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🦋 Peligroso 🦋

Por la mañana siguiente, Ian despertó y fue a preparar el desayuno. Era domingo, por lo que se había quedado en cama un poco más. Paloma parecía dormir aun así que no la molestó y se sentó a comer solo. En ese momento, llegó un mensaje de Camelia.

«Sé sincero conmigo y dime cómo va todo». Inquirió con su exagerada preocupación de siempre.

«¿Sinceramente? Ya no la soporto... Mentira, Mel, estamos muy bien... de verdad, es fácil convivir con ella».

«¿Sí?». Preguntó y él sonrió.

«Sí, y hablamos mucho... es una chica interesante... habla como si tuviera cien años».

«Siempre ha sido así, desde que la conozco, parece la reencarnación de alguna persona que vivió mucho... He pensado que quizás el dolor y la soledad que pasó de pequeña la transformó un poco en eso... ¿Han salido?».

«No, pero unas amigas la han invitado a salir la próxima semana. Quizá la acompañe, aunque madrugar me cobra facturas al día siguiente. Creo que estoy viejo». Explicó y le mandó un emoticono de carita de cansancio.

«¿Viejo? Estás en la flor de la edad, Ian... Diviértete, déjate llevar por la energía que expide Paloma, es imposible no hacerlo». Bromeó y puso una carita sonriente.

Ian pensó que ya lo había notado, que esa energía lo había inundado todo desde que llegó a su casa, y le agradaba, pues había renovado su aire, su ambiente, su casa.

«Arrasa con todo, es un tsunami...»

«Jajaja, por fuera es un huracán, por dentro es un osito de peluche...».

«¿Uno diabólico?». Bromeó.

«Paloma es una de las mejores personas que conozco, ha sido una niña llena de magia que creció y se convirtió en una mujer cargada de luz. Su independencia asusta, yo lo sé, a mí más que a nadie en el mundo, pero la conozco, y al final no es tan temeraria como se muestra, es muy sensible, intuitiva... y solo teme sufrir, como todos...».

«Bueno, eso es una bonita forma de describirla. Me está resultando refrescante tenerla por aquí». Admitió.

«Me alegra mucho saberlo, Ian... estaba preocupada porque Paloma puede ser un poco intensa de vez en cuando, y sé lo tranquilo que eres tú...».

«No tienes que preocuparte, de verdad, nos estamos llevando bien».

Paloma apareció de pronto medio somnolienta con una camiseta grande y el cabello desordenado y le regaló una sonrisa. Él la observó cuando se acercó a la cafetera y se sirvió una taza de café. Era hermosa y la camiseta se le subió un poco cuando se movió.

—¿Te parece normal andar así vestida por mi casa? —inquirió.

Ella se volteó a verlo con curiosidad.

—¿Cómo? Es un camisón —respondió como si aquello fuera más que obvio—, no estoy desnuda... y me has visto en bikini, que es menos ropa que esto —afirmó.

—Sí, pero...

Paloma sonrió con diversión y se sentó a la mesa justo en frente a él, se sirvió algo para comer y luego de beberse un poco de su café lo observó con diversión.

—¿Te parece lindo lo que ves? —quiso saber.

Él la miró y negó con las mejillas sonrosadas.

—No creo que necesites de mi validación para saber que eres una hermosa mujer, Paloma. No creo que tengas problemas de autoestima —afirmó y se llevó la taza a la boca para intentar ocultar los nervios que de pronto lo invadieron, se sentía un adolescente inexperto al lado de aquella mujer.

—No, no los tengo, pero siempre es bonito saber lo que despiertas en los demás, ¿no?

—Pues no tengo idea —respondió él.

—¿Nunca nadie te ha dicho que eres guapo solo porque sí?

—No... No lo sé... Supongo que a las chicas les sucede más a menudo —musitó.

—Bueno, te dije que a Carmiña le parecías guapo, ¿no?

—Sí...

—Supongo que tiene razón —añadió y lo miró a los ojos.

—¿Te parece? —inquirió él.

Ella se encogió de hombros con diversión.

—¿Pudiste escribir anoche? —quiso saber y de paso cambiar el tema.

—Sí —mintió—, escribí una escena de una pareja que lo hacía en el mar, en una playa casi sin olas, de esas que vas hasta el fondo y nunca es hondo... lo hacían sin que las demás personas se dieran cuenta.

—Eso es imposible, ¿cómo nadie se daría cuenta? Los llevarían presos por disturbio público o como se llame —Se quejó.

—Le sacas la emoción a la escena. Lo excitante es justo eso, hacerlo con peligro. ¿No lo has hecho nunca así? —inquirió.

—No, soy una persona normal —respondió él.

—Es una fantasía recurrente de las personas normales hacerlo en un lugar público —añadió.

—Una fantasía... —admitió él—, de la fantasía a la realidad.

—Ah, eres aburrido, Ian...

—¿Tú lo has hecho? —inquirió él con curiosidad.

—No, creo que hablo más de lo que practico —añadió con un gesto de desagrado y ambos se echaron a reír.

—Demasiado temprano para hablar de sexo —dijo él levantándose y retirando los platos utilizados.

—¿Hay una hora?

Él solo negó.

—¿Qué tienes ganas de hacer hoy?

—¿Qué propones? —quiso saber ella.

—Playa... tirarnos en la arena hasta que el sol se esconda y no hacer nada...

—Cuenta conmigo —respondió ella.

Unos minutos después, los dos buscaban un sitio donde poner una sombrilla y tender las toallas para descansar el resto del día.

—¿Me vas a poner el bloqueador por la espalda? —preguntó Paloma con diversión.

—No vas a pedirme eso, ¿no? —inquirió él—. ¿Cómo lo hiciste todos estos días que has venido sola?

Ella se encogió de hombros.

—Se lo pido a cualquiera que pasa —dijo y él la miró horrorizado, ella se echó a reír—. Me he ingeniado para ponérmelo yo sola.

—Supongo que puedes hacerlo de nuevo, ¿no?

—Y yo que pensaba que esto podía ser una buena escena de un libro. Siempre lo hacen —musitó—, tú poniéndome la crema en la espalda mientras te pones nervioso y te excitas porque me estás tocando...

Él se echó a reír.

—¿No es un cliché?

—Todo en la vida lo es, ¿no? —preguntó ella mientras se ponía el bloqueador por las piernas—. Si no ¿qué escribiríamos los escritores?

—Tienes un buen punto —respondió él—, pero supongo que tendrás que quedarte con la duda...

—¿Sobre qué?

—Sobre qué me sucedería si te pongo la crema por el cuerpo —añadió encogiéndose de hombros.

—¿Y puedo ponértela yo a ti? —preguntó ella divertida.

Él la miró y por primera vez sintió ganas de desafiarla.

—Estás muy segura de que voy a decirte que no, ¿verdad?

—Sí, eres demasiado predecible —respondió ella encogiéndose de hombros.

—Pues, te reto a que me la pongas —dijo y ella sonrió.

—¿Te había dicho ya que me encantan los retos? —aclaró y se movió para ubicarse.

Ian estaba sentado sobre una toalla, se había sacado la camiseta y tenía las piernas recogidas entre sus brazos. Ella se arrodilló a su espalda sobre una parte de la toalla y derramó la crema sobre sus hombros antes de comenzar a esparcirla.

Lo hizo con deliberada lentitud, presionando suavemente con la yema de sus dedos la piel tersa y ya bronceada de la espalda de Ian, sin evitar sentir la ligera tensión de sus músculos al pasar por sus hombros.

—¿Lo hago bien? —inquirió la muchacha.

—Bastante... —respondió él apretando los labios al sentir su aliento en su oído.

—Bastante no parece suficiente —se quejó ella.

—¿Qué es lo que pasaría en tu escena entonces? —inquirió él con diversión.

—Describiría los pensamientos de ella, todo lo que le daría ganas de hacer en ese momento, la manera en que este simple gesto haría volar su imaginación.

—Ya...

—¿Quieres saberlo?

—No, mejor no —suspiró él, ella rio.

—Lo supuse, eres un cobarde —zanjó levantándose y alejándose—. Voy al agua, ¿vienes?

—No... —respondió viéndola partir.

Paloma se sacó de camino aquel vestido trasparente que usaba sobre el bikini y se lo arrojo en la cara, él percibió el aroma a coco de su crema bronceadora mezclado con el suyo propio que tenía más que ver con algo floral mientras la veía correr hasta el agua.

Ian cerró los ojos y trató de forzarse a recordar que Paloma era la hija de Ferrán, la niñita divertida que conoció en su juventud, y no aquella mujer hermosa, provocativa y sexy que lo tentaba de aquella manera. No podía cambiarla de sitio, no podía verla como algo más, como algo diferente a lo que siempre fue.

Abrió los ojos y la encontró en el agua, luchando con las olas y dejándose arrastrar por ella, divertida, espontánea, cargada de energía. Y le agradó estar allí en ese momento, poder ser testigo de su felicidad, de su risa, de su libertad.

Y supo en ese mismo instante, que algo había cambiado inexplicable e inexorablemente, que ya no la podría ver como a una prima lejana o como a la niña que crio su hermana, que era una mujer hermosa con la que él conectaba de una manera en la que no lo había hecho antes. Que le agradaba hablar con ella sobre cualquier cosa y que lo sacaba de esa zona en la que él solía vivir siempre tan tranquilo y relajado, que lo impulsaba a moverse, a experimentar, a vivir.

Y que todo aquello,era peligroso.

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