Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

2.- Choque

Stella.

Dicen que el duelo tiene cinco etapas. Negación, ira, negociación, depresión y aceptación, cada una debería tener un mayor o menor grado cuando sufrimos una pérdida. Los terapeutas dicen que es un proceso común, que debemos transitar cada una de las etapas para poder superar el duelo.

Sin embargo, para alguien que ha perdido a su hermano y tiene una gran culpa por eso, es difícil salir de la depresión.

Han pasado tres meses desde que Fran murió, desde el día en donde recibí una última de las llamadas de mi padre, tres meses donde además de perder a la persona más importante de mi vida, he echado por la borda mi carrera entera.

—No puedo creer que en serio haya publicado eso —deslizo mi atención hacia el par de mujeres que se encuentran en la misma cafetería que yo —¿crees que debamos dar por verdad lo que dice?

—Si una astróloga que lleva toda su vida haciendo lo mismo dice que la astrología no es más que una estafa, yo le creo —la rubia se encoge de hombros —aunque pobre mujer, ha quedado vetada del mundo de la astrología.

—Bueno, por lo que dicen, no es como si le interesara mucho regresar.

Sacudo la cabeza, decidiendo ignorar lo que sigue en su conversación.

Y sí, por si lo preguntan, están hablando sobre mí.

La famosa astróloga Stella James que escribió un artículo en su famoso blog y en el resonado Washington Post, sobre las estafas y mentiras de la astrología. Sobre cómo es una pseudociencia que le miente a las personas creando ilusiones que no existen.

Las personas confían en nosotros, y ¿qué hacemos? Pretendemos saber lo que ocurrirá utilizando como excusa a las estrellas.

Luego de la muerte de Frank, me di cuenta de que yo, Stella James, soy una farsa. Una completa estafa que no pudo saber que su hermano perdería la vida, que le mentí diciéndole que tendría la mejor noche de su vida y eso lo condujo a su muerte.

Así que decidí decirle al mundo y eso me costó toda la relación con mi familia, amigos, con todo el mundo de la astrología.

Mi celular emite un sonido, dándome a saber que el momento donde tengo que abandonar esta cafetería ha llegado. Me levanto, recogiendo mi libreta y computadora para guardarlas en mi bolso y marcharme antes de darle la oportunidad a alguien de reconocerme y que decida que es buena idea, o alabarme por desmentir la astrología, o maldecirme por ser una mentirosa.

Dejo un par de dólares como propina y salgo, justo ahora tengo una "cita importante", en el Observatorio Naval de los Estados Unidos, parece ser que el director está particularmente interesado en mantener una conversación conmigo, amistosa, según lo que dijo.

Y, ¿Quién soy para negarme?

Así que aquí me encuentro, caminando con mi vaso de café en mano tratando de convencerme que mi vida aún tiene algún sentido.

Cuando pierdes aquello en lo que llevas creyendo toda la vida, es difícil encontrar algo que te mantenga con sentido.

Mantengo la vista fija en mi camino, intentando ignorar el hecho de que probablemente estoy de camino a una reunión en donde terminaré peor de lo que me encuentro ahora, sin embargo, Jully opina que es un buen comienzo para salir del hoyo en el que yo misma me he lanzado de cabeza y sin protección.

Hablando de ella, mi celular vibra en mi bolsillo. Cuando miro la pantalla, sonrío al notar el mensaje de mi mejor amiga. Jully Black, probablemente una de las únicas personas con las que no he rehusado a mantener el contacto frecuente, y una de las pocas que no parece odiarme desde la publicación de mi artículo.

Jully: ¿Ya estás ahí? Recuerda, frente en alto y demuestra porque eres la reconocida Stella James.

Sonrío, bueno, sus intentos para darme ánimos no han funcionado porque la razón por la que soy reconocida es ahora la misma por la que parece que he perdido mi carrera entera.

Stella: Voy en camino, te llamo apenas salga.

Guardo de nuevo el celular en mi bolsillo y termino de recorrer la distancia que me separa el majestuoso edificio que se alza frente a mí.

El Observatorio Naval de los Estados Unidos, es una de las agencias científicas más antiguas del país, es uno de los pocos observatorios que se encuentran en medio de una zona urbana, y por lo mismo, es el más "accesible". Sin embargo, resulta irónico que una mujer que no pertenece a la ciencia en sí, sea invitada a las instalaciones por el mismo director y uno de los astrónomos más reconocidos.

Oliver Jenkins, el recién ascendido director del observatorio parece haber leído mi artículo -como muchas otras personas- pero parece ser que su interés va más allá de cuestionarme sobre los motivos.

Anuncio mi entrada por el intercomunicador, la voz al otro lado me pide que aguarde y unos minutos más tarde, una chica me recibe.

—Hola, soy Sophie —se presenta —asistente del señor Jenkins, seré la encargada de llevarla hasta donde él se encuentra.

—Gracias —le devuelvo la sonrisa amable y luego la sigo por el largo camino que conduce a la entrada.

Mi atención viaja inmediatamente a todas las imágenes que nos rodean, me siento maravillada de la forma en la que han conseguido captar cada estrella en su mejor momento, que no sea una científica no me impide admirar las estrellas tanto como ellos.

Sophie va hablando mientras avanzamos, informándome que hay en cada área y explicándome el nombre de alguna de las estrellas como si no las conociera, pero opto por mantenerme en silencio.

Llegamos al final de nuestro recorrido, Sophie dice que el doctor Jenkins me espera dentro así que abro la puerta de cristal polarizado y me quedo maravillada de lo que tengo delante. Una gran pantalla que muestra en tiempo real el movimiento de todos los planetas, pero no solo eso, sino que también hay pantallas que muestran imágenes claras de las innumerables constelaciones que hay en el universo. 

Estoy tan maravillada con las imágenes que se muestran delante, que no presto atención a la alta figura que se encuentra a un costado.

—Señorita James —volteo casi sobresaltada —me da gusto ver que ha podido llegar.

El hombre se aproxima, es alto, probablemente un metro ochenta y pico, su cabello rubio se encuentra peinado perfectamente y la bata blanca que porta lo hace ver un poco más alto de lo que realmente creo que es. Debajo de la bata, porta unos pantalones negros elegantes y una camisa a cuadros. Debe tener aproximadamente unos treinta y cinco años como máximo, aunque no los aparenta en lo absoluto. Sus rasgos son duros, con un semblante que parece frío y calculador, y una mirada grisácea intensa.

Me aclaro la garganta, obligándome a actuar con naturalidad.

—¿Quién podría negarse a una invitación a este lugar? —inquiero —Stella James —me presento aunque es evidente que el hombre sabe bien quien soy.

—Oliver Jenkins —se acerca extendiendo una mano hacia mí —soy el director del Observatorio Naval, y me siento muy honrado de que haya aceptado mi invitación.

Sonrío sin querer hacerlo en realidad.

—Me causa curiosidad el motivo de tu invitación —es su turno de sonreír.

—Quería enseñarle esto —señala las pantallas —usted las admira tanto como nosotros.

Se acerca hasta el tablero, seleccionando algunas cosas y haciendo que las pantallas se desplieguen, hace acercamientos y nunca me sentí tan maravillada por la oportunidad de ver el universo de esta manera.

Es como si mis pies se movieran de forma automática, acercándome a las pantallas. Una sonrisa se filtra en mis labios, y por una fracción de tiempo... olvido todo el desastre en el cual mi vida se ha convertido.

Siempre he amado las estrellas, han formado parte de mí desde mi nacimiento. Mi propio nombre, "Stella", significa "estrella de la mañana". Los astros han formado parte de mi vida desde que tengo uso de razón, y me resulta tan doloroso que ahora no pueda encontrarles el mismo significado que antes.

Ese pequeño recordatorio, consigue colarse en mi mente, arrebatándome todo el sentimiento de bienestar que he obtenido en estos cortos segundos.

—Son maravillosas, ¿no es así? —Oliver se coloca a mi lado.

—¿Por qué me ha invitado? —inquiero enfrentándolo —ambos sabemos que no es solo para mostrarme las estrellas.

Sonríe. El gesto debería resultarme cálido, pero no lo es en lo absoluto.

—Stella, la he invitado porque realmente admiro su valentía para escribir un artículo tan importante, pero sobre todo, cuando su propia reputación y carrera dependen de eso. Incluso me atrevo a decir que en el mundo de la ciencia, solemos omitir nuestros verdaderos pensamientos porque eso significaría ganarnos un lugar en la lista negra, y usted...usted se ha revelado ante todo un mundo de personas que la seguían.

—Por favor —me río sin querer hacerlo —no es la gran cosa, simplemente digo lo que pienso. Creo que al mundo le hace falta más honestidad.

—Por supuesto —asiente —pero supongo que sabe que esto...—señala las pantallas —no tienen absolutamente nada que ver con lo que pasa en la vida de cada persona.

Y claro, ahí está. Por mucho tiempo la astrología y la astronomía han estado en conflicto, mientras los astrólogos defendemos la idea de que el universo está intrínsecamente relacionado con la vida humana, los astrónomos defienden la teoría, los cálculos, los estudian simplemente como lo que creen que son, simples astros.

—Dime, Stella —continúa —¿realmente crees que estos astros pueden predecir la manera en la que una vida va a acabar?

Mi ritmo cardíaco se dispara. Me encuentro con un par de ojos profundos que me hacen sentir pequeña, tan intimidad.

—Lo creí por mucho tiempo —confieso al fin.

—Las estrellas son una ciencia, la ciencia no puede predecir con exactitud si una persona vivirá o morirá, a menos que tengamos estudios, evidencia de que tiene alguna condición que lo llevará a la muerte.

—¿Me invitaste para decirme eso?

—Para que te des cuenta de que estos seres maravillosos —señala de nuevo las pantallas —no tienen la culpa de lo que sea que haya ocurrido en tu vida, de lo que sea que las culpes.

Sonrío con ironía, claro que saben, todos lo saben. La muerte del reconocido hijo del astrólogo Simón James estuvo girando en la prensa por varios días, para ser un hombre de ciencia, parece que Oliver no se mantiene al tanto con las noticias.

—Tú les adjudicaste un poder que no poseen. Que nunca han poseído.

Vuelvo la atención a las pantallas. Siento las lágrimas agolparse en mis ojos pero soy lo suficientemente capaz de aguantarlas, me aclaro la garganta y parpadeo tratando de alejar la humedad en mis pupilas.

—Creí que tendríamos una charla más...profesional —le dedico la mejor de mis sonrisas ensayadas —supongo que me equivoqué.

Oliver sonríe.

—Por favor, no tomes de forma malintencionada la invitación. ¿Te apetece tomar algo? Tenemos un café exquisito. Aún quiero charlar contigo...

—¿Charlar o seguir atacando lo que fue mi vida entera por años? —mi voz se eleva más de lo que me hubiese gustado, aprieto los párpados y tomo una inhalación que me permite recuperar el poco control que poseo.

Los sentimientos se me arremolinan en el pecho pero estoy tan acostumbrada a esconderlos, que soy capaz de mirar a Oliver sin que pueda darse cuenta de que estoy a punto de lanzarme por un acantilado.

—Sé que por años la ciencia ha criticado mucho la existencia de la astrología, pero eso no quiere decir que todos tengamos que ser del mismo modo. Respeto tus creencias aun cuando no las comparto, y si te extendí una invitación es porque realmente me interesa saber cómo la mujer más reconocida del mundo astrológico, decide de pronto un día que todo lo que ha predicado, es una mentira.

Me dedica una sonrisa amable. Eleva el brazo señalando una de las puertas, realmente considero que debería simplemente salir corriendo de aquí, pero me repito que no soy tan cobarde. Así que suspiro, él toma eso como una respuesta afirmativa porque su gesto se vuelve casi satisfecho.

Entramos a una especie de oficina, las paredes están cubiertas de imágenes del sistema solar, hay incluso figuras decorando los estantes. Parece como si entraras a la habitación de un niño obsesionado con el universo y no a la oficina del director de una de las instituciones más grandes de Estados Unidos.

—Toma asiento, por favor —me indica —pediré que nos traigan algo, ¿café está bien o te apetece algo más?

—Café está bien.

Me siento en el asiento de terciopelo, mi atención viaja por cada rincón, tratando de obtener la mayor cantidad de detalles. Hay innumerables libros de ciencias, de física, reconozco a varios de los autores y retengo el impulso de ponerme de pie para explorar cada rincón.

Oliver habla por el intercomunicador, y un par de minutos más tarde la chica que me dio el recorrido ingresa con un par de tazas, deja una frente a mí y desliza la otra frente a Oliver. Él espera hasta que ella se marche de nuevo para adoptar una postura relajada, sonríe como si fuésemos amigos de toda la vida, y retengo el impulso de decirle que sé exactamente lo que está haciendo.

Esa postura amigable, la misma que yo empleé por años con nuevos clientes que pedían mis servicios.

—Tengo que admitir que admiro tu valentía para hablar delante de todo el mundo de algo en lo que parecías creer con firmeza.

—Aún creo en las estrellas —admito tomando la taza, soplo levemente antes de llevarla a mis labios. El sabor del café me deleita por algunos segundos. Me concentro en mirar la taza mientras la dejo sobre la superficie de cristal, antes de mirar a Oliver.

—Eso no fue lo que dijiste en el Washington Post.

Me rio levemente.

—Lo que dije, fue que las personas creen que la astrología va a resolverles la vida. Que vienen a nosotros pidiendo soluciones milagrosas y cuando algo sale mal, cuando los resultados no son lo que esperan, entonces nos condenan.

Oliver me mira con curiosidad.

—A mi parecer, nadie te había condenado hasta esa publicación.

Sonrío sin querer hacerlo. ¿Nadie me condenó? Tal vez nadie lo hizo en público, pero claro que lo hicieron.

Ellos lo hicieron.

Cuando las personas a las que más amas, y a las que más admiras de pronto te gritan a la cara que eres un fracaso, una simple copia barata...todo cambia. Todas tus creencias, la percepción de ti misma, todo se esfuma. Y queda una sofocante sensación de soledad, de vacío.

Ellos me arrebataron todo.

Era justo que yo pagara con la misma moneda, aún cuando eso terminó de hundirme. Ellos querían que yo sola desapareciera, querían que fuese la única que pagara por una deuda que no me pertenecía, así que decidí que no tenía nada más que perder.

Pero eso es algo que Oliver no sabe, es algo que nadie sabe, y que nunca sabrán.

—Es fácil hablar desde detrás de un escritorio, tu palabra nadie la cuestiona, ¿o si?

—Nadie cuestiona a la ciencia, Stella —se inclina hacia adelante —eso es lo diferente entre nosotros, nosotros no podemos darnos el lujo de adivinar, no podemos leer una carta y simplemente anunciar que un evento catastrófico va a ocurrir, necesitamos datos, estadísticas, ustedes simplemente le dan a las personas lo que quieren ver, les dan aquello que buscan desesperadamente.

La molestia vuelve a mi pecho, con más fuerza, y esta vez no me molesto en controlarla.

Me incorporo, Oliver echa la espalda hacia atrás.

—Al menos nosotros no desmeritamos su trabajo, no ofendemos ni decimos que su trabajo es meramente hipotético. No publicamos páginas enteras vanagloriándonos de nuestros logros, no ocultamos información ni la usamos a nuestro favor.

El rostro de Oliver se contrae, cruza los brazos sobre el pecho, su postura cambia. Ha dejado de ser el hombre de fingida amabilidad.

—No buscamos reconocimiento como seguro tú lo persigues, ¿cierto? Porque esta oficina llena de fotografías familiares pero en ninguna de ellas apareces, lo que me hace deducir que pasas más tiempo aquí que con tu familia. ¿Buscas más reconocimiento tal vez?, ¿Sabes que he tenido muchos clientes como tú? Personas que se jactan de ser las más sabias pero que cuando los problemas superan a su lógica buscan "desesperadamente" una solución.

Le dedico la mejor de mis sonrisas.

—No eres mejor que yo por esconderte detrás de un escritorio y un par de gafas de mil dólares. Tal vez yo he perdido mi carrera, pero preferí hablar con la verdad, ¿puedes decir lo mismo?

Tomo una inhalación, sintiéndome satisfecha con su silencio.

—Que tenga buen día, doctor Jenkins.

Salgo sin importarme si tiene una respuesta para darme, ciertamente no estoy interesada en saber lo que tiene para decir. Esto solamente me confirma que el haber venido, ha sido por completo un error. Soy consciente de las miradas que capto a mi salida, el aire me golpea cuando al fin llego al exterior, el sol ha comenzado a ocultarse, dándole paso a la tenue oscuridad.

Me detengo justo en la entrada, intentando mantener todos mis sentimientos a raya, tratando tan desesperadamente de no colapsar justo aquí pero con cada segundo que transcurre, solo se vuelve más y más difícil.

Me obligo a moverme, mi mente no logra callarse ni un solo segundo, últimamente en mi interior solo hay ruido, voces que no dejan de repetir todas las palabras que alguien más dijo, y que taché de mentiras pero ahora no puedo estar segura.

Palabras que poco a poco comienzo a considerar como una verdad.

Mi celular suena poco después, miro la pantalla y siento un pinchazo de culpa mientras rechazo la llamada de Jully. La presión en mi pecho vuelve mientras cierro los ojos y tomo un par de inhalaciones, tratando de no volver a colapsar en medio de toda la gente.

No sé a dónde voy, simplemente avanzo, mis pies se mueven sin un rumbo fijo, pero ahora no tengo la más mínima intención de volver a mi solitario hogar. No tengo ánimos de estar en ningún lugar en realidad.

Así que solo camino, y camino y camino sin medir el tiempo, los sentimientos arremolinados en el pecho se hacen más fuertes y comienzo a sentirme hastiada de la sensación, ya no puedo recordar cuándo fue la última vez que fui realmente feliz. He pasado tanto tiempo sumida en el mismo estado que no soy capaz de concebir nada más.

El viento mueve mi cabello, trato de fijar mi atención en todas las personas que cruzan a mi alrededor, en los turistas que van con rapidez hasta uno de los puentes más emblemáticos, el puente George Washington recibe una gran cantidad de atención en esta época del año. Mientras avanzo mezclando en la gente, comienzo a sentir cada vez más y más pesada la carga que llevo en los hombros.

No me detengo, al contrario, es como si me hubiese embargado la repentina sensación de correr, correr y correr hasta perderme en cualquier lugar. Pero no lo hago, me quedo de pie, sosteniéndome del barandal que da inicio al puente.

Elevo la mirada, es difícil ver las estrellas con la contaminación de la ciudad, pero soy capaz de distinguir los puntos brillantes, mis manos se aferran al barandal, el picor en mis párpados me hace apretar los ojos, mientras los recuerdos vuelven.

"Tú les adjudicaste un poder que no poseen. Que nunca han poseído."

Las palabras de Oliver se repiten en mi memoria, clavandose cada vez más profundo, aumentando el peso a la culpa que he sentido desde esa noche en donde Frank murió.

Fue por mí.

Por mi culpa mi hermano murió.

Si tan solo hubiese visto la carta siguiente...si no le hubiese dicho esas palabras...

Mi vista se posa en el agua, en la oscuridad que se abre paso debajo del emblemático puente. Es como si una especie de atracción sucediera, ¿qué tan rápido se acabaría el dolor?

Pero incluso ahora, considerando que dar el siguiente paso me alejaría del dolor...sé que no puedo hacerlo. Frank amaba la vida, Frank nunca me hubiese perdonado rendirme de esta forma.

Pero lo echo tanto de menos, y la culpa me carcome más y más hasta que la siento sofocarme.

Cuando pierdes de un momento a otro algo tan importante, cuando la vida que conocías de pronto cambia a algo que no puedes reconocer, todo se vuelve angustiante.

—Nunca debiste confiar en mí, Frank —susurro.

Siento las lágrimas deslizarse, inclino el cuerpo hacia adelante porque es como si el dolor me rasgara por completo, pero de pronto, casi con una rapidez impresionante...

Algo tira de mi cuerpo, o más bien...alguien.

Jadeo cuando por la fuerza caemos a un costado del puente, mi espalda recibe el golpe y jadeo, me toma dos segundos darme cuenta que tengo a alguien sobre mí.

—¿Qué...?

—Mi día no está para soportar que alguien se arroje al agua frente a mí —parpadeo, enfrentándome a una mirada intensa, a un par de ojos verdes que parecen llenos de vida pero que a la vez tienen atisbos de una tristeza similar a la mía. Pero sonríe, y el gesto me golpea con brutalidad —Así que hoy no, chica. No vas a lanzarte frente a mí.

Grandioso, lo único que le hacía falta a mi triste vida.

Cierro los ojos, apoyo la cabeza en el suelo y digo lo primero que pasa por mi mente.

—Mierda. 

____________________________________________________________

¡Hola, hola! Tenemos el segundo capítulooooo, ¿qué les parece hasta ahora? 

¡Me encanta leerles! No se olviden de votar y compartir, así podemos llegar a muchas personitas más. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro