡Si!

Paso mi mano por su cabello y lo alboroto.

—Ya debo irme, no me esperes hasta tarde. Recuerda que debes madrugar.

Niega con su cabeza.

—¿No qué?

Cruza sus brazos.

—No quiero ir a la escuela.

Frunzo mi ceño.

—¿Y eso por qué? Si mi hermana es la más intelectual en todas sus clases.

—Las niñas de mi escuela se burlaban de mí porque no tenía papá, pero cuando la prensa llegó a una de mis clases asegurando  que era la menor de los Meier ahora sus burlas son diferentes. Dicen que soy una escuincla y que mi madre es una cualquiera que rompe los matrimonios de otros.

¡Rayos! ¿Cómo puede existir tanta maldad en esas cabecitas?

—¿Por qué no me lo habías dicho antes?

Ella vuelve a negar.

—No quiero que mamá se entere. Por favor no le digas nada, ¿si?

Curvo mis labios pensando un momento.

—Esta bien, pero con una condición o mejor dicho dos condiciones.

—¿Cuáles?

—Ya que no quieres que se entere Kate por lo menos dejame hacer algo para ayudarte y deberás ir al colegio.

Parece dudarlo por un momento.

—Ok. Pero mamá no puede enterarse.

Le regalo una sonrisa.

Algo se me debe ocurrir para dibujar una sonrisa en su rostro, no descansaré hasta lograrlo.








CASSIE.

Reviso mi celular pero ni un solo mensaje de Jael. Tampoco que tenga alguna obligación en hacerlo pero... ¿y si le a sucedido algo? No,no, no lo creo, ya fuera una noticia en toda la ciudad.

Valentín cierra la pastelería y yo camino de un lado a otro.

—Me estás matando de los nervios mujer.

Me detengo y fijo mi mirada en Patty que se me queda viendo como si me hubiera salido otra cabeza.

—No me ha escrito.

Niega y se acerca a mí.

—Es cierto cuando dicen que: “Cuando dos partículas interactúan entre sí por mucho tiempo y luego se separan, ya no pueden describirse como dos entidades distintas. Todo lo que le suceda a una parte influirá en la otra”. Sabías palabras, ¿no crees?

Justo en el corazoncito.

Se separa de mi por un día y ya me monto todo un drama de desesperación. Voy a terminar asustándole.

—¿Estamos listos? —pregunta Valentín.

Ambas afirmamos.

—¡Perfecto! Ya está por llegar el taxi.

Doy una última mirada a mi celular y lo guardo. Patty me da un guiño, sonrío respondiendo al abrazo de Valentín.


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Esta cortito este capítulo pero no se pierdan el próximo mi solecitos que ya estamos en la recta final.

Los quiero ❤️

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Besos.

Anne Fernández.

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