Campamento
Angus Orellana observaba a su rey dar órdenes, el fiel general y Gibrain Devasting habían crecido juntos, se conocían de toda una vida, así que por el semblante de su rey, este no estaba feliz.
-¿Qué coño te pasa?, Angus no se espantaba con la forma de mirar y hablar del rey.
-No me gusta la posición que está usando Gideon Marts, además que debemos llegar a Saris y no hemos recogido el botín, Gibrain observaba con ceño fruncido y distraído como los soldados a los que ladró órdenes estaban desperdigados como cucarachas después de ser fumigadas, todos tratando de obedecer.
-Tomaste rehenes, y tendremos que cargar con ellos, Angus no se inmutó con la queja de su rey, solo se encogió de hombros como si no tuviera importancia.
-¿Por qué aceptaste el compromiso con el príncipe de Saris?, Ambos hombres se miraron a los ojos, pero la sonrisa predadora de Gibrain salió a relucir.
-Porque quiero un reino, ya sea que me guste el heredero o no, yo tomaré ese reino.
Dando un paso adelante Gibrain hizo una seña a las enormes bestias que estaban atadas, -ordena que alguien les de comida a los dragones y ensilla a Calamity, ella me guiará por aire. Angus asintió y salió dispuesto a obedecer a su amigo y rey.
Los muchachos sucios y delgaduchos miraban asustados mientras estaban aglutinados en precarias jaulas de madera, su terror al rey devastador como era conocido Gibrain Devasting, se mostraba en sus casi infantiles rostros.
Entre todos los muchachos ninguno de ellos pasaba los veinte años, habiéndolos desde diez años el más joven.
-¡Tú!, Angus abrió la jaula y señaló al más pequeño de los muchachitos, haciendo que los demás lo vean como el mondadientes a punto de ser quebrado en los dientes gigantes del guerrero.
El pequeño con gran valor se irguió seguro hasta el soldado, -sí señor, Angus sonrió, el pequeño le recordaba a su hermanito muerto por una fiebre.
-¡Por favor no le haga daño!, suplicó uno de los muchachos que se interpuso entre el niño y Angus.
-Voy a hacer una deliciosa sopa de mugrosos mancebos, los chicos al fin inocentes lo creyeron.
_¡Angus, deja de molestar a la cena!, el grito del rey Devastador no hizo mas que asustar aún más a los pequeños, quienes temblaban y uno que otro lloraba.
-Tranquilos, Angus soltó una sonora risa, -ahora vamos muchacho, ayúdame a alimentar a los dragones, el confiado niño dio un paso dispuesto a seguir a Angus, pero fue jalado por el chico que había intervenido, el guerrero al sentir la resistencia volteó a ver encontrándose con los ojos del color de la rica miel, densa, clara y café. Angus no había prestado atención al mocoso que había intervenido antes.
-¡Por favor deje a mi hermano yo le puedo ayudar!, Angus miró de un muchacho a otro, mientras una jaula repleta de niños llorosos los observaban con terror.
-Vamos, pero si no haces lo que te digo, Angus cerró su mano llena de cicatrices en un puño el cual quedó frente al rostro del muchacho, -te daré una buena zurra.
El muchacho asintió y empujó a su hermanito con los demás chicos.
-Dale a ese un poco de agua y revisa que su grillete esté cerrado.
El muchacho rápidamente se movió hasta la enorme pata con grandes garras, -está cerrado señor, Angus acomodaba la montura del rey, -bien, ya hemos terminado.
Angus limpió sus manos en un mandil de gamuza atado a su cintura, mientras observaba el eficiente trabajo del muchacho.
-¿Cómo te llamas?, el chico acariciaba a un dragón que comía feliz un gran trozo de carne, por no decir cuatro vacas, -me llamo Vander, Angus se esforzaba por recordar que él estaba comprometido con Elaine, una chica del pueblo, pero le resultaba difícil si se quedaba mirando esos hermosos ojos.
-Bueno Vander, ahora eres mi ayudante.
Ni Angus ni Vander pudieron ver que les tocaría decidir sus futuros en algún momento.
Vander distraído seguía acariciando cariñosamente el costado del dragón, -si tan solo hubiera jinetes, Angus Orellana miró fijamente al chiquillo, mientras con un cuchillo mondador cortaba pequeños trozos de manzana, extendiendo un pedazo al chico que educado rechazó, -¿qué sabes de los jinetes?, Angus había aprendido a preguntar e investigar en todas las fuentes posibles, pues a veces la información estaba en donde menos lo imaginaba.
Vander suspiró, mientras seguía fascinado con la enorme criatura.
-solo sé que ya no hay jinetes, pero que un jinete enlazado es capaz de escuchar y comunicarse con su dragón e interpretar lo que sienten los demás.
También sé que las hadas eran quienes mejor los podían escuchar, pues sus habilidades eran excepcionales.
Angus asintió observando aquella mano, -si tan solo hubiera un jinete, solamente con uno será suficiente para que resurjan otros, pues... -Solo un jinete puede detectar a otro ,Vander sonriente completó la frase que Angus Orellana iba a decir.
El rey limpiaba su armadura, odiaba usar la pesada coraza y el casco, pero reconocía que gracias a eso, su vida había sido salvada muchas veces.
-Dile a los hombres que se preparen, vociferó Gibrain mientras se ponía de pie, Angus observó de lejos el camino que les llevaría hasta Saris.
-Nos llevará al menos un día Gibrain, hay que dejar descansar a los hombres.
Gibrain valoró el consejo de su amigo observando el campamento. Todos se hallaban cómodos, relajados y tranquilos, pero sus rostros se notaban cansados.
-Bien, pero mañana a primera hora partiremos sin retraso alguno, Angus sonrió satisfecho, y alegre fue a dar la noticia, mientras está era bien recibida. También dejó órdenes para que recogieran gran parte de sus cosas y así evitar retrasos matutinos.
Gibrain aprovechó esa elección para tomarse un descanso. Así que acomodó un fardo de paja y tendió sobre ella una manta.
Fue justo cuando su cuerpo cayó en ella, que se dio cuenta de lo cansado que se sentía.
Desde hacía un año que había empezado con las invasiones en los reinos más débiles o en conflicto, donde los reyes exterminaron hadas, jinetes y dragones, sintiendo verdadero pesar al entender que las enormes bestias podrían enfrentarse a una extinción como sucedió con los jinetes y las hadas decidió proteger a todos los dragones que rescató; y a pesar de que de él se decían infinidad de atrocidades, Gibrain no las desmentía, sino por el contrario, él mismo vociferaba algunas cosas que los invadidos deseaban escuchar.
Sin embargo Gibrain se justificaba diciendo que no era un santo y no pretendía serlo.
Si sus soldados o él desenvainaban la espada, demostraban que no era para cortarse la barba. Por eso era temido.
La desolación que quedaba después de su partida de algún lugar, solo era comparable con un digno campo de batalla.
Sus hombres eran leales, sus dragones eran sus armas intimidatorias, pero necesitaba a un verdadero jinete, ese que podía escuchar a un dragón y comunicarse con él.
Necesitaba a un jinete para que trajera equilibrio en la parvada de dragones y para que resurjan otros jinetes.
Pero los jinetes fueron asesinados de forma brutales, asegurándose cada rey, de que esa muerte sirviera para amedrentar a otros jinetes no descubiertos y eran muchos los reyes de los reinos invadidos que habían dado caza a hadas y jinetes por miedo a que estos se volvieran más poderosos que los reyes brutales que reinaban en casi todos los reinos, pues las posibilidades de encontrar uno eran miserables.
Estaba dispuesto a que uno de sus dragones fuera guardián de un jinete, si con eso aseguraba sus dominios en tierra y aire.
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