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Capítulo 18

Un mes más tarde los abrazos ya eran algo común para nosotros, para saludar, para mostrar alegría, agradecimiento, para consolar, etc. Desde luego el abrazo por excelencia era el caprichoso. Un abrazo así porque sí. Esos eran del príncipe, ya que a mí me daba vergüenza darlos sin motivo. Él, en cambio, prescindía de motivos para casi todo lo que hacía. O los tenía pero nadie los comprendía.

Empecé a acercarme más a él, casi que parecía más un amigo que mi señor y amo.

- Oye, tú, ven aquí. Hazme la cama.

Hablé demasiado pronto.

- Nunca me llamas por mi nombre- protesté.

- Es verdad, ni te lo he preguntado- reflexionó él-. ¿Cómo te llamas?

- Me llamo...

- ¡Espera! No me lo digas... Prefiero no saberlo. Será más seguro que nadie lo sepa. Te pondré yo otro.

Mientras yo hacía la cama, él se cambiaba detrás del vestidor y pensaba en un nombre adecuado para mí. Me hacía ilusión saber qué iba a decir. Salió ya vestido y ajustándose el cuello de la camisa.

- Muñeca.

- ¿Qué?

- Te llamaré así. Eres mi sirvienta por lo que te puedo manejar como a una muñeca. Además, sirves para entretenerme y como eres bonita también decoras un poco mi habitación.

Tuve varias reacciones. Primero molestia, luego me sonrojé, y luego quedé confusa, respectivamente, segun iba dando los motivos.

El resultado fue que estaba boquiabierta sin saber si debería ofenderme o tomarlo como un halago. Opté por callarme.

Esa tarde, le pedí permiso a Luke para que me dejara ir al pueblo a dar una vuelta. Me concedió dos horas libres y si no volvía a la hora del té vendría a por mí.

- No me escaparé- le aseguré.

- Que no te pase nada...- dijo en tono algo preocupado-. Es sospechoso que después de un mes todo esté tan tranquilo...

Me dio un beso en la frente para mi sorpresa y me pidió que tuviera cuidado, dicho lo cual se fue a montar. No me dejó llevar traje normal, prefirió que vieran que yo era sirvienta de la corte y así nadie se atrevería a hacerme nada.

Una vez en el pueblo, pasé por delante de una tienda que me atrajo la atención y me quedé observando el puesto. Alguien vino y se paró a mi lado, pero no hice mucho caso. Miré el dinero que llevaba y miré el precio de las granadas. No me llegaba.

- Déme dos granadas- pidió la persona de mi lado.

Pagó y me ofreció una. Entonces le miré. Casi se me cae la granada al suelo. Mi corazón comenzó a latir deprisa, y aunque eso debía regar mejor el cerebro, lo que pasó fue que me quedé de piedra ante mi ex prometido. ¿Qué hacía él ahi?

Escrtito por FlightOfFantasy.

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