🔵La Mejor Actriz🔵
—¿Cómo haces para simular un sentimiento sí en en el momento no lo sientes de verdad?
El mundo del arte era nuevo para mí, pero como todo niño, no podía evitar emocionarme de sobremanera con algo tan admirable.
Mi madre, una actriz espléndida y talentosa, era mi mejor fuente de información. Ella estaba acomodando unos libros en uno de los estantes de la casa, se quedo mirando hacía el techo y calló un momento mientras pensaba. Cuando hacía eso me dejaba claro que no se trataba de una pregunta fácil de responder.
Finalmente, agarró un portaretratos de la misma estantería y lo observó con una ternura tal, como sí esta por si misma pudiera acariciar la imagen.
De pronto y sin previo aviso, una risa empezó a emerger en ascenso. Una risa tan malvada que parecía ingresar por los oídos y atravesar fugazmente por toda la columna vertebral, generando un intenso escalofrío. Su espalda se movía subitamente de arriba a abajo y su cuerpo parecía haberse enzanchado y jorobado todo al mismo tiempo. Su mirada se posó sobre mí y en vez de ver los ojos de mi madre, vi otros totalmente diferentes, unos totalmente indescifrables e inquietantes.
—Soy Gonavera, la señora calavera, la que te atrapa en primavera y te libera cuando nace la aloe vera
Mi madre se había convertido en una horrible y temible bruja en cuestión de segundos y sin disfraz alguno. Pero en cuanto dijo esa frase no pude evitar soltar una risa.
—Mamá, ese era papel de la tía Clara —reí tanto que parecía exagerado—. Tú tienes que ser Toño, el príncipe que nadie soñó, el que sale en otoño y ataca cuando los regalos ya tienen moños
—Es verdad, que cabeza la mía
Ella también río con aquella dulce risa que sonaba a cascabeles en navidad y lograba contagiar hasta al más señudo.
Yo me había olvidado de mi pregunta en ese momento, porque jugué con mi madre todo el día. Pero ella nunca me lo respondió.
A la noche, baje las escaleras luego de un buen tiempo de haberme acostado. Estaba en búsqueda de agua, ya que yo con la garganta reseca nunca podía dormir. Bajar las escaleras sin ruido y sin caerme en medio de toda la oscuridad era mi misión, una misión boba pero desafiante para un chico de cinco años. Cuando la superé, me fui en búsqueda de mi premio.
Pero la luz prendida en la cocina y un sonido debil pero constante me dejo tan solo al borde de la puerta. Ella estaba tirada sobre la mesa y una botella de vino a casi terminar le hacía compañía. Y algo que estaba sobre su mano en ese momento se resbaló de sus largos dedos y se estrelló contra el suelo. El sonido solido acompañado de un vidrio que se destruía en mil pedazos se escuchó como un grito en una habitación totalmente vacía.
Al principio pensé que había sido la botella de vidrio. Pero logre ver que lo que estaba en piso poseía una forma cuadrada y una superficie plateada con hermosos detalles romanos. Sin duda era era el marco que había agarrado ese día: ella y la tía clara de niñas con disfraces horribles. Una foto que hacía a reír a cualquiera, solía decir yo.
Mamá no se levantó para recogerlo, es más, parecía ni haberse enterado de lo sucedido. Supuse inocentemente que el sueño la había derrotado y decidí juntar aquel cuadro por mi cuenta.
Me acerqué y lo tomé sin cuidado alguno, pues sabía que aquel no pesaba nada. No obstante, al apretarlo con fuerza para que a mí no se me cayera al igual que mi madre, un frío doloroso se presentó en mi dedo pulgar. Solté instintivamente el marco, y di vuelta la mano para ver la parte en que sentí aquel frío. Y de una nueva línea que atravesaba mi dedo, se creaban ríos colorados que seguían su flujo por sobre mi muñeca y mi antebrazo.
Mi llanto era horrible y mi madre no pudo seguir durmiendo. Ella se acercó a mí lo más rápido que pudo y su mirada estaba inundada de desesperación, mientras su boca preguntaba lo que había hecho y yo permanecía allí sin poder explicar nada por el dolor. Pero por más que se notaba que buscaba ayudarme, sus pasos desequilibrados y su acción torpe no lograban hacer mucho. Tuve suerte de que mi papá, quien había vuelto tarde del trabajo por cubrir un choque ocurrido en gran escala en una ruta cerca de la ciudad, había llegado a tiempo para curar un último paciente: yo. Su accionar fue rápido y eficiente, y estuvo a punto de tener que volver al hospital porque pensaba que aún quedaba un pedazo de vidrio dentro del dedo. Por suerte no fue así.
Aquella noche no pude dormir porque el dolor del dedo no me dejaba en paz, tenía aún la boca reseca por no haber podido tomar agua y la discusión en la cocina se escuchaba mucho desde mi pieza.
Aquella fue la última y única vez que vi tomar a mi mamá. Desde ese día, no la había visto estar siquiera cerca de una gota de alcohol. Pero lo que más me sorprendió no es eso, sino que sin percatarme en el momento, ella me había respondido la pregunta durante todo el día.
Sin duda alguna, no había mejor actriz que mi madre.
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