Larga vida al rey
Después de haber hecho el amor, Iriender se sentía confundido y lánguido, ¿qué se supone que un hombre debía hacer después de ser follado en su propia cama?, con torpeza e incomodidad, el joven hombre se levantó para lavarse, la punzada de dolor en el trasero le recordó lo que hizo minutos atrás.
—Yo iré por esponja y agua, Gibrain se levantó, desnudo en toda su gloria, Iriender no pudo evitar que sus ojos solamente vieran las esponjosas nalgas, rápidamente desvió la mirada cuando Gibrain se daba la vuelta con la jofaina y una tela.
—Ponte boca abajo ordenó Gibrain sin sonar delicado, Iriender obedeció. —Sentirás frío, sin dar tiempo a una respuesta Gibrain limpió el área con especial cuidado tanto en la herida que ahora sangraba un poco, Iriender estaba tenso, como si tuviese miedo, Gibrain suspiró frustrado pero no dijo nada.
Una vez limpios ambos hombres se acostaron en lo que se suponía era el lecho nupcial e iriender se durmió casi de inmediato, agotado por el ritmo del día , Gibrain al verle se vistió y se fue, dando un último vistazo a la cama, regresó y tapó al chico que ya estaba dormido. En silencio besó la coronilla y salió.
Los sirvientes del castillo acomodaban mesas, colocaban alfombras, ponían candelabros para la coronación de Iriender, ya era de noche, y Gibrain solo atinaba dar vueltas en la cama. El techo era interesante los primeros minutos, ahora no tenía sentido verlo durante más tiempo.
Frustrado salió al balcón, el aire fresco era relajante. Pero por mucho que quisiera, su mente no dejaba de recordar lo que su indiscreta boca había dicho.
Amor... Gibrain realmente no había amado a alguien a parte de sus padres, pero recordar a Iriender peleando, observando algo, recordar las marcas en su cuerpo, o la furia que destilaba en un combate, todo hacía que el rey dragón quisiera protegerlo.
Iriender era muy diferente a cada hombre o mujer con quienes estuvo.
Ahora había huido del joven rey como si de furiosos nativos se tratara, y se había refugiado en el salón de Giseon, nunca se había sentido tan asustado y tan cobarde.
Los nobles miembros de la corte de Gideon Marts estaban reunidos en el gran salón del rey. Iriender y Gibrain estaban sentados en los tronos,la silla del consorte parecía nueva, afortunadamente Gideon nunca osó sentar a Ferguein en ella, la roja y hermosa alfombra estaba extendida en el suelo, mientras el general de Saris llevaba en un ostentoso cojín, dos coronas. Una hermosa y ornamentada, y una más pequeña pero no menos lujosa.
La corte estaba expectante, pues si Ireiender coronaba a Gibrain, prácticamente unificaría los reinos, pero también el rey legítimo cambiaría a la corte e implementaría muchos cambios.
Las cornetas sonaron, fuera un hermoso dragón dorado rugió exhalando fuego, seguido de varios dragones. Iriender silencioso miraba por la ventana.
En todo el día no había visto ni hablado con Gibrain, sabía que las palabras dichas en la noche eran ciertas, sabía que podía confiar su vida y el reino a Gibrain, pero nunca había sido amado, nunca alguien vio en él lo que Gibrain veía.
De reojo Gibrain observaba a Iriender que distante miraba a la ventana. El rey dragón no deseaba poseer Saris si Iriender no lo amaba. Pero entendía que era difícil para Iriender creer en ese amor y para Gibrain aceptar que había dicho esas palabras.
—Rey Iriender de Leporen, señor de Saris, con esta corona reconocemos su legítima sucesión al trono, Iriender agachó la cabeza para que la pesada corona sea puesta.
—Con esta espada el señor de Saris, impartirá justicia, peleará y honrará su linaje, hecha para él, una hermosa espada bastarda, del tipo que era favorita de Iriender fue puesta en sus manos, con gallardía el rey Iriender se levantó, se colocó la espada y delante de una pequeña multitud tomó la pequeña corona que un paje le ofrecía. Gibrain miró intensamente a Iriender.
—No tienes que hacerlo, muchacho, dijo el rey dragón con un murmullo apenas audible solo por ellos dos, Iriender ignorando aquellas palabras colocó la corona el Gibrain y se dirigió a la corte, —una nueva era ha empezado, quiero que se corra la voz anunciando que en Saris, todo canal de magia recibirá asilo, todo descendiente de hadas será protegido y todo dragón será valorado mi palabra y la de el rey consorte Gibrain Devasting, señor de Almada deberá ser cuestionada cuando no hagamos algo para el bienestar de nuestros reinos.
Con esas palabras toda la corte estalló en aplausos y gritos. Aquellas caras oprimidas ahora mostraban verdadero júbilo.
La música alegre empezó a sonar, y la comida y bebida corrió como un feliz río, mientras miembros de la corte pasaban y juraban lealtad a los reyes, deseando toda bienaventuranza.
—Serás un buen rey, Gibrain en su seca manera dijo lo que pensaba.
—Gracias, Iriender no era mejor, no podía soportar estar cerca de Gibrain, quería tiempo para pensar, y con el temor de agravar más la situación, optó por levantarse y salir del lugar, dejando a su consorte solo.
Días habían pasado desde la coronación de los reyes y durante los días posteriores, el castillo fue visitado por reyes, nobles y gente de pueblos y reinos vecinos para desear bienestar a los nuevos monarcas, pero Iriender y Gibrain apenas si hablaban entre sí y cuando por fin lo hacían era como tomar una bomba y pedir a un bebé que la desactive, la tensión era muy fuerte, tanto que ya empezaba a afectar a los reyes y el reino se empezaba a cuestionar sino estarían preparándose para una nueva mala noticia.
Gibrain se sentía frustrado, así que en un intento desesperado mandó a un heraldo para que lleve una orden hasta Almada, pidiendo que Angus Orellana se presente junto con un grupo de los mejores hombres, para ayudar en las mejoras del reino y para que estos entrenen a los soldado algo rígidos en cuanto a las justas, torneos, batallas.
—El sistema de riego es difícil de implementar se quejó Iriender mientras observaba sobre polemistis a los soldados trabajar, Gibrain sonrió, el joven rey estaba rojo y traía las manos sucias, a pesar de que su herida no cerraba del todo, este se había negado a solamente dar órdenes sobre un caballo, Gibrain lo veía ahora en ese momento, como un hombre joven y trabajador que se arremangaba la camisola y trabajaba lado a lado con sus hombres .
—He enviado gente para que vayan hasta Almada por Angus y mis mejores hombres, ellos son expertos en hacer canales y en distribuir bien la localización de estos, encima de que facilitaran por mucho la tarea.
Iriender miró a Gibrain, mientras una mano hacía una visera para cubrir sus ojos del sol.
—Gracias, dijo Iriender apretando la mandíbula, de esa forma contenía todas las palabras que moría por decir a Gibrain... como que estuviera tranquilo, que él sabía que era amado por él, que no entendía el porqué de su reacción pero sentía su miedo.
Aunque para variar, solo hubo silencio entre ellos y nada más.
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