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Capítulo 9| Llamadas y hermanos pequeños

Ian


"—Ian, ¿Qué pasa? ¿Dónde está Matt?

La voz de Steve me sobresalta mientras yo termino de calzarme. Al ver que no le respondo, mi hermano mayor entra en mi habitación y hace que me detenga para mirarle a la cara.

—Ian, ¿y Matt? —No respondo. Tengo un nudo en la garganta y solo puedo pensar en lo que le estén haciendo en aquella fiesta —Dime que no ha ido a esa fiesta.

Al ver que continuo en silencio, se echa las manos a la cabeza y maldice en bajo para no despertar a nuestros padres.

—¡Joder!

—Voy a ir a buscarle, Steve. Tranquilo..

—¿Tranquilo? Matt solo tiene dieciséis años y está en una fiesta que ha saber que harán.

—Me ha mandado un audio, es cuando me he dado cuenta de que se ha escapado, sonaba como drogado.

—Mierda... Vale —Steve mantiene la calma —Ve a por él si tienes la dirección y cuéntame en todo momento lo que sepas... Mamá y papá lo van a matar cuando se enteren... "

Despierto de repente, sintiendo el corazón a mil.

Miro hacia la cama de Aaron que duerme como un puto tronco y ojala yo tuviera esa suerte, pero los sueños nunca parecen dejarme en paz nunca. Acababa de soñar con el día que me enteré que Matt se había escapado y porque me mandó un audio sin darse cuenta seguramente, a las tantas de la noche que me hizo ir a su habitación para comprobar si estaba o no.

Cojo mi móvil de la mesita que tenemos al lado de las camas y sin darme tiempo a saber que estaba haciendo, me encuentro en iCloud. Abro la carpeta con los audios que fui guardando de Matt antes del accidente y el mismo día. Presiono en uno de ellos que se, exactamente cuál es (no es el mismo de la pesadilla) y cuando compruebo que el volumen está bajo, lo pongo cerca de mi oreja para escuchar su voz:

Las últimas palabras se cortan de manera abrupta, pero me da tiempo volver a escuchar que alguien al fondo le dice que deje el teléfono y se una. Este audio fue antes del que me mandó después con la voz pastosa como si hubiera bebido; esté audio fue el que me despertó y acto seguido, recibí el de la voz como drogada dándome la dirección; más o menos cinco minutos después.

Suelto el teléfono sobre la cama, llevo las manos al cuello y echo la cabeza hacia atrás. Me masajeo la zona de la nuca y sin hacer ningún ruido, salgo de la habitación para ir a la cocina. Me sirvo un vaso de agua en un vaso y voy hacia el pequeño salón. Me siento en el sofá y escucho el siguiente audio.

Pauso el audio cuando siento que empiezo a temblar.

No sé porque estoy escuchando esto de nuevo sabiendo que me hace daño recordar su muerte. Salgo de los audios de Matt y me meto en el de Steve que también guardé. Su voz suena desesperada y en susurros porque todavía no había recibido respuesta sobre Matt y si había llegado al lugar de la fiesta.

Dejo el aparato en la mesa baja enfrente del sofá, me coloco en este y tapo los ojos con el antebrazo. Todavía recuerdo que después de ese mensaje, Steve le tuvo que  contar a nuestro padre que Matt se había escapado a la fiesta y que yo estaba yendo a recogerle. Mamá se despertó por los gritos de su marido y acabó enterándose también; estoy segura de que aquella noche se puso a llorar cuando supo que Matt se había escapado, pues al igual que yo, sospechaba de la maldita fiesta a la que su hijo quería ir.

Consigo cerrar los ojos y dormirme un poco allí mismo, pero siempre acabo desvelándome cada por tres.


—¿Me estas escuchando?

Sacudo la cabeza perdiendo el punto fijo en el que me había perdido y miro a Riley. Doy un sorbo a mi café para después preguntarle sobre lo que me estaba hablando. Este se ríe, bromea un poco y luego me pregunta si me pasa algo:

—Lo siento, hermano, no pude dormir.

—¿Por? —pregunta y yo le miro enarcando una ceja como si no me conociera —Perdona, si estoy hablando con el rey de la discreción.

—Sabéis todos que no me gusta hablar de mi vida privada.

—O sea, que tiene que ver con tú vida personal el que no hayas dormido.

Asiento; es lo único que pienso decir.

Cuando le insisto en que cambie de tema, este acepta y sigue hablándome de lo que me estaba contando. Por lo visto, ya tiene dos canciones más para el disco nuevo terminadas y con títulos puestos. Le digo que luego me las muestre y justo cuando me levanto para ir a la cocina, Rain entra por la puerta después de tanto tiempo sin pasarse por ahí.

—¿Dónde está mi banda favorita?

Rain, la hija de nuestro manager y antigua folla-amiga de nuestro baterista hasta que este se enamoró de la chica de la cafetería. Sonríe desde la entrada del salón.

—¡Capulla, cuanto tiempo! ¿Te habías perdido? —se burla Riley.

Esta le muestra el dedo como respuesta.

—¿Qué tal está Mane, capullo?

Mientras estos se ponen al día y hablas de sus cosas, yo llevo la taza del café a la cocina justo cuando siento que alguien me sigue por detrás y al mirar hacia atrás, veo que se trata de Aaron. Me intercepta allí y pregunta:

—¿Estas bien, tío? Como has dicho que no has podido dormir...

—Si, estoy perfectamente, tío. Cosas mías.

—Y no vas a contarlas, ¿me equivoco? —Niego; el bien sabe que no soy de los que van sacando su vida personal a la ligera y, aunque ya llevamos bastante tiempo juntos como banda y a confiamos en nosotros, yo sigo sin poder contarle a nadie nada de mi vida ni mi pasado.

Cambio de tema preguntando si sabe cuándo vendrán los hermanos de Riley, porque se supone que se quedarían un tiempo con nosotros por el tema de la madre.

—Me parece que los trae la asistenta de sus padres esta tarde —contesta sabiendo que lo he hecho para pasar a otro tema diferente a mí mismo.

—Okey.

Cuando estoy a punto de salir de la cocina, este me habla y yo giro la cabeza esperando a que hable:

—Tío, sabes que puedes confiar en nosotros, ¿Verdad? O sea, que si te pasará algo, puedes contárnoslo.

Asiento y salgo de ahí. Rain y Riley giran sus respectivas miradas hacia mi dirección, pero siguen hablando. Seth me pasa un mando de la play y por suerte, consigo despejar mi mente con el juego hasta que Anthony llega y nos vamos a grabar las nuevas canciones de las que he hablado antes con Steele.

 🎙️🎙️🎙️

—El grinch ha llegado y la diversión ha terminado.

La voz que menos quiero escuchar hace eco cuando entro al estudio. Miro en dirección a la niña pija y me dan ganas de marcharme otra vez. En lugar de eso, sigo mi camino, aunque no se les pasa por alto el gesto de molestia en mi rostro al ver otra vez a la novia de Riley y sus amigos allí, ¿es que no tenían casas que tienen que estar aquí siempre?

—Soph... —su amiga la regaña.

—¿Qué? —veo como se encoge de hombros sin apartar la mirada de mí cuando dice lo siguiente —Es la verdad. Es un amargado que solo le falta el tridente y el rabo para ser satanás.

Con una media sonrisa y mirada sarcástica, me uno a su jueguecito:

—Niña pija, el rabo ya lo tengo —abre los ojos estupefacta cuando me oye decir aquello y yo quiero reírme, pero me aguanto —Y el tridente... Lo he dejado en el infierno, si quieres me acompañas a buscarlo, si es que aguantas ahí abajo.

Frunce el ceño, se cruza de brazos y pone una pierna sobre la otra al ver que no ha conseguido su propósito de sacarme de quicio. Reafirmo: esto empieza a ser divertido.

Cuando estoy a punto de ir a mi habitación y la de Aaron, alguien se me tira encima. Sin embargo, no me enfado cuando reconozco la voz de una princesa:

—¡Ian!

Cojo a Jupiter que rodea mi cintura con sus piernecitas. Los hermanos de Riley llegaron ayer por la tarde como bien me comentó Aaron. Cuando terminamos de ensayar, Julia, la asistente de los padres de Steele, le aviso de que estaban en camino. Todavía recuerdo cuando vi en los ojos de la princesita las señas de que había llorado y me inventé cualquier cosa solo para hacerla feliz; no debe ser fácil el tema de su madre para los pequeños.

Rompo el silencio que se ha formado por mis pensamientos:

—Princesa, ¿te habías escondido para asustarme? Me va a dar un infarto algún día.

—No caerá esa breva... —miro de reojo a la rubia cuando ha susurrado aquello.

Vuelvo a mirar a la niña que tengo en brazos.

Jupiter niega y me aclara que estaba en el baño lavándose los dientes. Cuando me enseña los paletos centrales, o mejor dicho, la falta de estos, no puedo evitar reírme añadiendo esto:

—Vaya, como sigas así parecerás una abuela sin dientes.

—¡No! ¡Tu si eres un abuelo que si se te caen ya no te crecen!

—¿cómo me has llamado, renacuaja? —la cojo haciendo que quedé bocabajo —¿Me has llamado viejo? Ya verás lo que te va a hacer este viejo, princesa.

Jupiter grita al mismo tiempo que se ríe. Minutos después de estar jugando, la bajo al suelo y le digo que me voy a cambiar y que ahora seguimos divirtiéndonos. Presiono su nariz con delicadeza y me meto en el cuarto no sin antes, como no, discutir con la rubia. Cuando vuelvo a salir con otra ropa diferente, me encuentro a la princesa hablando con la niña pija caprichosa.

Abro los ojos al igual que esta con lo que dice Jupiter a continuación:

—Pues los que se pelean acaban deseándose.

—Antes prefiero beber el jugo de una lata de pepinillos a desear a ese grinch.

—Mira, rubia, en algo estamos de acuerdo: el sentimiento es mutuo —me meto en la conversación. Cojo a la princesa y me siento con ella en mis piernas lo más lejos de la niña pija —Princesa, tú serás la única chica que tendrá mi corazón.

La rubia vuelve a meterse para decir:

—Anda, va a ser verdad que tienes corazón, grinch.

—Eres muy guapa —Jupiter cambia el rumbo de la conversación y le sonríe a la chica —Me gusta tu pelo y eres muy blanca... Pareces Blancanieves.

De pronto, el otro rubio de la pandilla de Mane, salta casi con un estallido:

—¡¿Veis?! Si, la solemos llamar Blancanieves —comenta.

—Noah, solo tú la llamas así —ahora es la novia de Riley quien le responde a su amigo y esto de tener tanta gente en el estudio, me está abrumando —Nadie la llama así, pero si, es verdad.

Jupiter vuelve a hablar con esa angelical y dulce voz.

—Que guay, pero no comas ninguna manzana de ninguna desconocida. Ten mucho cuidado.

—Lo tendré, pequeña —la rubia le sigue el juego.

Pasan las horas y parece que estos no tienen intención de marcharse. Hace como media hora, que Acer, el hermano mellizo de Jupiter, se durmió en los brazos de Riley y esté lo llevó a su habitación. La princesita todavía sigue dando guerra porque nos dice que no tiene sueño aunque de reojo la veo bostezar y entornar los ojos del cansancio.

Finalmente, la convenzo para que vaya a dormirse, pues son casi las once de la noche y aunque al principio se niega, siempre consigo lo que me propongo. Cuando se va a la cama por si sola, a mi habitación y la de Aaron, todos nos quedamos en un silencio sepulcral en aquel espacio.

Soy yo quien lo rompe bordemente:

—Bueno, ¿os vais a ir? Lo pregunto por si queréis que os compremos unas camas y así ya dormís aquí siempre.

Veo a la rubia rodar los ojos.

No obstante, no me da tiempo a escuchar lo que vaya a decir ni a hablar yo, cuando mi teléfono suena y al ver quien me llama, me tenso. Salgo sin avisar fuera del estudio, sentándome en el bordillo, justo en la puerta.

Descuelgo y digo:

—Hola, mamá.

Si, era mi madre la que me había llamado y tengo la clara sospecha del motivo por el que ha sucedido puesto que hace un día que ya habíamos empezado febrero. Intento no romperme cuando escucho su voz por primera vez en mucho tiempo.

—Ian, mi caracolillo, creí que no me cogerías.

Solo con oír su voz, su imagen me viene a la cabeza.

Puedo imaginarme lo que estará haciendo ahora mientras habla conmigo, seguro que dando vueltas por toda la casa hasta acabar sentada en un taburete de la cocina. Luego, mirara por la ventana para ver si llega su marido y volverá a sentarse. ¡Joder, la echo de menos! Aun puedo recordarla a ella sentada como la vi cuando fui hace unos días a la tumba de Matt; esto claramente no se lo comento.

Mi madre comienza a hablarme sin descanso y por primera vez en años, no la cuelgo. La escucho, disfrutando de su lengua parlanchina porque lo que más le gusta es hablar, tanto que a veces mi padre bromeaba diciendo que le daba dolores de cabeza. Pero cuando llega el tema más temido, cierro los ojos aguantando las ganas de llorar. Aprieto el móvil contra la oreja y escucho:

—Me gustaría que estuvieras aquí el cinco, Ian.

—Mamá... —mi voz suena como si se fuera a romper en cualquier momento. El cinco era su cumpleaños y llevo desde el funeral de Matt sin ir a celebrarlo; bueno, ni ninguna fiesta en general —Yo...

—Si, si lo sé, cariño. Sabía que no ibas a aceptar... como cada año.

Me duele escucharla tan destrozada y lo que más me duele todavía es imaginármela con los dedos cruzados esperan que aceptara su invitación. De pronto saca el tema que menos me gusta y sigue preguntando por qué ya no quiero ir a casa a verlos. Ella vuelve a repetirme que yo no tuve la culpa de la muerte de mi hermano y yo niego con la cabeza sabiendo que no puede verme.

"Si la tengo mamá. Yo me distraje, yo choque; yo hice que perdieras un hijo", pienso para mis adentros.

Salgo de mis cavilaciones cuando vuelvo a escuchar su voz:

—Siento molestarte, caracolillo. Creo que ya es hora que colguemos, buenas noches, cariño.

No me da tiempo a desearle lo mismo, cuando ya ha colgado. Miro el aparato como si quisiera que volviera a llamarme para escucharla otra vez, pero sé que eso no va a suceder. Para mi sorpresa, la pantalla se enciende, pero lo que leo es un mensaje de Steve.

Steve: mamá me acaba de escribir, ¿no vas a venir? Ian, es su día especial.

Empiezo a escribir.

Yo: Steve no puedo sentarme frente a ellos y hacer como si nada cuando ni siquiera saben que yo soy el único culpable.

Steve: Ni siquiera tienes que hablar de Matt, pero ir a celebrar su cumpleaños con ella sí. Ian, a mamá ya le cuesta superar lo de Matt, no le hagas que pase otro cumpleaños solo con un hijo, o sea, solo conmigo. Nos quiere ver a los dos juntos ☹ 

Me quedo un rato largo leyendo su último mensaje sin saber que escribirle. Steve tiene razón: desde que dejé de ir a verlos, ha pasado todos sus cumpleaños sin dos de sus hijos. Pero es que el miedo me puede. La vergüenza más bien dicho.

Cuando veo a mis padres a la cara, me viene a la cabeza el accidente, la escapada de Matt y siempre acabo igual: en la muerte de mi hermano, en el camión con el que choque. Aprieto el móvil entre las manos y atreviéndome, le digo a Steve que cuente conmigo para el cumpleaños. Su respuesta llega en seguida:

Steve: me alegro haberte convencido. No le voy a decir nada a mamá ni papá, para que sea sorpresa. 

 Cuando guardo el móvil en el bolsillo del pantalón, siento que la puerta se abre. Al mirar, frunzo el ceño al ver que se trata de la rubia, pero ahora mismo no tengo ni pizca de ganas de seguirle el jueguecito infantil. Me sorprendo cuando veo que se sienta justo a mi lado sin decir nada.

—¿Qué estás haciendo? —pregunto en tono borde.

—Bueno, sé que algo te pasa porque no me has insultado ni nada al verme.

Me encojo de hombros como respuesta.

—Hombre de pocas palabras, grinch.

De reojo veo que se pone a jugar con la pulsera de Charms, más concretamente con un abalorio en forma de pingüino de la misma pulsera.

—Esto es raro —rompe el silencio nuevamente y tanto que lo es —Esa niña parece que te quiere, cosa que no entiendo con lo grinch que eres, pero se la respeta..

—Jupiter y Acer son ya parte de la banda.

—Vaya, sí que tienes corazón.

Giro la cabeza hacia ella y sin poder evitarlo, analizando lo concentrada que está en su pulsera. Cuando me doy cuenta de lo que estoy haciendo, vuelvo a poner la máscara de tío frío y contestándola borde, digo:

—¿Ya os vais? Ya era hora hombre, creía que os quedarías a vivir aquí para siempre.

La rubia voltea rápidamente la mirada hacia mí queriendo asesinarme y se levanta echa una furia.

—¿En serio? —Me quedo sin hacer nada, salvo mirarla mientras su rabia sigue en aumento —¿No puedes por una vez ser amable? Vengo en son de paz porque te he visto un poco decaído y quería ser simpática, ¿y que me llevo? Al estúpido grinch que no puede agradecer.

—A ver, niña pija...

—¡Que me llamo Sophia! So-phi-a —termina deletreando su propio nombre silaba por silaba.

—Me da igual como te llames, pero yo en ningún momento te he dicho que te sientes a mi lado ni te hagas la "son de paz", como si fueras un hippie, ¡no te jode!

—Uff... Eres un cretino.

Sus amigos salen en ese momento al oír los gritos. Esta les pide que se marchen ya y cuando Mane se despide de su novio, por fin los tres se van de allí. Yo entro al estudio seguido de Riley que no deja de hacerme preguntas de porque estábamos volviendo a gritarnos.

No respondo.

Me meto en mi cuarto, aunque cuando veo a la pequeña Jupiter durmiendo ahí, vuelvo a salir. No quiero despertarla, así que dormiría en el sofá. Cuando todos se van a sus camas, Riley con Acer, yo me quedo un buen rato desvelado e inconscientemente, mi mente va hacia el hoyuelo que se le había asomado a la rubia. No es mi culpa que fuera tan observador y me fijada en los pequeños detalles.

Acabo durmiendo, pensando en el cumpleaños de mi madre; al menos esta vez era algo bonito.


Nuevo lunes, nuevo capítulo! Espero que el capítulo de Cuando las rosas dejen de arder de hoy os guste. Quiero informar de una cosa importante: puede que la semana que viene no haya capítulo (a lo mejor sí, si todo va bien) porque estoy teniendo muy poca inspiración con el siguiente capítulo y no quiero ir actualizando y que luego me quedé sin capítulo para subiros y estéis una semana sin leer... por eso quiero tener varios escritos... Espero me entendáis <33

Tenemos grupo de lectoras tanto en telegram como Whatsapp por si os interesa uniros a alguno para comentar los capítulos, hablar de cosas y fangirlear jajaja. 

Recordad usar el símbolo 🌹para comentar si no sabéis que escribir, o si os gusta alguna escena.. Quiero ver los comentarios llenos de rosas jijiji

Mis redes sociales están arriba por si queréis seguirme donde intento siempre hablar con vosotras y vosotros y donde subo cosas de mis historias. 

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