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23.- Es la verdad

HARRY

Entrar al hospital es como entrar en un mundo paralelo, donde todo es frío y clínico, pero al mismo tiempo desbordante de emociones que intentas evitar.

Solo soy capaz de escuchar el sonido de mis pasos mientras avanzo con rapidez hacia la recepción, apenas y puedo decir el nombre de mi madre y mi mente parece estar demasiado ensimismada que casi no escucho lo que dice la recepcionista. Es Stella quien tiene que preguntarle por segunda vez en qué habitación está mi madre. Todo a mi alrededor es un eco lejano, como si estuviera detrás de un cristal, viendo esta escena, pero sin formar parte de ella. Solo una cosa resuena clara en mi mente: infarto, grave, no sabemos si sobrevivirá.

Stella sigue a mi lado, su presencia silenciosa, pero sólida, como un ancla que apenas noto, pero de la que me aferro sin darme cuenta. No sé si quiero que esté aquí. No sé si quiero que vea esta parte de mí, esta vulnerabilidad que ni siquiera sé cómo manejar. Pero ya está aquí, y en el fondo, sé que la necesito. Aunque no me atreva a admitirlo.

Mi padre está de pie al fondo del pasillo cuando lo vemos. Su espalda está encorvada, sus hombros caídos. Se ve más pequeño de lo que lo recordaba. Siempre lo he visto como una figura inquebrantable, pero ahora parece tan roto, tan derrotado, que apenas puedo soportar mirarlo.

—Papá...

No recuerdo la última vez que vi a mi padre lucir tan asustado.

—Harry —se acerca.

—¿Qué paso? ¿Cómo...?

—No tenemos idea de como es que pasó —dice sacudiendo la cabeza —fue tan rápido.

Sus ojos brillan con las lágrimas contenidas —los médicos dicen que está delicada. No saben si va a...—hace una pausa—. No saben si lo logrará.

Sus palabras se sienten como un golpe en el pecho que me arrebata todo el aliento. Mi cuerpo entero se tensa, me quedo inmóvil luchando por procesar las palabras que acaba de decir. No es posible, mamá es una mujer sana, nunca ha tenido ningún problema de salud grave, si fuese tan malo, lo sabríamos.

Ella no...

—No —sacudo la cabeza —ella va a ponerse bien.

—Harry...

—Ella nunca ha sufrido problemas cardíacos, esto no...—mi voz se desvanece.

Mi madre puede morir y lo último que le dije es que no planeaba regresar a casa.

—Harry —mi cuerpo entra en tensión cuando reconozco la voz, volteo encarándolo. Tiene el rostro cansado, con la evidencia de que también esta situación es como una daga horripilante que nos destroza. —Me alegra que hayas llegado.

Retengo el impulso de insultarlo por insinuar que no podría llegar. Es mi madre, ¿qué clase de persona sería si ignorara el hecho de que su vida corre peligro?

—Claro que llegué —respondo más seco de lo que pretendía—. Es nuestra madre.

Stella se mueve a mi lado, su brazo envuelve el mío. Bajo la mirada hacia ella, me da una leve sonrisa que consigue tranquilizar toda la explosión que amenaza con hacerme pedazos.

Oliver me observa un momento, y luego su mirada se desliza hacia Stella. La tensión en mi pecho se intensifica.

—Stella —la saluda con una breve sonrisa, demasiado formal para la ocasión, casi incómoda—. Que gusto verte de nuevo.

Ella no responde, simplemente le da un corto asentimiento. Me giro de nuevo hacia mi padre, parece que apenas se ha percatado de la presencia de Stella, el reconocimiento brilla en sus ojos, pero no dice nada.

— ¿Qué dijeron los médicos? —pregunto.

Oliver suspira y se cruza de brazos, sus labios se tensan antes de responder.

—No mucho. La están estabilizando, pero las próximas horas son críticas. Podría tener otro infarto en cualquier momento. Es un milagro que haya llegado al hospital a tiempo.

Esa palabra, "milagro", me revuelve el estómago.

—¿Puedo pasar a verla?

—Aún no podemos entrar —dice mi padre al fin —tendremos que esperar un par de horas antes de que nos permitan el ingreso.

Apenas asiento. Las salas de espera siempre me han parecido sofocantes, un lugar en donde el tiempo se congela, en donde los segundos parecen eternos, en donde todas y cada una de las emociones se vuelven más fuertes.

—No tienes que quedarte —miro a Stella brevemente.

Ella sacude la cabeza en una negativa.

—Quiero hacerlo —dice de nuevo con una suave sonrisa —quiero estar para ti por cualquier cosa que necesites.

Mi padre se aparta hasta tomar asiento de nuevo en una de las sillas, Oliver se coloca a su costado y por un instante, creo que yo debería de acercarme también. Pero no lo hago.

Me quedo a unos metros, Stella permanece en silencio cuando nos acomodamos en las sillas, apoyo la cabeza contra la pared y suspiro con los ojos cerrados.

—Tenía pensado hacerte la cena —digo sin abrir los ojos —una velada tranquila para poder relajarnos. Esto no estaba en el plan.

Su mano alcanza la mía, entrelaza nuestros dedos y solo entonces la miro.

—Todo va a salir bien.

—Eso no lo sabes —objeto.

—No, no lo sé. Pero me gusta pensar que así va a ser.

Sonrío levemente porque a pesar de toda la maraña de sentimientos negativos que me llenan la mente, Stella parece ser una especie de punto de luz.

—Ella nunca sufrió del corazón —susurro —¿Cómo es que puede presentarse de la nada?

—A veces los síntomas están, solo que no les prestamos suficiente atención. Estoy segura de que tu madre es una mujer fuerte, se pondrá bien.

Aprieto los párpados.

—Lo último que le dije es que no se preocupara de que volviera a casa —mascullo —nuestra ultima conversación, en realidad fue una discusión. No la he llamado desde entonces. Y ahora ella está en un hospital con la vida pendiendo de un hilo.

La mano de Stella vuelve a envolver la mía, deja un apretón que me resulta cálido.

—No te culpes —dice con firmeza —no trae ningún beneficio hacerlo.

—Pero si ella...

—No —me interrumpe —solo debes concentrarte en que ella va a ponerse bien.

Una nueva sonrisa se instala en mis labios. Stella es como esa ancla que te mantiene en un mismo punto para evitar que la tormenta termine por hundirte.

—Gracias, supernova.

Ella se acerca, acomoda la cabeza sobre mi brazo hombro y la calidez me envuelve.

—No tienes que agradecerme, tú harías lo mismo por mi —susurra.

No tengo que responder para que sepa que sin lo haría sin dudar.

No sé cuanto tiempo pasamos en realidad en la sala de espera. Ya he dicho que el tiempo en estos sitios parece mas lento, más largo. Casi eterno.

Stella se ha ido por café, mi padre dijo que haría unas llamadas sí que solo estamos Oliver y yo en la fila de asientos. Lo cual, en vez de ayudar, crea más tensión en el ambiente.

—¿Sabías que estaba enferma? —no pretendo que suene a acusación, pero inevitablemente termina sonando como tal.

—¿Ahora también vas a culparme de los problemas de salud de mamá? —inquiere con impaciencia.

Paso por alto la pregunta, y simplemente añado:

—Tú eres el que está más cerca de ellos —me encojo de hombros —tal vez notaste algo, o te dijo algo.

Lo miro, sus ojos están fijos en mí. Toma una inhalación, como si intentara darse calma a él mismo.

—No. No dijo nada, noté algo las últimas semanas, pero pensé que solo estaba cansada. No creí que fuese tan grave —vuelve a suspirar. Se inclina, apoyando los codos en sus rodillas y colocando su rostro entre sus manos.

No respondo. El silencio vuelve a reinar entre nosotros. Me apoyo contra el respaldo de la silla y miro hacia el pasillo, esperando que quien sea que nos tenga información de mi madre aparezca, pero los segundos pasan, convirtiéndose en minutos y absolutamente nadie viene a nosotros.

—Lamento la tardanza, pero la máquina es un asco —masculla Stella mientras se desliza a mi costado.

Sonrío levemente. Me entrega uno y le da un sorbo al de ella.

—Gracias —le doy un trago al mío —en serio, Stell, puedes irte. Seguro tendremos que esperar más horas antes de saber algo.

—Está bien, en realidad no tengo mucho que hacer en casa, prefiero quedarme contigo.

—A veces me pregunto porque eres tan buena.

Ladea la cabeza mirándome casi enternecida.

—No lo sé, supongo que es uno de mis encantos —me río asintiendo.

—Claro que lo es.

Intento distraer a mi mente de la situación en la que me encuentro, así que le pregunto la única cosa que sé que se llevará mi atención.

—Sobre lo que me contaste de la mujer que conociste hoy...—los ojos de Stella me observan con curiosidad —lamento haber dicho lo que dije. Solo me pareció demasiada coincidencia.

—Lo entiendo, no tienes que preocuparte, en serio. Creo que yo hubiese reaccionado igual si alguien me contara lo mismo. Pero te prometo que sabría si no es verdad.

—¿Planeas hablar con ella de nuevo?

—No lo sé, intercambiamos números, pero no sé si vuelva a llamarla. Quiero decir... encontrarnos fue casualidad.

—El siguiente encuentro no tiene que ser casualidad —me encojo de hombros —tal vez pueda salir algo bueno, sino...míranos.

Se ríe levemente.

—Sí, quien lo diría...

Antes de que pueda terminar la frase, alguien aparece.

—¿Familiares de la señora Isela Jenkins?

Oliver en el primero en incorporarse, mi padre parece haber regresado en el momento justo porque también se acerca al doctor con rapidez. Me aproximo al doctor, Stella se coloca a mi costado, su cuerpo rozando el mío.

—¿Cómo está? —mi padre pregunta casi de inmediato.

—Hemos estabilizado su ritmo cardíaco y su presión —explica él—, pero fue un episodio delicado. Nos preocupa que haya alguna complicación que aún no hemos detectado, así que permanecerá en observación por ahora.

Esas palabras suenan como una mezcla de alivio y advertencia. La tensión en el pecho disminuye un poco, pero sigue ahí, latente. No está fuera de peligro. La pregunta de cuánto tiempo más estará en esta situación empieza a asfixiarme.

—¿Podemos verla? —pregunta Oliver,

El doctor asiente, mirando a cada uno de nosotros.

—De uno en uno, por ahora —responde. —Su condición es delicada, y queremos que se mantenga tranquila.

Mi padre es el primero en pasar, vuelvo al asiento esta vez sintiéndome un poco de alivio en el pecho.

—Pronto estará completamente bien, no tienes que preocuparte.

—Supongo que sí, aunque eso no hace que deje de estar preocupado. Necesito hablar con ella, no soportaría que lo que le dije aquel día fuese lo último que escucho de mí.

Stella extiende la mano, acaricia el costado de mi rostro y sonríe.

—Lo harás.

Abro los brazos y ella se acurruca contra mí, solo entonces me permito contagiarme de la esperanza que Stella siempre trae consigo.


STELLA

Harry puede ver a su madre aproximadamente una media hora después. Mi cuerpo se siente exhausto, hemos estado horas en el hospital y el sueño comienza a pasarme factura, pero no quiero irme sin esperarlo.

Sé lo horrible que es estar en una sala de espera del hospital. Lo horrible que es esperar respuestas que no sabes si tendrás, así que cuando Harry sugirió que podía irme, me negué. Porque a veces nos cuesta admitir que necesitamos de alguien más.

Estoy demasiado entretenida en mi celular revisando la página de inicio del blog, que no siento la presencia del hombre que se sienta a mi costado.

—Es bueno saber que eres buena siguiendo peticiones —volteo, casi sobresaltada cuando escucho la voz de Oliver.

—¿Qué?

—Nuestra conversación —dice con una sonrisa —se la contaste.

Ruedo los ojos en un movimiento que me sale por inercia.

—No iba a ocasionar problemas con Harry solo porque querías que nuestra conversación se mantuviera oculta.

Oliver ensancha la sonrisa.

—Pudo tomarlo peor —dice y por un instante su sonrisa titubea —aunque sigue odiándome.

—Me temo que tendrás que aprender a vivir con eso —mascullo fingiendo una sonrisa.

—Puedes decir que te desagrado, lo sabes, ¿cierto?

—No me...—aprieto los labios deteniendo las palabras —creo que este no es el lugar ni el momento. Además, lo que yo opine sobre ti no debería importarte.

Oliver asiente brevemente. Echa la espalda hacia atrás y cruza los brazos sobre su pecho.

—¿Realmente crees que soy un mal hermano?

Suspiro sintiéndome derrotada. Sé que este no es el mejor momento para hablar de esto, su madre está delicada y me siento pésimo considerando la idea de decirle lo que realmente pienso.

—Vamos, Stella, sé honesta que estoy seguro de que mi hermano no se enamoro de ti porque eres de las que se guardan su honestidad.

Aprieto los labios de nuevo. ¿Qué se supone que deba decirle? ¿La verdad? La verdad incluye que pienso que es un imbécil. Pero no es correcto decírselo ahora. ¿O sí?

—Así que te desagrado, ¿eh?

—Oliver, no se trata de desagrado, creo que es más complejo que eso.

Sus ceas se fruncen, como si no entendiera lo que intento decir.

—Tienes razón —continúo —no soy de las que se guardan su honestidad, pero hay momentos y lugares para todo. Y ahora...tu madre está delicada, no creo que sea el mejor momento para decir la opinión que tengo sobre ti.

Sonríe, pero es evidente que es un gesto fingido.

—Me diste la razón —chasquea la lengua.

Suspiro casi resignada.

—Creo que nunca has entendido el impacto que tus acciones tienen sobre los demás. Especialmente sobre Harry. Creo que eres alguien egoísta que siempre ha buscado sobresalir, aún si para eso tienes que pasar sobre las personas que amas. Buscas convencerlo de que le hiciste un bien y que quieres su bienestar porque de esa manera, esquivas el hecho de que le fallaste, de que le robaste sus sueños, porque así esquivas el hecho de que la culpa es tuya.

Su rostro se tensa, no sé si he hablado de más, pero creo que, si él quiere escuchar la verdad de lo que pienso, no soy quien para negárselo.

—La noche que fuiste a mi hogar, te dije que deberías empezar a ser honesto contigo mismo. Cuando lo hagas, tal vez al fin encuentres la forma de arreglar lo que se rompió. Mientras no lo hagas, nada va a cambiar.

Oliver no tiene oportunidad de responder, Harry se acerca, me incorporo en cuanto noto el semblante que tiene en el rostro al ver a su hermano.

—¿Qué pasa aquí? —no me pasa desapercibida la tensión en su voz.

—Nada —respondo —solo charlábamos.

Oliver se incorpora.

—Deja de pensar lo que no es —dice con seriedad —¿o no puedo hablar con nadie que te conozca?

—Oliver —mi voz brota firme —Harry esto...

—Te pedí que te mantuvieras alejado de ella —el cuerpo de Harry se desliza frente a mí, me coloca detrás de él mientras se enfrenta a su hermano —¿no puedes respetar ni una puta cosa?

—¿Qué está ocurriendo? —el padre de Harry se acerca —¿de nuevo están discutiendo?

Un corto silencio se instala en la sala.

—No —Oliver es quien responde primero —nadie está discutiendo aquí.

Harry sonríe con un gesto falso.

—Llevaré a Stella a casa, volveré en unas horas, papá.

Toma mi mano, no me da oportunidad de despedirme simplemente nos guía hasta la salida del hospital.

—¿Qué crees que haces? —nos detengo antes de llegar al coche —¿por qué estás reaccionando de esta forma?

—¿Por qué estabas hablando con él? —inquiere.

—¿En serio? —arqueo la ceja incrédula —espero que no estés pensando lo que creo, porque si es así tengo que decirte que tienes un serio problema.

—No, yo solo...—suspira —no me gusta verlo cerca de ti. Porque eso significa que está intentando estar cerca. Y eso nunca sale bien.

—Harry...

—¿Podemos ir a casa?

Me coloco frente a él. Llevo las manos a los costados de su rostro y casi lo obligo a mirarme.

—Confías en mí, ¿cierto?

Sonríe.

—Pero claro, supernova.

—Entonces nunca olvides que no soy de las que mienten —sus ojos se suavizan —no le miento a las personas a las que amo, así que no quiero que pienses que por hablar con tu hermano pasa algo más. Sin importar lo que él pueda decir, yo siempre voy a estar de tu lado.

La sonrisa de Harry se vuelve más genuina, me acaricia la mejilla y se inclina para dejar un suave beso sobre mis labios.

—Al fin lo dijiste —susurra.

—¿Qué cosa?

—No le mientes a las personas que amas —dice y noto los destellos de emoción en su voz.

Mis palabras cobran otro significado cuando él las dice.

Una corta risa brota de mis labios.

—Es la verdad.

Él asiente.

—Es la verdad. 

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¡Volvimos después de casi una semana!

Lamento la demora, estas semanas han sido horribles T.T y cuando me creí recuperada, me enfermé. 

Prometo traerles capítulos tan rápido como me sea posible <3


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