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3.- Tristeza reconocida.

Las estrellas parecen estar tan cerca, como si pudieras alcanzarlas y tocarlas. Pero no puedes. A veces las cosas se ven mucho más cerca de lo que en realidad están.-

Kami García.


Harry

Lo primero que pienso cuando miro a la mujer aferrarse a la barandilla del puente, es que va a lanzarse al agua. Está de espaldas, el viento le golpea el rostro consiguiendo que los mechones rojizos se muevan y me den una visión parcial de su rostro.

Probablemente no sea eso lo que ocurrirá, una voz en mi cabeza repite que solo estoy siendo pesimista, que quiero ver el mundo con la negatividad que me caracteriza desde hace meses, pero una parte de mí, sabe que no es así.

Estoy tentado a seguir mi camino, apartarme e ignorar a la mujer, pero cuando ella se inclina hacia adelante, es como si mi cuerpo reaccionase por si mismo. Me muevo hacia ella con rapidez, escucho su jadeo sorprendido justo antes de perder el equilibrio y caer.

Escucho un nuevo jadeo de la chica cuando caemos, mi cuerpo sobre el de ella y la observo apretar los párpados, sus mejillas están húmedas por las lágrimas lo que solo me confirma el hecho de que tal vez si planeaba lanzarse al agua.

—¿Qué...?

—Mi día no está para soportar que alguien se lance al agua frente a mí —parpadea, sus ojos mirándome como si entendiera que es lo que acaba de suceder —así que no chica, no vas a hacerlo.

Mi vida ya está lo bastante jodida como para tener que presenciar un suicidio, eso es lo último que me falta. No, con un carajo que no.

La chica cierra los ojos y deja caer la cabeza.

—Mierda. 

Es todo lo que dice, mi mente parece reaccionar que nos encontramos en el suelo, yo encima de ella, alzo la vista levemente para encontrarme a varios pares de ojos mirándonos con curiosidad.

Me aparto, hago una mueca cuando siento el ardor en mis palmas, el sitio en donde he mitigado la caída para no aplastar por completo a la desconocida.

Cuando consigo incorporarme, le tiendo una mano. Ella la acepta de mala gana, cuando ambos estamos de pie, la incomodidad flota entre nosotros.

Se acomoda el cabello, en un gesto que denota todo su nerviosismo. Los mechones rojos se sacuden con el viento, tiene ligeras pecas esparcidas por el rostro, sus rasgos son finos, posee una nariz perfilada, como si no fuese natural, su rostro posee la simetría perfecta y por alguna extraña razón, siento que no es la primera vez que la veo.

—¿Se puede saber por qué has hecho eso? —inquiere casi indignada.

Alzo la ceja.

—Ya lo dije antes —respondo con naturalidad —mi vida ya es lo bastante jodida como para presenciar que alguien acabe con la suya.

Sus cejas se arrugan, el color de sus ojos parece más claro ahora que la tengo de frente, un bonito verde, casi como si fuesen un par de prados llenos de vida, floreciendo en plena primavera.

Pero dije "casi", porque hay un sentimiento latente en sus ojos, una emoción que conozco bastante bien porque llevo años sintiéndome de la misma manera.

—Yo no...—se calla antes de poder terminar la frase.

Mira a su alrededor, gracias al cielo las personas ya han alejado su atención de nosotros.

—No sé qué es lo que pretendías pero debes dejar de ir por ahí lanzando al suelo a la gente sin antes asegurarte de lo que realmente van a hacer.

Parece enojada ahora, resopla y hace el intento de cruzar por mi lado, por un segundo, casi por instinto, extiendo el brazo. Mi mano se envuelve alrededor de su muñeca, ella voltea con la sorpresa surcándole el rostro.

—Hablo en serio, ¿te encuentras bien?

Su frente vuelve arrugarse.

—No es algo que te incumba.

Se libra de mi agarre y avanza, noto su cabello sacudiéndose con el viento mientras se aleja y no puedo apartar la mirada de ella mientras se aleja con rapidez.

Sacudo la cabeza, reprendiéndome mentalmente por involucrarme en asuntos que claramente no me conciernen, ¿Qué acaso no he aprendido nada?

Mi celular suena, meto la mano en el bolsillo para sacarlo, el mensaje de Jeff, mi mejor amigo, se lee en la pantalla.

Jeff: ¿Qué acaso no piensas venir? Llevas casi treinta minutos de retraso.

Sonrío, le doy un último vistazo al camino que la desconocida ha seguido, pero ya no hay rastro de ella. Así que decido olvidarme de lo que sea que ha sucedido aquí.

La cafetería en la que he quedado de reunirme con Jeff queda a unos diez minutos del puente George Washington, así que cuando llego, él ya está claramente impaciente.

—Por un momento creí que me ibas a dejar plantado —dice cuando me deslizo en el asiento frente a él —¿dónde estabas?

—Tuve un pequeño retraso —omito la parte de lo que ocurrió en el puente y me concentro en mi amigo.

La mesera se acerca, deja uno de los menús frente a mí, le agradezco con una sonrisa y examino las opciones de comida aunque ya sé perfectamente que es lo que ordenaré.

Jeff se mantiene en silencio hasta que la mesera ha vuelto y yo he ordenado. Cuando la chica vuelve a irse, sé que comenzaré a enfrentarme a sus cuestionamientos.

Los cuales he evitado durante semanas, pero que ahora no puedo hacer mucho por evitarlos.

—¿Has aceptado la oferta de la universidad de Georgetown? —inquiere.

—Sí, no es lo ideal pero es mejor que estar en ese lugar recordando constantemente que soy un fracaso.

Jeff hace una mueca.

—Vamos Harry, sabes que no es así. El hecho de que Oliver haya sido nombrado director del observatorio no quiere decir que tu carrera no signifique nada.

El mal sabor de boca vuelve, la misma ira que llevo sintiendo desde que mi hermano fue elegido para el puesto que debía pertenecerme. Dediqué diez años de mi vida a ese lugar, di todo de mí para poder llegar a la dirección y cuando la oportunidad al fin se presenta, se la otorgan a alguien más solo porque trae una maldita carta de recomendación.

Oliver, mi hermano, se ha adueñado de cada cosa de mi vida. No hay nada que pueda hacer para superarlo, mis padres siempre han tenido una clara preferencia hacia su primogénito, toda mi vida he sido comparado con él, con las cosas que puede conseguir y que yo nunca he logrado obtener.

En la universidad se llevó todos los concursos en los cuales nos inscribimos, las mejores calificaciones, los reconocimientos. No importaba cuánto esfuerzo le dedicara, siempre iba en segundo lugar.

Hasta hoy.

Cuando el ascenso que debía ser mío se le fue otorgado a él, decidí que había tenido suficiente.

Entrar al observatorio nacional de los estados unidos fue la única cosa buena que pude conseguir, lo único en lo que realmente destaqué. Siempre me han apasionado las estrellas, les he dedicado mi vida entera, descubrir el universo y todo lo que lo conforma es una de mis grandes pasiones. Ser el director del observatorio me daría la oportunidad de investigar, de ir más allá, pero no sucedió. 

Cuando acudí a la oficina de mi superior, tan jodidamente feliz pensando que al fin lo había conseguido, lo único que obtuve fue una disculpa.

"No debí de haberte ilusionado de esta manera, Harry. Lo lamento, pero haremos un incremento a tu salario, y mejoraremos las prestaciones. Desgraciadamente el puesto de director se le ha otorgado a alguien más".

Y ese alguien resultó ser mi hermano, quien había vuelto a la ciudad luego de años fuera para postularse, había abandonado toda su vida en Londres para venir a Washington, y recordarme que siempre seré la segunda opción.

—Como sea —respondo después de un largo silencio. —Empiezo la siguiente semana, impartiré algunas clases y tendré la oportunidad de hacer algunas investigaciones. Planeo usar los recursos que se me asignen para investigar algo nuevo, algo que nadie haya hecho antes, y poder conseguir una oportunidad fuera de Washington.

Nuestras órdenes llegan así que Jeff no responde. Tomo la taza de café humeante y le doy un ligero sorbo.

—Bueno, entonces debemos celebrar ese nuevo puesto —mis comisuras se elevan formando una sonrisa.

—Supongo que si —me encojo de hombros —aunque no sé si Addison opine lo mismo.

La esposa de mi mejor amigo probablemente tiene preparado un sermón para mí. Uno que por el momento, no tengo interés alguno en escuchar.

—Ella probablemente quiera celebrar dándote una patada en el culo —bromea.

Eso me roba una carcajada.

—Pero en serio, Harry, realmente espero que esto sea bueno para ti. No todo tiene que ser una mierda, ¿cierto?

Asiento levemente.

—Cierto.

Pero la verdad es que opino todo lo contrario, siendo sincero... creo que todo puede ser una mierda, y que está bien admitir cuando lo que nos rodea no es más que pura porquería, aun cuando tenemos que salir al mundo, fingir una sonrisa y aparentar que no estamos derrumbados por dentro.

(...)

Mi hogar me recibe con el habitual silencio, me he acostumbrado a la soledad. A sentir que este espacio me pertenece por completo, sin el caos del exterior, sin los fantasmas persiguiéndome. Es mi lugar seguro, y supongo que así debería sentirse siempre, ¿no es cierto?

Mientras me acomodo en la cama, tomo la computadora y me concentro en el documento en el que he estado trabajando los últimos meses, una investigación sobre la colisión de los astros, se suponía que perfeccionaría mi investigación con los recursos que la dirección del observatorio me proporcionaría, pero debido a los últimos sucesos, he tenido que modificar ciertas cosas, como por ejemplo los recursos para investigar.

La inspiración que tenía al abrir la computadora se ha esfumado, así que cierro el documento y abro el navegador. Lo primero que sale es la noticia de la que actualmente todo el mundo está hablando.

La astróloga que ya no cree en las estrellas, se ha publicado un nuevo artículo hablando sobre aquello, una especie de entrevista que Simón James, el famoso astrólogo de las celebridades, ha dado sobre su hija.

No suelo meterme en chismes, además, como científicos, no suele interesarnos aquellas cuestiones que se alejan de la ciencia, sin embargo, la imagen en miniatura que se muestra termina llamando mi atención.

Porque reconozco ese cabello rojizo y esos ojos verdes. Ahora todo tiene sentido, ahora entiendo porque su rostro se me hacía tan familiar.

La desconocida del puente es nada más y nada menos que Stella James. La astróloga que decidió publicar un artículo en el Washington Post sobre como la astrología miente, y juega con la mente de las personas, como maneja todo a su antojo para mostrar cosas que no son, como nos da solo la versión que queremos escuchar.

Es curioso que una persona tan reconocida en el mundo de la astrología como lo es ella, salga de pronto diciendo algo que la condenaría para siempre. ¿Por qué alguien querría echar por la borda toda su carrera por voluntad?

El artículo habla de como Stella aprovechó los medios para mal versar una información, su propio padre afirma que nunca confió en las predicciones de su hija y que a pesar de todo se alegra de que no siga engañando a las personas de su entorno.

Casi quiero reír, ¿qué eso no es lo que Simón James suele hacer? Es bastante conocido entre las celebridades por sus aciertos en las predicciones, pero también por aquellas veces en las que se ha equivocado, en las que nada de lo que dice se cumple. Cierro la ventana cuando me canso de leer lo mismo.

Parece que si eres valiente en este mundo, es suficiente para que termines crucificado por toda la sociedad.

La imagen de Stella vuelve a mi mente, ¿es por eso que estaba en el puente?

¿Realmente iba a saltar? ¿Planeaba realmente lanzarse al agua?

El mismo sentimiento que experimenté cuando la vi en el puente, vuelve. Cierro los ojos repitiéndome que tengo bastantes cosas por las cuales preocuparme, como para sumar a una desconocida a la lista.

Pero hay algo en ella que me resulta familiar, tal vez la expresión de vacío en sus ojos, o la manera en la que la tristeza parecía llenar su mirada.

Tal vez es que reconocí en ella pequeños rastros de la forma en la que yo me siento.

Y es difícil ignorar a alguien que parece sentirse exactamente igual a ti.

Sin embargo, por mucho que quiera darle mi atención, no es posible. Mis propias mierdas requieren que las resuelva, al final del día, todos tenemos que luchar nuestras propias batallas. Nadie puede venir a salvarnos.

Lo aprendí a la mala.

Así que ahora solo veo por mí, aún si con eso tengo que ignorar al fantasma de ojos verdes y cabello rojizo que no abandona mi mente.

(...)

Paso los siguientes días intentando trabajar en mi investigación, intentando invertir tanto tiempo como puedo antes de tener que dividirme entre las clases y las responsabilidades de la universidad.

Cosa que realmente no hago muy bien que digamos, porque cuando el lunes llega y tengo que presentarme ante el decano, realmente no tengo demasiado avance en la investigación.

Luego de que me dé la introducción del curso que impartiré, me guía por las aulas hasta enseñarme la sala en donde se llevarán las clases habitualmente.

El tema principal será el universo, estrellas, galaxias y agujeros negros. Un tema con el que estoy bastante familiarizado, así que no tengo inconveniente en hacerle frente a un grupo de casi treinta universitarios que esperan en sus asientos.

—Mi nombre es Harry Jenkins, y seré su profesor durante los siguientes seis meses —me presento cuando termino de escribir mi nombre en la pizarra que tengo detrás. —Espero poder enseñarles tanto como me sea posible, y cumplir sus expectativas.

Una mano se eleva sobre las cabezas del grupo. Una chica se pone de pie cuando le cedo la palabra.

—Profesor Jenkins, ¿usted nos impartirá la clase sobre los agujeros negros?

—Así es, no será el único tema que tendré a mi cargo, pero hablaremos mucho sobre eso. ¿Alguna otra pregunta?

Los alumnos van elevando la mano, uno tras otro, cuestionando temas, horarios, la dinámica de la clase, y así se resume la hora y cuarenta minutos asignada. Por hoy, es la única que tengo que impartir así que no tengo necesidad de quedarme en la universidad.

Podría pasarme por las salas de investigación, pero antes de siquiera poder considerarlo, un mensaje de Addison asoma en la pantalla.

Addie: Jeff me dijo que estarías en la universidad hoy, así que te espero en el restaurante de enfrente apenas termine tu clase.

Suspiro. Addison podrá ser mi mejor amiga pero realmente también un dolor en el trasero, he conseguido evadir todas las preguntas acerca de mi renuncia en el observatorio, pero parece que la suerte ha dejado de conspirar a mi favor y comienza a abandonarme.

Yo: Acabo de salir, te veo ahí.

Hay un único restaurante frente a la universidad, cuando atravieso la calle no se me dificulta encontrar a mi mejor amiga. Es la única mujer con una barriga de cinco meses de embarazo y un cabello teñido con mechones azules.

—¿Cómo es que sabes mis horarios? —inquiero deslizándome en el asiento frente a ella. —A veces me asusta lo acosadora que puedes llegar a ser.

Sonríe.

—¿Se te olvida que tu mejor amigo es mi esposo? —arquea la ceja —así obtengo la información.

Resoplo. La mesera llega y deja un menú frente a mí.

—Solo tomaré un té, por favor —la chica asiente antes de retirarse y solo entonces miro a Addison.

—¿Y bien?

—Supongo que soy yo quien tiene que hacer esa pregunta, ¿qué haces en una universidad cuando tu lugar está en un observatorio?

Chasqueo la lengua.

—Mi lugar dejó de ser el observatorio —me encojo de hombros.

—Por favor, Harry, ambos sabemos que eso no es verdad. Ese lugar lo era todo para ti, entiendo que la llegada de Oliver...

—La llegada de Oliver jodió todo —espeto perdiendo la paciencia —la llegada de Oliver me hizo darme cuenta de que ese no era mi lugar. Diez años de mi vida invertí en ese sitio para que Oliver viniera con una puta carta y me lo arrebatara.

Addison me lanza una mirada comprensiva, el instinto maternal demasiado presente en ella.

—¿Entonces prefieres dar clases ahora?

—Eso es mejor que tener que verlo todos los días recordándome que siempre estoy detrás de él.

La mirada de Addie se suaviza.

—Lo que hizo Oliver fue...jodido. Pero no puedes renunciar a todo lo que querías solo por él. Harry...

—Si puedo, y eso es exactamente lo que hice. No planeo tener ningún lazo con él.

—Es tu hermano...

—Pues desearía que no lo fuera —siseo —desearía que no lo fuera porque entonces mi vida sería sensacional.

Mi amiga suspira.

—Tal vez dar clases no es lo que quiero hacer, pero por ahora lo tomaré. Por el tiempo que sea necesario hasta que pueda encontrar algo fuera de Washington.

—Parece que no hay nada que pueda hacer para convencerte.

—No —sacudo la cabeza —y desearía que no lo intentaras. Porque lo que menos quiero es discutir.

Me dedica una sonrisa suave.

—Tengo algo que creo que puede animarte.

Toma su bolso rebuscando algo, le toma algunos segundos antes de que deslice una especie de tarjeta hacia mí.

—Habrá un observatorio ambulante este fin de semana —informa —será en la explanada nacional.

Sonrío.

—¿Es tu forma de hacerme sentir mejor?

Se encoje de hombros.

—Dime que irás, odiaría haber desperdiciado mi dinero en algo que vas a rechazar.

Eso me roba una sonrisa.

—Creo que puedo hacerme un espacio, gracias Addie.

Ella extiende la mano a través de la mesa hasta alcanzar la mía, deja un apretón y sonríe con una calidez que me alcanza en segundos.

—El mundo puede ser una mierda, pero la forma en la que lo enfrentas es lo que hace la diferencia.

Sonrío, ojalá pudiera decirle que he decidido tratar al mundo de la misma forma en la que vengo siendo tratado. Pero no lo hago, sino que sonrío, como vengo haciéndolo toda mi vida.

Escondo al verdadero yo, y muestro solo la cara que todos quieren ver.

Muestro una sonrisa que no es genuina, una felicidad que realmente hace mucho tiempo que no experimento. Pero nadie quiere ver eso.

Muestro solo lo que quieren ver, porque al final del día, eso es mucho más fácil que admitir abiertamente que en realidad... todo está mal.

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