
🔵Bajo El Reflector Parte 2🔵
Allí me encontraba, detrás del colegio llorando. Patetico por donde se mirara.
Tanto tiempo alejandome de aquello que tanto me hacía acordar a ella y creyéndome curado, cometí de nuevo el maldito error de volver. Ya no era tan fácil anular mis sentimientos y suponer que era alguien más.
Tan solo salí de ahí, agarré mi bici y me dirigí a casa.
(...)
Cuando abrí los ojos, la oscuridad ahogaba los colores en tonalidades grises, como si todo se lo hubiera consumido la tinta y sus bocetos.
No recordaba haberme acostado, pero tampoco recordaba el daño que podía hacerme volver a aquello. No pude evitar sentirme culpable. Seguro había dejado mal plantados a los chicos. Que pensaran los demás de mí me tenía sin cuidado, si después de todo siempre había sido un maniquí con muchas caras. Pero sí me importaba lo que pensaran ellos. Respiré y cerré con fuerza los ojos como si dicha acción lograra borrarlo todo.
Al saber que no podría volver a dormir, decidí ir al balcón de mí habitación. La luz empezaba a aclarar los colores mediante más me acercaba a la barandilla, pero no se podía distinguir más que tenues azules y rojos además de los grises, negros y blancos.
La noche era linda, no hacia calor, pero tampoco hacia frio, era perfecta a su manera. No estaba seguro de sí era que la humedad estaba pesada, o más bien esa pesadez no era nada exterior. Posiblemente lo último.
Alcé la cabeza para inundar los pulmones de la brisa tasiturna, intentando desintoxicarme de mi pesadez.
—La luna se ve más grande de lo normal —no se si dije eso por el sueño o por que sí, pero estiré como si pudiera hacerme con ella.
—¡No te tires!
Dos gritos se escucharon a mis espaldas y no paso ni un segundo que sentí como mi sintura era sujetada por un par de brazos. Ahora las voces se ocupaban de suplicar.
—¡Por favor no lo hagas! —suplicó Ash.
—¡Por favor no me dejes! —suplicó Koichi.
Al principio me quede inmóvil consternado por la situación. No obstante, no fue cuestión de esfuerzo entender como se sentían. Me di la vuelta y cambie los roles: ahora era yo quien abrazaba.
—Tranquilos, tranquilos, estoy bien
—¡No te tires por favor!¡Dejanos ayudarte!
—Jamás pensé en tirarme
—¡Mentira!¡Mentira!¡Mentira!
—Estabas intentando subirte al balcón —lloriqueó Koichi sin intención de soltarme.
—Enserio yo...
—¡No hagas eso jamás! Si te pasara algo yo... —La voz de Ash se encontraba destruida como él.
Los mire con cuatela y les removí un poco el pelo de la frente para poder darles un beso en aquella zona.
—Jamás los dejaría solos —les sonreí
Pero nada parecía apaciguar sus penas. Los abrazos eran cada vez más fuertes, mientras que las lágrimas de ambos permanecían constantes.
Fue cuestión de tiempo para que se convencieran de que no intentaría hacer alguna locura. El balcón había refrezcado un poco y más en el piso de madera en el que nos encontrábamos centrados. Curiosamente me pareció poder distinguir los tonos verdes y violetas a pesar de que la oscuridad era la misma que antes.
—Las estrellas brillan mucho esta noche —dijo Ash con la mirada perdida en el firmamento y ahogandoce subitamente en sus pensamientos.
—Las estrellas son lo más lindo de la noche —agregué
—Ryota...
—¿Sí?
—¿Puedo preguntar que te ocurre? —preguntó Koichi
—Si no te importa contarnos, yo también quiero saberlo; nos tienes preocupados —agregó Ash en ese momento sin quitarme los ojos a mí.
Mire hacia las estrellas y suspire tan profundo como mi alma había escarbado.
—Cuando era chiquito mi madre enseñaba en el teatro de la ciudad. era tan parecida al de su colegio—el mero recuerdo del lugar abrió una herida en la nostalgía—. El lugar del publico, el escenario, el gran telon rojo y aquellos reflectores calurosos.
Siempre me encantaba ir con mi mamá, siempre había muchas personas interpretando personajes de acción, drama, románticos y muchos otros. Ir ahí era como ver una película en vivo: las emociones, sensaciones y sentimientos que provocaban, se vivían en vivo y directo. Yo tenia una idola quien me inspiraba a seguir día a día y me impulsaba a querer ser como ella
—Tu madre —Inquirió Koichi
—Sí. Ella practicaba en casa día y noche. A veces era una princesa y a veces una sargento de guerra, pero siempre se adaptaba a cualquier papel que se le dieran. Muy a menudo practicaba con ella porque me parecía divertido y me hacía sentir feliz. Al parecer no era a el único que le gustaba aquello.
>>Cuando llegaba el día yo estaba en primera fila, las luces se apagaban, el gran telon rojo se abria y ahí estaba ella con el disfraz que le correspondía para hacer la obra. Verla arriba de ese gran escenario, era maravilloso, ella no solo hacia su papel, ella lo vivia, cuando subía al escenario no era una profesora de teatro ni siquiera mi propia madre: era una austronauta, un vaquero, un policia, ponía cuerpo y alma en cada una de sus obras.
>>A la corta edad de 5 años ya actuaba en alguna que otra obra suya. Al principio no era muy bueno, me equivocaba mucho y me olvidaba mis lineas, algo que claramente me ponía de muy mal humor pues quería ser como mi mamá, pero no le llegaba ni a los talones. Todos intentando animarme, me decian que solo era un niño, que era común y aún así eso me hacia ponerme más y más enfadado; yo quería alcanzar ya mismo a mi madre y transmitir lo mismo que transmitía ella cada vez que subía sobre el escenario. Sin importar qué, ella siempre me apoyaba y se tomaba el tiempo de ayudarme. Y así, a la edad de 13 años, participé en toda obra de teatro que pudiera. Como Julia dijo: la gente me venia a ver, me ovacionaban, hablan buenas cosas sobre mí; habia logrado transmitir lo que transmitía mi madre. Incluso decía que yo era aun mejor, aunque yo no sentía que fuera mejor, para mí, mi madre jamás seria superada por nadie; mi madre era invencible, inmortal —tragué saliva y me mordí la lengua—, o eso pensaba en awuel entonces
>>Cuando cumplí mis 16, recuerdo que me despertó llamandome de la cocina en donde estaban esperando para empezar a cantar el feliz cumpleaños. La idea era hacerlo mientras me traían la torta. Pero Mientras que mi madre traía la torta, la mesa le quedo demasiado lejos. Al salir el medico de aquella habitación, nos dijo que mi madre sufría de cáncer de corazón y el tiempo andaba con berrinches. Como si el vacío se lo llevara todo,
de la noche a la mañana mi madre dejo de ir a mis funciones; sus tratamientos, operaciones y dificultades para moverse le prohibían estar.
>>Un día de lluvia que me tocaba la ultima función de una obra, la cual era de un chico que soñaba con poder llegar a las estrellas, y es posible que no la conoscan porque la obra fue escrita por mi madre y no era tan conocida como guionista, pero era una bella obra de arte. Para ese entonces hacia lo mismo de siempre: terminar la obra e ir a visitar a mi madre. No obstante, esa vez fue distinto: ella había escapado del hospital para recorrer todo el camino sobre su silla de ruedas y bajo la intensa lluvia que caía ese día. Al enterarme quise llevarla inmediatamente de nuevo al hospital, pero me insistió tanto que accedí y convencí a todos para que la dejaran quedarse; después de haber pasado por tanto para llegar ahí no podía negarle que se quedara para ver la función.
>>Ella miró con sus ojos de cristal toda mi obra y yo no me limite, debía demostrarle a mi madre que estaba haciendo un gran trabajo aún en su ausencia. Es más, creo que aquella fue la obra que más logró enamorar al publico. Incluso grandes empresas me propusieron trabajar para ellos, pero en ese momento a mi solo me importaba que pensaba ella, quería saber si le había gustado. Al ir a su lugar le pregunte, pero su sonrisa fue su única y ultima respuesta —Pude notar las lagrimas que asomaban en los ojos de los gemelos—. A veces me pregunto: ¿Estuvo bien haberla dejado estar ahí?¿Cumplí sus espectativas?¿Le habrá gustado la obra?
Mi cuerpo temblo y mis lágrimas cayeron lentamente a mis mejillas, para luego ser absorbidas por el suelo de madera.
Sin previo aviso, sentí que nuevamente un par de brazos se enrrolaban al rededor de mi cuerpo.
—Lo siento por presionarte a que nos contaras algo que te hace sufrir tanto —se disculpó Koichi escondiendo su rostro en mi pecho.
—No pasa nada, son a los primeros que les cuento, porque son realmente importantes para mí
—Le encanto —murmuró Ash
—¿Qué?
—A ella le encanto, estoy seguro, ¿sabes por qué? Porque cuando te vi arriba de ese escenario produciste algo en mí que jamás había sentido
—Es cierto, no solo parecias un profecional, sino que tramitias cada sentimiento del personaje de una forma ten verdadera... sentía que queria ser como tú
—Sí, hasta por un segundo sentí que lo de la obra estaba pasando en realidad
—Chicos...
—¡Y que ni se te ocurra de pensar que lo haces mal! —Bramó Ash señudo y con una mirada lloroza y triste.
—¡Es cierto! Ahí parecias un profecional. Además solo leíste el guión una vez y lo hiciste a la perfección
—Ash... Koichi... —los mire a de una forma inexplicable, en donde la ternura y el amor se amasalgaron para hacer estallar mi corazón.
—Te ayudaremos a que vuelvas a actuar
—Esta estrella aun no se apago, no dejaremos que se apague, lo haremos...
Agarraron mi mano y me sonrieron.
—Juntos
Mi cuerpo se movió solo. Los atrapé en un nuevo abrazo que recibieron fuertemente.
Con ellos me sentía que podía contra todo, que nada me detendría. Quería que no se alejaran jamás de mi vida
—Los dejare dormir en mi cama, pero no se acostumbren —les advertí avergonzado.
—No te preocupes, volveré —declaró Koichi.
—Cuenta con eso —agregó Ash.
—Como quieran
Sonreí y deje que mis labios expresara lo que sentía por ellos y mis palabras no podían siquiera explicar.
A la mañana siguiente
—Vine a pedir disculpas. Le pedí a la profe que me diera el tiempo y el espacio para disculparme. Ayer luego de actuar salí corriendo de aquí y quería aclarar que no sufro panico escénico y que tampoco me pasó nada malo, solo recordé algo que me había ocurrido hace tiempo y fue la razón por la que deje el teatro. Y para serles franco ayer no me sentía nada bien. Sin embargo, dos personas muy importantes para mí me ayudaron a entender que no estaba todo perdido, y me dieron el valor para seguir adelante con aquel sueño que había abandonado. Después de todo, las palabras de mi madre siempre fueron: "La obra debe continuar", así que les pido de rodillas que me perdonen por lo de ayer y que sean buenos conmigo, porque decidí pedirle a Julia el papel principal de la obra. Les juro que los ayudare como pueda y si trabajamos juntos sé que podremos dar una función que no olvidaran en su vida.
Viendo el panorama anterior esperaba al menos un buchoneo, una risita o tan solo el silencio, pero grata fue mi sorpresa al ver como todos se acercaron a mí y me empezaban a apoyar y a elogearme por la actuación del otro día. Mientras ocurría eso, los gemelos alejaban a todo aquel que se me pegara mucho. Hasta sus celos eran tiernos.
Y así sin más empezaron los ensayos para fin de año de la secundaria Triunfo. Me aseguré que lograriamos que esa obra sea un éxito rotundo y que no lo olvidarían por el resto de su vida. No pensaba fallarles.
Y en cambio a mi... LA OBRA DEBÍA CONTINUAR.
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