22.- Por cada gramo, mil.
STELLA
La cafetería a la que ingresamos es una en donde solía acudir con Frank. Es curioso como había rehuido de tantos lugares que me lo recordaban, volver aquí se siente como una pequeña casa en una herida abierta. No la cura del todo, pero ayuda a que el sangrado sea menor.
Emm y yo no hablamos demasiado. No lo hacemos en realidad, estamos en silencio, la una frente a la otra como si ninguna supiera que decir en realidad.
Nuestros pedidos llegan, hemos ordenado prácticamente lo mismo y solo entonces Emma parece dispuesta a romper el silencio entre nosotras.
—Leí tu artículo —dice con suavidad —es bueno.
Sonrío. Me recuerda a las primeras conversaciones que tuve con Harry.
—Hoy en día, no lo catalogaría como bueno —mascullo —ni siquiera sé como me dejaron publicarlo.
Emma sonríe.
—Porque sabían el impacto que tendrías en las personas —dice como si fuese la respuesta más común del mundo —y lo tuviste.
Mi sonrisa titubea.
—No estoy orgullosa de lo que escribí, creo que redacté el articulo desde el dolor, dije todo lo que alguna vez pensé, pero de lo cual no tenía seguridad. Fueron palabras llenas de enojo, y de tristeza por haberlo perdido.
Emma toma un sorbo de su café, observándome en silencio antes de asentir lentamente.
—A veces, el dolor es lo único que tenemos para dar —responde, hay una suavidad en sus ojos, pero sigue teniendo esa chispa de firmeza—. Y aunque pueda no parecer el mejor momento para compartirlo, a veces es necesario. Porque ayuda a otros a sentirse menos solos en su propio dolor.
Sus palabras me llegan más de lo que me gustaría admitir. Siempre había visto mi artículo como un grito desesperado, una forma de desahogarme sin pensar en las consecuencias. Pero hay una parte de mí que quiere darle la razón a Emma, porque cuando perdí a Frank, dolor era todo lo que podía ofrecer. Y quizá, en algún lugar, alguien se sintió comprendido.
—Quizá... —murmuro —. Pero siento que me expuse demasiado. Fue como poner todas las heridas a la vista del mundo, y ahora no sé cómo cerrarlas.
Emma deja la taza en la mesa y se inclina ligeramente hacia mí.
—Frank solía decir que exponerse al dolor no siempre es algo malo —dice en voz baja—. A veces es la única manera de sanar.
Cada que menciona a Frank, es como una sacudida, pero no de la forma tan dolorosa a la que me he acostumbrado, ahora se siente casi con consuelo. Ella habla de él con una familiaridad que me hace sentir como si, de alguna manera, él aún estuviera presente, entre nosotras.
—Es curioso —murmuro con una leve sonrisa —estar aquí me recuerda a él. Hablar contigo...
Emma sonríe, pero esta vez es una sonrisa más nostálgica.
—Lo entiendo —termina la frase por mí—. Frank tenía esa capacidad de conectar a las personas, incluso cuando no estaba presente. Tal vez aún lo esté haciendo.
—Hace mucho que no podía hablar de esta manera con alguien, hablar sobre Frank, quiero decir. Todas las personas con las que podría hablar de él se fueron, así que creo que estar aquí ahora es como recuperar pequeñas partes de mi hermano.
—A mi también me ha costado encontrar a alguien para hablar de él —añade con suavidad —fue bueno encontrarte, Stella.
La sonrisa que le dedico es genuina, la comodidad que se siente entre nosotras es como si siempre hubiese estado ahí.
—¿Cómo lo has llevado? —no espero en lo absoluto que pregunte eso. Creo que nadie me lo ha cuestionado en realidad.
Me aclaro la garganta, una parte de mi quiere rehuir, pero la otra se queda, aferrándose a la oportunidad de poder hablar con alguien que entendiera el dolor de perder a Frank.
—Ha sido... complicado. A veces siento como si estuviera avanzando, otras veces, como si retrocediera. ¿Sabes? Como si estuviera caminando sobre una cuerda floja.
—Es normal sentirse así —dice—. La pérdida no es algo lineal. A veces parece que estamos bien, y luego... de repente, algo nos golpea y todo se derrumba de nuevo.
—Sí —asiento, y las palabras salen antes de que pueda detenerlas—. Pero no solo perdí a Frank. Perdí a mis padres también. No porque ya no estén aquí, sino porque... desde que él se fue, todo cambió. Es como si ya no supiéramos cómo ser una familia.
Emma baja la mirada un momento, como si procesara lo que acabo de decir, antes de levantarla de nuevo.
—Perder a alguien tan importante afecta todo lo demás. Afecta cómo te relacionas con las personas que están alrededor. Y a veces, esas relaciones no se sostienen bajo el peso del duelo. Pero... —hace una pausa, como buscando las palabras— no significa que no puedan reconstruirse.
Quiero creer en eso, pero no estoy segura. Me recuesto un poco en la silla, suspirando.
—Lo dudo. Ellos me culpan por lo que pasó, y en cierta parte, yo también lo hago.
Emma frunce el ceño ligeramente, sus ojos llenos de una mezcla de compasión y algo más, algo que no puedo identificar del todo.
—¿Por qué te culparías tú? —pregunta, y aunque es una pregunta simple, tiene un peso tremendo.
Tardo un momento en responder, buscando las palabras correctas.
—Porque no pude salvarlo.
Le toma unos segundos entender. La comprensión vuelve a llenar su mirada.
—No soy una experta en astrología ni en cartas —comienza, con una sonrisa suave que no llega a sus ojos—, pero creo que Frank habría odiado la idea de que te culparas por algo así. Él no creía en controlar el destino, ni mucho menos en culpar a los demás por lo que le pasaba.
El golpe que sus palabras me dan...no estaba preparada para eso. Frank solía decirme cosas similares, que el destino no era algo que pudieras escribir como un guion. Era impredecible, y debíamos aprender a navegarlo.
—Supongo que tienes razón —admito, la culpa aflojando su agarre, aunque sea solo un poco—. Pero es difícil dejarlo ir.
—Lo sé. Pero a veces, la única manera de seguir adelante es dejando de preguntarse qué pudo haber sido. Y empezar a aceptar lo que es.
Sus palabras me reconfortan de una manera que no esperaba. Como si, al hablar con ella, estuviera recuperando pequeñas partes de mí misma que se habían roto con la pérdida de Frank.
—Eres buena hablando de esto —le digo, medio sonriendo—. ¿Siempre has sido así de sabia?
Emma se ríe suavemente, el sonido agradable, como un viento cálido en un día frío.
—No siempre. Pero tu hermano me ayudó a ver todo de una forma diferente. No me quedaba de otra más que aprender algo de él —su sonrisa se vuelve nostálgica, y siento una pequeña punzada en el pecho.
—Él siempre fue así —susurro—. Siempre tenía esa forma de hacerte ver lo que realmente importaba, incluso cuando no querías verlo.
Le doy un sorbo a mi café y como un flashazo, los recuerdos de mi hermano vuelven.
—Él solía decir que el café de aquí era lo mejor para cuando uno necesitaba poner la cabeza en orden. Que todo se veía más claro después de un buen café.
Emma sonríe, esta vez con una nostalgia compartida.
—Siempre pedía lo mismo —dice, señalando su taza—. Café solo, sin azúcar. Decía que le gustaba fuerte, porque así era más fácil enfrentar el día.
—Gracias —digo en voz baja, más para mí misma que para ella.
—¿Por qué?
—Por... por traer de vuelta una parte de él que pensé que había perdido.
Los ojos de Emma se suavizan, y aunque no dice nada, puedo ver que siente lo mismo.
—A veces, las personas que menos esperamos son las que más nos ayudan —dice suavemente—. Tal vez porque compartimos algo que otros no entienden. Compartimos a Frank.
La simple mención de Frank por parte de Emma provoca una punzada en mi pecho, pero también algo más. Algo reconfortante. Es extraño, pero en su compañía, no siento el mismo vacío abrumador que me aplastaba antes.
—Compartimos a Frank —repito en un susurro, saboreando esas palabras. Es verdad. De alguna manera, aunque apenas conocía a Emma, compartimos una parte de su vida que los demás nunca entenderían. Un vínculo silencioso que solo nosotras dos podemos comprender.
Estoy agotada cuando llego a casa de Harry.
—Hola —me sonríe apenas abre la puerta —luces...
—Derribada —termino la frase por él —estoy exhausta, ha sido un día...complicado.
Él se hace a un lado para permitirme el acceso. La calidez de la casa me envuelve, reconozco la computadora en el centro de la sala y los papeles desplegados por la mesa.
—¿Has estado trabajando? —inquiero.
—Un poco —dice en un suspiro —tuve que detenerlo, ya sabes, preparar la clase para los universitarios...
—Que solo hablan de agujeros negros —termino la frase y sonrío.
Se acerca, sus manos envuelven mi cintura y pronto tengo sus labios sobre los míos.
—Te he echado de menos, te conviertes en mi novia y de pronto te veo menos —dice robándome una pequeña carcajada.
—Eres un dramático, haz estado ocupado, y yo también. Y hoy...—todas las emociones que he vivido en los últimos días vuelven a mí.
Harry lo nota enseguida.
—¿Todo bien?
—Sí, solo...pasaron cosas, ya sabes.
—No, no sé —dice con una ligera sonrisa tirando de sus labios.
Me lanzo al sofá, él camina con lentitud hasta colocarse a mi lado.
—¿Qué pasa, supernova?
—Hablé con mi madre —digo mirando al techo —fue a verme, y solo terminé confirmando que ellos siguen culpándome.
—Stell...
—Y está bien —cierro los ojos —no tengo poder sobre eso.
Siento su brazo rodearme, me acurruco contra su cuerpo. Su aroma me envuelve y sonrío levemente.
—Hoy decidí ir al cementerio, y conocí a alguien. Una mujer llamada Emma Montgomery.
Esta vez su atención se fija completamente en mí. Puedo ver el cambio en su rostro, la confusión mezclada con curiosidad.
—Era amiga de Frank —respondo lentamente—. O algo más que eso...
—¿Algo más que eso?
——¿Recuerdas que Frank tenía una cita la última noche que lo vi? —asiente —bueno, Emma es la chica con la que Frank estaba saliendo.
—¿Cómo sabes que es ella? —pregunta, su tono cambiando, volviéndose más cauteloso.
—Me lo dijo —respondo—. Estaba en el cementerio, visitando la tumba de Frank, igual que yo. Hablamos un rato y me contó sobre su relación con él.
—¿Y le creíste así nada más? —Hay incredulidad en su voz, como si no pudiera entender por qué confío en ella.
—¿Qué...? —lo miro sin comprender —¿qué tratas de decirme?
—Lo siento —sacude la cabeza —es solo que es extraño, quiero decir, ¿Cómo sabes que realmente es ella? ¿Frank te la mencionó alguna vez?
Niego.
—No tengo motivos para desconfiar de ella. Además, las cosas que habló sobre Frank... si no fuese nadie cercano a mi hermano, no sabría todas esas cosas. Es extraño, lo sé. Pero... no creo que sea una mentira.
Harry sonríe levemente.
—Comienzas a dejarlo ir.
—¿Qué? —su mano acaricia el costado de mi rostro.
—El dolor, la culpa. Ahora luces...feliz. Quiero decir, hablando de Frank luces... feliz.
—No lo estoy dejando ir —digo con una leve sonrisa—. Solo... creo que estoy aprendiendo a llevarlo de una manera diferente.
—Eso es lo que quiero para ti —responde, inclinándose un poco más cerca—. Quiero verte avanzar, quiero verte feliz.
—Creo que estoy más cerca ahora —admito. —Ha sido un camino largo que recorro a pasitos, pero...
El celular suena. Él echa la cabeza hacia atrás.
—Lo lamento —dice —colgaré y...
—No, contesta. Puede ser algo importante.
Se estira para alcanzar el celular y cuando su ceño se frunce, sospecho que no es una llamada agradable.
—Es mi padre —dice mientras desliza el pulgar por la pantalla y toma la llamada —Hola, papá.
Se incorpora, lo sigo con la mirada y noto el momento exacto en el que todo su cuerpo se tensa.
—¿Qué? ¿Cómo pasó? —su voz brota alarmada —sí, claro que sí, iré enseguida.
Cuando gira, toda la tranquilidad se ha ido de su rostro.
—¿Qué ocurrió?
Se mueve con rapidez, camina por la sala hasta alcanzar las llaves y me incorporo cuando parece tener la intención de salir.
—Harry, ¿qué ha pasado?
—Mi madre —su voz tiembla levemente —sufrió un infarto, y está grave en el hospital.
Mi corazón se acelera al escuchar sus palabras. El aire parece volverse pesado mientras intento procesar lo que acaba de decir. La imagen de Harry tan seguro y calmado se desmorona frente a mí.
—Voy contigo —digo de inmediato, avanzando hacia él.
—No tienes que hacerlo, Stell, estás agotada y no quiero...
—Eres mi novio —le recuerdo —claro que voy contigo.
El alivio se filtra en sus pupilas. Asiente bruscamente y me apresuro a salir detrás de él. Y mientras nos montamos al auto, compruebo por segunda ocasión que la vida no es justa.
Porque por cada gramo de felicidad, pone mil de dolor.
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