La ciudad del pecado
Las manos de Nicole sostienen mi brazo y Willa está parada frente a mí moviendo sus cejas de arriba abajo. Alisson les dice que vayan con calma y yo las miro confundida sin entender sobre que están hablando.
—¿Qué está pasando entre tú y Damián Hessel? —me pregunta Nicole en un tono inocente.
Miro hacia dónde él está ahora, platicando con una mujer de mi edad que asumo es su hermana y un hombre de la edad de Alisson que debe ser su hermano, aunque en este momento no logro recordar sus nombres.
—Nada —me limito a responder.
Nicole suelta mi brazo y se para frente a mí con las manos en la cintura.
—Te fuiste por mucho tiempo y cuando regresas vienes con él y todas vimos que te dijo algo que te dejó helada.
—Yo soy helada —le respondo mientras pongo mis manos frías contra sus mejillas —. No pasó nada. Me conoces, ¿verdad? Sabes que no está pasando nada.
Al menos no realmente, aquello fue algo de una sola noche, un pequeño lapsus brutos por la fiesta de compromiso y el tener que estar ahí. Fue algo de una noche y es algo que no volverá a suceder.
—En serio no pasa nada.
Es el momento de abordar y camino junto a Alisson.
—Tienes las manos heladas y puede que los pies también, pero no siempre fuiste así, Julia —me dice Alisson.
Ella tiene razón, no siempre fui de esa manera, cuando era pequeña, yo creía en la magia y en la calidez de un abrazo, en la calidez de unas palabras de afecto y en como pequeños gestos podían calentar el alma. Mi abuela solía bromear diciendo que mis manos y pies son fríos, pero mis sonrisas son cálidas, sus palabras me hacían sonreír. Las manos de mi abuela también eran frías y ella solía juntar sus manos y moverlas contra las mías para calentar nuestras manos. Me gustaba pasar tiempo con mi abuela, yo no era alguien sociable o buena haciendo amigos, entonces solía pasar mi tiempo libre con mis abuelos. Aunque cuando era niña no alejaba a las personas de la manera en que lo hago ahora. Tal vez porque había calidez dentro de mí y las personas no sentían que se congelaban a mi alrededor.
No sé en qué momento sucedió o cuál fue el detonante que apagó toda calidez en mí, solo sé que desperté un día y estaba luchando contra el frío que había en mi interior sin comprender lo que había cambiado. Tal vez fue la muerte de mis abuelos lo que empezó todo, lo que me hizo empezar alejarme de los demás y perder poco a poco toda calidez dentro de mí. Tal vez eran las palabras de mi mamá o el trato frío de mi padre. Quizás fue un poco de todo, quien sabe, solo sé que yo me estaba congelando por dentro y no tenía a nadie a quien culpar.
¿Qué tanto frío puede tolerar una persona?
Hace frío ahora, pero yo ya no lo noto. Yo estoy helada, todo mi cuerpo es un cubo de hielo. La gente se congela a mi alrededor, no se acercan demasiado por miedo a ser congelados. Mamá dice que yo robo la calidez de los demás para tratar de calentar mi alma. Mi madre es cruel a veces, pero yo jamás le dejo ver como sus palabras me lastiman. Mi padre no es cruel o cariñoso, solo indiferente. A veces también puede ser algo frío y es algo que tenemos en común. Pero mi padre es solo frío por momentos y yo lo soy todo el tiempo o eso es lo que dicen. Raquel es otra historia, ella siempre fue el sol que iluminaba la vida de mis padres, sus palabras, no las mías. Ella siempre fue buena tratando con las personas y las personas se sienten cómodas a su alrededor, es algo caprichosa, pero nunca fue cruel conmigo o no de una forma que yo no pudiera manejar, solía molestarme sobre las emociones y como yo me alejo de ellas porque son complicadas, pero es algo a lo que estaba acostumbrada, no me molestaba realmente. No nos llevamos bien, tenemos nuestras diferencias, pero nada del otro mundo hasta ahora. Ahora hay un enorme abismo que nos separa. La miro y trato de entender por qué si podía tener a cualquiera tenía que querer justo al hombre que yo quería.
Willa me sujeta del brazo mientras caminamos lejos del avión y ella me aleja de mis pensamientos. Frente a nosotros camina Raquel, su cabello de un castaño muy oscuro cae por su espalda desnuda, el vestido que utiliza solo tiene un par de correas en la espalda. Ella es igual de delgada que yo, ambas tenemos piernas largas y cintura pequeña. Nuestras facciones son finas y delicadas, ella tiene los ojos marrones oscuros iguales a los de mi padre, algo que me resulta un poco irónico, y yo los ojos verdes de nuestra madre. Raquel me da una mirada antes de envolver su brazo alrededor de Saúl. Veo como sujeta con fuerza su brazo mientras caminamos por el aeropuerto de las Vegas. Al verlos siento que será un largo fin de semana. Ahora es cuando me arrepiento de haber venido.
—No te preocupes por ellos, estamos en las Vegas, bebé y lo que pasa en las Vegas se queda en las Vegas. —El entusiasmo de Willa es contagioso.
En otras circunstancias podría fácilmente dejarme llevar por su entusiasmo al estar aquí, ella celebró su cumpleaños número veintiuno en las Vegas y sabe Dios que cosas hizo esa noche. Yo no pude asistir a su cumpleaños, las demás si vinieron, pero la mayoría tiene recuerdos borrosos de aquella noche. Yo no creo que eso me suceda hoy, yo casi no bebo. No soy fanática de las bebidas y suelo beber un par de copas, pero nada que me haga perder la conciencia.
—Contrólate, Willa —le dice Sara.
Nicole y Alisson vienen caminando detrás de mí. Hay autos esperando por nosotras para llevarnos al hotel. Donde vamos a descansar, spa y esas cosas. Yo prefiero saltarme todo eso y quedarme en la habitación del hotel leyendo, tengo varios libros que he postergado para leer. Ahora sería un buen momento para empezar mi lectura.
—Vamos, amor, registrémonos en nuestra habitación —le dice Raquel a Saúl.
Suspiro y aparto la mirada.
Cuando lo vi deseaba que él me dijera que era mentira, que no me había engañado. Especialmente no con ella. ¿Por qué entre todas las personas tenía que ser mi hermana? Solo quería que él me tomará en sus brazos y me dijera que no lo hizo. Recuerdo cuando llegué emocionada por volverlo a ver y fui recibida en el aeropuerto por el chofer de mi madre que me llevó hasta la casa de mi infancia. Mi madre me estaba esperando ahí. Vestía un traje de falda blanca con una camisa color salmón. Tenía aquella sonrisa falsa que usa con los demás y me dio un rápido abrazo antes de llevarme a la sala. Ella me hizo sentar y se acomodó en un sillón frente a mí. Fue directa al decirme lo que había pasado y yo me quedé quieta escuchando todo, no lloré o grité, no hice ninguna escena. Nosotras fuimos educadas de esa manera, para reprimir las emociones y ocultar cuando algo va mal. Así que me quede sentada escuchando lo que había pasado mientras yo estaba sacando mi maestría en literatura inglesa. Y aunque yo no decía nada, solo quería que se detuviera, que dejará de hablar y de contarme lo que iban a hacer para evitar un escándalo.
Se van a casar, Julia y no quiero que hagas otra cosa que apoyar a tu hermana. Ya suficiente tiene esta familia como para agregar más drama, así que no hagas ningún espectáculo. Acepta que él la prefirió a ella y continúa con tu vida, es lo mejor que puedes hacer. De todas formas, tú no tienes idea lo que significa amar a otra persona, la frialdad dentro de ti no te permite amar realmente a alguien así que a la larga no iba a funcionar. Esto tal vez fue lo mejor para todos, me dijo mi madre.
Ella hablaba y movía sus manos enfatizando sus palabras y yo solo podía verla sin saber cómo actuar. Me estaba muriendo por dentro y ella ni siquiera lo podía ver, ella no me ve y me pregunté si alguien me notaba, me pregunté que, si yo llegara a desaparecer, ¿alguien se daría cuenta?
Sé qué crees que lo amas, pero es algo que tendrás que aprender a solucionar. Él será el esposo de tu hermana y padre de tu sobrino o sobrina. Lo que tenías con él se terminó, tus cosas fueron empacadas de la casa que compartían y ahora están en un apartamento que tu padre y yo hemos comprado para ti, continuó ella.
Quería preguntarle si también empacó los recuerdos que tenía con él, todos los momentos que habíamos pasado. Quería preguntarle si ella logró empacar mi amor hacia Saúl, porque, aunque sea difícil de creer para ella o para los demás, yo lo amaba. No puedo expresar de manera cursi o actuar como los demás cuando están enamorados, pero eso no convierte mi amor en menos real o le resta importancia. Yo lo amaba, yo confiaba en él y dejé caer algunas barreras a su alrededor, me permití acostumbrarme a su presencia y al calor que su Saúl traía. Ahora que él no está, el frío que me rodea es incluso peor. No ayuda que mi madre haga sonar como si mi amor no valiera nada. ¿Saúl también siente eso? Yo no lo decía todo el tiempo, pero siempre creí que él sabía que lo amaba. Creí que entendía mi forma de amar, de ver el amor, pero tal vez y no era así y yo hice mal en suponer lo contrario.
Sé que puedes estar enojada conmigo ahora, pero debes entender, Raquel es mi hija y debo hacer todo lo posible para protegerla. Sabes lo cruel que puede ser esta sociedad. No puedo dejar que ella se exponga de esta manera o a mi futuro nieto. Simplemente, no lo puedo permitir, finalizó ella.
Y eso estaría bien, pero yo también soy su hija, ella también debería haber velado por mí y mi felicidad. Pero ella siempre ha pensado solo en Raquel. ¿Qué tiene ella que no tenga yo? ¿Por qué todos la prefieren a ella? Yo estaba ahí sentada frente a mi madre con mi corazón roto y reprimiendo las ganas de llorar y ella no hacía nada, no entendía por qué yo no era suficiente. Quería que ella me abrace y me diga que no estaba sola en aquella situación y tal vez, tan solo tal vez, mi corazón se sentiría un poco menos roto. Pero ella no hizo eso, no hizo nada.
Es lo mejor, Julia, fue lo último que me dijo, como si eso solucionara todo.
Yo aún sigo esperando que todo mejore, aún me pregunto, ¿cómo esto es mejor para mí? Yo soy la patética hermana menor que tiene que ver como su hermana se casa con su ex y si eso no fuera suficiente, pronto ellos tendrán un hijo. Todos me miran y hablan de mí, sienten pena por mí y estoy cansada de esa situación que parece no tener fin y sé que todo solo va a empeorar cuando el embarazo se empiece a notar.
—Julia, Julia, tierra llamando a Julia —dice Willa mientras mueve su mano en mi cara.
Muevo la cabeza y vuelvo al presente. Me doy cuenta de que ya estamos en la habitación que vamos a compartir las cinco. Ya han dejado sus maletas sobre sus camas y yo procedo hacer lo mismo. No me fijo en la habitación porque realmente me da igual.
— ¿Qué sucede Willa? —le digo mientras me siento en la cama y me quito los zapatos.
Me paso una mano por mi cabello, deslizo mis dedos por mi cuello para tratar de aliviar algo de la tensión que allí recae.
—Solo quería saber que te vas a poner.
—Bueno, aún no sé.
Alisson camina hasta donde he estamos nosotras e inclina su cara hacía la maleta. Ella me pide que la deje escoger mi atuendo. Le digo que sí y ella da pequeños saltos, sus rizos se mueven por todas partes. Willa también se para junto a ella mientras Nicole se recuesta en mi cama y revisa su teléfono.
—Sé que parece terrible ahora, Julia, pero los días malos también llegan a su fin y el sol siempre vuelve a brillar —me dice Alisson mientras se sienta a mi lado.
—El sol brilla en todo momento —nos dice Nicole—. Es una estrella celeste que brilla con luz propia.
Ella es la científica de la familia. Tiene un doctorado en Microbiología y trabaja en los laboratorios Golden Lab, en el departamento de farmacéutica. Alisson y Nicole empiezan una discusión sobre frases motivadoras, ciencia y no sé qué otros temas porque yo dejo de prestar atención. Me desconecto y pienso en la inmortalidad del cangrejo.
Cuando llega la noche todas están emocionadas por salir a divertirse, ninguna presta atención a la despedida de Raquel. Yo, conforme avanza el tiempo me arrepiento cada vez más de haber venido. Debí quedarme en casa con alguna excusa, adelantar trabajos o simplemente leer y ver alguna película. Cualquier cosa sería mejor que estar aquí. Me termino de poner las zapatillas y camino para mirarme frente al espejo. Mis ojos verdes resaltan por el maquillaje que Willa me puso.
Llevo un vestido negro de lentejuelas con un delicado escote y que llega más arriba de mis rodillas. El vestido deja mi espalda algo descubierta. Mi cabello castaño oscuro está perfectamente ondulado y peinado hacia un lado. Me veo hermosa, yo sé que soy hermosa, a veces pueda que me sienta menos bonita, pero al final del día sé que soy alguien agraciada físicamente, pero eso al final no importa. El físico al final no significa nada, o al menos eso pienso, porque mi cara bonita no impidió que me rompan el corazón.
—Tengo que mantenerme distante e impersonal para sobrevivir a toda esta situación, no puedo dejar que vean como estoy deshecha por dentro —le digo a mi reflejo en el espejo.
Siento que no puedo seguir actuando como si todo estuviera bien, como si mi vida no hubiera cambiado drásticamente. La realidad es que ahora estoy sola, llego a un apartamento vacío y en silencio. Estoy sola y el frío me ha envuelto alrededor de su mano, congelándome por completo y hay lágrimas que me pican en los ojos. He tenido frío antes, pero jamás me había sentido así, esta vez estoy completamente entumecida. Me siento rota por su traición, porque de una u otra forma todos me han traicionado. Y me siento algo molesta porque no puedo hacer que el dolor se detenga. Entonces me alejo de ellas y voy hacia el bar del hotel, me siento en la barra y me pido un trago. Muevo la copa entre mis dedos y el líquido rojo se mueve por la copa. Le doy un sorbo y vuelvo a dejar la copa sobre la barra.
—Y el destino nos vuelve a juntar—me dice una voz que empezado a conocer demasiado bien para mi mala suerte.
Él se gira en el taburete hacia el frente y lo veo beber con tranquilidad su whisky.
—No creo en el destino, señor Hessel.
—Así que estamos formales esta noche. Bien, si así quiere jugar, juguemos, señorita Sullivan.
Él levanta lo que queda de su whisky y yo levanto mi copa. Lo veo beber su trago, pero yo solo observo aquel líquido y levanto un poco la copa hacia mis labios sin la intención de beber su contenido.
—¿Vas a beber? —me pregunta él.
Miro la copa y después a él antes de beber su contenido. Dejo la copa vacía sobre la barra. Saco un par billetes lista para irme, pero él me toma del brazo.
—Déjame invitarte una copa.
—No creo que sea una buena idea, debería estar en otro lugar.
Él suelta mi brazo y se ríe.
—Vamos, estoy seguro de que beber conmigo es mejor que estar en aquella fiesta.
Él tiene un buen punto ahí. Cualquier lugar es mejor que ir aquella despedida. Miro la copa vacía y después al apuesto hombre junto a mí. Debería decir que no y alcanzar a las demás donde sea que estén. Pero hay algo enigmático y salvaje en Damián Hessel que me hace decir que sí.
—Solo una copa, señor Hessel.
—Solo será una copa, señorita Sullivan.
"La Teoría del Multiverso designa que, cada vez que se debe tomar una decisión, la realidad se divide en partes y muestra infinitas posibilidades".
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