Gideon molesto se paseaba de un lado a otro, desde la partida del rey dragón, su extenso ejército y su hijo, no encontraba la paz.
Tarde se dio cuenta de que su hijo era un canal de magia y todo gracias a Ferguein que lo había seguido momentos antes de partir.
Ni el rey, ni su amante podían ver el alcance de las habilidades de Iriender. Lo único que Gideon sabía era que un mago estaba suelto, un mago que pudo haber sido útil en sus manos o muerto para escarmiento de algún otro canal que exista en el reino. Pues nada como intimidarlos con la sentencia y muerte de su propio hijo, como sucedió cuando quemó a Alana.
Por su parte Ferguein se sentía cada vez más obsesionado con Gibrain. Amaba a Gideon Marts, pero su deseo era para el rey dragón.
Varias veces se vio tocándose recordando la mirada lujuriosa de Gibrain mientras Ferguein le chupaba la polla.

-¿Eso es todo?, ¿los dejarás irse así como así?, Ferguein se escuchaba molesto, el rey miró fijamente al hermoso hombre, -no los dejaré alejarse mucho. Pero necesito uno o dos días a lo mucho, además Iriender estaba herido cuando se fue, el muchacho no aguantará mucho con el calor, los insectos y las inclemencias del viaje.
Aquellas palabras no dieron el resultado que Gideon creía. -¡Te estas volviendo débil majestad!, Ferguein empujó más en su provocación, Gideon tomó a su amante del cuello golpeándolo fuertemente en la pared de piedra, -¡no te atrevas a retarme Ferguein!, la voz de Gideon salió entre dientes, Ferguein empezaba a boquear, su rostro empezaba a ponerse rosa y luego pasó a un rojo violento.
Gideon metió la pierna entre las de su amante, y su miembro de inmediato reaccionó.
--¡Parece que la falta de aire te excita, zorra!. Los dientes de Gideon mordieron la tierna carne del lóbulo de la oreja del muchacho cuyas manos luchaban por aflojar el agarre de su cuello. Ferguein de haber podido hubiera sonreído, pero estaba empezando a preocuparse, pues el rey tenía esa mirada desquiciada.
-Suel... Suéltame, la voz fue más un gemido lastimoso, Gideon en ningún momento aflojó el agarre, solo alcanzó para soltar el cinto de sus mallas y voltear a Ferguein de cara a la pared, estrellando la mejilla del joven hombre provocando una herida, la sangre salió despacio, Gideon mordió el cuello de Ferguein mientras con la otra mano alineaba su polla en el estrecho ano.
Ferguein se retorcía, molesto y asustado, pues nunca había sido forzado a follar por el rey.
Gideon de un solo golpe empujó su polla al interior, rasgando la suave carne sin preparación. El grito de Ferguein fue escuchado por varios soldados que custodiaban el salón, pero ninguno se atrevió a intervenir.
Las lágrimas de ira mojaban las calientes mejillas, una de ellas se mezclaba con la sangre que en un delgado hilillo se derramaba libre.
Las furiosas embestidas empezaron, lastimando, dañando, desgarrando. Decir que fue egoísta sería describir suave el ataque, pues el rey estaba fuera de sí, presa de un arranque de locura.
-Joderás solo conmigo, tú, zorra asesina, Ferguein tensó su cuerpo al escuchar aquella acusación, -que... El aire se negaba a llegar a los pulmones de Ferguein, -¿qué quiere decir, mi señor?, la voz ronca por la previa presión sonó tan ajena a Ferguein, -sé que mataste a tu madre, y sé que has querido matar a Iriender, por fin una de las manos de Gideon soltó la nuca de Ferguein, solo para aferrarse a las caderas de este.
-Yo... Ferguein fue callado por un duro beso, que al chocar los dientes provocó que más sangre corriera, la cual Gideon poseído paladeó, -tú eres mío, mío y de nadie más.
Con dos empujes violentos, el rey gruñó como una bestia su placer, mientras que Ferguein agitado respiraba. Ira, furia, miedo bullían de su interior.
Pero estaba atado al rey, a un rey que parecía perder la cordura. Ferguein recordó que no existe algo peor que un loco con poder.
Gideon salió del interior de Ferguein dejándolo sucio y expuesto, metiendo su suavizada y manchada verga en sus mallas, llamó a sus soldados para que estos se reunieran.
El rey no perdonaría a quien quisiera traicionarlo, no perdonaría a su hijo por ocultarle que era un canal de magia. No perdonaría a Gibrain por desear a Ferguein a quien dejó lastimado en aquel lugar.

Las tropas estaban reunidas, Víctor Calmes no entendía el porqué su rey le había reunido en la plaza del reino.
-Mis queridos soldados, gente leal al reino de Saris, me he enterado de una traición a manos de mi hijo Iriender Marts de Leporen, los murmullos sorprendidos rápido inundaron la reunión, el rey levantó las dos manos para acallar a la multitud, -somos un reino pacífico y limpio de canales de magia, el silencio en la plaza ahora era brutal.
-Pero el príncipe Iriender Marts es un canal de magia, desconozco la magnitud de su poder, pero les ordeno que preparen sus caballos, sus lanzas, sus armas, iremos tras el traidor que ocultó esa habilidad mientras vivía felizmente en nuestro reino, cuando ubiquemos las tropas de Devasting yo personalmente iré por Iriender y aquí delante de todos y en esta plaza será condenado a muerte como lo fue su madre.
Ahora los murmullos fueron confusos, pues todos sabían de los malos tratos del rey para con su hijo, todos vieron al príncipe ganar legítimamente su libertad, triunfo que el rey se negó a reconocer.
-El príncipe ganó su libertad de forma legítima mi señor, Víctor miró desafiante a su rey.
-No permitiré cuestionamientos y tampoco permitiré asociaciones con el traidor, así que si alguien está a favor del enemigo, también será condenado a muerte, Víctor soltó la espada y dio un paso al frente, de alguna extraña forma estaba en paz y no sentía miedo.
Gideon lo miró con odio, -Tú, tantos años a mi servicio ¿y así me pagas?, Víctor no bajó la mirada, -cuando me hizo caballero, juré servir lealmente a una causa justa, a un rey justo, pero usted es una blasfemia con corona, pues exterminó a los canales de magia, a los jinetes enlazados a los dragones, usted adulteró la nobleza de una corona y corrompió a hombres buenos. Los hizo temer y los hizo ciegos a su inmundicia, prefiero morir a seguir deshonrando mi armadura y mi espada.
Gideon sonrió cruel, desenvainó la espada y miró a la multitud, -esto es lo que tengo para todo aquel que se rebele, la filosa hoja cercenó la cabeza del general Víctor Calmes desde el cuello, con un limpio tajo, la sangre salpicó los pies del rey mientras cientos de soldados miraban asustados... Un momento de terror antes de que el dragón extendiera sus alas.