Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

21.- La idea de un mañana


STELLA

Dicen que no todo siempre puede ir tan bien en la vida. Nunca he creído que por cada cosa buena que pasa en la vida, hay una pequeña dosis de cosas malas que ocurren.

Supongo que debería de estar agradecida por todo lo que ha pasado en mi vida en los últimos meses, por el peso de la culpa que poco a poco se esfuma, por Harry y por todo lo que ha significado el conocerlo.

Por el hecho de estar ahora en una relación en donde no tengo que preocuparme por ser juzgada.

Dicen que si no eres agradecida con el universo, este se encarga de que aprendas a agradecer. Y creo que no he agradecido lo suficiente, porque encontrarme a mi madre en la puerta de mi hogar, definitivamente no es algo bueno.

Me detengo a un par de metros de la entrada de mi casa. No he hablado con mi madre desde el día de nuestra discusión. No ha habido contacto desde entonces, así que el hecho de tenerla aquí, en la entrada de mi hogar aguardando por sabrá Dios qué, me desestabiliza más de lo que me gustaría admitir.

Estoy tentada a marcharme, a darme la vuelta y fingir que no la he visto. Pero sé que no puedo huir más de esta situación.

Tomo una inhalación antes de continuar avanzando, se fija en mí antes de que llegue a los escalones. Su mirada sigue conservando la frialdad que no he dejado de ver desde nuestra discusión.

—Mamá.

—Stella.

—¿Qué haces aquí?

Ella suspira. Deja de mirarme por unos segundos en los cuales no diga nada.

—¿Crees que podamos hablar?

Mi primer impulso es negarme. La última vez que hablamos, terminamos destrozadas. Y aún no he sanado del todo de lo que dijo, de lo que nos dijimos. Pero también sé que huir no es la respuesta. Ya no puedo seguir corriendo de ella, de todo lo que pasó.

Asiento lentamente, aunque no estoy segura de que sea lo correcto.

—Está bien —digo, mi garganta apretada por la tensión.

Nos quedamos en silencio unos segundos, el espacio entre nosotras cargado de todo lo que no hemos dicho en meses. Finalmente, doy un paso hacia la puerta y la abro, haciéndole un gesto para que pase.

Mi madre entra, y la casa de repente se siente mucho más pequeña. No toma asiento, examina todo a su alrededor, antes de girarse para quedar frente a mí.

—¿Y bien? —inquiero dejando mi bolso sobre el sillón —¿Qué te ha traído hasta aquí? Mentiría si dijera que no estoy ansiosa por escucharlo.

—Volviste a blog —es lo primero que dice.

Suspiro.

—No podía dejar que mi vida se estancase —mascullo.

Asiente levemente.

—Sé que no hemos hablado desde la última noche en la que estuviste en casa... —su voz se desvanece, aprieta los párpados y el nudo en mi garganta aprieta más fuerte. —No he dejado de sentir que esto está terriblemente mal, y a pesar de las cosas que tu padre dijo...No te culpo por lo que pasó con Frank —dice, aunque hay algo en su voz que me dice que no es del todo cierto.

—Mamá... —intento hablar, pero ella me interrumpe.

—Lo que pasó... fue un accidente. No puedes haber sabido lo que iba a suceder —sus palabras son suaves, pero también distantes, como si estuviera hablando más consigo misma que conmigo.

Sonrío sin querer hacerlo.

—No opinabas eso antes —susurro.

—Nunca dije que tú...

—No lo dijiste, pero permitiste que papá lo hiciera. Permitiste que papá me acusara de todas esas cosas horribles, escuchaste como me echó de sus vidas y no hiciste nada al respecto, mamá.

Mis ojos se humedecen y tomo una inhalación, prometí que no dejaría que me vieran de nuevo de esta manera. Pero cuando alguien a quien amas te hiere, es imposible no sentir que el corazón se te rompe un poco más.

—¿Sabes que fue lo más duro de todo?—digo, con la voz entrecortada— el hecho de que ustedes me alejaron. No fue solo Frank el que perdí... también a ti, también a papá. Me sacaron de sus vidas sin importarles que yo también había perdido a alguien.

Se queda en silencio, y por primera vez en mucho tiempo, veo algo romperse en su mirada.

—No sabía cómo enfrentarlo —admite con una voz tan baja que apenas la escucho—. Perder a Frank... fue como perder una parte de mí misma. Y no supe cómo estar contigo sin sentir ese vacío. No podía... no podía seguir como si nada... y luego dijiste lo de la lectura y yo solo no supe como seguir mirándote sin recordar que tal vez pudo haber algo diferente si tan solo....

—¿Eso significa que me ves y piensas en lo que crees que hice mal? —replico, sintiendo que la ira sube en mi garganta—. Porque así es como me he sentido desde el funeral. Me miraste como si yo hubiera sido la culpable.

—No fue así —protesta, pero hay un tono de duda en su voz que no pasa desapercibido—. Estábamos... estábamos destrozados, Stella. Perdimos a Frank, y tú eras la última persona que lo vio antes de que se fuera. Es difícil no... —se detiene, buscando la palabra correcta— no preguntarse si podrías haber hecho algo diferente.

La acusación está ahí, aunque intente disfrazarla de otra cosa. Mi pecho se aprieta, y las lágrimas empiezan a quemar en la parte trasera de mis ojos.

—¿Qué querías que hiciera? —le pregunto, la rabia apenas contenida—. ¿Crees que no me atormento todos los días pensando en lo que podría haber hecho diferente? ¡No pude salvarlo, mamá!

Estoy harta de sentir el peso de la culpa, estoy cansada de cargar con una responsabilidad que no me pertenece. He pasado meses sintiéndome miserable, pero ya no.

—¿Entonces para que presumías tanto de esa habilidad tuya? —inquiere dando un paso hacia mí —cuando más confiamos en ti, nos decepcionaste.

—No es justo —susurro, la voz quebrada—. No es justo que me hagas responsable de algo que no pude controlar. Yo también perdí a Frank. Yo también lo amaba.

Ella se queda en silencio, y por un segundo veo una grieta en su coraza. Pero no lo suficiente.

—Lo sé —dice finalmente, pero su tono sigue siendo duro—. Y tal vez no es justo. Pero el dolor no siempre lo es.

Nos quedamos en silencio de nuevo, ambas atrapadas en nuestro propio sufrimiento. Quiero gritarle, quiero hacerla entender que estoy tan rota como ella, pero las palabras no salen. No sé si alguna vez lo harán.

—Siempre pensé que te tenía —dice finalmente, con la mirada perdida—. Que, pase lo que pase, tú podrías ayudarme a entender... a sobrellevar lo que no puedo entender. Pero cuando Frank murió... era como si todo en lo que creíste no sirviera para nada.

Sus palabras son un golpe en el pecho. Mi madre no solo está enojada conmigo. Está perdida, desesperada, buscando algo a lo que aferrarse. Algo que yo ya no puedo ofrecerle.

—Yo tampoco lo entiendo, mamá —admito, sintiendo las lágrimas caer por mis mejillas—. Y he intentado tantas veces encontrar una respuesta... pero no la hay. No la tengo.

Ella me mira, y por primera vez, veo algo más que ira en sus ojos. Veo dolor, igual al mío. Pero ese entendimiento no parece suficiente para cerrar la brecha entre nosotras.

—Frank se fue, Stella. Y me duele pensar que, si hubiera sabido lo que pasaba, podría haber hecho algo. Pero... —hace una pausa, respirando hondo—. No puedo seguir culpándote porque mientras más lo hago, más me atormento pensando que Frank me hubiese odiado por eso.

—Yo tampoco puedo seguir así —me tallo los ojos —así que, si has venido solo a reprochar, si esa es tu idea de venir a verme, entonces no lo quiero, mamá. Se lo dejé en claro a papá, no tengo porque tolerar sus reclamos. Estoy aprendiendo a vivir con el dolor, y eso es lo que deben de hacer ustedes también.

Tomo una inhalación, llenándome de valentía.

—Perdí a Frank, igual que tú, igual que papá. Pero perdí a mi hermano y a mi familia en el mismo momento. Y llevo ese dolor desde entonces, sin saber cómo lidiar con él. Y lo que menos necesito es que vengan a reprocharme algo en lo cual no tengo ninguna responsabilidad. Si eso es lo que quieres hacer, entonces tengo que decir que debes irte.

Mi voz tiembla al final de la frase, pero me obligo a mantenerme firme, a no retroceder. Las palabras se sienten como un alivio y una carga al mismo tiempo. La verdad, mi verdad, está allí, al aire libre, por primera vez.

Mi madre se queda inmóvil, como si no supiera cómo reaccionar. Sus manos siguen temblando levemente, y aunque su mirada es dura, puedo ver el brillo de las lágrimas acumulándose en sus ojos. No está acostumbrada a que la enfrente de esta manera. Siempre había sido la que intentaba mantener la paz, la que nunca levantaba la voz.

—No quiero reprocharte nada, Stella —dice finalmente, su voz más suave, casi vulnerable—. Pero no sé cómo vivir con esto. No sé cómo seguir adelante cuando cada vez que te veo, me recuerda lo que perdimos.

Sus palabras son como un cuchillo, cortando profundamente. Me doy cuenta de que, aunque el dolor de perder a Frank es algo que compartimos, la forma en que lo vivimos nos ha alejado. Ella ha estado aferrada al resentimiento, mientras yo he intentado enterrar la culpa.

—Yo también lo recuerdo —respondo, mi voz apenas un murmullo—. Pero no puedo ser tu chivo expiatorio, mamá. No puedo ser la persona a la que culpas porque es más fácil que enfrentarse a lo que realmente pasó.

Nos miramos en silencio, el peso de todo lo no dicho colgando entre nosotras. Pero por primera vez, no siento solo el enojo en su mirada. Hay algo más, una comprensión vacilante, como si finalmente estuviera viendo lo que he estado cargando todo este tiempo.

—Quizás... quizás no debí venir así —admite, dando un paso atrás—. Pero ya no sé cómo acercarme a ti.

Siento una mezcla de emociones en su confesión, y aunque una parte de mí quiere que todo sea más fácil, sé que esto es lo más cerca que hemos estado de hablar con honestidad en mucho tiempo.

—Si realmente quieres acercarte —digo, con la voz aún temblorosa pero firme—, empieza por dejar de culparme.

Me mira, puedo ver el rastro de duda en sus ojos, la manera en la que intenta mantenerse entera porque es la misma intención que he tenido desde que Frank no está.

No me da una respuesta y no sé porque en el fondo espero tanto obtener una.

Cuando no me da una y se encamina hacia la puerta, siento que mi corazón se rompe un poco más, como si las grietas que apenas estoy intentando sanar, volvieran a fracturarse provocando un nuevo dolor en mí.

—Siempre es más fácil huir del dolor, ¿no es cierto? —sonrío con tristeza —siempre es más fácil huir antes de enfrentarte a lo que de verdad duele.

Se detiene, pero no voltea, sino que abre la puerta y sin mirarme dice:

—Adiós, Stella.

El golpe de la puerta al cerrarse resuena en mi pecho como un eco amargo, como si con ese "adiós" se hubiera llevado la última oportunidad de reconciliación. Me quedo ahí, inmóvil, mirando el vacío que dejó tras de sí, intentando procesar lo que acaba de pasar. Las palabras flotan en mi mente, susurrándome que la pérdida no se trata solo de la muerte de Frank, sino de la distancia insalvable entre mi madre y yo.

El silencio que sigue es ensordecedor, pesado. Me abrazo a mí misma, como si pudiera juntar las piezas rotas de mi corazón. ¿Cuántas veces más tendré que ver a las personas que amo alejarse sin poder detenerlas? Me siento atrapada en este ciclo, como si mi vida entera estuviera destinada a ser una cadena de despedidas y culpas.

Me dejo caer en el sillón, la tristeza apoderándose de mí. Tal vez nunca encuentre la forma de cerrar esa herida. Tal vez este sea el precio que tengo que pagar por lo que no pude controlar.

Tomo un suspiro mientras me acomodo el cabello que parece revelarse ante la suave brisa que me envuelve.

Es la tercera vez que estoy en este sitio, y creo que aún no me acostumbro a la sensación de estar de pie frente a la lápida de mi hermano.

—Soy una mala hermana, lo sé —susurro mientras dejo las flojeras a un costado de su nombre.

Me acomodo sobre el césped, no hay nadie más alrededor, el clima es lo suficientemente fresco como para proporcionar un ambiente agradable, y por primera vez estar aquí frente a la lápida de Frank, no se siente como un peso.

—Lamento no haber venido antes, pero la vida ha sido un poco loca —sonrío —¿recuerdas a Harry? Bueno, oficialmente se ha convertido en tu cuñado.

Tomo una inhalación. Poso la mirada en el nombre escrito sobre la lápida, la presión vuelve, pero esta vez es distinto. El dolor por perderlo sigue ahí, creo que es un dolor que nunca se irá, pero la culpa comienza a desaparecer.

—Estoy segura de que se llevarían de maravilla, él es como tú, ¿sabes? Sé que hubiesen sido muy buenos amigos. —Mi sonrisa se vuelve un poco más entusiasta —estoy continuando, Frank, estoy recuperando mi vida y no sé como sentirme al respecto, estoy feliz pero una parte de mí no deja de mirar hacia atrás, queriendo examinar todas las otras variables que pudieron dar un resultado distinto. No sé si alguna vez deje de preguntarme en el "hubiera".

Desvío la mirada hacia el cielo, las nubes se han despejado, el otoño cada vez se apodera más de las calles, de los árboles. Es casi mágico ver como todo va cambiando de color.

—Mamá fue a verme —bajo la vista de nuevo —hablamos, o discutimos, no sé cómo es que podría catalogarlo, pero estuvo en casa. Sé que para ella sigue siendo complicado, pero creo que una parte de mí al verla ahí esperaba algo más.

Arranco pequeños trozos de césped en un intento de regular mis emociones.

—Con tu partida, ellos también se fueron. Y creo que eso ha sido lo más difícil, llevar mi duelo en soledad, saber que perdí a toda mi familia. —parpadeo cuando siento las lágrimas formarse en mis ojos —prometí que no lloraría —me río.

Elimino las lágrimas que no he podido controlar, y suspiro.

—Pero es difícil, ¿sabes? Es difícil seguir adelante cuando una parte de ti se ha quedado atrapada en ese día, en ese instante.

Dejo escapar un suspiro largo, observando cómo el viento juega con los pétalos de las flores que traje. Me siento más ligera de lo que me he sentido en mucho tiempo, como si por fin pudiera respirar sin que el peso de la culpa me aplaste el pecho.

—He pasado tanto tiempo buscando señales, respuestas —continúo, mi voz más fuerte ahora—. Tratando de entender por qué las cosas pasaron como pasaron. Pero quizás nunca lo entienda. Quizás nunca tenga una respuesta concreta, y eso está bien. Lo que sí sé es que no puedo seguir cargando con todo esto sola. No más.

Me quedo en silencio, permitiendo que el sonido del viento y las hojas cayendo llenen el espacio entre nosotros. Aunque sé que Frank no puede responderme, hay algo reconfortante en estar aquí, hablando con él. Como si, de alguna manera, él aún pudiera escucharme.

—Voy a estar bien —digo finalmente, con una sonrisa tenue—. No sé cómo ni cuándo, pero lo estaré. Y quiero que lo sepas. Quiero que te sientas en paz, donde sea que estés. Porque yo... yo estoy aprendiendo a encontrar la mía.

Me levanto despacio, dejando las flores acomodadas en su sitio, y doy un último vistazo a la lápida. Una parte de mí se siente más liviana, como si al decir estas palabras finalmente hubiera soltado una pequeña fracción del peso que he cargado durante tanto tiempo.

Cuando giro, con la intención de marcharme, me encuentro con algo que, por un segundo, me desestabiliza.

Hay una mujer a unos metros, es de mi edad probablemente, viste un bonito vestido en tonos cafés y me mira con una leve sonrisa. Se me hace conocida, su rostro...tengo la sensación de haberlo visto antes.

—Lo siento, no quería interrumpirte —trae también flores en las manos —espero que no te moleste que haya aguardado aquí.

—¿Nos conocemos? —inquiero.

Sacude la cabeza en una negativa sin perder la sonrisa.

—No, se fue antes de que pudiera presentarnos.

Avanza hasta la altura en la que me encuentro, se coloca en cuclillas y deja las flores a un costado de las mías. Observa brevemente la lápida, y acaricia el nombre de Frank.

Cuando se incorpora de nuevo, a pesar de la tristeza en sus ojos, me sonríe.

—Él me habló mucho sobre ti, ¿sabes?

Entonces la recuerdo.

—Estuviste en el funeral —susurro, ella asiente brevemente —¿cómo...?

Se aclara la garganta y mira brevemente las flores antes de centrar su atención en mis ojos.

—Éramos compañeros de trabajo, y amigos, además.

Me quedo mirándola, intentando procesar lo que acaba de decir. Frank nunca fue del tipo de hablar mucho sobre su vida personal, y mucho menos de sus amigos. Pero hay algo en esta mujer que me inquieta.

—¿Amigos? —repito, intentando buscar alguna señal en su rostro que me confirme lo que dice.

Ella asiente, su expresión tranquila, pero puedo ver el dolor escondido detrás de sus ojos.

—Sí, trabajábamos juntos. Compartimos muchas cosas... —hace una pausa, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras —fue mi mejor amigo.

Ella sonríe de nuevo, aunque esta vez su sonrisa parece más triste.

—Frank estaba muy orgulloso de ti, Stella —dice suavemente—. Siempre hablaba de cómo lo cuidabas, de cómo te preocupabas por él, incluso cuando no estaba cerca. Era como si siempre supiera que lo tenías en tu corazón, aunque estuvieran lejos.

Sus palabras me toman por sorpresa, y siento un nudo formarse en mi garganta.

—¿Y tú? —pregunto, mi voz temblando apenas—. ¿Qué eras para él?

Por un segundo, el silencio entre nosotras es tan pesado que puedo sentir el aire densificarse. Ella parece debatirse internamente antes de responder.

—Frank y yo... —susurra, bajando la mirada—. Nos entendíamos de una manera en que no necesitábamos decirnos todo. Pero éramos importantes el uno para el otro.

Su respuesta es ambigua, pero me deja entrever que su relación era más profunda de lo que me imaginé. Me siento al borde de un precipicio, sin saber exactamente qué es lo que quiero escuchar a continuación.

—Eres ella.

Mi corazón sufre un vuelco. Doy un leve paso hacia atrás. Los ojos de la mujer se cristalizan, pero me da una sonrisa cálida.

—Emma Montgomery. —se presenta.

—Estuviste con él esa noche —susurro —estuvo contigo.

Asiente brevemente.

—No tuve oportunidad de hablar contigo en el funeral, ni con tus padres. Y luego...no me sentía con el derecho a buscarte. Después de todo, a pesar de que éramos cercanos, apenas estábamos comenzando a entender que queríamos que nuestra relación de amistad cambiara.

—Me habló de ti —me permito admitirle —esa noche...dijo que tenía una cita.

Emma sonríe.

—No creí que Frank me invitara a una cita —ambas reímos —era un alma libre.

—Sí —miro la lápida —nunca me dijo tu nombre, de haber sabido...

—No. —Ella da un paso más cerca —los hubiera solo nos atormentan.

Parece tener la intención de decirme algo más, pero se contiene. Es fácil notar cuando alguien oculta algo, cuando no se permite decir lo que sea que le llena la cabeza, y Emma claramente se contiene. Pero estoy cansada de hacer suposiciones, así que solo le hago una pregunta.

—¿Fue una buena noche?

Las lágrimas se agolpan en sus ojos, pero no pierde la sonrisa. Mira la lápida y luego desliza su atención hacia mí.

—Lo último que me dijo, fue que tuvo la mejor noche de su vida, me dio un beso y dijo: te veo mañana.

Tuvo la mejor noche de su vida...

No le mentí.

La realidad me golpea, las lágrimas llegan a mis ojos, pero por primera vez desde su muerte, sonrío en medio del dolor. Porque no le fallé, porque la culpa disminuye, porque de pronto, porque de pronto, me doy cuenta de que, a pesar de todo, Frank no se fue lleno de oscuridad. Él vivió esa última noche con algo de luz, con la promesa de un mañana que quizás nunca llegó, pero que en su corazón existía.

Siento que una parte de mí se libera, una pequeña, pero importante. El peso de la culpa que he cargado durante tanto tiempo se aligera un poco, porque ahora sé que, al menos en ese instante, Frank fue feliz. Y eso es algo que ni la muerte puede arrebatar.

—Y fue la mejor noche de mi vida también —admite Emma —una noche que no olvidaré jamás.

Se talla los ojos y gira hacia mí.

—¿Te parece si vamos por un café?

La Stella del pasado se hubiese negado, hubiese rechazado la invitación, pero ahora...creo que Frank hubiese querido que habláramos.

Así que, mirando la lápida de mi hermano, sonrío un poco más y digo:

—Conozco el sitio perfecto. 

______________________________________________________________________

¡Hola, hola! Lamento mucho la demora, pero tuve días terribles en los que apenas podía con mi vida. Esta semana retomamos actualizaciones normales, ¡gracias por la paciencia!

¡Espero que disfruten mucho el capítulo!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro