4.- Misterios cósmicos
Hay una estrella en el cielo para cada uno de nosotros, lo suficientemente lejos para que nuestros errores no la opaquen jamás.
- Christian Bobin
Stella.
—Vamos, quita esa cara, será divertido —Jully empuja levemente mi hombro mientras bajamos del auto.
—Me estas llevando a un campo lleno de personas de ciencia que seguramente van a reírse de mí.
Mi amiga rueda los ojos.
—No te des demasiada importancia, reina. Tal vez ni siquiera te conocen —sonrío ante sus palabras. Jully se da cuenta de eso porque también sonríe.
He sido obligada por mi mejor amiga a venir hasta la explanada nacional para poder mirar las estrellas desde un observatorio ambulante.
Lo cierto es que Jully no parece entender mi lema ahora de: "No quiero saber nada de las estrellas o de lo que se le parezca" y se ha empeñado en arrastrarme hasta este sitio asegurando que será divertidísimo.
Me ajusto el abrigo mientras nos abrimos paso hacia la explanada. Hay un hombre en la entrada recolectando los boletos, y tras entregarle el de nosotros, nos indica nuestro sitio y nos permite el acceso.
La explanada parece estar dividida por secciones, hay numerosos telescopios y tripiés con folletos por todo el lugar. Ubicamos el que nos corresponde, y dejamos las bolsas sobre el césped.
Siento unas cuantas miradas sobre mí pero decido no darles importancia, después de todo si he llegado hasta aquí lo menos que puedo hacer es tratar de disfrutar del momento.
El telescopio cuenta con su propio tripié y a un costado una especie de folleto que muestra todas las estrellas que se pueden observar. Un sentimiento cálido me envuelve el pecho mientras paso las páginas, una nostalgia que no puedo reprimir.
Supongo que eso es lo que pasa cuando te obligas a odiar algo que solías amar. Siempre hay un sentimiento agridulce, una especie de añoranza que no se va.
—Stella —volteo saliendo del pequeño trance, alejando mis dedos de las páginas del folleto. —¿Estás bien?
—Si, lo siento, me distraje —señalo el papel —¿decías algo?
—¿Sabes cómo se usa esto? —hace un gesto hacia el telescopio.
Sonrío, Jully es una gran aficionada a las estrellas, era una de mis principales clientas cada semana, tiene una especie de obsesión por su signo y me atrevo a decir que es una de las pocas personas que, a pesar de mis palabras, sigue creyendo en mí.
Pero el hecho de que sea una amante de las estrellas no la hace una experta en las herramientas que nos permiten observarlas. Me acerco, ajustando el telescopio como tantas veces lo he hecho.
Observo brevemente para asegurarme de que el ajuste es el correcto, y las comisuras de mis labios se curvan en una sonrisa cuando observo la luna menguante.
—Luna en cuarto menguante —me aparto del telescopio y giro hacia Jully —¿sabes qué significa?
Ella estrecha la mirada.
—Es mayo, así que es el cierre del ciclo lunar ¿cierto?
Asiento brevemente.
—Buen momento para cierre de ciclos —suspiro —ya está listo, puedes observar todo lo que desees.
Jully da un par de palmaditas y cuando parece que no tiene mayor problema con su telescopio, voy hacia el mío. Le hago los ajustes correspondientes, y me aproximo. Una nueva sonrisa se filtra en mis labios.
He pasado toda mi vida estudiando las estrellas, mi padre es un astrólogo reconocido por lo que desde que tengo uso de razón, los astros han tenido una presencia significativa en mi vida. Siempre creí que terminaría siendo como él, que podría pasarme toda la vida con mis predicciones.
Es curioso como ahora ni siquiera me siento en confianza para realizar una. Supongo que cuando fallas en algo en lo que creías eras la mejor...es difícil recuperar la confianza en ti misma.
Es difícil confiar cuando llevas sobre los hombros una carga tan grande.
Un suspiro entrecortado brota de mis labios mientras me aparto, por mucho que quiera engañarme a mí misma, estar tan cerca de lo que fue toda mi carrera se siente mal. La culpa vuelve, ese sentimiento angustiante que no he podido apartar desde la muerte de Frank. Porque es justo esto lo que lo llevo a la muerte.
Yo lo llevé a su muerte.
—Ahora vuelvo —Jully me mira —no me tardo.
No espero una respuesta, simplemente me marcho, agradeciendo que la mayoría de las personas estén ahora lo suficientemente entretenidas como para prestarme atención. Atravieso el lugar, apresurándome a huir de alguna mirada que pueda terminar por desbordarme.
Encuentro un espacio solitario cerca de la entrada a la explanada, una respiración entrecortada brota de mis labios mientras intento darme calma a mi misma. Lo he hecho antes, sé controlarlo.
Siento las lágrimas acumularse en mis ojos, aprieto los párpados rehusándome a llorar, lo he hecho lo suficiente.
Llorar no cambia nada. Solo me hace sentir más vulnerable, más rota.
—Nunca debiste confiar en mí, Frank —susurro sintiendo el ardor en el pecho.
Me tallo los ojos eliminando las lágrimas, pero no lo consigo del todo porque termino soltando un sollozo.
Elevo la mirada, la claridad del cielo me permite ver las estrellas, la luna. Me permite ver aquello a lo que le dediqué mi vida por años, aquello en lo que confiaba ciegamente.
—Lo siento —susurro sin apartar la mirada del cielo —no sabes cómo daría lo que fuera con tal de saber que me perdonas por fallarte, Frank.
Un ruido seco me sobresalta, luego una voz maldiciendo. Me limpio las lágrimas con la palma de la mano mientras volteo hacia el sitio del ruido. Lo primero que veo es la silueta de un hombre, se mueve con torpeza mientras intenta recoger lo que creo es su telescopio y planos.
—Joder —el sonido de su voz llega hasta mí, fuerte, impostada. Mantengo la mirada fija en él hasta que se incorpora sosteniendo el telescopio y la base con una mano, y lo que parecen planos con la otra.
Entonces me ve.
Y lo reconozco al instante.
—Mierda —me llevo la mano a la boca mientras giro. Aprieto los párpados mientras ruego porque él no me haya reconocido. ¿Qué tan probable era encontrarnos justo aquí?
Permanezco en la misma posición rogando porque se aleje, porque se dirija hacia donde pretenda pero que no se percate de mi presencia. Sin embargo, mis ruegos son ignorados porque siento su cercanía un par de segundos después.
—Parece que es tu palabra favorita —dice.
Su voz se cuela por mis oídos, parece más seria ahora que aquel día en el puente.
—¿Me hablas a mí?
Me giro, una sonrisa asoma en sus labios. Reparo mucho más en sus rasgos, ahora lleva una barba recortada, y por alguna razón luce diferente a la última vez que lo vi. Aunque en mi memoria eso sigue tan fresco como si hubiese sucedido ayer. Tiene el cabello de un rubio oscuro, una nariz perfilada que me causa envidia y sus rasgos son duros, posee una mandíbula marcada que solo lo hace más atractivo.
—¿Acaso hay alguien más aquí y no me he dado cuenta? —inquiere.
Hay cierto toque de diversión en su voz.
—No planeaba interrumpir —añade —pero este sitio parecía buen lugar para usarlo —señala el telescopio —pero si te molesta, me iré.
—No, es un lugar público de cualquier manera —mascullo —lo siento, tengo que irme...
—Espera —su voz me hace detenerme.
Coloca la base del telescopio sobre el césped, y se inclina hasta dejar los planos a un lado, por lo que queda con las manos libres.
—Soy Harry Jenkins.
Miro la palma que extiende hacia mí, ¿por qué se presenta? Y lo más importante, ¿por qué estoy tomando su mano?
—Stella James.
—Sé quién eres —dice estrechando la mirada —la astróloga que ya no cree en las estrellas.
Por instinto, la mención de la frase que lleva como titular los innumerables artículos hablando sobre mí, me regresa el mal humor.
—Supongo entonces que la presentación fue innecesaria —su sonrisa se vuelve un poco más divertida.
Espero algún comentario, algún cuestionamiento como todos suelen hacerlo. Me he acostumbrado a que las personas dejen de ser amables conmigo, parece que una vez que la sociedad dicta que debes ser crucificada, nada puede hacerlos cambiar de opinión.
Aunque tengo que admitir que yo misma me he colocado en ese sitio.
Pero no lo hace, no cuestiona, no hay miradas burlescas.
—Espero que no planees perderte la lluvia de estrellas esta noche —mete las manos en los bolsillos, es alto, probablemente me saca una cabeza de altura y el cuerpo atlético que posee me hace imposible dejar de mirarlo—es un momento único. No querrás esperar todo un año para volver a verlas, ¿cierto?
Sonrío. Por alguna razón inexplicable, la carga se va. La incomodidad parece difuminarse poco a poco mientras miro a Harry.
—¿Stella?
Volteo sobresaltada. Parece que esta noche la tranquilidad no forma parte de la ecuación.
Jully me mira con curiosidad, su atención viaja hasta Harry y arquea la ceja. Quiero decirle que deje de imaginar lo que sea que está pasando en su cabeza pero antes de poder hacerlo, ella habla.
—No se te ocurra marcharte, te espero en nuestro sitio —dice con una sonrisa antes de darme la espalda y alejarse con rapidez.
—Lo siento, debo irme —le dedico una sonrisa de disculpa —así que todo tuyo. —señalo el sitio que nos rodea.
Sonríe, la tenue luz me permite observar un ligero hoyuelo que se le forma esta vez. Asiente, es toda la respuesta que obtengo de él. Me alejo, tomo un suspiro mientras dejo la privacidad del sitio en el que estábamos para volver hacia donde todos se encuentran.
Cuando ya me he alejado varios metros, volteo encontrándome con Harry mirando en mi dirección. Por primera vez en semanas, sonrío con genuinidad cuando él eleva la mano. No sé por qué lo hago, pero termino elevando la mía también y entonces le doy la espalda otra vez...
Para cuando llego con Jully... aún estoy sonriendo.
(...)
Consigo olvidarme de mis penas durante el resto de la noche, puedo acallar mis pensamientos mientras observo la fabulosa lluvia de estrellas que sucede sobre nosotros. Me permito tener tan solo un momento agradable.
Recogemos las cosas y nos marchamos, mientras salimos de la explanada, lo veo.
Harry sigue en el mismo sitio, sigue mirando a través del telescopio, y no parece importarle que toda la gente ya se está marchando. Mantengo mi atención en él, con la duda de si acercarme o simplemente marcharme.
Decido hacer lo primero.
—¿Me esperas en el auto? —Jully me lanza una mirada curiosa.
—¿Planeas reunirte con alguien? —resoplo, mi amiga ríe divertida mientras asiente. —De acuerdo, solo no demores demasiado que me muero de hambre.
—Te alcanzo enseguida.
Cuando se ha alejado lo suficiente, camino hacia el sitio en donde Harry sigue absorto mirando por el telescopio.
—¿Planeas pasar aquí toda la noche?
Voltea casi de inmediato, tiene el ceño fruncido y parece molesto por haber sido interrumpido, hasta que repara en mi presencia. Su gesto se relaja, y una sonrisa amable se apodera de sus labios.
—Es mucho mejor conforme la noche está avanzando —confiesa —además, me gusta más observarlas en soledad.
Mi sonrisa genuina vuelve, me atrevo a avanzar hacia donde se encuentra, quedando separados por un escaso metro de distancia.
—¿Has disfrutado del espectáculo?
—Sí, algo —confieso.
—¿Algo?
Arquea la ceja, claramente esperaba una mejor respuesta, pero no he pensado mucho en decir la primera que se me cruzó por la mente. Y la verdadera para ser honesta.
—Es complicado.
Harry no dice nada más, simplemente asiente y eso es todo lo que obtengo como respuesta. Me quedo en silencio también, disfrutando extrañamente de lo cómodo que resulta.
—¿Podemos quedarnos aquí aún cuando todos se han ido?
—No estoy seguro —se encoje de hombros —pero dado que es un sitio público, no debería de haber problema.
—Es curioso que asistas a un evento lleno de gente, pero prefieras la soledad para ver las estrellas. Hay muchos sitios mejores para admirarlas que la explanada.
Sus ojos se centran en mí, tengo toda su atención y eso en cierta parte me hace sentir cohibida. Porque hace meses que estoy huyendo de la atención y este hombre me hace sentir como si estuviese examinándome, analizando cada rincón para descubrir hasta el más oscuro secreto.
—En realidad vine porque una amiga me consiguió las entradas —confiesa —fue un obsequio.
—Yo también estoy aquí por la misma razón —suelto una corta risa —mi mejor amiga consideró que debía olvidarme un rato de todo y venir.
—Lo que no resultó del todo bien, ¿cierto?
No hay burla o sarcasmo en su voz, al contrario, parecía como si él comprendiera exactamente como me siento.
Lo cual es imposible.
—A veces no podemos olvidar, obligarnos a no pensar en nuestra mierda solo hace que se vuelva más apestosa.
No puedo evitarlo, una carcajada brota de mis labios. La primera risa en mucho tiempo, me descubro riendo con ganas mientras Harry me observa como si no entendiera el porqué.
—Es la metáfora más graciosa que he escuchado jamás —digo entre risas —¿eso pretendía ser profundo?
Él termina contagiándose de mi risa.
—Soy malísimo para esto —confiesa —que bueno que soy científico y no psicólogo, me moriría de hambre.
A pesar de que sigo sonriendo, sus palabras me causan intriga.
—¿Científico? —asiente levemente.
—Astrónomo. Trabajo en la universidad, como profesor e investigador.
—¿Por eso estás aquí? ¿Para investigar?
—En parte —admite. —El universo guarda muchos secretos —susurra —tal vez no los descubramos todos, pero me gusta pensar que si me esfuerzo lo suficiente, entonces tal vez yo sea quien descubra el siguiente.
—Seguramente lo harás.
—No lo sé —suspira —es difícil concentrarse en el próximo misterio cósmico cuando tienes que pasar el ochenta por ciento de tu día planeando clases que a los universitarios parecen no importarles, y el otro veinte por ciento haciendo malabares con los escasos recursos de investigación.
Hay un dejo de amargura en su voz, reconozco la frustración en su mirada. La forma en la que parece que intenta contenerse de decir lo que realmente piensa. Soy muy consciente de la tensión en su cuerpo, y por un segundo, por un pequeño instante...creo que estamos en el mismo sitio.
Llenos de frustración, de deseos que no pueden ser.
—Lo siento, no pretendía sonar aun quejica —sonrío cuando parece avergonzado.
—No te disculpes, a veces es necesario decir lo que realmente pensamos. —Me encojo de hombros —al menos no lo publicaste.
Se ríe.
—Eso fue valiente.
—Un suicidio social —corrijo —y probablemente lo más cobarde...
—No —su voz firme me atrae de regreso —creo que cuestionar las cosas que has dado por ciertas durante años, es un acto de valentía. No cualquiera tiene la capacidad para gritarle al mundo sus pensamientos, la gran mayoría, preferimos guardarlos bajo llave y huir hacia un sitio en donde no tengamos que enfrentarlos.
Sonrío por milésima vez porque hace mucho tiempo que no he sentido esta comodidad con un extraño. Harry no juzga, no hace burlas sobre mi pasado, o sobre lo que hago. Es un hombre de ciencia claramente, pero es como si eso no le impidiera ver los miles de escenarios que hay en el mundo.
—Así que, si me preguntas, eso fue valiente.
Me siento conmovida por sus palabras, desde que hice la declaración en el Washington Post, toda la gente parecía juzgarme a detalle, aunque hubo mucha gente que decía "admirar" mi actuar, lo cierto es que no se sentía sincero.
Pero que alguien te vea a la cara mientras dice que cree que eres valiente, es como colocar una bandita sobre una herida abierta de gravedad. No la cura del todo, pero ayuda a que la herida no se haga más grande.
Mi celular vibra, bajo la vista leyendo el mensaje de Jully, lo que me dice que es tiempo de irme.
—Tengo que marcharme, mi amiga me espera.
—De acuerdo, entonces no te entretengo más tiempo. Ha sido un placer.
—Adiós.
Mientras me alejo, considero decirle al hombre que hasta hace un par de horas era un desconocido, la verdad de mis pensamientos.
—Gracias —él voltea de nuevo —hace mucho que nadie me dice algo como eso.
—No se agradece por decir la verdad.
—De todas formas, lo agradezco. Espero que puedas descubrir el próximo misterio cósmico.
Se ríe.
—Gracias, Stella.
—Adiós, Harry.
Entonces me marcho, y mientras me alejo, creo que la mierda apesta tan solo un poco menos en este momento.
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