Recibimiento diplomático
El castillo era una locura. Muebles moviéndose de lugar, tapices siendo sacudidos. Pesadas cortinas eran cambiadas, vajillas de plata duramente pulidas.
-Espero recuerdes tu deber para con tu pueblo, muchacho.
El rey había dado órdenes para que Irien fuera arreglado, lo mejor posible.
-Y tú, señalaba al hombre que arreglaba el corto cabello del muchacho, -esmerate en mejorar su apariencia.
El peluquero iba a responder algo en su defensa, pero Irien intervino para evitar que el hombre acabara siendo víctima de su déspota padre, -es solo un peluquero, majestad, si su aporte a mi apariencia no es de su agrado, le aseguro que es culpa de mi padre. El rey captó el insulto, y apretando el puño ya se adelantaba para azotar al muchacho.
-Vaya, veo que todo el castillo es un enorme alboroto, Irien suspiró aliviado mientras abría los ojos, a veces la llegada abrupta de Ferguein le favorecía salvándole de algún duro castigo.
Otras veces era solo el atizador.
El rey sonrió con amor, como nunca sonreía al ver a su propio hijo.
Irien apretó la mandíbula tratando de desviar su dramático pensamiento a otra cosa, antes de terminar llorando como una chiquilla.
-Sé que no puedo exigirte belleza pues toda le fue concedida a Ferguien, dijo el rey sin siquiera mirar a su hijo. Irien no respondió, ¿qué otra cosa podría responder sin terminar herido como siempre? Con la mandíbula tensa, Irien escuchó a Ferguein reír coqueta y burlonamente mientras tomaba de la mano al rey y lo guiaba como niño emocionado por los jardines, vendiéndole una flamante idea para recibir al rey Gibrain y a su extenso batallón.
Irien se miró al espejo y el peluquero, en un inaudito gesto, le sonrió con comprensión, -no siempre será así para usted, príncipe.
Irien miró sorprendido al peluquero cuyo rostro no mostraba emoción alguna. Irien se perdió en la imagen que le devolvía el espejo, una imagen del simple muchacho sin gracia, hostil y despreciado por su padre.
Su rostro juvenil se notaba endurecido, y sus ojos no brillaban con felicidad como los de Ferguein.
Irien se sentía estúpido envidiando a su primo, mientras que él era el heredero y a veces era tratado con indiferencia.
Al menos su primo era amado, deseado, hermoso, y era feliz teniendo al rey a su lado. Irien suspiró y miró por medio del espejo al peluquero, -si escuchas rumores de que no salió bien la noche, huye, mi padre no te dará tregua, el peluquero no se inmutó ante la advertencia, -si el rey Gibrain Desvasting es un hombre sabio, verá en usted a un aliado, un compañero y un complemento, si no de lo contrario usted huya, no tolere más agresiones, su madre le preparó para algo mejor que conformarse con ser una moneda de pago.
El hombre bajó la mirada de forma humilde, -le suplico me perdone majestad, fui un estúpido al hablar con tanta familiaridad.
Irien miraba a aquel hombre por el espejo, las densas lágrimas se amontonaban en sus ojos. Él era Irien Marts, heredero de las hadas, herencia que le había dado algunas buenas habilidades. Él era un hombre que sabía usar las armas, él era dueño de sí mismo.
Angus y Gibrain iban al frente de la gran comitiva, mientras los soldados abanderados sostenían las astas con la bandera del reino y los estandartes de dragones y leones.
-Vaya que si Gideon Marts es un hijo de puta, ambos hombres estudiaban los alrededores, los cuales se mostraban descuidados, con pobladores de todas las edades sucios y harapientos, -imagino que su heredero es también un pequeño bastardo desinteresado en su gente, acusó Gibrain, -tú fuiste a ver al rey, así que supongo escuchaste o investigaste algo del príncipe.
Angus observó entrecerrando los ojos la imponente imagen del castillo que se levantaba delante de ellos, -mira Gibrain, ese muchacho creo es víctima de su pendejo padre, Gibrain miró a Angus estudiándolo, hasta que meneo la cabeza en forma negativa, -no lo sé, he escuchado algunas historias sórdidas del rey, pero ¿tú qué sabes?, Angus se ajustó en la montura, -bueno, sé que Gideon sí se tira a su sobrino y eso es del dominio público en el reino, pero también se rumorea que si por el maldito rey fuera, ya hubiera matado a su hijo igual que lo hizo con la madre de este.
Gibrain miró con furia el castillo imponente y ostentoso que se mostraba como un recordatorio de que todo reino se construye sobre la espalda de un pueblo, y a veces este era aplastado.
El sonido de los cuernos de carnero, sonaron desde las torres atalayas.
-Hay que dejar que entre Devasting con su comitiva, después de todo son nuestros invitados, Gideon daba órdenes a su general.
Ferguein terminaba de arreglarse en sus aposentos, a diferencia de Irien, el soberbio Ferguein no necesitaba de mucho arreglo.
Sus rizos caían libres enmarcando su bello rostro.
Escogió una de sus mejores galas, pues estaría acompañando a su tío, -encárgate de que mis ropas estén perfumadas, ordenó con cierto desprecio en la voz al mismo peluquero que momentos antes había atendido al príncipe.
-como lo ordene mi señor. Para Ferguein el hombre no usó un título honorífico como con Irien. Un suave toque en la puerta les advirtió que la comitiva había entrado ya al castillo.
-Señor, su majestad le espera en el salón del rey.
Ferguein se colocó un poco más de perfume y se miró con vanidad en el espejo, pero no encontró algo que desaprobar.
-Ya voy, avisa al rey.
Los pasos prestos se escucharon detrás de la elaborada puerta.
Gibrain observó al rey que le esperaba en la entrada del castillo. El infame y famoso rey, ostentaba su mejor armadura, lo mismo que su ejército hacía gala de varias armas de largo alcance, Gibrain miró a Angus y ambos sonrieron de forma depredadora, -estúpido Marts, no sabe que estoy muy tentado a declarar finalizada la visita diplomática y ordenar un ataque. Angus soltó una carcajada nada educada, -bastardo huevos de acero, Gideon nos está observando en este momento y te atreves a decir algo así.
Gibrain sonrió relamiéndose los labios, -Voy a destruir su vida Angus. A eso he venido.
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