El principio de nuestro fin
Algún tiempo atrás, en la noche que se conocieron.
Las luces brillantes de la ciudad de las Vegas, así como el ruido, risas y el sonido característico de las máquinas de juego, llenan cada lugar al que voy. Parece que aquí no hay un solo momento de tranquilidad, por algo le llaman la ciudad del pecado. El vestido blanco que Alisson escogió para mí se pega a mi cuerpo como una segunda piel, ella no me dejó escoger mi normalmente ropa negra. No puedo evitarlo, me gusta el color negro. Me reclino en el bar al que hemos venido para celebrar la despedida de soltera de mi prima Raquel, hermana mayor de Julia. No quería venir, pero estamos aquí porque, sea como sea, Raquel es familia, a pesar de que se acostó con el novio de su hermana mientras ella estaba en Londres y tanto ella como, Saúl, rompieron el corazón de la pobre Julia.
—¿Te puedo invitar una copa? —me pregunta alguien a mi lado.
Me giro para mirar a Harry Hessel, el primo del novio. Él me sonríe y pasa una mano por su cabello y sus ojos grises tienen un brillo travieso, aquel brillo me recuerda a alguien más, pero aparto aquel pensamiento. Ahora no es momento de pensar en él.
—Yo puedo pagar mis propias bebidas, gracias — le digo y me giro.
Escucho su risa, pero puedo ver por el rabillo de mi ojo que él sigue de pie a mi lado.
¿Por qué no se va?
—¿Siempre estás así de enojada o es solo en mi presencia?
El barman me da mi bebida y le agradezco antes de girarme y volver a fijar mis ojos verdes en Harry Hessel. Aquel hombre que conocí hace solo unas horas y cuyo mayor objetivo en este viaje parece ser molestarme y hacerme enojar.
—Soy así con todos, no eres tan importante como para darte un trato especial.
Él se vuelve a reír. Si algo he aprendido sobre Harry Hessel en estas pocas horas en que lo he conocido es que siempre está de buen humor, igual a su hermana Sadie y que siempre está bromeando, igual a su hermano Damián.
Los hermanos Hessel parecen disfrutar de las bromas.
—Vaya golpe a mi ego —me responde él.
Lo veo llevar una mano a su pecho y fingir estar dolido por mis palabras, yo solo resoplo y le doy un sorbo a mi bebida ignorando lo que él hace. Veo que mis primas ya están en una mesa, Alisson, su hermana mayor Sara, Willa y la hermana menor de Harry, Sadie y en otra mesa está Raquel, su prometido, Saúl y Naomi, otra prima y quien es la dama de honor de Raquel. Pero no veo a Julia por ningún lado.
—¿Por causalidad viste a Julia? —le pregunto a Harry.
Él se acerca un poco más hacia mí, invadiendo de manera descarada mi espacio personal y susurra en mi oído.
—Damián le invitó una copa, se quedaron en el bar del hotel.
Me alejo de él para ver si me está mintiendo y para mi sorpresa creo que me dice la verdad.
¿Desde cuándo, Julia acepta bebidas de hombres que acaba de conocer? Este vieje la debe estar afectando mucho más de lo que ella demuestra y no puedo evitar sentirme preocupada por ella.
—Si tu hermano atesora su vida, será mejor para él que no lastime a mi prima —le advierto a Harry —. Porque si lo hace, si esta noche donde ella se siente mal, él dice algo incorrecto, lo voy a castrar.
Harry Hessel, estudia mi rostro y yo le haga una seña de cortar algo, a lo que él traga saliva y asiente un par de veces.
—Creo que hacen una gran pareja —me dice él —. Y no lo digo solo porque es mi hermano, pero Damián es un caballero, no la va a lastimar.
—Solo espero que no sea como el imbécil de tu primo. ¿Acaso ustedes son igual de infieles que Saúl?
Inclino mi cabeza un poco mientras lo miro a los ojos esperando su respuesta, él se pone serio y creo que es la primera vez que lo veo así desde que lo conocí.
—Jamás.
Es todo lo que Harry me dice y hay algo en el tono en que él lo dice o en la seriedad de su rostro que me hace creerle.
Y entonces me encuentro estudiando su rostro y a él, me doy cuenta de que es del tipo romántico y soñador, del tipo que cantaría frente a una multitud para declarar su amor, es el tipo de hombre que se pondría un radio sobre la cabeza solo para decirle a la persona que él ama, lo mucho que significa para él. Es el tipo de hombres que, de alguna manera, ya sea para bien o para mal, dejan huella.
Hay que tener cuidado con Harry Hessel —me advierte mi mente.
Es peligroso porque sé que la huella que pueda dejar Harry Hessel será muy difícil o casi imposible de borrar cuando él se vaya y sé que se irá, todos al final de una u otra forma se van.
—Oye, estás aquí, vamos a la mesa para poder ordenar algo, el menú está exquisito —me dice Willa sacándome de mis pensamientos.
Ella le hace una seña a Harry para que nos siga y los tres nos dirigimos a la mesa.
Cuando terminamos de comer, nos dirigimos al bar donde se va a celebrar la despedida. Willa es la más emocionada y mira el lugar como un niño mira los juguetes la mañana de Navidad.
—¿Quieres apostar? —me pregunta Harry sacándome de mis pensamientos. —¿O acaso tienes miedo?
Con su mentón señala las mesas de apuestas y veo lo que está intentando hacer. Me está provocando con sus palabras y gestos.
Cuando yo no respondo él sigue hablando sobre lo bueno que es en las apuestas y no se detiene, me cuenta la primera vez que vino a las Vegas, como aprendió a jugar póker y como siempre juega para ganar.
—Si acepto apostar contra ti, ¿dejarías de hablar? Porque si es así, entonces acepto.
Él se ríe y se para delante de mí y extiende su mano en mi dirección.
—Es hora de las apuestas —dice él con mucha emoción.
Le sonrío y no voy a negar que me siento un poco contagiada por su buen humor.
—Bien, H al cuadrado, veamos que tienes.
Suelto su mano y él se ríe mientras empezamos a caminar hacia las mesas de póker.
—¿Cómo me acabas de llamar?
—Eres Harry Hessel, o sea, H al cuadrado.
Él me guiña un ojo.
—Pero solo para ti, Nicole Sullivan.
Al ver la forma en que me sonríe entiendo que esta será una noche muy larga.
—¡Sí! Apostemos, chicas contra chicos —dice Willa mientras se une a nosotros.
Veo cómo ella reúne a los demás y empieza a organizar las apuestas.
—No hay suficientes hombres, Willa —le dice Allison, su hermana.
Willa deja caer sus hombros de forma dramática y mira alrededor.
—Tienes razón, el único hombre que veo aquí es Harry —dice ella mirando con una sonrisa a Saúl.
—Willa...—comienza Raquel, pero Willa no la deja terminar lo que sea que ella pensaba decir
—. Seamos claros, Raquel, no estamos aquí porque disfrutemos y estemos felices por ti y el infiel de Saul, vinimos porque así es nuestra familia. Tú mejor que nadie deberías saberlo, entender que fingimos que todo está bien y dejamos pasar los problemas, pero la realidad es que ninguna de nosotras quería estar aquí y mucho menos nos comemos tu teatro de la pareja del año.
La tensión creada por las duras, pero muy acertadas palabras de Willa hacia Raquel, puede palparse en el aire con mucha facilidad.
—¿Por qué no olvidamos la razón por la que estamos aquí y disfrutamos del lugar? —nos pregunta Sadie, la hermana menor de Harry y Damián, como una forma de aligerar la situación—. Podríamos hacer esto aún más interesante.
—¿Cómo vendarnos los ojos, dar un par de vueltas y escoger un juego de mesa al azar y apostarlo todo?
—No creo que Sadie, se refiriera a eso Willa. ¿Por qué no podemos ser normales?
—Dime, ¿cuándo nosotras hemos sido normales? —contrataca Willa a mi pregunta.
A pesar de que Harry prometió no hablar, él no cumple su promesa y sigue hablando mientras damos vueltas por diferentes juegos de mesa, su voz hace casi imposible el que yo me pueda concentrar en los juegos.
—¿Sabes una cosa, Nicole Sullivan? Vi eso.
—No sé a qué te refieres, Harry.
Miro cómo él pone los dados frente a mis labios para que yo sople sobre ellos, pero yo solo pongo los ojos en blanco y empujo su mano.
Se ríe en mi dirección antes de lanzar los dados.
—Me diste una mirada con ojos lujuriosos.
—Espera. ¿Qué? Por supuesto que no hice eso, claramente estás delirando o el alcohol está nublando tus sentidos.
—No tiene sentido negarlo, Nicole, yo sé lo que vi y debo decirte que me siento alagado. Pero dime una cosa, ¿te gustó lo que viste? Porque a mí definitivamente me gusta lo que veo.
—Harry, cállate.
Pero obviamente él no guarda silencio.
—Ya saben lo que dicen, entre más lo niegas, más lo deseas.
Golpeo su hombro y él se ríe mientras caminamos hacia las máquinas tragamonedas, que en lo personal detesto mucho, porque son muy bulliciosas y brillantes.
Harry me sigue contando más sobre él y sin darme cuenta, le empiezo a contra sobre mí.
—Tengo un hermano mellizo, Ander, es biofísico y ambos trabajamos en Golden Lab.
Veo cómo Harry tira los dados sobre la mesa frente a mí, pero casi sin prestar atención a lo que está haciendo. Es casi insultante que, a pesar de que él está distraído, me está ganando, si Ander estuviera aquí se estaría riendo de mí. Agradezco aquella investigación por la que no pudo venir,
A veces él, al igual que yo, ponemos el trabajo ante todo. Willa, me dice que no tengo una vida y que estoy casada con mi trabajo, pero a mí me gusta mi trabajo. Desde que era pequeña supe que quería ser científica, sabía que era cuestión de tiempo hasta encontrar por cuál rama de la ciencia me inclinaría y al final ganó la Microbiología.
—Entonces ambos son genios —me dice Harry con algo de asombro—. La ciencia nunca fue mi fuerte.
—Es normal en mi familia. Todas somos inteligentes. Ser inteligente en familia no es nada asombroso.
Igual lo era mi abuela, fue ella quien nos inculcó el amor por la ciencia y la astronomía. Los veranos que pasaba con ella y con el abuelo eran los mejores, no me sentía sola o como un bicho raro, podía hablar por horas y horas sobre ciencia y el abuelo no se cansaba de escucharme.
Ellos me alentaban en mis experimentos e incluso me regalaron mi primer microscopio cuando empecé a estudiar los insectos.
—¿Qué hay de Raquel y Julia?
—Raquel nunca compartió nuestro amor por la ciencia, ella es más amante de los números. Pero Julia, bueno, ella es mucho más inteligente de lo que aparenta.
Julia estudió astrofísica porque quería ser como nuestra abuela, a ella le afectó mucho cuando la abuela murió y trató de honrar su memoria de aquella manera, pero tiempo después entendió que no puede vivir su vida igual que los demás lo hicieron, que ella debe seguir sus propios sueños y hacer aquello que quiere y que eso no está mal, es ahí cuando decidió estudiar literatura y fue una buena decisión, es feliz en eso, todos lo podemos ver.
—Tus padres deben estar orgullosos de ti —me dice él mientras caminamos al bar por algunas bebidas.
Sé que la mueca en mi cara no pasa desapercibida para él, pero Harry no pregunta sobre eso y deja pasar el tema, algo que agradezco.
No quiero hablar sobre mis problemas paternos ahora o decirle que no sé si mi madre está orgullosa porque ella nos abandonó cuando aún éramos bebés. Que jamás he visto su cara o he escuchado algo sobre ella como para saber si estaría orgullosa, aunque yo lo dudo, ni siquiera le importamos un poco como para quedarse, mucho menos creo que le va a importar que hacemos con nuestras vidas.
Papá es otra historia.
Mi teléfono empieza a sonar en ese momento. Sonrío cuando veo el nombre en la pantalla. Me disculpo con Harry y me alejo para poder contestar.
—Dr. Avery ¿A qué debo el honor de su llamada?
El doctor Gabriel Avery es el director de Golden Lab, es mi jefe, pero también un buen amigo. Las cosas no han sido fáciles para él este último año. Hace más de un año, Gabriel sufrió un accidente automovilístico junto a su hermano, que en ese tiempo era director de los laboratorios, y su cuñada, que también trabajaba ahí. Su hermano y su cuñada fallecieron en el accidente y él quedó en silla de ruedas, un cambio que le afectó mucho
—Bueno, mi hermosa Dra. Sullivan, me gustaría saber, ¿cómo puedo lidiar con su hermano en su he estado de embriaguez?
Puedo escuchar el característico sonido de la silla de ruedas eléctrica de Gabriel. Incluso creo que puedo verlo sentado en aquella silla, pasando una mano por su cabello, mientras que con la otra sostiene su teléfono.
—¿Qué pasó? Se supone que ambos estaban trabajando en una investigación muy importante ¿Cómo esa investigación llevó Ander a emborracharse?
Gabriel se ríe y cierro los ojos para imaginar las arrugas que se forman alrededor de sus ojos cuando él sonríe o se ríe, es algo que no sucede a menudo, al menos no con los demás y de manera genuina.
A los demás él suele dar aquella sonrisa estudiada de jefe amigable, pero muy pocos reciben sus sonrisas genuinas.
—Yo estaba trabajando en mi laboratorio cuando recibí una llamada de tu hermano. Estaba en un bar y muy borracho, la razón de su embriaguez la desconozco, pero creo que nos podemos hacer una idea. Ahora me gustaría saber si tienes algún manual que me ayude a lidiar con él.
—¿Por qué crees que tengo un manual? Crees que solo porque mi padre es alcohólico, eso me hace experta en lidiar con borrachos ¿Verdad?
No hay reproches en mi voz, lo digo en son de broma y él lo sabe, no tengo que ocultar que mi padre es alcohólico o pretender que familia es perfecta, no después de aquella vez cuando Gabriel, antes que sufriera aquel accidente de auto, me llevó a mi apartamento y mi padre estaba ahí, esperando por mí para que le consiga más alcohol, aunque nos había prometido que ya no iba a tomar más. Cuando yo le dije que no, él se enfadó conmigo y me golpeó para después tirarme un par de llaves que no sé de dónde salieron.
Gabriel me defendió de mi padre esa noche, aunque no tenía que hacerlo, no es como si eso no hubiera sucedido antes, ha pasado más veces de las que me siento cómoda admitiendo y sé cómo manejar a mi padre en aquella situación, después de todo es en la única situación que él me dirige la palabra.
Al ser casi idéntica a mi madre o eso es lo que me dicen, es difícil para mi padre mirarme o lidiar conmigo en general.
—En realidad estaba pensando en escribir un manual —le digo a Gabriel—. Pero no necesitas exactamente un manual con Ander, solo no dejes que se ahogue con su propio vómito y no permitas que haga algo vergonzoso como llamar a su ex.
—No ahogarse, ni llamadas vergonzosas, lo tengo. Mira, ese podría ser el título del primer capítulo de tu manual para borrachos.
El famoso Dr. Gabriel Avery había derrumbado con tanta facilidad mis barreras, así como derrumbe las suyas, aunque ninguno de los dos tenía ganas o intención de dejar caer las barreras, fue algo que solo sucedió. Ambos encontramos tranquilidad en nuestra mutua compañía y amor por la ciencia, ambos teníamos problemas paternos con los que nos sentíamos identificados y a veces éramos personas difíciles y amantes del trabajo.
Y con el tiempo ambos nos encontramos compartiendo cosas personales con el otro y así, después de una copa en un día difícil, nos hicimos amigos.
—¿Dónde estás? —me pregunta.
Me giro alrededor del lugar y por una fracción de momento mi mirada se encuentra con los ojos grises de Harry Hessel que me miran con curiosidad, cuando me ve levanta su vaso en mi dirección y yo aparto la mirada.
—Apostando y bebiendo, algo típico en las Vegas.
Él se ríe y me encuentro extrañando su compañía, extrañando su presencia tranquilizadora. No debería ser así, no después que él dejó bastante claro que no siente lo mismo por mí. Pero no puedo pensar de forma racional cuando se trata de él, me siento un poco como una polilla atraída por una llama. Una llama que sé que podría consumirme y no solo a mí, aquella llama podría consumir todos mis pensamientos y sueños, consumirme hasta que no quede nada de mí y soy consciente del peligro que corro al acercarme aquella llama, pero necesito su calor, quiero aquel calor que desprende aquella llama.
Y el deseo solo crece, va en aumento cada vez que lo veo y no puedo detenerlo.
—Apuesta un par de dólares en mi nombre.
—Y tú cuida a mi hermano por mí, Gabriel.
—Yo haré cualquier cosa por ti, Nicole.
Menos corresponder mis sentimientos, quiero decirle, pero no lo hago, él hace un esfuerzo por mantener las cosas normales entre los dos a pesar de mi confesión hace casi un mes.
Jamás debí confesar mis sentimientos por él, pero me había alegrado lo suficiente de haber encontrado a alguien en quien confiar, alguien que me entendía y que sabía cómo hacerme sentir mejor cuando estaba molesta, alguien que compartía mi humor negro y comentarios sarcásticos.
Me había alegrado tanto que no noté los sentimientos que se habían estado desarrollando, los sentimientos que podrían haber estado allí desde siempre y solo hasta esa noche fui consciente, hasta aquella noche donde él me encontró mirando sobre mi microscopio en el laboratorio, cuando todos ya se habían ido y me invitó a tomar una copa. Pero sé que no fue solo deseo o el hecho que él me entendía, que me escuchaba y me desafiaba, fue más que eso y lo sé.
—Buenas noches, Gabriel.
—Buenas noches, Nicole.
Cierro la llamada y sostengo el teléfono entre mis manos mientras camino de regreso hacia Harry. Lo veo leyendo algo mientras mantiene su cuerpo ligeramente recostado sobre la barra y un trago frente a él.
Está leyendo con mucho interés, tanto así que no nota mi presencia a su lado o que el barman a colocado una bebida frente a él.
—¿Qué estás leyendo?
Veo que él mantiene su cuerpo ligeramente recostado sobre la barra mientras levanta la mirada en mi dirección y una gran y genuina sonrisa aparece en su rostro antes de levantar el folleto que sostiene en su mano en mi dirección.
—Aquí dice que las estrellas se han alineado esta noche.
Él me señala algo en el folleto, exactamente la parte que ha llamado su atención y estaba leyendo hace un momento.
—Eso no es posible, las estrellas no se alinean, Harry al cuadrado.
Es así, las estrellas no se alinean, por el contrario, siempre siguen sus órbitas indiferentes y distantes, y más bien se mantienen alejados cuanto más pueden para así evitar un cataclismo.
—Lo hacen, aquí mismo dice. Tú y yo nos conocimos una noche donde las estrellas se alinearon. ¿No es eso fantástico, Nicole Sullivan?
No puedo evitar sonreír un poco ante su entusiasmo, a pesar de que él claramente se equivoca, su emoción por un hecho ficticio, es contagioso.
—No, Harry, eso solo demuestra lo poco que sabes sobre astronomía.
Me mira con un extraño brillo en su mirada.
—¿Sabes una cosa? Te iba a contar un chiste sobre el sodio, pero con esa actitud, Na.
—¿En serio? Chistes sobre ciencia, qué original. Para tu información, no me causan gracia aquellos chistes absurdos, así que pierdes tu tiempo.
—Un día, Nicole Sullivan, te voy a hacer reír con un chiste sobre ciencia, ya verás. Ese día llegará y, cuando eso suceda, me mirarás a los ojos y me dirás lo perdidamente enamorada que estás de mí.
—Y después despertarás de tu sueño, porque eso jamás sucederá, Harry al cuadrado.
Se ríe y yo muerdo el interior de mi mejilla para no secundar su risa.
—Bueno, las estrellas se han alienado esta noche, así que cualquier cosa es posible.
Ese fue el principio de mi fin.
El principio de nuestro fin.
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