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6. Resaca

«Las cosas pasan por algo, estoy convencida de ello. Aunque a veces no entendamos el porqué».
—.—

Draken abrió los ojos con dificultad. El martilleo en sus sienes y el punzante dolor de cabeza le pedían que los mantuviera cerrados un rato más, sin embargo, el revoltijo de su estómago y las ganas de vomitar eran más fuertes, así que no tuvo más remedio que levantarse y salir en dirección al baño con urgencia.

No sabía con certeza cómo había llegado hasta su casa la noche anterior, aunque tenía un vago recuerdo de Mitsuya y Mikey hablando a su lado, por lo que supuso que ellos eran quienes se habían encargado de llevarlo.

El problema era que también tenía lo que parecían recuerdos que estaba seguro de que no podían ser reales, como la imagen de un Manjiro de pelo corto y rubio diciéndole que se iba mientras él, incapaz de detenerle, le rogaba que no le abandonase.

Probablemente todo el alcohol que tomó había hecho que la línea entre el mundo real y el onírico se desdibujara, porque aquello se había sentido tan autentico que hasta sería capaz de pensar que eran recuerdos de una vida pasada o algo así —si es que él creyera en esas cosas—.

Sacudió su cabeza incapaz de aclarar nada. Craso error. El mareo que le sobrevino debido a eso le hizo vomitar de nuevo.

Una vez pasado el mal momento, y con el estómago más calmado, se lavó la cara y los dientes y salió del baño.

Se asomó al cuarto de invitados con cuidado para evitar despertar a Mikey, pero se llevó una sorpresa al no encontrarlo allí.

Volvió a la sala y buscó su teléfono.

Lo primero que vio fue un mensaje de Hinata de veinte minutos atrás, con una foto de Touma aún dormido y el texto: «La noche de Thomas ha sido muy tranquila y está perfectamente bien. Te lo llevaremos a casa después de darle el desayuno».

Le agradeció y continuó revisando el móvil.

Tenía muchos mensajes en el grupo de los chicos —que no se paró a leer— fotos y vídeos de la noche anterior y algo sobre ¿una detención? Por los stickers del final estaba claro que no había sido grave, así que decidió que lo miraría con más calma cuando su cabeza estuviera despejada.

Lo que le interesaba y le llamaba la atención en aquel momento era que no había mensajes ni llamadas de Manjiro. ¿Estaría bien? ¿Le habría pasado algo?

Cerró los ojos un instante, intentando hacer memoria de la noche anterior por si Mikey le había dicho algo sobre no dormir allí o sobre que tuviera alguna cosa que hacer aquella mañana. Pero no había nada de eso en sus dañados y borrosos recuerdos.

De manera inconsciente, mientras se esforzaba pensando en lo que había ocurrido, se llevó los dedos a los labios y los acarició. Notó un pequeño hormigueo en ellos.

¿Qué era esa sensación y por qué de alguna forma se sentía emocionado y feliz?

La puerta abriéndose en ese momento le hizo cambiar el foco de atención.

—Pensé que aún estarías durmiendo —dijo Mikey a modo de saludo al llegar a la sala y ver a Draken.

—¿De dónde vienes?

—Fui a buscarte algo para la resaca. —Mostró la bolsa del combini que llevaba en la mano—. Y creo que hice bien, porque vaya cara tienes, Kenchin.

Draken le observó entre aliviado y curioso.

Por un lado, se sentía feliz de que estuviera allí, sano y salvo. Aunque ni siquiera entendía muy bien por qué estaba tan preocupado por él y su breve ausencia. Igual tenía algo que ver con sus sueños de aquella noche y esa sensación de pérdida que lo había acompañado.

Por otro... tal vez era solo que no estaba en sus sentidos completamente, pero le daba la impresión de que había algo diferente en la actitud de Manjiro. Y es que, aunque le había dicho que tenía mala cara, la mirada que le dedicó había sido bastante fugaz. Y estaba seguro de que había evitado sus ojos. Pero, ¿por qué?

¡Dios! Si no tuviese ese tremendo dolor de cabeza podría pensar con más claridad, pero era evidente que así iba a ser imposible.

—No volveré a beber alcohol en mi vida —bufó recostando la cabeza en el respaldo del sofá.

—Eso es lo que dicen siempre los borrachos. —Mikey dejó escapar una ligera risa—. Toma esto. —Le tendió una botella de Ukon no Chikara* que sacó de la bolsa.

Draken estiró la mano para alcanzar la bebida y rozó con sus dedos los de Manjiro. Este soltó la botella con tanta rapidez que cayó al suelo. Por suerte estaba cerrada y no se derramó.

—Estás lento de reflejos, Kenchin —comentó despreocupadamente como si hubiese sido culpa de Draken que la botella cayese. Y tal vez lo era, porque desde luego no estaba muy lúcido, aunque él hubiera jurado que había sido Mikey quien había apartado su mano con demasiada velocidad—. Venga, bébetelo mientras voy a la cocina a calentar la sopa de miso —dijo saliendo de la sala y cortando así el hilo de pensamientos de Ken y cualquier posibilidad de reclamarle.

Minutos después, Mikey regresó con un bol de sopa y una taza de café. Puso la sopa frente a Draken y él se sentó al otro lado, cogiendo la taza y dándole un pequeño sorbo.

—Tómala antes de que se enfríe. —Señaló con la cabeza el cuenco.

—No es que me apetezca mucho comer, la verdad.

—Vamos, Kenchin, sabes que es lo mejor para la resaca.

Draken aceptó y, aun sin demasiadas ganas, tomó una cucharada y se la llevó a la boca. El alimento caliente le vino bien a su estómago vacío y todavía algo revuelto. Durante unos minutos permanecieron en silencio, hasta que él mismo lo rompió.

—¿Sabes qué pasó con los chicos anoche? He visto algo de una detención.

—Pues que a Chifuyu le pareció buena idea bañarse en una fuente desnudo. Y, por supuesto, Hanma lo siguió. Kazutora y Baji se dedicaron a hacer fotos para conseguir algún día libre extra chantajeando al jefe y Takemitchi simplemente fue atrapado en medio de todo. O bueno, eso dice. Según él solo intentaba que los demás entrasen en razón.

Mikey rio relajadamente mientras hablaba de sus amigos y de su loca aventura. Incluso lamentó no haber estado allí para burlarse de ellos en persona, aunque lo haría seguro más tarde, puesto que ya había recibido algunas de las fotos que sacó Keisuke.

Viéndole actuar como siempre Draken pensó que probablemente había imaginado esas pequeñas variaciones en la conducta de Manjiro y se relajó también.

La conversación volvió a ser fluida y el ambiente cómodo. Charlaron un poco más sobre la noche anterior y algunas anécdotas divertidas que habían sucedido a lo largo de la quedada.

—Por cierto, ¿cómo llegué a casa? —preguntó entonces Ken.

Mikey tardó un par de segundos en responder.

—Tú... ¿no recuerdas nada de esa parte?

Su tono dejó entrever cierta inseguridad y aquella leve vacilación puso en alerta de nuevo a Draken.

—Nada que tenga sentido. ¿Por qué? ¿Pasó algo que deba saber?

Mikey negó con la cabeza.

—No, nada importante. Mitsuya y yo te trajimos y, como apenas podíamos contigo, decidimos dejarte durmiendo en el sofá. Eso es todo.

Ahí estaba otra vez. La mirada desviada, el tono más seco. Eran pequeños detalles, pero Draken estaba seguro de que había algo diferente. Incluso con esa horrible resaca podía notarlo.

Iba a preguntarle, pero, justo en ese momento, sonó el timbre de la puerta.

—¿Quién será? —Mikey miró su reloj—. Apenas son las once. ¿No es pronto para un domingo?

—Debe ser Hina con Thomas. Me dijo que lo traería después de darle el desayuno.

—Quédate sentado, Kenchin. Yo abro.

La llegada del niño, junto a sus dos amigos, interrumpió cualquier posibilidad de conversación entre Mikey y él sobre lo ocurrido la noche anterior en su casa.

A partir de ese momento, Thomas no le dejó tiempo para volver a pensar en ello. Acaparó por completo su atención —que, pese a que estaba algo mejor tras la bebida energética y la sopa que le había preparado Mikey, aún le requería un esfuerzo titánico— contándole su tarde de juegos con Hina y todo lo que había hecho en su ausencia.

Estaba claro que, fuera lo que fuese que quedó pendiente, tendría que esperar a una mejor ocasión.

—.—

—Entonces, lo besaste.

—Te he dicho que es solo una suposición. No estoy seguro.

—Estabas muy borracho, cierto.

—¿Qué voy a hacer?

Mitsuya no dijo nada, se levantó y puso a hervir agua.

—Supongo que mejor un té que una cerveza, ¿no?

—¿Quieres que te vomite en la alfombra?

—Está claro que tomaremos té.

Habían pasado tres semanas desde la salida con los chicos y Draken no había dejado de darle vueltas a sus lagunas de aquel día. Cada vez se le hacía más evidente que algo había sucedido con Mikey.

El recuerdo de un beso —que en inicio consideró que había sido un sueño— le venía atormentando desde hacía días. Ese mismo recuerdo le había llevado a casa de Mitsuya.

Lo más razonable hubiera sido aclarar todo con Mikey, preguntarle directamente y disculparse si es que aquello que estaba en su cabeza había sucedido en realidad y había molestado a su amigo. Pero no era fácil.

Y no se debía solo a que Manjiro estaba en una competición fuera del país desde hacía más de una semana. No.

El motivo por el que no lo era tenía que ver más consigo mismo que con nadie. Y, tras darle muchas vueltas, había decidido compartir parte de sus preocupaciones con Mitsuya. ¿Quién mejor que su amigo del alma para desahogarse un poco y tener otro punto de vista?

—Entonces, dices que Mikey se ha comportado diferente desde aquel día.

Draken asintió.

—Es muy sutil y no ocurre todo el tiempo. En general estamos como antes, pero de alguna manera siento que hay situaciones donde parece haber... tensión.

—¿Qué situaciones? ¿Has observado algún patrón?

Draken no tuvo ni que pensarlo. Claro que había un patrón.

—En nuestro día a día todo fluye con normalidad, pero es en los momentos en que nos quedamos solos o cuando hay más cercanía física cuando noto esas diferencias.

—Y crees que se debe a la incomodidad que le supone ese posible beso.

—Así es.

La tetera silbó avisando que el agua ya estaba lista y Mitsuya apagó el fuego, la tomó y sirvió dos tazas.

—¿Y estás seguro de que Mikey te lo ocultaría si así fuera?

Draken se mantuvo pensativo un par de minutos.

—En realidad sí. —Pareció dudar un instante antes de animarse a continuar, pero lo hizo—. Tú... ¿no tienes la sensación de que nos oculta algo? —Mitsuya lo miró curioso mientras Ken ponía en palabras lo que muchas veces había pensado—. Me he dado cuenta de que hay ocasiones en que Mikey se queda en silencio con la mirada perdida y el gesto cansado, como si cargase con algo muy pesado sobre su espalda. Otras veces se pone nervioso ante cosas que no debería, como ciertas fechas o lugares. Incluso una vez le vi llorar en un parque de atracciones al que fuimos con Emma y Senju, sin ningún motivo aparente, y cuando le pregunté no quiso explicarme por qué se puso así —contó recordando algunos hechos del pasado—. Sé que suele ser directo, pero siento que hay cosas que no sabemos porque así lo ha decidido. Por eso creo que, aunque estuviera incómodo por lo que hice, no me lo diría. Pienso que no querría darme una preocupación más, sobre todo porque cree que no me acuerdo de nada. De una manera u otra, y aunque normalmente parezca un niño caprichoso y consentido, es alguien que cuida siempre de los que quiere. Yo lo sé mejor que nadie.

—Vale. Entiendo el punto. Pero ahora tengo otra pregunta. —Dejó la taza con el té que había preparado delante de Draken y lo miró con atención—. ¿Qué piensas tú de ese beso?

—¿Eh? ¿A qué te refieres? Ya te lo he dicho.

—No. Me has dicho lo que crees que piensa Mikey, lo que te preocupa que eso pueda incomodarlo, cómo parece haber afectado a vuestra relación, pero en ningún momento has hablado de cómo te sientes tú al respecto. —Se detuvo un momento para que su amigo fuese meditando sus palabras—. No parece que a ti te incomode, que te preocupe haber besado a quien se supone que solo es un amigo o el motivo por el que lo hiciste.

—¿De qué motivo hablas? Está claro que lo besé porque estaba borracho.

—¿Seguro? Yo también estuve ahí y no me besaste —aclaró—. ¿O acaso es que no te parezco lo suficientemente atractivo?

—No me jodas, Mitsuya.

Takashi soltó una risilla, pues lo había dicho más por rebajar un poco la tensión que venía soportando su amigo y que era evidente por sus hombros elevados y la rigidez en su mandíbula. Pero también porque, después de haberle escuchado, sentía que Draken estaba pasando por alto algo en toda esa historia.

—¿Entonces? ¿Es que tienes prejuicios contra los homosexuales? ¿miedo al «qué dirán» si es que lo vuestro evoluciona? —le preguntó con el mismo tono jocoso al volver a sentarse frente a él en la mesa de la cocina.

—¿Prejuicios? ¡Pero si la mitad de mis amigos sois gays! No tiene nada que ver con eso y lo sabes —afirmó—. Y no sé qué quieres decir con evolucionar. No hay nada que esté por evolucionar. —Carraspeó ligeramente y dio un trago a su bebida, desviando su mirada de la de Mitsuya—. Pero para seguirte la broma no te negaré que mi situación sería en cierta manera más complicada que la vuestra, porque está Touma y no querría añadir otro motivo para que fuese señalado y complicarle la existencia más de lo que ya lo ha hecho Emma al marcharse.

—Me alegra oírte decir eso.

Draken frunció el ceño con incomprensión.

—¿El qué? ¿Que no tengo prejuicios? Creí que lo sabías.

—Eso no, idiota —rio. Después volvió su tono más serio—. Es que por fin te escucho responsabilizar a Emma de su decisión de irse y no culpándote a ti por ella.

Draken no respondió. Hubiera querido rebatirle, pero sabía que era cierto. Esa era una de las cosas que el psicólogo de Touma le había reiterado en varias ocasiones, pero aún le costaba no sentirse responsable de lo que había ocurrido.

—Entonces —preguntó Mitsuya llevando la taza a los labios para dar un pequeño sorbo mientras miraba atento a su amigo—, ¿vas a contarme qué es lo que te preocupa realmente sobre ese beso?

—.—

«Maldita sea», pensó Draken unas horas después acostado en la cama de Thomas mientras este dormía a su lado.

Aparentemente era una pregunta fácil. Entonces, ¿por qué no había podido darle una respuesta a Mitsuya? Y no es que no lo hubiera intentado, es solo que no supo cómo hacerlo, porque de pronto sintió que no lo sabía con claridad.

¿Qué era lo que le preocupaba realmente de haber besado a Mikey?

Takashi le había dicho que se tomara su tiempo para analizarlo bien, que no había prisa, que lo meditase con la almohada. Y allí estaba él, sin poder dejar de darle vueltas y con la cabeza a punto de estallar.

«Maldito Mitsuya».

Había ido a su casa para aclarar sus dudas, pero había salido de allí con muchas más cosas en las que pensar.

Sabía que tenía que hablar con Mikey de todo aquello, eso no había cambiado. Pero ahora creía que era mejor esperar un poco para hacerlo. Al menos, hasta que él tuviese clara su postura.

Cerró los ojos y abrazó a su hijo. Mañana sería otro día y pensaría en ello de nuevo. Por el momento solo quería dormir.

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*Ukon no Chikara es una bebida a base de cúrcuma que sirve para disminuir los efectos de la resaca.

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N/A: Quería haber subido este capítulo para el cumple de Draken, pero no hubo forma. Así que, aunque sea unos días tarde... ¡Feliz cumpleaños, Kenchin!

Bueno, como habéis podido comprobar Draken no confundió a Mikey con Emma ni borracho, porque como dicen en mi tierra: "se parecen como un huevo a una castaña", es decir, nada (recordad que además aquí Mikey va de moreno y con el pelo medio corto. Aunque ya me encargaré yo de que eso cambie XD). No le besó por eso.

Ahora solo hay que esperar a que la magia de Mitsuya haga efecto en la cabeza de su dragón gemelo y Draken descubra el porqué lo hizo.

Confiemos en que sea pronto ;-)

Espero que os haya gustado. Si no, ya sabéis...

Nos vemos en el próximo.
Un beso

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