5. Más que amigos
«Tú y yo sabemos mejor que nadie que la familia no la componen solo aquellos que llevan tu misma sangre;
los amigos son la familia que elegimos».
—.—
Habían pasado dos semanas desde que Mikey propuso la quedada de los chicos. Aunque pareciera mucho tiempo no lo era tanto para cuestiones de organización, y más siendo un grupo de adultos con responsabilidades, por lo que no todos los «invitados» pudieron acudir.
Sin embargo allí estaban un buen puñado de ellos —entre los que se encontraban Mitsuya, Pah, Baji, Kazutora, Chifuyu, Hanma, Inupi y Takemichi— dispuestos a pasar una velada estupenda con Draken y su comandante.
La primera parada fue en el restaurante de Taiju, donde disfrutaron de una deliciosa cena. Después, un paseo en moto les llevó hasta el club de los Haitani. Allí se les unió Sanzu, que estaba de invitado especial aquella noche, motivo por el cual no había podido ir a la reunión desde el principio.
Bebieron unas copas en uno de los reservados mientras se desarrollaba una curiosa performance en el centro del local.
La charla que habían mantenido durante la cena continuó ahí, pues en la zona donde estaban podían hablar, beber y bailar sin problemas.
Las risas llenaban el reservado y las anécdotas no paraban de surgir: historias sobre la tienda de mascotas de Chifuyu y cómo Baji y Kazutora acababan liando alguna cada dos por tres, cosas inusuales que se dejaban los inquilinos en los inmuebles que alquilaba Pah-Chin, propuestas y regalos de lo más curioso que recibía Sanzu de sus seguidores, Inupi y Draken hablando de los caprichos de Mikey en las carreras...
Mientras hablaban, el alcohol seguía fluyendo por las gargantas de todos —de unos más que de otros— y los efectos comenzaban a notarse.
Empezaron entonces a provocarse, a hacer apuestas y, como si fueran nuevamente adolescentes sin miedo al ridículo, se vieron cumpliendo retos de lo más bobos.
Ese fue el motivo por el que Haruchiyo y Baji habían acabado con unos peinados extravagantes y descalzos, y por el que Inupi y Kazutora estaban subidos en ese instante sobre una de las plataformas del local, bailando sensualmente y compitiendo por ver quién conseguía más propuestas, números de teléfono o invitaciones a copas o citas de los dos.
Hanma, móvil en mano, grababa la escena desde el reservado buscando los mejores ángulos y, una vez estuvo satisfecho con el material obtenido, se lo envió a Koko.
Hajime había decidido no salir esa noche porque al día siguiente él y Kisaki tenían una reunión importante en la empresa, pero Hanma estaba seguro de que, tras la recepción de aquellas imágenes, no tardaría en presentarse en el local a buscar a su novio y apartarle los moscones. ¡Como si Inupi necesitase de un caballero andante que lo protegiese!
En realidad, Koko sabía cómo se las gastaba Sheisu mejor que nadie, pero aún así no podía evitar sacar su lado protector con él. Y Hanma no iba a desaprovechar ninguna oportunidad de verlo perder los nervios —y de paso hacer el ridículo— porque, por su culpa, Kisaki le tenía a pan y agua desde hacía un mes.
—Hanma, eres un capullo —le reclamó Draken a su lado viendo lo que acababa de hacer.
—Un poco más de diversión no hace daño a nadie —rio con ganas.
—Tú mismo. Pero si después tienes que vértelas con Inupi no seré yo quien le detenga.
—Lo sé, lo sé. Tú sigue disfrutando de la fiesta, anda, que para eso nos ha juntado aquí Mikey.
Draken levantó la copa en dirección a Hanma y asintió antes de dar un trago a su bebida.
Lo sabía, era totalmente consciente de que sus amigos se habían reunido allí por él, aunque la excusa usada por Mikey hubiese sido el reciente cumpleaños de Mitsuya (y en parte el suyo). Y sabía también que todos querían de corazón que se divirtiese.
«Divertirse, ¿eh?»
Podría decir que, en general, lo estaba haciendo. Se sentía genial poder pasar tiempo con sus amigos. Había echado de menos esas salidas, escuchar sus historias, las risas compartidas y todo el anecdotario que no podía faltar en ninguna de sus reuniones.
Aunque, para ser completamente sincero, a lo largo de la noche había tenido algunos momentos complicados. De cierta manera, verse allí con ellos le traía a la memoria cosas que hubiera preferido mantener alejadas.
Le había sido inevitable, por ejemplo, recordar a Emma con Touma en los brazos deseándole que lo pasara bien y pidiéndole que tuviera cuidado, como hacía las noches que salía con los chicos. O visualizarla con aquel vestido azul cielo en el restaurante de Taiju, tal y como lucía cuando estuvieron allí celebrando su primer aniversario de casados. E, incluso, en ese mismo club, riendo y bailando junto a Hina el día de la inauguración.
Era imposible no pensar en ella si, en eventos del pasado similares, de una forma u otra había estado presente. La vida de Emma estaba ligada a la suya, a la de ellos, y ahora no estaba.
Notó cómo toda esa maraña de sentimientos empezaba a formarle un nudo en la garganta y decidió detenerlos; no estaba dispuesto a dejarlos aflorar con más fuerza.
Como había dicho Hanma, sus amigos —no, su familia, pues así los consideraba— estaban allí por él y quería demostrarles lo agradecido que se sentía.
Apuró su copa con un nuevo y largo trago y se sirvió un poco más, observando al artífice de aquella reunión y a quien más tenía que agradecer.
Mikey, que en ese momento estaba charlando con Pah a unos cuantos asientos de distancia, se lo quedó mirando también y, moviendo los labios despacio, seguramente para que lo entendiese, le dirigió un: "¿todo bien?".
Él simplemente afirmó con la cabeza en respuesta y, mientras Manjiro devolvía su atención a la conversación que mantenía con Hayashida, dejó que sus ojos recorrieran el rostro relajado y sonriente de su amigo.
Por un momento, como aquella noche en su cama, sintió el deseo irrefrenable de acercarse y acariciarlo. Pero, por supuesto, no lo hizo. En su lugar llevó de nuevo el vaso a los labios y vació el contenido recién servido.
Tal vez estaba bebiendo demasiado. Bueno, tal vez no, era seguro que lo estaba haciendo y quizá debería detenerse, pues estaba empezando a sentirse mareado y era evidente, por aquellos extraños pensamientos, que su mente no estaba muy lúcida.
Pero, mientras se decidía, las voces de los chicos coreando su nombre y el de Mitsuya llenaron sus oídos, al tiempo que Rindou y Ran llegaban con un par de bandejas de chupitos dispuestos en forma de dos dragones iguales.
Las colocaron sobre la mesa, encendieron el primero de los vasos, quemando el alcohol y simulando una bocanada de fuego, y empezaron a jalear para que los homenajeados tomaran aquel preparado.
Takashi se sentó a su lado y tomó uno de los vasos levantándolo para que brindara con él.
—Tendremos que hacerlo, ¿no?
Draken asintió tomando otro de los chupitos y chocándolo con el de Mitsuya.
—Por los dragones gemelos.
Apuró el shot de una vez. Sus planes de detenerse habían cambiado, pero la ocasión bien merecía algún que otro exceso.
—.—
—Venga, Kenchin, ¿crees que puedo cargar contigo? Por lo menos mueve los pies —reclamó Mikey a un Draken que apenas se mantenía erguido.
—No debimos dejar que bebiera así —dijo Mitsuya con la culpabilidad dibujada en el rostro, al tiempo que cerraba la puerta del coche de Taiju (que había ido a recogerles), y se acercaba a sostener a su amigo del otro lado para ayudar a Mikey a meterlo en casa.
—Necesitaba esta salida.
—Estoy de acuerdo. Pero no la ingente cantidad de alcohol que se ha tomado.
—¿Y qué querías hacer? ¿Quitarle la copa de la mano?
—Bueno, si me hubiera dado cuenta en ese momento puede, pero ahora ya da igual. Lo mejor es que duerma la borrachera.
—Pienso lo mismo.
—No eshtoy borrasho.
Mikey rodó los ojos ante la vil mentira que solo corroboraba lo evidente.
—Claro que no, hombre —soltó con sarcasmo, avanzando a duras penas hacia el hogar de su amigo.
Los chicos se adentraron en la casa y dejaron a Draken en el sofá. Se sentaron uno a cada lado, casi resoplando.
—¿Quieres que me quede y te ayude a llevarlo a la cama? —preguntó Mitsuya pasados un par de minutos y ya con el aliento recuperado.
—No, más bien creo que lo dejaré dormir aquí. Puedes volver a casa. Muchas gracias por ayudarme a traerlo.
—De acuerdo, entonces me voy. —Se levantó del sofá y elevó la mano por encima de su cabeza a modo de despedida mientras se encaminaba hacia la puerta—. Te lo encargo. Cuida bien de él.
—Por supuesto que lo haré. Hasta mañana.
—.—
Mikey llevaba diez minutos intentando que Draken colaborase un poco en la tarea de desvestirse. Manejar a un tipo tan grande borracho no era nada fácil. Hasta se estaba arrepintiendo de haber mandado a Takashi a casa.
—Vamos, Kenchin, ayúdame un poco —pidió mientras intentaba que subiera los brazos para sacarle la camiseta.
—Hashe... calor —balbuceó con los ojos cerrados y sin apenas articular las palabras.
—Lo sé, lo sé, por eso tienes que quitarte la ropa —le dijo Mikey, hablándole como a un niño—. Bueno, por eso y porque está asquerosa del alcohol que te has tirado encima.
Él sabía que Draken no solía beber así y, al principio, le pareció que estaba disfrutando mucho de la reunión. Sin embargo, de vez en cuando, le veía cambiar el gesto. Probablemente algunas cosas le habrían recordado a Emma, y no podía culparle por ello.
—Tal vez mi idea de la salida no era tan buena —murmuró con un deje de arrepentimiento.
—Ha shido muy difertido. —Draken sonrió mientras levantaba por fin los brazos y Mikey aprovechó para quitarle la prenda.
—Sí, sí, demasiado, creo yo. Aunque supongo que la resaca de mañana no te parecerá tan divertida.
—Quiero... ir a casha.
—Ya estás en casa.
—Wow, qué pa... parri... rápido —rio.
—Anda, túmbate y duerme.
—Graciash. Eresh genial.
Draken se inclinó hacia Mikey y lo besó en la mejilla, para después dejar la cabeza apoyada en su hombro.
Manjiro se sorprendió por aquella acción pues, por muy cercana que fuese su relación, las muestras de cariño de ese tipo no se daban entre ellos. No era que nunca se hubieran dado un beso en la mejilla, pero era algo que había sucedido en contadas ocasiones.
Desde luego que el alcohol tenía a Draken en un estado de lo más excepcional.
Y en parte era una ventaja, al menos para él, así evitaría que fuera consciente del carmín que seguro había teñido sus pómulos tras aquel sorpresivo gesto. ¿Cómo una cosa tan pequeña era capaz de hacer a su pulso acelerarse? A veces sentía que volvía a ser un crío y no un tipo que, aunque nadie excepto Takemichi lo supiera, rondaba los cuarenta.
Llevó los dedos hasta el lugar donde se habían posado los labios de Draken y lo sintió cálido. Después, aprovechando la posición en la que estaban, deslizó su mano hasta acariciar el cabello lacio de este.
Ken, como un cachorro, comenzó a frotar su cabeza contra él, poniéndole aún más nervioso. Luego, sintió su nariz muy cerca del cuello y lo escuchó inspirar con más fuerza.
—Huelesh muy bien.
Manjiro no pudo contener una risa ante aquella declaración, relajándose por fin.
—Sí que estas borracho. Anda, duerme de una vez antes de que digas alguna tontería más y... —las palabras se detuvieron a medio camino cuando, al girar la cabeza para mover a Draken, se encontró con los ojos de este muy abiertos, mirándole fijamente—. ¿Ahora qué? Si vas a vomitar...
No pudo acabar la frase porque los labios de Ken estaban de pronto sobre los suyos.
Besándole.
Draken estaba besándole.
La sorpresa inicial le dejó inmóvil y con la mente en blanco durante unos instantes. Después algo hizo "click" en su cabeza y una serie de pensamientos se sucedieron a toda velocidad.
En milésimas de segundo se formuló un montón de preguntas sobre lo que estaba sucediendo y el porqué, lo que debía hacer, si tendría que apartarse y empujarlo para detener aquello o, por el contrario, dejarse llevar y devolver aquel beso que tanto había anhelado.
Ganó la segunda opción, quizá porque él también había bebido y no razonaba con claridad —probablemente usaría eso de excusa más adelante—, quizá porque todo iba muy rápido y no le daba tiempo a reaccionar, o quizá porque, aún de la mano del alcohol, estaba haciendo realidad un sueño.
Por ello, cerró los ojos y se permitió zambullirse por completo en las sensaciones.
Los labios de Draken se sentían cálidos, suaves; se movían despacio y algo inseguros. El sabor a alcohol de su boca no le importaba en absoluto, ni tampoco la evidente descoordinación en su hacer.
Las mariposas de su estómago se agitaron vehementemente cuando la presión se incrementó durante un momento, provocándole un hormigueo que se extendió hasta su pecho, donde su corazón latía con fuerza.
Apenas pasaron unos segundos hasta que se separaron, pero él sintió cada uno de ellos como algo muy especial.
Con los ojos casi cerrados y los labios a una distancia prácticamente inexistente de la boca contraria, Draken acarició con suavidad el rostro de Mikey. Sonrió, con esa mueca boba que está entre el sueño y una buena borrachera, y murmuró algo.
—No... vayas... no... te... no. —Suspiró y balbuceó sin terminar de pronunciar nada en concreto— Yo te... Vuelve... ...ma...
El golpe de realidad hizo a Mikey echarse hacia atrás como si tuviera un resorte, alejándose de Draken y haciendo que este quedara tumbado en el sofá al perder el apoyo que lo sostenía. Sin embargo no pareció enterarse, pues sus ojos estaban cerrados y su respiración relajada, signos claros de que se había quedado dormido.
Mikey se maldijo interiormente.
¿En qué estaba pensando? ¿Cómo se había dejado llevar así? Era tan estúpido. Estaba claro que, en ese estado alcoholizado, Draken ni siquiera le estaba viendo a él. Probablemente debía pensar que estaba con Emma.
Los ojos comenzaron a aguársele y tragó con dificultad.
—Mierda.
Inspiró un par de veces para evitar las lágrimas traicioneras y, palmeando con fuerza sus muslos, se puso en pie.
—Todo está bien. Es lo de siempre. Está bien.
Sin perder un instante, fue hasta la habitación de invitados, tomó una sábana del armario y, volviendo a la sala, se la echó a Draken por encima. Con eso sería suficiente para la temperatura de esa noche de junio.
Le había dicho a Mitsuya que se encargaría de cuidarlo, pero de pronto se sentía incapaz de quedarse allí. No en ese momento. No después de lo que había pasado.
Así que, por primera vez en bastante tiempo, y aun a riesgo de que la culpa por abandonarle en esa situación le pasara factura después, se marchó a dormir a su casa.
—.—
Kisaki se despertó con el sonido del teléfono. Miró la hora en el reloj de su mesita de noche: las dos y cuarenta.
¿¡Quién narices llamaba a esa hora?!
—Buenas noches. Le llamamos desde la comisaría del distrito. ¿Es usted el señor Tetta Kisaki?
Aquella información hizo que se le quitara el sueño de golpe, sentándose en la cama y buscando a tientas sus gafas.
—Sí, soy yo, ¿qué ha ocurrido?
—Tenemos aquí a Hanma Shuji, que ha sido detenido por exhibicionismo y escándalo público. Nos ha facilitado su número como contacto de referencia. Vamos a pasarle el teléfono para que pueda hablar con él. ¿Acepta la comunicación?
Kisaki se golpeó la frente.
Debió haber imaginado que algo así pasaría después de haber recibido un mensaje de su socio diciéndole que estuviera preparado porque había visto a los chicos bastante desmadrados cuando fue a recoger a Inupi.
Estuvo tentado de colgar el teléfono y dejarle a su suerte, pero se arrepintió en el último momento.
—Sí, acepto.
—Kisaki... te juro que la culpa fue de Chifuyu y... —por detrás se empezaron a escuchar reclamos de varias voces que conocía perfectamente. ¿Quién le mandaba mezclarse con aquella panda de irresponsables?— ¡Callaos, tíos! Y no digas que no, Matsuno, que el primero que empezó a desvestirse para meterse en la fuente fuiste tú. —Hanma dejó de gritar y se dirigió de nuevo a quien estaba al otro lado del teléfono—. Vienes a sacarnos, ¿verdad?
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N/A: ¿Votos a favor de que Kisaki deje a sus amigos pasar la noche en el calabozo?
Bueno, este capítulo pretendía ser ligero, pero al final ha tenido su pequeña dosis de algo más. Ha habido beso Drakey, aunque supongo que no era lo que esperabais. Yo tampoco (?)
Espero que os haya gustado. Si no, ya sabéis, quejas y reclamaciones a mi otro yo.
Perdón por la demora y nos vemos en el próximo.
Un beso.
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