16.- Una misma página
Harry
Tengo una sonrisa en los labios mientras preparo el desayuno y sé muy bien la razón. Tiene mucho que ver con la chica que se encuentra profundamente dormida en mi cama, no he podido borrar su imagen de mi mente, Stella duerme como un ángel, es la primera vez que amanezco a su lado y creo que podría acostumbrarme a esto.
El olor a café impregna toda la cocina cuando la cafetera emite el sonido indicando que el líquido está listo. Mantengo la vista en la sartén asegurándome que los huevos no corren riesgo de quemarse y apago la cafetera.
—Buenos días —volteo brevemente para encontrarme con Stella, porta una de mis camisetas con el estampado de una banda de rock, una prenda que lleva años siendo mi favorita, pero ahora tengo la tentación de decirle que se la quede para siempre porque le sienta tan bien. A mi me queda justa, pero a ella le llega a la mitad del muslo por lo que me da una vista perfecta de sus piernas.
Tiene el cabello alborotado, por lo que sus ondas parecen más marcadas ahora.
—Buenos días —saludo —no sabía si tendrías hambre, pero he preparado el desayuno.
—Ayer no cenamos —dice con una sonrisa traviesa —así que estoy hambrienta.
No puedo ocultar mi sonrisa ante los recuerdos que compartimos la noche anterior.
—Siéntate, te sirvo en un segundo.
Ella me hace caso, camina hasta la mesa del comedor y se coloca justo de frente para poder mirarme. Pasa su mirada por el sitio y sonrío levemente al mirar la forma en la que parece evaluar los cuadros que se encuentran decorando las paredes.
Sirvo el desayuno y me acerco, deslizo el plato con huevos y tocino, y dejo el mío frente al de ella. Stella aguarda hasta que he vuelto con el café para hablar.
—¿Tú los pintas? —señala los cuadros con el tenedor.
—Sí —miro brevemente los cuadros —no son mis mejores obras, pero van con la decoración. ¿Cómo supiste?
—Ayer me pareció ver que tenías un sitio con un caballete.
—Antes solía pintar más, pero llevo un par de meses sin conseguir nada bueno —me encojo de hombros —supongo que hace falta inspiración.
Sonríe brevemente. Por algunos minutos nos mantenemos en silencio, y no se siente incómodo en lo absoluto. Los silencios con Stella son casi tan buenos como los momentos llenos de palabras, y he descubierto que esa es una de las cosas que forman parte de la larga lista de lo que me ha eclipsado de ella.
Stella toma un sorbo de café y deja la taza con cuidado sobre la mesa. Sus ojos se encuentran con los míos, y sé, por la forma en la que me mira, que tiene algo que decir.
—No tuve la oportunidad de agradecerte ayer, por defenderme —dice suavemente —de lo que Oliver dijo.
—No tienes que agradecerme, estaba diciendo idioteces y no pensaba permitirlo. Mereces respeto, lo haría con cualquiera que intentara ofenderte.
—¿Qué va a pasar con nosotros ahora? —arqueo la ceja.
—¿A qué te refieres exactamente?
Toma un nuevo sorbo de café, no me responde de inmediato y yo comienzo a impacientarme, ¿puede que lo que sucedió anoche la haya hecho cambiar de opinión?
—¿Seremos de esas parejas que tienen sexo casual y ya está? —cuestiona con curiosidad —quiero decir, no quiero que pienses que soy de esas chicas intensas exigiendo matrimonio, pero...
—Espera, supernova —la detengo cuando comienza a hablar con rapidez —un paso a la vez.
Ella suspira.
—Sí, nos acostamos y te juro que ha sido el mejor sexo de mi vida, pero eso no significa que solo quiero acostarme contigo de forma casual, si eso fuese lo que busco, te aseguro que habría intentado llevarte a la cama desde nuestro primer encuentro.
Se ríe —Eres un idiota.
—Es la verdad —me defiendo con una sonrisa.
Resopla, baja la vista por un segundo y ese gesto es suficiente para saber que la plática es lo suficientemente importante para ella.
—Supernova...—eleva la mirada —esto no es solo sexo casual.
El alivio que se filtra en sus ojos me hace sonreír, Stella James es preciosa, pero cuando sonríe, es como si una especie de luz emanara de ella, es calidez, es como esos pequeños rayos de sol que te calientan y te hacen sentir reconfortado.
Es la primavera luego de un frío invierno.
Y jodidamente quiero todo con ella.
—Lo digo en serio. No quiero que pienses que solo estoy aquí por lo que pasó anoche. Si fuera solo sexo, todo habría terminado cuando salimos de la cama esta mañana. Pero estoy aquí, contigo, hablando, compartiendo este café. ¿Eso no te dice algo?
Asiente brevemente.
—Supernova, habitualmente no soy de los que se lanzan a lo loco sin pensar en las consecuencias, creo que esta es mi gran excepción, pero no quiero que tú sientas presión. Sea lo que sea que esté pasando entre nosotros, quiero que sea real, sin prisas.
—Lo sé —dice más suavemente, casi en un susurro—. Solo quería aclararlo. Quería saber si estamos en la misma página.
Asiento. No hay vuelta atrás en esta conversación, y lo sabemos. Hemos cruzado una línea, y ahora todo depende de lo que decidamos hacer con lo que viene.
—Estamos en la misma página —le digo, tomando su mano sobre la mesa—lo juro.
Stella sonríe, pero hay una pequeña sombra en sus ojos que no había notado antes. Me inclino un poco hacia adelante, curioso, porque sé que hay algo más rondando por su mente. Es el tipo de silencio que precede a una conversación profunda.
—¿Puedo preguntarte algo? —digo, rompiendo el silencio.
—Claro —responde, mirándome con una mezcla de curiosidad y expectación.
—¿Alguna vez has pensado en volver a la astrología?
Toma una inhalación, echa la espalda hacia atrás, su mirada se desvía hacia la ventana, no me mira, y por los segundos que le siguen, creo que no va a responderme.
—No lo sé —dice finalmente, su voz apagada, como si estuviera hablando más consigo misma que conmigo.
—Hubo un tiempo en que la astrología era mi vida —empieza a decir, su voz apenas un susurro—. Todo tenía sentido, cada carta astral, cada tránsito planetario. Creía que podía ver el destino, entenderlo... prevenirlo.
Hace una pausa, y su rostro se endurece, como si cada palabra le costara más de lo que quiere admitir.
—Pero cuando Frank murió... —las palabras salen más rápidas ahora, con una mezcla de dolor y rabia contenida—, no lo vi venir. No lo pude ver. Yo... era su hermana, su astróloga de confianza. Y no fui capaz de leer su destino, de advertirle.
El familiar dolor que aparece en su rostro cada que habla de Frank parece tener más intensidad esta vez.
—Ya sabes lo que ocurrió —dice mirándome —la lectura inconclusa, las cartas sin leer...—Hace una pausa, traga con dificultad, y yo la escucho en silencio, sin atreverme a interrumpirla.
De todas las veces que hemos hablado de Frank, y de lo que ocurrió, esta vez parece ser la que más sinceridad tiene, no hay lágrimas, pero el dolor crudo en sus ojos me deja saber que sigue afectándole como la primera vez que la escuché decirme lo que ocurrió.
—Un accidente absurdo, y él se fue. Y yo me quedé con esas cartas a medio leer, preguntándome si habría algo allí, algo que pudiera haberme advertido, algo que podría haberlo salvado.
La barrera que ha levantado con respecto a su dolor parece hacerse más alta. Mas firme. Impenetrable.
—¿Has vuelto a mirarlas? —pregunto en voz baja, no seguro de si debería hacerlo, pero sintiendo que es lo que necesita escuchar.
Ella sacude la cabeza, y veo cómo se le tensan los hombros.
—No. Ni siquiera he vuelto a tocarlas. Siguen ahí, en el cajón, tal como las dejé. Como si fueran una especie de recordatorio de mi fracaso, de mi incapacidad para ayudar a la persona que más me necesitaba.
—No fue tu culpa, Stella —digo, y mis palabras suenan huecas incluso para mí. ¿Cómo podría convencerla de algo que lleva tanto tiempo atormentándola?
—Lo sé, pero... parte de mí no lo siente así. Parte de mí sigue creyendo que, si hubiera terminado esa lectura, algo, cualquier cosa, habría cambiado. Tal vez habría visto una advertencia, un mal augurio, algo que me diera tiempo para evitarlo.
—Ya dije esto antes, y voy a repetirlo hasta que lo entiendas, supernova. Pero nadie puede predecirlo todo. A veces, las cosas simplemente pasan, por más que queramos controlarlas.
Stella se gira hacia mí, sus ojos brillan, no sé si de rabia o de tristeza.
—¿Y entonces de qué sirve? —pregunta, su voz temblando—. ¿De qué sirve si cuando realmente lo necesitas, cuando más importa, no te da las respuestas que buscas?
Me quedo en silencio. No tengo una respuesta para ella, y sé que ninguna palabra mía cambiará lo que siente.
—Tal vez no se trata de tener todas las respuestas —le digo finalmente—. Tal vez se trata de encontrar paz, incluso cuando no las tienes.
Ella me mira, su expresión se suaviza ligeramente, como si mis palabras hubieran tocado una parte de ella que aún no ha decidido cerrarse por completo.
—Tal vez —responde después de un largo silencio—. Pero no sé si estoy lista para encontrar esa paz todavía.
—Lo que sea que decidas —le digo finalmente—, si alguna vez sientes que puedes volver a creer, o incluso si no lo haces, está bien. No debes tener todas las respuestas. Nadie las tiene.
Sus ojos se encuentran con los míos una vez más, el dolor se disipa un poco, vuelven a brillar como suelen hacerlo cuando no tiene la culpa presente.
—Gracias. No hablo de esto con casi nadie, aparte de Jully, no creo tener a nadie más—admite, con una sonrisa débil pero sincera—. Supongo que parte de mí todavía busca algo en qué creer, pero ya no sé si lo encontraré en las estrellas.
Dejo un apretón en su mano.
—Anoche lo dijiste —le recuerdo —dijiste que tal vez algo nos llevó a estar en el mismo sitio, destino o casualidad —me encojo de hombros —lo que haya sido, creo que ha influido para que estemos aquí. Y eso cuenta, supernova. Sé que no lo entiendes, y que probablemente quieras dejar de lado todo tu trabajo, pero piensa en las cosas buenas que eso trajo, piensa en todas las personas que salvaste, no soy quien para juzgar lo que hacías, aún cuando soy un hombre de ciencia, pero creo que lo bueno que has hecho no pasa en balde.
—¿Ahora eres menos escéptico?
—Bueno, digamos que he pensado que, si Oliver no me hubiese robado el puesto, yo jamás hubiese cruzado por ese puente —su mirada brilla —así que creo que lo odio un poco menos por eso.
Se ríe, eliminando la tensión en sus hombros.
—Fuiste demasiado brusco —reclama divertida.
—Pensé que ibas a lanzarte —me defiendo —solo actúe, supernova, no puedes culparme.
Vuelve a reír.
—Lo de quererte, lo dije en serio —susurro después de unos segundos —no me importa quien eras antes de conocerte, ni quien eres ahora, Stell. Te quiero, a la chica que conozco, y sé que eres. Y si yo lo hago, sé que hay muchas personas ahí afuera que también siguen haciéndolo, solo tienes que darte el tiempo para sanar.
El silencio se instala nuevamente entre nosotros, pero esta vez no es incómodo. Stella sigue mirando por la ventana, como si buscara algo en el horizonte que aún no puede alcanzar. De repente, se gira hacia mí, su expresión más relajada, pero con un brillo en los ojos que no había visto antes.
—A veces pienso... —comienza, con una pequeña sonrisa—, que la partida de Frank trajo algo bueno para mí. Me condujo a ti.
Su comentario me toma por sorpresa, y arqueo una ceja, curioso.
—¿Cómo es eso? —pregunto.
Stella suspira y se queda pensativa por un momento, antes de esbozar una pequeña sonrisa que tiene algo de nostalgia.
—Frank no era precisamente el tipo que creyera en las relaciones —dice, mirando hacia abajo—. Siempre bromeaba sobre cómo las relaciones eran complicadas y no valían la pena. Pero, irónicamente, también solía decirme que yo sí debía encontrar a la persona correcta.
Levanto una ceja, sorprendido.
—¿En serio? ¿No creía en ellas, pero quería que tú encontraras a alguien?
Ella asiente, esbozando una sonrisa suave, pero esta vez su mirada refleja un cariño profundo. No hay dolor, solo...amor.
—Sí. Frank tenía esa idea de que, aunque para él las cosas no funcionaran, yo merecía más. Siempre me decía que había alguien para mí, alguien que me haría feliz... aunque él no confiara mucho en ese concepto para sí mismo.
—Es curioso —continúa—, porque él siempre parecía tan cínico con todo lo relacionado con el amor. Pero cuando se trataba de mí, creía en algo más grande. Es como si tuviera más fe en mi destino que en el suyo propio.
Sonrío, sintiendo la importancia de esas palabras para ella.
—Tal vez, de alguna manera, Frank sabía que te merecías algo real, algo que te diera paz y felicidad —digo, suavemente—. Incluso si él no lo buscaba para sí mismo.
Stella asiente lentamente.
—Quizás él ya sabía que necesitaría a alguien como tú cuando él no pudiera estar.
La forma en que lo dice, con esa mezcla de nostalgia y esperanza, me deja sin palabras por un momento. No esperaba que me dijera algo así.
—¿De verdad crees eso? —pregunto, tratando de entender lo que está pensando.
—No lo sé —responde, su tono pensativo—. Pero hay días en los que me gusta pensar que Frank de alguna manera lo sabía, que dejó algo sin decirme para que encontrara el camino hacia ti.
—Bueno, si eso es verdad, entonces estoy agradecido —digo, sonriendo un poco.
—A veces, pensar en esas cosas me ayuda a sobrellevar la culpa, a sentir que su partida no fue en vano. Quizás él sabía que yo necesitaba a alguien, incluso si yo no lo sabía aún.
—Si fue así, entonces creo que Frank hizo una buena jugada —le digo suavemente—. Porque ahora estás aquí, y yo también.
Ella asiente lentamente, como si mis palabras le hubieran dado un poco más de calma.
—Gracias —murmura—. Quizás no sea fácil, pero hablar de esto... me hace sentir un poco mejor.
—Eso es lo que importa, supernova —respondo, y ambos nos quedamos en silencio otra vez, compartiendo algo más profundo de lo que las palabras pueden expresar.
STELLA
Estoy de vuelta en casa luego de pasar prácticamente todo el día en casa de Harry. Tengo que admitir que una parte de mí esperaba que las cosas al despertar fuesen incómodas, pero claro, Harry no es la clase de chico que desaparece por la mañana luego de tener sexo.
No. Él es de los que se quedan.
Así que los sentimientos que hay en mi pecho, y las mariposas que hace mucho tiempo no experimento, tienen mucho sentido de estar existiendo ahora en mi interior.
Claramente no pude escapar de las preguntas de Jully, como buena mejor amiga, quiere conocer todos los detalles de mi "velada".
Así que lleva un par de horas en mi casa, con la excusa de que vino por el vestido cuando ambas sabemos que no es así. Ella está aquí porque ama el chisme.
—No voy a contarte más —sentencio.
—Oh, vamos. Pasaste la noche en su casa, ¿quieres que piense que es todo?
—No voy a compartir contigo los detalles de mi vida sexual —suelto.
Sonríe con diversión, resoplo cuando caigo en cuenta de que le he dado exactamente lo que ella quería.
—Así que esto va enserio, ¿eh?
Sonrío levemente.
—No le hemos puesto nombre, pero hablamos algo —me encojo de hombros —no queremos que sea un rollo de una sola noche, es decir, creo que ambos estamos pensando lo mismo, aunque no sé exactamente qué.
Jully se ríe.
—Oh, a mi me suena como si estuvieras enamorándote del sexi chico de las estrellas —resoplo.
Sí, no debí decirle el mote que empleo con Harry.
—No me estoy enamorando...
—Si, bueno, todos decimos eso —sonríe más divertida —en todo caso, me gusta para ti. Creo que es la parte que necesitabas para comenzar a avanzar, ¿no lo crees?
La miro, ella descifra mi mirada de inmediato.
—Has estado pensando en Frank, ¿no es cierto?
No respondo de inmediato. Asiento lentamente. Es imposible no pensar en Frank. Es como una sombra que se cierne sobre todo lo que hago, especialmente cuando pienso en Harry.
—Estuvimos hablando, me preguntó si alguna vez sería capaz de volver a hacer lo que hacía antes, las lecturas y eso —bajo la vista brevemente —y le dije la verdad, que no he tocado unas cartas desde la lectura de Frank. Nunca las leí por completo —confieso—. La lectura quedó a medias, como si me hubiese quedado atrapada en ese momento. Y desde entonces... no he podido volver a ellas. No sé si quiero hacerlo.
Aprieto los párpados.
—Y sé que necesito soltarlo para avanzar, porque Frank odiaría verme así —Jully sonríe comprensiva —me he repetido que él realmente odiaría saber que me quedé estancada. No había algo que odiara más que el hecho de permanecer en un sitio sin ser feliz.
—¿Crees que sería diferente ahora? —pregunta—. Quiero decir, si las leyeras hoy.
Me estremezco ante la idea. La verdad es que no lo sé. Parte de mí siente que necesito cerrar ese ciclo, que tal vez haya algo que las cartas puedan decirme. Pero otra parte de mí tiene miedo, miedo de lo que pueda encontrar, miedo de que no haya respuestas o, peor aún, de que las respuestas sean las que no quiero escuchar.
—No estoy lista —digo finalmente, más para mí que para Jully—. No sé si alguna vez lo estaré.
Jully no dice nada, solo asiente, dándome espacio para procesar mis propias emociones. Ella sabe que algunas heridas necesitan tiempo, que no se pueden forzar las respuestas. Ha sido paciente conmigo, tanto que no puedo tengo forma de agradecerle.
Me siento a su lado, con un peso invisible sobre mis hombros. Es agotador llevar este sentimiento de culpa, esta incertidumbre que me consume por dentro. No pude leer su destino. No pude ver lo que iba a pasar. Y eso me ha hecho cuestionar todo lo que siempre creí. Como si el universo me hubiera traicionado justo en el momento en que más necesitaba algo de claridad.
—Siento que si no puedo leer esas cartas... —digo, pero las palabras se me escapan antes de que pueda formar una frase coherente. Respiro hondo, tratando de reunir el coraje para continuar—. Siento que, si no puedo hacerlo, nunca podré seguir adelante.
Jully se inclina hacia mí, su expresión compasiva pero firme.
—Tal vez no se trata de leer las cartas, Stella. Tal vez se trata de lo que tú necesitas encontrar en ti misma. Has estado esperando que algo externo te dé la respuesta, pero puede que nunca la obtengas. Y eso está bien.
La miro, queriendo rechazar sus palabras, pero sé que tiene razón. Tal vez nunca haya una respuesta definitiva. Tal vez nunca entenderé por qué Frank se fue sin que yo pudiera verlo venir. Tal vez las cartas no tienen todas las respuestas, ni deberían tenerlas. Y tal vez... el camino para sanar no pasa por ese mazo de tarot que ahora me resulta ajeno.
Jully me da una sonrisa cálida y se estira, poniendo su taza vacía en la mesa.
—Y en cuanto a Harry... —dice, cambiando suavemente de tema—. ¿Qué piensas hacer?
Aprecio su intento de distraerme. Sé que no quiere que me quede atrapada en esa oscuridad de nuevo.
—No lo sé —respondo, pero esta vez mi tono es más ligero—. Harry es... diferente, no sé si lo que siento es real o si simplemente estoy buscando algo que me haga sentir viva de nuevo.
Jully se ríe suavemente, un sonido tranquilizador en la habitación silenciosa.
—Bueno, eso suena como el principio de algo interesante —dice, guiñándome un ojo—. No necesitas tener todas las respuestas ahora, Stella. Simplemente déjate llevar y ve qué pasa.
Su consejo es simple, casi obvio, pero es justo lo que necesito escuchar. No debo tener todo resuelto en este momento. Puedo permitirme sentir lo que siento por Harry sin la presión de saber exactamente hacia dónde me llevará.
Me recuesto en el sofá y cierro los ojos por un momento, permitiendo que el silencio entre nosotras se asiente, cómodo y acogedor. A veces, no tener todas las respuestas es lo que necesitamos para seguir adelante.
—Gracias por estar aquí —murmuro, y sé que lo digo tanto por el presente como por todo lo demás que hemos vivido juntas.
Jully se inclina y me da un suave golpe en el brazo.
—Siempre, Stell. Siempre.
__________________________________________
¡No se olviden de votar y comentar! Significa mucho para mí.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro