CAPÍTULO 2
Esta vez su tío se pasó de la raya, ya hacía meses que no tomaba, que no se emborrachaba debido a su problema de diabetes, pero es una persona que no entiende que tiene una enfermedad que podría acabar con su vida si no se cuida.
Otra vez se encontraba Addam sentado, al lado, en la ambulancia rumbo al hospital. Estaba cansado de esa situación, no es la primera vez que pasa y estaba seguro que no sería la última. Su tío se hace cargo de él desde que tenía nueve años. Al principio fue porque a sus padres les tocaba viajar por trabajo, pero en uno de sus tantos viajes de negocios, su madre se enteró que su esposo la engañaba con las muchachas de los hoteles en donde se hospedaban.
Esta situación traía problemas en casa, donde un pequeño Addam quedaba en medio. No le hacía bien que su madre ni se preocupara por hacerle de comer, o que cómo va en sus estudios. Su tío, cansado de ver deprimido a su sobrino, decidió llevárselo a su casa. Situación que no le interesó a su madre, la cual solo quería estar sola en su habitación sin interrupción de nadie.
Sus padres no se separaron, al contrario, seguían viviendo en la casa como si fuera una familia normal. Esto lo hacían para quedar bien ante amigos y familia, la posición de estatus era muy importante en su trabajo, por lo que no podrían permitirse quedar mal o dar de qué hablar.
—Hijo, todo estará bien, ¿si? —le aseguraba con una media sonrisa aquel hombre postrado en la camilla de la ambulancia. Addam sonrió en respuesta.
No era la primera vez que su tío decía esas palabras, ya las dijo unos meses atrás cuando lo trasladaron de urgencia por una borrachera.
Una vez que ingresaron al hospital, a su tío lo pasaron a una nueva camilla para ser trasladado a una sala para que lo atienda el médico. Recorrieron un largo pasillo, pero antes de que giraran hacia otro, Addam se volvió unos pasos porque se le había caído la remera de su tío, la cual estaba manchada con sangre.
En el momento que levanta la mirada y pretende continuar por su camino, una joven pelirroja choca contra él, nada grave, solo fue un sutil empujón, pero eso no quita el hecho que la situación lo incomodó. Apenas pudo mirarla, ni siquiera le pasó por la mente disculparse, ya que estaba más concentrado en llegar con su tío que lidiar con una niña que no sabe caminar.
Llegando a donde estaba su tío, una médica se acercó para comunicarle que se encontraba estable. Trataron de explicarle el tratamiento que debía seguir, pero Addam no les prestó mucha atención. Después de todo, su tío no haría ningún tratamiento, entonces sería en vano que lo escuchara, ¿no?
—Sí, trataré de convencerlo. —Mintió.
Los médicos, no muy convencidos con su respuesta, le avisaron al camillero que lo lleve a la sala común una vez termine de bajarle el suero. Addam se quedó pensativo, no podía creer que fuera la segunda vez en un año que terminaba de esta manera su tío; recordaba que antes no era así, antes él era su héroe, alguien a quien admirar, pero el vicio lo llamó y no pudo cortarle.
Entrando en esa sala, notó una cabellera roja sentada a la par de una señora. La reconoció al instante, era la misma chica con que se chocó una hora antes. Dejó de mirarla para concentrarse en lo que los médicos querían que hiciera su tío. Él sabía a la perfección que no seguiría ninguna indicación o, a lo sumo, sólo lo haría una semana, ya que después de ese tiempo decía que se sentía mejor para volver a sus vicios.
Al volver la vista a la doctora, notó que terminó de hablar y ni siquiera le prestó atención, así que solo asintió con la cabeza y se sentó junto a la camilla de su tío. Aunque quisiera estar enfocado en lo que pasa ahora, su instinto le hacía mirar nuevamente hacia aquella rara chica de cabello colorado.
Holly estaba sumida en sus pensamientos, intentando encontrar una manera de acercarse a él, y así cometer su misión de sacarle una sonrisa. Addam mantuvo su mirada en ella por un buen tiempo, hasta que la susodicha se dio cuenta.
–¿Tengo algo en la cara? –preguntó Holly. Luego de parpadear y darse cuenta que la había mirado más de la cuenta, solo se atrevió a decir una palabra.
–No –dijo mientras cortaba todo contacto visual con la chica.
Si bien no es de muchas palabras, no le gustaba mucho el tema de iniciar una conversación, para lo cual era malísimo. Así que trató de concentrarse en su familiar que estaba dormido gracias a los medicamentos que tuvieron que ponerle para aliviarlo.
Addam lo miraba con tristeza, sabía que él no era así, que había algo detrás de esto. No quería ni pensar en la posibilidad de que podría perder a la única persona que lo hace feliz, que lo entendía y que lo aconsejaba como un padre.
–Tienes que ser fuerte –dijo en un susurro casi inaudible.
Para la mala suerte de él, los doctores le avisaron que su tío debería pasar más días en el hospital, ya que debían realizarle más estudios para asegurarse que no tuviera otra cosa por la cual alarmarse. Si bien Addam odiaba los hospitales, porque le traían malos recuerdos, se quedaría sólo por su tío, esperando que todo saliera bien y pudieran volver a casa.
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