4. Responsabilidad
«No es culpa tuya, Ken, soy yo quien siente que está viviendo una vida ajena».
—.—
—Takemitchi, ¿alguna vez piensas que nos equivocamos cuando volvimos al pasado?
Mikey sorprendió a su amigo con aquella pregunta mientras tomaban un té frío en esa calurosa tarde de principios de junio.
Había ido a verle aprovechando que no tenía entrenamiento y que Draken y Thomas estaban en una sesión con el psicólogo de la escuela. Hinata estaba trabajando, así que estaban solos.
—¡¿Pero qué dices?! ¿Has olvidado cuántas vidas salvamos? ¿No recuerdas lo horrible que era el futuro del que volvimos?
—No me refiero a eso.
—Entonces, ¿qué?
—Últimamente hay algo que no deja de darme vueltas en la cabeza.
—Está bien, pues cuéntamelo.
Mikey puso el vaso sobre la mesa y dejó vagar la vista por la estancia. Se detuvo en una fotografía que estaba en la repisa; una que se habían tomado todos los amigos juntos en la boda de Takemichi y Hina. Sin decir nada se levantó y la tomó en sus manos, observándola un instante, antes de volver con ella al sofá donde estaba sentado.
—Creo que, al disponer de la información sobre el futuro, y aunque nuestra intención fue buena porque como has dicho evitamos muertes y dolor innecesario, también llevamos a la gente por donde creíamos que debía ir.
—No entiendo lo que quieres decir, Mikey.
Manjiro deslizó los dedos por los rostros de aquellos que aparecían en la foto y, sin levantar la vista, continuó:
—¿Cómo sabes que las elecciones que tomaron nuestros amigos fueron suyas y no nuestras?
—¿Eh?
—Quiero decir, nosotros sabíamos cosas y... siento que las utilizamos para provocar determinadas situaciones. ¿Qué pasa si no tuvieron la posibilidad de elegir por sí mismos lo que querían hacer con su vida? ¿Si acabaron actuando como nosotros pensábamos que debían hacerlo?
Era algo que se le había ocurrido unas semanas atrás, después de la última carrera en la que había participado con la ayuda de Inui.
Al bajarse de la moto y acercarse a su equipo para celebrar su primera victoria del año con Seishu como mecánico, vio al chico con la emoción reflejada en el rostro. Sus ojos mostraban un brillo que no había visto hasta ahora en él. Tampoco es que tuvieran una relación muy estrecha, pero le sorprendió gratamente su reacción.
Y aquella misma noche, mientras celebraban el triunfo con unas cervezas, le escuchó decir algo que no esperaba.
«Nunca pensé que esto sería tan increíble. Creo que me convencí de que lo mejor que podía hacer con mi vida era trabajar junto a Shinichiro en su tienda, como si hubiera estado destinado a ello. Que me gusta mucho, no me malinterpretéis, siempre he admirado a Sano, pero... no sé explicarlo, es como si... Siento que de alguna manera no me atreví a soñar con hacer algo más».
En ese momento Mikey sintió una pequeña incomodidad, pero no supo claramente qué era. Sin embargo, un rato más tarde, en la soledad de su cuarto, recordó cómo Takemichi y él habían estado hablando con Seishu sobre lo bueno que sería trabajar con alguien como Shin. Se lo habían repetido en varias ocasiones y, tal vez, con ellos nació su interés.
Una vez sembrada la semilla de la duda, Mikey se puso a pensar en el resto de sus amigos y se vio a sí mismo proponiéndoles «negocios», profesiones e ideas de futuro uno tras otro.
Por supuesto Takemichi y él nunca habían obligado a ninguno de ellos a seguir sus propuestas, pero quizá, saber lo que había ocurrido en el futuro y lo que habían averiguado de ellos a lo largo de los años, les hizo creer que les ayudaban a enfocarse en su camino, en lo que les haría felices.
Eso incluía a Emma y Draken.
Tanto para él como para Hanagaki era evidente que esos dos se querían. Cuando Emma murió, en ese pasado que solo ellos recordaban, Ken lo había pasado fatal. Mikey aún podía verlo de rodillas frente a su ataúd y llorando inclinado ante su familia. Takemichi, por su parte, tampoco había olvidado la manera en la que Draken la tuvo presente en la carta que guardó en la cápsula del tiempo, o en sus últimos momentos antes de morir en ese parque de atracciones.
Mikey había pensado sobre ello muchas veces, en lo importante que eran el uno para el otro y lo felices que serían si pudieran estar juntos y tener lo que los errores anteriores les habían arrebatado.
Quizá por eso había actuado de celestina para ellos, propiciando sus encuentros, regalándoles momentos que antes habían sido de otros, cuidando que sus pequeñas discusiones no llegaran a mayores e interviniendo cuando creía que todo podía torcerse.
Manjiro siempre había querido que su hermana fuera feliz, que estuviese con un hombre maravilloso. Y no había mejor hombre que Ken Ryuguji, él lo sabía mejor que nadie.
—Tal vez el futuro que les dimos no era el que estaba destinado a ellos —aclaró a modo de resumen para que Hanagaki entendiera cuál era su punto.
El chico se mantuvo unos segundos en silencio, como si estuviera procesando la información. Después levantó los hombros y los dejó caer.
—¿Y qué sí hicimos algo así, Mikey?
Fue Manjiro quien quedó desconcertado esta vez.
—¿No te importa haber manipulado de esa manera a nuestros amigos?
—No, en realidad no. —Sirvió más té en los vasos y tomó el suyo en la mano mientras intentaba explicar a qué se refería—. Es cierto que tal vez interferimos en sus planes, pero también lo es que conseguimos salvar sus vidas, les dimos tiempo y un presente en el que se les ve felices. Trabajamos mucho durante años para conseguir protegerlos y, en ocasiones, puede que nos excediéramos en nuestra misión, pero el resultado es el mejor de todos. —Dio un trago a su bebida antes de añadir—: Y lo digo con conocimiento de causa.
—Lo sé —admitió bajando un poco la cabeza, consciente de los diferentes futuros que su amigo había visto—. Es solo que yo...
—Entiendo tus dudas. Al fin y al cabo, en este presente has vuelto a renunciar a cosas que amas para lograr la felicidad de quien más te importa y ahora ni la tuya ni la suya son completas. —Mikey levantó la vista y frunció un poco el ceño—. No pongas esa cara, te conozco en más líneas temporales que tú a mí y en todas ellas tus ojos siempre brillan de forma especial cuando lo miras.
Manjiro no se molestó en negar nada, no tenía sentido fingir que no sabía a qué se refería su amigo si estaba claro que era consciente de sus sentimientos.
Y además no había dicho ninguna mentira.
Pero, aunque su felicidad no fuese completa, era más que suficiente. Su hermana y Draken habían sufrido tanto por su culpa en el pasado —en ese pasado que no todos conocían—, que no le importó ocultar y olvidar lo que albergaba su corazón para que ellos tuvieran el mejor futuro.
El problema era que ahora dudaba de que este lo fuera y él se sentía en parte responsable de lo que estaba ocurriendo. ¿Qué hubiese pasado si no se hubiese inmiscuido tanto, si las cosas hubieran seguido un curso más natural? ¿Se habrían casado igualmente? ¿Habrían elegido otros caminos? ¿Habrían conocido a otras personas? ¿Draken habría...? No se atrevió a completar esa idea.
Sacudió su cabeza.
—Tal vez yo puse a Emma en una situación que no quería. Tal vez fui yo quien, considerando que se amaban y que la felicidad de uno estaba al lado del otro, los empujé a estar juntos de alguna manera. Tal vez...
—No, Mikey, no eres responsable de que Emma se haya ido, si es eso lo que estás pensando. Quizá hiciste, o más bien hicimos, todo eso que dices, pero ahora ellos son adultos y sus decisiones actuales son solo suyas. Este futuro lo estamos viviendo todos por primera vez y no podemos saber lo que va a pasar.
Las palabras de Takemichi sonaban tranquilizadoras, aunque no lograron convencerle del todo, pero tampoco tenía ganas de seguir dándole vueltas, así que prefirió dejarlo ahí. Dio un trago a su té y se recostó un poco en el sofá.
—¿Cuándo has madurado tanto, Takemitchi?
—Te recuerdo que soy mayor que tú.
—Cierto, eres casi un cincuentón en realidad. ¿Hina sabe que está casada con un tipo que prácticamente le dobla la edad?
—¡Cállate! Tú también eres más viejo de lo que aparentas.
Ambos se echaron a reír y toda la seriedad y el desasosiego que se había generado con la conversación anterior pareció disiparse con facilidad. Sin embargo, en la mente de Mikey la idea no perdió fuerza.
—.—
—Tío Mikey, ¿por qué vives en nuestra casa? —La pregunta pilló por sorpresa a Manjiro, que tardó unos segundos en reaccionar.
—El tío Mikey no vive aquí, Thomas —fue Draken quien contestó a su hijo mientras salpimentaba la comida que estaba en el fuego—. Él tiene su propia casa.
—Pero está siempre en la nuestra. Cuando me levanto por la mañana está aquí y cuando me voy a dormir también.
La naturalidad con la que el niño decía aquello hacía aún más vergonzosa para Manjiro la obvia realidad: prácticamente se había instalado allí y ya ni siquiera iba a dormir a su apartamento.
—¿Y eso te molesta, Tom? —preguntó entonces Mikey con cierta cautela.
—¡Claro que no! —afirmó el niño volviendo a pintar su dibujo—. Me gusta, es como tener dos papás.
Manjiro estuvo a punto de atragantarse con el bocado que acababa de llevarse a los labios. Sin embargo, fue capaz de guardar la compostura y seguir como si nada.
—La cena estará lista en diez minutos —anunció entonces Draken—. Recoge las cosas y ve a lavarte las manos, Thomas.
—Ok.
El niño guardó las pinturas en el estuche y cerró el cuaderno en el que estaba dibujando, se puso en pie y lo cogió todo para llevarlo a su sitio.
Cuando salió de la cocina, Mikey se acercó hacia Draken.
—Tal vez debería pasar menos tiempo aquí —dijo en apenas un susurro, mirando hacia la puerta para asegurarse de que Touma estaba fuera y no podía escucharle—, no quiero causar problemas.
—No digas tonterías, Mikey —Draken también miró hacia la puerta—, cuando Thomas se haya dormido te cuento lo que me ha dicho el psicólogo en la reunión de esta tarde.
Manjiro asintió sin añadir nada más, pues el niño volvía corriendo en ese momento.
—¡Manos limpias! —anunció mostrando las palmas.
—Perfecto. Pues pon la mesa con el tío Mikey y vamos a cenar.
—.—
—Tu presencia le hace bien a Thomas. —Draken estaba sentado junto al kotatsu con una bebida fría—. El psicólogo cree que eres de mucha ayuda para él, que le aportas estabilidad.
—¿Eso ha dicho?
—Bueno, parece que Tom habla a menudo de ti en sus sesiones, del tiempo que pasáis juntos, de los juegos que hacéis y sobre cómo te ocupas de él cuando yo no puedo—explicó—. Te reconoce como... ¿una figura de referencia en su vida? Creo que así lo llamó, y piensa que tiene un buen vínculo, estable y sano, contigo. De hecho, me ha pedido que te pregunte si podrías asistir a una sesión.
—Por supuesto que lo haré —afirmó con rapidez—. Cualquier cosa que compense, aunque sea mínimamente, la marcha de mi hermana yo estoy dispuesto a...
Mikey no completó la frase, consciente de que había errado las palabras. El gesto en la cara de Draken se lo confirmó.
El ambiente, antes distendido y cordial, se volvió tenso de repente.
—No es tu culpa que Emma se haya ido, así que no estás obligado a compensar nada ni a resarcirnos de alguna manera solo porque sea tu hermana. —Su tono era frío y reflejaba molestia— ¿O...? —La vacilación de Ken antes de continuar, puso en alerta a Manjiro—. ¿O acaso hay algo que no me has dicho?
Mikey se mantuvo en silencio sopesando la pregunta. En realidad sí había cosas que no le había dicho, cosas importantes como su salto en el tiempo, que ahora sentía que estaban relacionadas con la huida de Emma.
Aquella ausencia de respuesta pareció poner más nervioso a Draken, que continuó agravando el tono de su voz.
—No he querido dudar de ti en todo este tiempo y no he sentido la necesidad de preguntarte si estabas implicado en su marcha porque no puedo... No —se corrigió—, más bien no quiero creer que has tenido algo que ver, pero si tienes algo que contarme al respecto este momento sería perfecto para hacerlo.
Mikey no podía decir que estuviera totalmente exento de responsabilidad, al menos así lo sentía, pero tenía claro a lo que se refería Draken y en ese sentido no había sido copartícipe de ello, ni siquiera lo había imaginado. Y, aunque le dolió un poco la sospecha, la entendió perfectamente.
—Sabes que no quería decir eso, Kenchin. A mí me sorprendió tanto como a ti que Emma tomara esa decisión. Yo... —Las vueltas que había estado dándole durante días a la idea de «la manipulación», sumadas a la conversación de aquella tarde con Takemichi, habían acabado nublando su mente. Tomó una bocanada de aire antes de continuar y seguir cagándola—. Lo que quería decir es que Tom es parte de mi familia y me gusta poder hacer algo por él, y por ti también. Yo sé que no puedo ocupar el lugar de mi hermana, y tampoco lo pretendo —consideró necesario hacer aquella aclaración—, solo quiero ser útil para las personas que quiero.
El silencio reinó durante unos momentos en la estancia, haciendo que el estómago de Mikey permaneciese encogido y sus pulmones contuviesen el aire en su interior, hasta que la voz de Draken lo rompió.
—Eres mucho más que útil, Mikey, ya lo sabes. —Su gesto se había relajado y su tono volvía a ser cordial. Manjiro pudo respirar de nuevo—. Si no fuera por ti no sé cómo lo hubiera hecho todo este tiempo. Tengo la sensación de no haber parado en meses.
—Es que no lo has hecho.
—Mira que antes echaba horas para poner a punto las motos, para revisar los datos importantes de las carreras, para ayudarte con los entrenamientos y para no descuidar el resto de mi vida familiar y personal —recordó mirando a su amigo—, pero te aseguro que no me parecía ni la mitad de agotador.
—Ha habido muchos cambios en tu vida, Kenchin, has tenido que adaptarte y reinventarte y eso deja exhausto a cualquiera.
—Lo sé, pero siento que todo pasa demasiado rápido.
Draken se inclinó sobre el kotatsu y apoyó la cabeza en la superficie, cerrando los ojos con cansancio.
Mikey aprovechó para contemplarlo un momento.
El pelo, que había dejado suelto, caía hacia delante cubriéndole parte del rostro y a Manjiro le picaban las manos, ansioso por retirarlo y poder acariciar su mejilla. Se fijó en su mentón, que ahora estaba más definido y le daba un aspecto aún más varonil. Recorrió con la vista la línea de su cuello, deteniéndose un instante en su nuez, y bajó su mirada hasta la clavícula que se vislumbraba bajo el borde de aquella camiseta blanca y sin mangas que llevaba.
Sus pensamientos empezaron a tomar un rumbo peligroso y decidió detenerlos.
—¿Sabes lo que creo que necesitas? —preguntó Mikey llamando la atención de Draken, que giró la cabeza para mirarlo y elevó una ceja, curioso—. Una salida con los chicos. El cumpleaños de Mitsuya es en unos días, y tú ni siquiera has celebrado el tuyo con ellos este año.
Ken se quedó un momento en silencio. Era cierto que había pasado una eternidad desde que habían quedado para salir todos juntos. Entre obligaciones y responsabilidades no disponían de demasiado tiempo libre y después de lo que había ocurrido con Emma él ni siquiera había estado de humor para algo así.
Pero, en realidad, se dio cuenta de que le apetecía mucho. Salir con las motos, comer algo, hablar y desconectar de la rutina un rato no estaría nada mal.
—¿Sabes qué? Me parece una gran idea —admitió.
—Perfecto. —La sonrisa de Manjiro se amplió notablemente al ver que su amigo aceptaba su propuesta con entusiasmo—. Yo me encargo de organizarlo.
Mikey elevó su vaso y Draken hizo lo mismo. Chocaron los vidrios y después dieron un trago a sus bebidas. Con aquello sellaban la promesa de una salida próxima.
____________________________
N/A: Pues aquí otro capítulo. Y esta vez tocó ver un poco más del lado de Mikey. Nosotros ya sabíamos que estaba coladito por Draken, pero parece que no éramos los únicos.
Lo que aún no sabemos es lo que Kenchin pensaría sobre ello. Pero os aseguro que en algún momento lo sabremos.
Y en el próximo se viene salida de chicos. ¿Alguien más cree que Kisaki va a tener que ir a pagar la fianza de alguno? XD
Bueno, ya lo veremos (si os queréis quedar a comprobarlo).
Espero que os haya gustado. Si no, ya sabéis, quejas y reclamaciones a mi otro yo.
Un beso.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro