35.- Un comienzo en navidad
STELLA
Si creí que acción de gracias fue estupendo en casa de Addison y Jeff, fue porque no había conocido como se tomaban la navidad.
La casa de nuestros amigos parece salida de una postal navideña. Cada rincón está decorado con una atención al detalle que solo Addie podría lograr. Desde la corona de flores con luces titilantes en la puerta hasta las mantas rojas y blancas perfectamente dobladas sobre los sillones, todo emana un espíritu festivo que te envuelve incluso antes de entrar. La chimenea está encendida, llenando el aire con el crepitar de la leña y un ligero aroma a pino que se mezcla con el de galletas recién horneadas.
Jeff nos recibe en la puerta con un gorro de Santa Claus mal puesto, Harry a mi costado sacude la cabeza y yo sonrío.
—¡Llegaron justo a tiempo! —anuncia mientras nos hace pasar. —Stella necesitas convencer a Addison de que el pavo no necesita otra hora en el horno —pide.
—¡Te escucho! —responde su esposa en un grito.
Una leve risa me invade mientras me deshago de la gabardina y la coloco en el sitio en donde se encuentran los demás abrigos.
—¿En donde está Eva? —inquiere Harry —por favor dime que no le pusiste ese traje de elfo.
Jeff no dice nada, pero señala hacia el centro de la sala en donde su hija se encuentra, durmiendo en el mecedor para bebé, portando un precioso traje verde con medias de rayas rojas.
—Oh, es adorable —murmuro.
—Tu pobre hija no tiene la culpa de tus ideas —dice Harry en tono de broma, cruzándose de brazos.
—Es tradición, amigo —responde Jeff con una sonrisa mientras se encoge de hombros. —Primera Navidad, primer traje ridículo. Todo padre tiene derecho.
Harry rueda los ojos, pero una sonrisa ligera cruza su rostro mientras observa a Eva. Por un momento, el calor del hogar se intensifica, y siento cómo me invade la calidez de estar rodeado de esta pequeña familia que, de alguna forma, me ha adoptado.
Addison entra en la sala, porta un bonito vestido en rojo vino, un par de tacones que parecen de infarto y un maquillaje impecable, sin embargo, el par de guantes de cocina que trae en las manos delatan que no viene a saludar.
—Estaremos listos en un segundo —dice con una sonrisa —Stell, ¿puedes ayudarnos a colocar los aperitivos en la mesa? Y Harry, necesito ayuda con el pavo, ¿puedes sacarlo del horno?
No espera una respuesta, se da la vuelta para perderse de nuevo en la cocina y Harry a mi costado suelta una risa.
—Bienvenida a la Navidad en casa de los Larsen —dice Harry con una sonrisa mientras se pone de pie. —Prepárate, supernova, esto es solo el comienzo.
Cruza a mi lado para seguir a Addison a la cocina, permanezco un momento más solo de pie en el pasillo, con una leve sonrisa asomando en mis labios.
Si esto es el comienzo, estoy muy ansiosa de descubrir el desenlace.
La noche avanza y cuando al fin nos sentamos en la mesa, ninguno pierde tiempo para probar todo lo que ha sido preparado.
La cena es deliciosa, y aunque no suelo beber demasiado, me permito tomarme algunas copas de más, después de todo, es navidad. La conversación es tan alegre como fue en acción de gracias, y pronto me descubro sintiéndome parte de esta familia, aunque no es algo que me atreva a admitir en voz alta.
Cuando el momento de los regalos llega, todos abandonamos el comedor y vamos hacia el salón en donde el brillante árbol de navidad nos recibe.
—Antes queremos darte algo —dice Jeff extendiendo hacia mí una pequeña caja de madera.
—Oh, no era necesario —sonrío —pero lo agradezco mucho.
Es evidente que esperan que lo abra ahora, así que lo hago. Mi corazón se encoge de emoción cuando miro lo que está adentro, mi nombre está tallado en madera brillante, lo tomo con delicadeza del pequeño lazo que tiene en la parte superior y miro hacia las personas que tengo enfrente.
—Todos tenemos uno en el árbol —dice Addie con una sonrisa —con esto te damos oficialmente la bienvenida a las tradiciones navideñas de esta familia.
Dios mío, creo que puedo llorar, aprieto los labios y parpadeo intentando alejar las lágrimas.
—Supernova, ¿haces los honores?
Harry señala el árbol, agradezco el momento para poder recomponerme, tomo una inhalación mientras me incorporo y camino hacia el brillante árbol.
Con cuidado, camino hacia el árbol de Navidad, sosteniendo el adorno entre mis dedos como si fuese un pequeño tesoro. Las luces parpadean con suavidad, reflejándose en el barniz brillante del nombre tallado. Mi corazón tarde con fuerza, lleno de una calidez que no recordaba haber sentido en mucho tiempo.
Me detengo frente al árbol, buscando un lugar entre las ramas perfectamente decoradas. Cada adorno parece tener su historia: pequeños recuerdos de años pasados, representaciones de momentos importantes...
—Aquí —murmura Harry, acercándose a mi lado. Señala una rama cerca del centro, donde las luces se iluminan con especial intensidad.
Sonrío y asiento. Coloco el adorno con cuidado, el lazo se desliza por la rama, y el nombre tallado en madera brillante con una sencillez que me hace sentir parte de algo mucho más grande. Parte de ellos.
Cuando me doy la vuelta, todos están mirando, sus rostros llenos de sonrisas y calidez. Addie sostiene una taza de chocolate caliente, Jeff tiene a Eva en brazos, y Harry... Harry me mira con esa mezcla de ternura y orgullo que siempre logra desarmarme.
—Ahora sí —dice Addie, rompiendo el momento con su característico entusiasmo—, oficialmente eres parte de la familia, Stella.
—Gracias —respondo, mi voz apenas un susurro. No puedo decir más porque siento un nudo en la garganta, pero creo que no hace falta. Ellos ya lo saben.
Harry desliza su brazo por mi cintura y me acerca a él.
—Bienvenida a casa, supernova —murmura contra mi cabello.
Y por primera vez en mucho tiempo, siento que ese lugar, esa gente, podría ser precisamente eso: mi hogar.
(...)
Es tarde cuando nos marchamos, Harry viene a casa conmigo, de nuevo, lo cual en las últimas semanas se ha convertido en algo habitual.
Dejo los obsequios que Jeff y Addie me entregaron, y antes de que pueda ir a la habitación para cambiarme, Harry me detiene.
—Aguarda un segundo —murmura enroscando su mano alrededor de mi muñeca.
—¿Qué...?
—Los obsequios, ¿recuerdas? —sonrío.
Antes de marcharnos a casa de nuestros amigos, Harry me había advertido que su regalo de navidad me lo daría al volver, por lo que yo también había reservado mi obsequio para dárselo en la habitación.
—Oh, claro. Pero aguarda, que tengo que ir por el tuyo —no tiene oportunidad de negarse porque me escabullo hasta la habitación, localizando la caja que me aseguré de guardar bien para que él no la descubriera.
Para cuando vuelvo, él ya tiene una caja dorada con un lazo rojo en las manos. Me acomodo en el sillón y el se desliza a mi costado.
—Yo primero —me adelanto extendiendo la caja hacia él.
Sus ojos me observan con curiosidad mientras toma la caja. Tira del lazo con suavidad liberando la tapa y lo abre, soy consciente de como sus labios forman una sonrisa más genuina, y como sus ojos adquieren un brillo cuando eleva la mirada hacia mí.
—Lo encontré en una tienda de antigüedades, y pensé que sería perfecto para ti.
Harry toma el reloj de la caja, lo gira levemente y lee la inscripción que grabé en el metal.
"Para el tiempo que hemos compartido y el que aún nos espera".
—Es perfecto —responde con una sonrisa. —Gracias.
Coloca con cuidado el reloj a su costado, y es su turno de entregarme el obsequio.
Al principio, no sé qué esperar. La caja es liviana, mantengo mi sonrisa mientras tiro del lazo consiguiendo que la cinta ceda, y poder desenvolver la caja. Tomo una corta inhalación mientras quito la tapa y por un segundo, todo mi interior colapsa.
Porque es un mazo de cartas.
Dentro, las cartas están cuidadosamente dispuestas, y el diseño de estas parece casi sacado de un sueño. Intrincados patrones astrológicos adornan sus superficies, como si cada carta tuviera una historia propia que contar. Mi corazón late más rápido, con un salvajismo que me roba el aliento.
—¿Es...? —no soy capaz de terminar la frase. El tacto de las cartas me hace sentir una mezcla de nostalgia y algo más, algo que no logro nombrar de inmediato.
—Sí —la suavidad de su voz me hace mirarlo. Me observa de una forma que amenaza con hacer que pueda echarme a llorar ahora mismo.
—Sé que llevas tiempo sin hacer lecturas, pero pensé que tal vez... —Su voz se desvanece, pero las palabras quedan flotando en el aire entre nosotros, llenas de significado. Yo lo miro, mi pecho se aprieta de repente, y el nudo en mi garganta es tan grande que me cuesta respirar. Las cartas están ahí, hermosas y perfectas, y el peso de lo que representan se instala en mi pecho con una fuerza inesperada.
—No sé que decir —mi voz tiembla debido a la emoción que no sé como gestionar.
Regreso la mirada a las cartas.
—Puedes empezar diciéndome si me darías el honor de tener la primera lectura con ellas —elevo la mirada con brusquedad. Es un segundo en el que todo se desborda y las lágrimas me resultan imposibles de ignorar.
—Harry... —mi voz se quiebra, y por un segundo, me cuesta respirar.
No quiero perderme en lo que las cartas representaban antes, ni en los recuerdos que puedo encontrar si decido retomar este camino.
—No sé si estoy lista... Las leí... hace mucho tiempo. Y la última vez que lo hice, todo salió tan mal.
—Y no tienes que hacerlo si no te sientes lista —dice, su tono lleno de comprensión. —Pero pensé que, si algún día quieres intentarlo de nuevo, podríamos intentarlo juntos.
Me muerdo el labio inferior, bajo la mirada de nuevo hacia las cartas. Me atrevo a tomarlas, a deslizar cada una mirándolas a detalle. Mi pecho se aprieta, el nudo en mi garganta se vuelve más fuerte, pero de pronto es como si no pudiera soltarlas.
Las cartas siguen en mis manos, la duda se vuelve más grande, ¿hacer de nuevo una lectura? Una cosa es haber conservado el centro, haber retomado el blog, pero las lecturas... una respiración entrecortada brota de mis labios.
Sabía que este momento llegaría, no puedo huir de eso toda la vida. Necesito continuar y ahora tengo la oportunidad de hacerlo.
—Está bien, creo que puedo hacerlo — susurro porque una parte de mí realmente quiere descubrir si aún soy capaz de ver en las cartas las cosas que solía ver.
Harry sonríe, sus ojos destellan con una pizca de orgullo. Coloco las cartas frente a nosotros, sobre la mesa, y dejo que la suave luz de la habitación las ilumine. El silencio entre nosotros es cómodo, casi sagrado. Puedo escuchar mi respiración, la suya, el latido de nuestros corazones sincronizándose sin esfuerzo.
— ¿Estás listo? —le pregunto, mi voz aún más suave que antes. No estoy completamente segura de qué va a salir de esta lectura, o si diré lo que el quiere escuchar...
—Supernova —mis ojos se encuentran con los suyos —está bien, cualquier cosa que salga...—sonríe —podré manejarlo.
Sus palabras me roban una sonrisa.
—Bien, comencemos.
Él asiente, y sus ojos brillan con una confianza tranquila. Me inclino hacia adelante, barajando las cartas con manos temblorosas pero decididas. Mis dedos recorren cada carta, sintiendo el peso de cada uno de los símbolos, de cada uno de los mensajes que podrían estar esperando ser descubiertos.
—Cierra los ojos y concéntrate en una pregunta o en algo que quieras saber.
Lo hace.
El barajar se detiene y dejo que una carta se deslice hacia afuera, siguiendo la intuición que siempre me ha guiado.
—El ermitaño —abre los ojos cuando escucha mi voz —representa el pasado —explico, tratando de controlar la emoción en mi voz—. Muestra un período de introspección y búsqueda de sabiduría interior. Has pasado mucho tiempo reflexionando sobre tus objetivos y lo que realmente quieres en la vida.
No dice nada, mantiene su atención fija en mí mientras volteo la segunda carta revelando al Mago.
—La segunda carta es el presente —continuo—. Indica que tienes el poder y las habilidades para manifestar tus deseos y alcanzar tus metas. Estás en un momento de gran potencial y creatividad.
Mi voz comienza a perder el temblor, me siento más segura, comienzo a sentir esa chispa que siempre se presentaba cuando leía las cartas.
Esta vez el sonríe, pero continúa en silencio.
Finalmente, volteo la tercera carta, mostrando al Sol.
—Y la tercera carta representa el futuro —digo, tratando de no dejarme llevar por las emociones—. Esta carta es un símbolo de éxito, alegría y realización. Muestra que tus esfuerzos serán recompensados y que encontrarás la felicidad en lo que haces.
No hay más cartas, las aparto, el silencio cae sobre nosotros y cuando lo miro, él sonríe de una forma tan bonita que me roba el aliento.
—Wow —sus ojos se iluminan por alguna razón —eres...eres realmente buena. Creo que podría escucharte hacer lecturas todo el tiempo.
Una risa nerviosa brota de mis labios.
—¿Sabes? Soy un hombre de ciencia, Stell —dice tomando mi mano —, pero en este momento, todo lo que veo y siento no tiene nada que ver con la razón.
Tira de mí, me levanto, él me acomoda en su regazo y sonríe.
—Me hace feliz verte hacer las cosas que te hacen brillar, supernova. Aunque ni tú misma te des cuenta de eso.
Tomo una corta inhalación.
Sus labios se apoderan de los míos, un beso suave, cargado de sentimiento.
—Gracias por darme la mejor navidad de mi vida —susurro.
—Frank estaría orgulloso —dice con una sonrisa.
Un sentimiento cálido me llena el pecho.
—Sí, sin duda lo estaría.
Antes de que pueda decir algo más, el mazo de cartas se desliza golpeando el suelo, ocasionando un suave sonido contra la alfombra.
Lo miro, todas las cartas han caído volteadas, excepto una.
Me inclino hacia adelante, saliendo un poco de su abrazo, y alzo la carta con cuidado. Mi corazón se detiene por un segundo.
Es la Emperatriz .
La observa en silencio, su imagen es imponente y serena al mismo tiempo. La Emperatriz siempre ha representado abundancia, fertilidad, el crecimiento de algo nuevo, y también... una figura femenina poderosa. Un futuro en el que las emociones fluyen, donde el cuidado y la creación son el centro de todo.
La carta me envuelve en una especie de premonición cálida, una que me resulta imposible de ignorar.
—¿Qué dice? —la voz de Harry me hace mirarlo.
—Es solo... interesante —respondo, tratando de mantener mi voz firme mientras deja que la carta descanse en el mazo una vez más. Hay algo demasiado íntimo en lo que esta carta podría estar diciendo, y no estoy lista para compartirlo todavía.
Su entrecejo se frunce ligeramente, pero no dice nada más.
—Sea lo que sea que hayas visto ahí —dice con suavidad—estoy seguro de que no es tan malo.
Sonrío, coloco las manos a los costados de su rostro y susurro:
—Sí, no es tan malo.
Y con eso vuelvo a besarlo, siendo plenamente consciente de que a partir de ahora, las cosas ya no van a ser iguales.
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