27.- Cuando una estrella muere
HARRY
Reconozco bien el sentimiento que se abre paso en mi pecho, soy muy consciente de como se expande por cada rincón de mi cuerpo, mi parte racional grita que esto no significa nada, Stella no es capaz de engañarme, mucho menos con Oliver sabiendo todo lo que significa.
Pero cuando tienes tanto dolor, cuando te sientes tan perdido que ya ni siquiera estás seguro de lo que eres, la razón es lo último que solemos emplear.
Es más fácil aferrarse a lo peor que puedas imaginar, a esa versión distorsionada de la realidad que justifica el enojo y da lugar al resentimiento.
Stella toma mi brazo antes de que pueda alejarme, su agarre es firme y su mirada está llena de esa determinación que conozco tan bien. Es la misma expresión que usa cuando sabe que algo está roto y se rehúsa a dejarlo así. Pero en este momento, ver su insistencia me irrita aún más.
—Harry, escúchame —dice en un tono bajo, como si estuviera tratando de no romperme del todo—. No te vayas así.
—¿Qué quieres que escuche, Stella? —exhalo, entre frustrado y cansado—. ¿Quieres que me quede para verlos juntos, tan cómodos como si fuesen cercanos de toda la vida? Porque, honestamente, no creo que pueda soportarlo.
Ella frunce el ceño, sin apartar su mano de mi brazo.
—Esto no tiene nada que ver con comodidad —replica, su tono todavía templado—. Oliver estaba teniendo un ataque de pánico, Harry. Solo trataba de ayudarlo. ¿Desde cuándo se convirtió eso en algo cuestionable?
Apenas puedo reconocer que ella tiene razón. Apenas y puedo aceptar que realmente tiene sentido lo que dice. Es como si el dolor fuese tan fuerte que necesita ser expulsado de alguna forma.
Y tengo la excusa perfecta para usar. Porque odio la idea de que ellos estén cerca.
No miro a Stella, dirijo mi atención a Oliver.
—¿Ahora quieres robarte a mi novia también? —inquiero —¿cuál es tu maldito problema? ¿Por qué quieres tener todo cuanto poseo?
—Estás siendo ridículo —Oliver da un par de pasos hacia mí —así que más vale que dejes de ser un idiota, porque aquí no está pasando nada de lo que imaginas.
La tensión en el ambiente es casi insoportable, y me siento al borde de explotar. La insinuación de que estoy siendo irracional solo hacen que mi enojo aumente. Me acerco, ignorando el brazo de Stella que intenta detenerme.
—Ah, ¿sí? ¿Ridículo? —le lanzo una mirada, y siento la rabia acumulándose con cada segundo que pasa—. Dime, entonces, ¿qué demonios significa todo esto? Porque, honestamente, desde aquí se ve bastante claro.
—Significa que no puedes ver más allá de tu propio dolor para entender lo que está pasando en realidad —Oliver replica, sus ojos se clavan en los míos, lanza una mirada desafiante que me produce ganas de darle un puñetazo.
—Basta —la voz de Stella se filtra entre ambos —Harry, cariño, esto es una locura. No ha pasado nada, ¿Cómo consideras siquiera que ha pasado algo más? Solo intentaba ayudarlo, porque él también perdió a su madre y...
—¿Y eso qué? —la interrumpo, sintiendo la ira burbujear justo bajo la superficie—. ¿Desde cuándo se volvieron tan cercanos como para que te importe tanto? —Mi tono sale más frío de lo que pretendía, y las palabras se sienten como cuchillas en mi propia lengua.
Stella asiente, parece derrotada y da un paso hacia atrás.
—Bien, no vamos a hablar ahora porque es evidente que nada de lo que diga te parecerá suficiente. Así que vamos a dejarlo aquí y cuando seas racional, hablaremos. Porque justo ahora sé que no creerás nada de lo que diga.
—¿Debería?
Da otro paso atrás, la indignación filtrándose en sus ojos.
—¿Alguna vez te he mentido? —inquiere —¿alguna vez te he dado, aunque sea un solo motivo para que dudes de mí?
Sé la respuesta, solo tengo que abrir la boca y decirla. Las lágrimas queman en mis ojos, todo se combina, se arremolina en mi pecho como una maldita enredadera llena de espinas que me producen un dolor agudo.
Nos quedamos en silencio, y el peso de sus palabras, de su mirada cargada de desilusión, cae sobre mí como una losa. Sé que tiene razón. Sé que, en toda nuestra historia, nunca ha hecho nada que me diera motivos para dudar de ella. Pero el dolor, la rabia, el sentimiento de pérdida me tienen tan cegado que apenas logro respirar.
—Ya has mentido antes, ¿lo olvidas?
Cierra la boca. Cállate, joder.
Me arrepiento tan pronto como las palabras brotan de mis labios, me arrepiento en el segundo en el que sus ojos destellan con dolor.
—No. No seas injusto —dice con firmeza —vamos a detenernos aquí porque no tienes idea de lo que estás diciendo.
Se da la vuelta, y justo ahí pierdo el control porque estoy aterrado, me siento perdido, no razono todo lo que puede ocurrir con mis palabras. El dolor me ahoga, me asfixia tanto que apenas y puedo respirar así que dejo de pensar y solo hablo.
—¿Injusto? —la palabra sale como un escupitajo, sin pensar—. ¿Qué es injusto aquí, Stella? ¿Que cuestione las cosas cuando todo lo que me rodea se está cayendo a pedazos? —Mi voz se vuelve más alta, más áspera, y lo peor es que sé que estoy mal, sé que la estoy lastimando de la peor forma posible, pero no puedo detenerme.
Ella se gira lentamente, sus ojos clavados en los míos, fijos y llenos de un dolor tan profundo que casi me hace retroceder.
—Harry, no tienes idea de lo que estás diciendo —su voz se rompe un poco, pero mantiene la firmeza—. Estás hablando desde el dolor, desde el miedo, y lo entiendo, pero si esto sigue así, solo vamos a destruirnos.
—¡Pues entonces dime que estoy equivocado! —exclamo, casi suplicando, el grito saliendo de lo más profundo de mí—. Dime que todo esto no significa nada, que él no está ocupando un lugar que yo debería llenar.
—Eso es lo que intentaba decirte, pero ni siquiera me estás escuchando. Estás tan consumido por tus propios miedos que no ves nada más.
Un momento de silencio se instala entre nosotros, un silencio pesado, lleno de palabras no dichas y emociones sin resolver. La angustia, el enojo, el miedo... todo se mezcla en mi interior, confundiéndome, impidiéndome ver lo que realmente está pasando.
Ella se acerca un paso más, su mirada cansada, sus hombros caídos. —Si de verdad crees que soy capaz de hacerte daño de esa forma, Harry... entonces no me conoces en absoluto.
Mi corazón se rompe en ese instante. Sonrío con el dolor llenándome hasta la punta del alma.
—Puede que tengas razón. Puede que no te conozca en lo absoluto. Porque nadie lo ha hecho, ¿o si? Porque después de todo tal vez las palabras que le dijiste al mundo sean verdad. Tal vez no te conozco en lo absoluto porque tú...Stella James...
—No te atrevas a decirlo —dice con furia acercándose.
—Le mientes a todos, ¿Qué te impide mentirme? Le mentiste a tus seguidores, le mentiste al mundo entero. Me dijiste que no le mientes a las personas que amas, ¿pero que es lo que hiciste con Frank? Le mentiste, Stella. Le mentiste y...
Su palma se encuentra con mi rostro.
El golpe resuena en el silencio entre nosotros, dejando un eco doloroso que no es solo físico. Ella retira la mano lentamente, como si no pudiera creer lo que acaba de hacer, sus ojos llenos de una mezcla de rabia y tristeza tan profunda que me atraviesa. Me llevo una mano al rostro, sintiendo el ardor en mi piel, y cuando la miro, la culpa se mezcla con algo más.
—¿Eso es lo que piensas de mí? —su voz es apenas un susurro, pero cada palabra carga un peso tan aplastante que siento como si me hundiera más en el abismo que he creado—. ¿De verdad crees que soy capaz de hacerle eso a las personas que amo?
La culpa me aplasta. Sé que estoy jodiendo todo. Y me ahoga el saber que no puedo remediarlo, porque todo se me está yendo de las manos.
—Stell, yo no...
—No tienes idea de lo que fue para mí perder a Frank —su voz tiembla, pero ella se mantiene fuerte—. No tienes idea de lo que fue vivir con el peso de no haber podido salvarlo, de no haber tenido las respuestas que necesitaba. Me he pasado meses cuestionándome, cargando con una culpa que no desaparece. Pero... nunca pensé que tú, de todas las personas, usarías eso en mi contra.
La culpa me golpea como una ola. Sé que me he pasado de la raya, que cada palabra que dije ha hecho más daño del que jamás habría imaginado. Stella sigue allí, frente a mí, con la cabeza en alto y los ojos llenos de dolor, de decepción... y de algo que temo haber roto para siempre.
—Stell, yo no quería... —comienzo, pero mi voz suena débil, patética. Ni siquiera sé cómo justificarme porque nada puede explicar lo bajo que acabo de caer.
Ella cierra los ojos, tomando una respiración profunda, como si estuviera tratando de encontrar algún resto de compostura antes de volver a mirarme.
—Harry, he tratado de entender lo que estás pasando, he intentado apoyarte... pero me has atacado donde más duele, y ni siquiera sé si te das cuenta de lo que estás haciendo. —Su voz baja, y cada palabra es un golpe—. No sé si lo que estás sintiendo te da el derecho de herirme de esta manera.
Quiero acercarme, quiero tomar su mano, hacerle ver que no quise decirlo, que me estoy ahogando en mis propios errores, pero sé que no hay excusa. Las palabras ya han salido y están ahí, entre nosotros, como una barrera que parece imposible de cruzar.
—Por favor, perdóname —susurro, sin saber si esas palabras pueden siquiera alcanzar la magnitud del daño que he causado—. No sé cómo hacer esto, Stella. No sé cómo vivir con este dolor.
Ella me observa, sus ojos aún heridos, pero ya sin la misma intensidad. Finalmente, asiente, como si llegara a una decisión.
—Entonces aprende, Harry. Aprende a lidiar con tu dolor sin destrozar todo lo que tienes a tu alrededor. Porque si no lo haces... perderás todo, incluyendo a las personas que más te importan.
Una lágrima desciende por su mejilla y la limpia con rapidez.
—¿Sabes? Si, tal vez si soy una mentirosa —dice dando un paso hacia mí —prometí que te sostendría...
—Stell....
—Pero no lo haré si eso significa que la rota seré yo. No lo haré si en tu dolor vas a herirme. Así que lo siento, Harry.
—Pero no lo haré si eso significa que la rota seré yo. No lo haré si en tu dolor vas a herirme. Así que lo siento, Harry.
Se da la vuelta, las lágrimas queman con fuerza en mis ojos tanto que no puedo detenerlas. Oliver se ha marchado en algún punto, estoy solo en medio del jardín y todo se va al carajo.
Elevo la mirada al cielo, con un grito saliendo de mi garganta, raspándome las cuerdas vocales.
Todo lo que conformaba mi universo ha estallado, y me he convertido en lo que siempre temí.
Una estrella muerta que poco a poco comienza a desaparecer.
STELLA
No sé cómo he conseguido llegar a casa sin desmoronarme en el camino. No sé en qué punto todo se torció y nos lanzó hasta este sitio.
La casa está sumida en un silencio que me oprime. Cada rincón parece amplificar el vacío que siento en el pecho, como si las paredes fueran testigos de algo irreparable. Me dejo caer en el sofá y rodeo mis rodillas con los brazos, buscando una manera de protegerme de la tormenta de emociones que amenaza con desbordarme.
Aprieto los párpados sintiendo como poco a poco mi mente comienza a llevarme a un lugar que creí que no volvería a visitar.
El recuerdo se filtra en mi mente sin que pueda evitarlo, como un río oscuro que se desborda y me arrastra hacia el pasado. Vuelvo a esa noche, a ese momento que todavía me tormenta: la última vez que vi a Frank.
Me pregunto, no por primera vez, si las cosas habrían sido diferentes si hubieran terminado su lectura, si le hubieran dado las respuestas que buscaba. Esa incertidumbre me devora. Siento que mi pecho se cierra, que el dolor que creía superado ha regresado con una fuerza brutal, trayendo consigo la culpa que nunca termina de desaparecer.
Aprieto los párpados con más fuerza, tratando de escapar de la sensación de ahogo, de la tristeza que me invade. Todo se ha vuelto tan oscuro otra vez.
—¿Stell? —la voz de Jully se escucha al otro lado de la puerta.
Me incorporo del sofá. Camino con lentitud hasta la puerta y la abro. Mi mejor amiga me lanza una mirada suave que rompe mi fortaleza y me hace sollozar.
—Oh —sus brazos me rodean —está bien, está bien.
Me aferro a su abrazo porque no sé qué otra cosa hacer. Porque de nuevo el dolor me ha golpeado de forma imprevista.
Porque no pude imaginar como con tanta rapidez algo puede romperse.
Cuando logro recomponerme, me aparto. Jully cierra la puerta. La había llamado a mitad de camino a casa, no le expliqué demasiado, solo dije que necesitaba verla en casa y eso fue suficiente para hacer que condujera hasta aquí.
—¿Qué pasó? —inquiere con suavidad.
Suelto un suspiro tembloroso. Me aparto caminando de regreso al sillón. Me siento sin energías cuando me coloco en él otra vez.
Jully sabía sobre el fallecimiento de la madre de Harry, así que no tengo que explicar demasiado.
—Creo que lo que estaba ocurriendo era demasiado bueno para ser verdad —susurro.
—Oh, Stell... ¿tan malo es?
Asiento levemente.
—Luego del entierro, fuimos a la casa de los padres de Harry. Todo parecía ir bien, es decir, era evidente que Harry estaba destrozado, pero estábamos bien. Estar ahí por mucho tiempo fue demasiado para mí así que salí un momento.
Tomo una inhalación.
—Oliver estaba ahí, hablamos y en un punto el comenzó a tener un ataque de pánico, Jully...yo solo quería apoyarlo. Parecía tan afectado que solo quise ayudar, pero Harry salió. No sé qué tanto escuchó como para malinterpretar las cosas.
—Ay no —Jully aprieta mi mano —dime que no fue tan idiota como para creer que en serio lo estabas engañando con su hermano.
—Eso fue justo lo que pensó —mi voz tiembla —y quiero decir, lo hubiese entendido, a veces cuando algo nos duele tanto apenas somos racionales, pero después...
Cierro los ojos al recordar sus palabras.
—Después dijo que no me conocía. Dijo que tal vez todo lo que dije en el artículo es verdad porque no me conoce en lo absoluto, que soy una farsa. Mencionó a Frank y yo solo... yo solo no soporté que hiciera eso.
Mi voz se rompe y sacudo la cabeza.
—Dijo que le había mentido a Frank... que le mentí a todo el mundo. Que le he mentido a él también. —Las lágrimas comienzan a correr por mi rostro, y ni siquiera intento detenerlas—. No sé cómo llegamos a esto, Jully. Él sabe mejor que nadie lo que perder a Frank significó, fue él quien repitió una y otra vez que debía dejar de lado la culpa, sabe lo mucho que me ha afectado y, aun así, aun sabiéndolo usó eso contra mí. Entiendo que tal vez está herido, entiendo lo que es perder a alguien que amas tanto pero, ¿con qué derecho me lastima de esta manera?
—Escúchame bien, Stell. —Su tono cambia, volviéndose firme—. No dejes que el dolor de Harry te arrastre hasta este lugar. No es tu carga. Has hecho todo lo que has podido para sanar, para ser mejor, y eso es lo que tienes que recordar.
—No sé que es lo que va a pasar ahora —susurro con la voz temblorosa —no sé...
—Ambos están heridos ahora. Es evidente que la muerte de su madre le ha afectado muchísimo, tú mejor que nadie sabe lo que la pérdida de alguien importante puede hacer en una persona.
Jully toma mi mano, una sonrisa suave se filtra en su rostro.
—Harry está perdido ahora, Stell. Está herido, y cuando uno está así de roto, dice cosas que no piensa, cosas que duelen. Pero eso no significa que sea tu responsabilidad arreglarlo. Tú también estás pasando por esto, tú también estás herida. No lo olvides. No te sacrifiques por el dolor de alguien más, especialmente si te está lastimando en el proceso.
Aprieto los labios intentando contener las lágrimas.
—No quiero que piense que lo he abandonado —confieso —lo amo tanto como para dejarle creer algo así. Sé que ha perdido mucho ahora y...
—No puedes seguir sosteniendo a alguien que, ahora mismo, está poniendo todo el peso sobre tus hombros.
Sacudo la cabeza.
—¿Y si apartarme solo hace que se pierda más?
—Tú no eres responsable de salvarlo, Stell. Puedes estar ahí, darle tu apoyo y tu amor, pero él también debe estar dispuesto a recibirlo, a trabajar en su propio dolor. —Hace una pausa, mirándome con ternura—. Si de verdad se aman, él sabrá entender que el amor no es cargar todo solo; es compartir.
Quiero responder, pero los golpes en la puerta nos sobresaltan.
—¡Stell! —la voz al otro lado de la puerta me encoge el corazón —Stella por favor, sé que estás adentro. Por favor solo... solo necesitamos hablar.
Jully me mira. Sonríe levemente y se incorpora.
—Mereces amor, Stella, y alguien que esté ahí para ti en las malas. No te conformes con menos, recuerda eso.
Me incorporo con lentitud y miro hacia la puerta.
—¿Quieres que abra? —inquiere.
Apenas asiento.
Observo a mi amiga caminar hacia la entrada, escucho las voces tenues y luego el sonido de la puerta. Cierro los ojos por un par de segundos, y cuando me atrevo a mirar de nuevo, ahí está él.
—Supernova...
—Claro que tenemos que hablar.
No sé como consigo la firmeza en mi voz, pero me obligo a mantenerla. Porque no estoy dispuesta a sentir de nuevo la culpa, ni el dolor. No estoy dispuesta a volver a es e ciclo nunca más.
En el pasado, siempre creyó que las estrellas más brillantes nacen del caos. Solía pensar que el universo las forjaba así, lanzándolas al vacío oscuro con la fuerza suficiente para iluminar incluso la noche más oscura. Creía que su luz era una señal de resistencia, de haber sobrevivido a su propio caos para al final convertirse en algo hermoso y eterno.
Ahora, con Harry, me pregunto si nuestras propias "luces" nacieron del mismo caos. Nos encontramos en nuestras propias noches oscuras, y desde el principio, esa intensidad, esa chispa, era lo que nos unía. Nos convertimos en estrellas en medio de la tormenta del otro, empujándonos a brillar más fuerte que el dolor, convencidos de que podríamos sostenernos mutuamente en la oscuridad.
Pero ¿qué pasa si nuestras luces nunca estaban destinadas a ser permanentes? ¿Y si el caos que nos unió ahora está llevándose nuestra luz, como un cometa que brilla una sola vez en toda su vida y luego se apaga? Tal vez no todas las estrellas brillantes están hechas para durar. Algunas solo existen un instante, intensas y hermosas, pero luego el universo las disuelve, llevándolas a formar otras constelaciones, otros caminos, otro cielo.
Y aunque esa idea me rompe el corazón, también sé que, a veces, dejar que algo siga su curso es la única manera de entender su verdadero propósito.
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