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🦋 Salida 🦋

Durante las siguientes dos semanas, las cosas entre Ian y Paloma tomaron un curso un poco diferente. A pesar de que se reunían todas las noches cuando él llegaba del trabajo y cenaban juntos, no habían vuelto a salir a caminar a la playa ni habían hablado de nada demasiado íntimo. Paloma pasaba mucho tiempo con Carmiña, Flavia y su grupo de amigos y solía salir con ellos a tomar una caipiriña en el bar que estaba en la playa o a hacer viajes turísticos sin pagar cada vez que el novio de Flavia las invitaba.

Sin embargo, los dos sentían la tensión entre ellos y a ambos les resultaba incómodo por momentos, por lo que aquel viernes, Paloma pensó que era momento de buscar un vuelo a España y dar por finiquitadas esas vacaciones que ya estaban resultando más largas de lo normal.

Cuando Ian regresó de su trabajo se encontró con Paloma sentada en el sofá. Se acercó hasta ella y la saludó con un beso en la mejilla, al hacerlo no pudo evitar ver que estaba en una página de viajes buscando vuelos.

—¿Cómo estás? —preguntó.

—Bien, ¿tú?

—Bien... ¿Qué haces? —inquirió y ella levantó la vista para mirarlo.

—Estaba escribiendo, pero entonces comencé a ver pasajes...

—¿Ya vas a regresar a casa?

—No lo sé, hay un pasaje a buen precio el miércoles —dijo y observó la laptop. Lo cierto era que no deseaba irse, pero quería que las cosas entre ellos fluyeran como al inicio y no sabía cómo lograrlo.

—Me gustaría que te quedaras más —mencionó él sin saber por qué. Ian no era de decir las cosas de manera impulsiva, pero había algo en Paloma que lo incitaba a hacerlo.

—Quería quedarme, pero no quería ser molestia. Me van a dar un adelanto por el nuevo trabajo que te había comentado, podría pagarte un alquiler y quedarme unas semanas más...

—No necesito que pagues nada, Paloma —dijo y se sentó a su lado.

—Puedo pagarlo...

—Lo sé, yo no he puesto en duda tu capacidad financiera —sonrió él y ella asintió.

Los dos quedaron en silencio por un rato.

—Las cosas entre nosotros están raras, Ian... y no sé si eso me agrada —admitió y jugueteó con el cable del cargador de su notebook.

—Lo sé, y a mí no me agrada —dijo él con claridad. Paloma suspiró.

—Has cambiado tu manera de verme, lo sé... Crees que no soy la misma chica de la que Mel te ha hablado tanto...

—Ey... ¿Qué sucede? —inquirió él mirándola—. ¿De dónde sacas esas ideas tan alocadas? —preguntó divertido.

—Es que... me has estado evitando...

—No, tú me has estado evitando a mí y yo he respetado el espacio que pareces necesitar —comentó él—. Escucha, yo no pienso nada de ti, sácate esa tontería de la cabeza... Y quiero aclarar una cosa, lo que más me ha gustado de esta aventura desde que has llegado es poder conocer a la verdadera Paloma, la chica de la que me han hablado tanto, pero a quien no conocía en realidad.

—Todavía no me conoces del todo.

—Claro que no, pero te conozco más que antes y eso es suficiente —susurró y ella suspiró—. Paloma, no has hecho nada malo...

—No, lo sé, pero no puedo hacer esas cosas contigo... Eres como mi hermano mayor —zanjó.

—Qué tonterías —recriminó él—, yo no te siento como una hermana menor, te veo como...

—¿Cómo?

Él hizo silencio y meditó lo que quería a decir.

—Eres una mujer, Paloma, una muy bella e interesante —admitió—, y yo sé que lo que pasó pudo habernos confundido y que no debería ser así por esa extraña conexión familiar que tenemos, pero eso no quita que me agrade compartir contigo y que me guste muchísimo conocerte más allá de ser la hija de Ferrán, el marido de mi hermana.

—Hablé con ella el otro día, después de lo que pasó —comentó y suspiró.

—¿Sí? ¿De qué? —preguntó con temor—. No le habrás dicho...

—No... claro que no —negó con vehemencia—, ¿sabes? Mel es la única que me vio, así como tú la otra noche...

—¿A qué te refieres? —preguntó desconcertado.

—A cuando me encontraste aquí, así, un poco sin fuerzas... No me gusta mostrarme débil o vulnerable... —admitió.

—No puedes ser fuerte todo el tiempo, nadie lo puede...

—Cuando estoy así prefiero estar sola... o con Mel...

Ian sonrió enternecido por aquel cariño y suspiró.

—No le diré a nadie que no siempre eres capaz de llevarte al mundo por delante, no le diré a nadie que a veces el mundo te lleva un poco a ti —prometió en un susurro que la hizo sonreír.

Paloma sonrió ante sus palabras y asintió, luego deseó cambiar de tema y volver a intentar que las cosas fluyeran.

—¿Vamos a ir a bailar con las chicas hoy? —inquirió y él asintió.

—Sí, aunque ya te lo advierto, soy un pésimo bailarín.

Se quedaron allí un rato más hablando sobre discotecas y salidas, ninguno de los dos volvió a tocar el tema, pero aquella conversación parecía significar que ambos querían volver a la normalidad.

Luego de eso fueron a prepararse y un rato después, Paloma salió de la habitación con un vestido rojo corto que no dejaba mucho a la imaginación. Sus piernas largas y torneadas terminaban en unos tacones de color dorado que la hacían ver más esbelta y traía el cabello sujeto en una coleta alta que le despejaba el cuello, lo que a Ian le despertó unas tremendas ganas de acercarse y olfatearla justo en ese sitio.

Sacó ese pensamiento intrusivo de su mente y ella sonrió al ver que lo había dejado sin palabras. Esta vez, a diferencia de las demás, no se movió desafiante cuando lo encontró mirándola, al contrario, sintió temor y ese aleteo molesto incordiándole en el estómago.

—¿Es demasiado? ¿Estoy bien? —inquirió.

—Estas más que bien —respondió con sinceridad.

Él se había vestido con un pantalón negro y una camisa azul marino que, a los ojos de Paloma, hacía resaltar el bronceado de su piel y el color de sus ojos.

—¿Me la remangas? —pidió y ella asintió. Se acercó y con delicadeza dobló la tela hasta el antebrazo, hizo lo mismo con el otro lado y al acabar, quedaron viéndose a los ojos por un buen rato.

—Hueles bien —murmuró ella.

—Y tú... —respondió él—. Vamos... —agregó a modo de sacarlos a ambos de esa ensoñación.

Salieron del departamento en silencio envueltos en una bruma extraña cargada de chispas y palabras no dichas. Por suerte, el local no quedaba demasiado lejos. Ian no podía dejar de pensar en lo bella que estaba y en que su aroma a rosas envolvía todo el vehículo y se impregnaba en él dándole ganas de más. Ella tamborileaba sus dedos mientras jugueteaba nerviosa con la tira fina del pequeño bolso que había elegido para llevar.

Ian miró de reojo sus piernas desnudas y tuvo que aferrarse al volante para que su mano no se moviera sola hacia sus rodillas. No sabía qué le sucedía, jamás había sentido algo tan primitivo al punto de que le costara controlarse, y eso lo hacía sentir incómodo. Paloma miraba por la ventanilla para no verlo a él, para no perderse en sus facciones perfectas y en sus labios carnosos e imaginar a qué sabrían sus besos.

Aquel pensamiento la asustó de más, nunca había sentido el magnetismo que expedía Ian, era como si él fuera la tierra y ella la luna y se viera obligada a girar en su órbita sin poder escapar. Aquello la hacía sentir frustrada, porque ella siempre tenía el control de las relaciones en las que se involucraba, fueran estas de una noche o de dos semanas, pero sentía que con él no podía controlarse y que la cosa podría empeorar mucho más, y eso sería nefasto para los dos.

Cuando llegaron al sitio se encontraron con Carmiña, que estaba con Flavia y otra amiga llamada Taís. Flavia estaba con su novio y había dos chicos más, Felipe y Joao. Se sentaron en una mesa, pidieron bebidas y algo para comer y se fueron conociendo mientras Carmiña e Ian oficiaban de traductores.

Joao no perdió tiempo y un rato después invitó a bailar a Paloma, ella accedió y se perdieron en la pista de baile. Ian se quedó conversando con Felipe hasta que Taís lo invitó a él y no le quedó otra que aceptar, ya que la muchacha prácticamente lo había empujado a la pista.

Desde donde estaba podía ver a Paloma, pensaba en buscarla más tarde para pedirle un baile, pero en un par de vueltas que hizo Taís, ya no la vio cerca. Cuando volvió a divisarla, la encontró en la barra, tomándose muchos tragos con Joao, un rato después Ian estaba aburrido y con ganas de ir a dormir, pero Taís lo invitó a salir a la terraza a tomar un poco de aire y conversar sobre cualquier tema.

Las horas pasaron sin que se diera cuenta en una amena charla con la muchacha con la que compartía sus gustos por la naturaleza y la biología, y cuando fue a buscar a Paloma para ver si regresaban, Felipe le informó que había dicho que lo vería en la mañana. Ella y Joao se habían marchado, no sabían a dónde, pero no había que ser adivino para tener una idea de qué era lo que habían ido a hacer.

Ian sintió un malestar y se despidió de todos pese a la insistencia de Taís de seguir la fiesta en su departamento. Intentó disimular que aquello no se debía a la noticia que acababa de enterarse, sobre todo porque Carmiña lo miraba con interés, como si quisiera saber qué le sucedía. Manejó hasta el condominio y al llegar, solo por si acaso, revisó si la muchacha estaba en su habitación, pero nada, no había nada.

Se dio un baño para sacarse el olor a humo y sudor, y se acostó. No podía dormir, pero sabía que no tenía sentido, no tenía ningún derecho a sentirse molesto por su actitud ya que no eran nada y nunca lo serían. Quizás hasta era mejor así, de alguna manera todo eso facilitaba las cosas. Pero por más que intentaba sacarle peso al asunto con cuestiones lógicas y racionales, se sentía molesto, enfadado... celoso.

Y no le costaba admitirlo tampoco. Era como un animal enjaulado que no podía más que refunfuñar en su habitación por algo que no podía cambiar.

Suspiró, era un idiota. Intentó en vano dormirse hasta que el cansancio lo venció un par de horas después de que logró apagar los pensamientos o de que el sueño finalmente lo superó.

Este capítulo corresponde al sábado y ya enseguida subiré el de mañana. Es curioso, se me ocurrió esta historia estando en Brasil y ahora la estoy subindo desde Brasil de nuevo :)

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