15.- Una creencia que parece locura
Harry
El ambiente está igual cuando volvemos, nadie parece haberse dado cuenta de nuestra salida abrupta. Stella se mantiene serena a mi lado, su mano entrelazada firmemente contra la mía.
Estoy intentando por todos los medios ignorar el rastro de molestia que hay aún en mi sistema. Decido que, para controlarlo, debo dejar de prestarle atención a mi hermano, estoy aquí, con una increíble chica y dije que mejoraría sus recuerdos en este lugar, aunque los míos estén mucho más dañados.
—Ahí está Mónica —Stella señala brevemente hacia una dirección.
—Vayamos a saludar —sugiero, ahora mismo lo que menos quiero es continuar hablando sobre mi investigación, he pasado cada momento desde que llegamos en eso así que creo que es momento de permitirme disfrutar un poco.
Mónica nos mira cuando estamos a unos metros, sonríe con entusiasmo en cuanto reconoce a Stella y se disculpa con el grupo de personas con el que se encuentra hablando y viene hacia nosotros.
—¡Stella! —el entusiasmo en su voz es totalmente evidente —que sorpresa verte por aquí, debiste avisarme que vendrías.
—En realidad fue de último minuto. —Stella sonríe.
La atención de Mónica viaja hasta mí.
—Harry, que gusto verte de nuevo, he escuchado por aquí que tienes una investigación bastante interesante.
Una sonrisa genuina cruza por mis labios. Stella se apega más a mi cuerpo y es evidente que eso no le pasa desapercibido a Mónica.
—Creo que he tenido un poco de buena suerte hoy —admito —aunque me he tomado un descanso para disfrutar con Stella de la velada.
—Espero que no acabes decepcionada —añade Mónica —si Harry no es buena compañía, ven conmigo que seguro puedo mejorar la experiencia.
Los tres soltamos una carcajada.
—Hasta ahora esta siendo maravilloso, pero tendré muy en cuenta la invitación —responde.
—Bueno, yo los dejo porque tengo que convencer a esos hombres de aparecer en un canal de YouTube.
Se despide de Stella con un beso, me dedica un ademán de adiós antes de darnos la espalda, y volver hacia el grupo con el que se encontraba conversando antes.
Permanecemos un segundo en silencio antes de girarse hacia mí.
—Seguro los convence, tiene un poder de persuasión increíble —dice con una sonrisa.
—¿Así consiguió que aceptaras?
Asiente brevemente. —Nos reuniremos en un mes para hablar sobre el episodio, parece mucho, pero creo que no estoy del todo lista para salir de nuevo al mundo.
—Claro que estás lista —extiendo la mano para acomodar uno mechón de su cabello —veremos juntos ese episodio, no acepto un no por respuesta.
Una corta risa brota de sus labios, elevo la mirada brevemente y distingo a alguien acercándose hacia nosotros. Tengo la tentación de tomar a Stella de la mano y alejarnos, pero sé que no puedo continuar huyendo, así que me quedo en el mismo sitio hasta que el director adjunto de observatorio naval, el doctor Rober Fischer y mi ex jefe, llega hasta donde nos encontramos.
—Harry —Stella voltea casi de inmediato cuando escucha la voz —que gusto que hayas aceptado la invitación.
Sonrío con educación.
—La universidad requería mi presencia de igual manera —respondo —es un honor tener una invitación como esta.
El doctor Fischer sonríe, asiente brevemente y desliza la atención hacia Stella.
—Doctor Fischer, ella es Stella James, Stella, él es el director adjunto del observatorio, el Doctor Rober Fischer.
—Encantada de conocerlo —Stella extiende la mano, el doctor la toma y le sonríe con amabilidad.
—Es un gusto conocerla, señorita James. He seguido su trayectoria —Stella parece brevemente incómoda —no imaginé encontrármela en un evento como este pero es interesante verla aquí, tal vez podamos platicar más adelante, estoy seguro que podemos aprender mucho el uno del otro.
—Estoy segura de que sí.
El docto Fischer vuelve su atención a mí.
—¿Tienes un segundo, Harry?
Volteo hacia Stella, quiero decir que no, que podemos hablar en otra ocasión, pero ella se adelanta.
—Iré con Mónica —dice con una suave sonrisa —búscame cuando termines, ¿sí?
Apenas asiento. Me mantengo mirándola alejarse, hasta que la pierdo entre las personas que cruzan por el salón así que vuelvo mi atención hacia el hombre que tengo delante.
—Creí que no aceptarías la invitación —confiesa —después de tu salida...
—Estoy aquí representando a la universidad —le recuerdo —no dependía solo de mí negarme.
—Lo entiendo, me gustaría que supieras que no fue personal, Harry...
—Doctor Fischer, lo entiendo —me obligo a sonreír —no tiene que explicarme nada, todo lo que necesitaba saber me lo dijo en su oficina aquel día.
—Oliver me informó que habló contigo, aún tenemos la vacante disponible por si te interesa.
—Le agradezco, pero no puedo aceptarla.
Él parece decepcionado, pero no insiste.
—Espero que podamos trabajar de nuevo juntos en un futuro —dice amablemente —que te vaya bien Harry, nos estamos viendo.
Asiento, él se aleja y tomo una inhalación. Cierro los ojos brevemente antes de decidirme ir en búsqueda de Stella, pero alguien me lo impide.
—Espero que no me ignores en medio de una reunión —Oliver me intercepta.
—Eso es justo lo que planeo hacer —mascullo. Cruzo por su lado, pero lo impide, su mano envuelve mi brazo y tengo la tentación de darle un puñetazo, pero no me permito armar un escándalo.
Me libero de su agarre con discreción y vuelvo a mirarlo.
—¿Qué quieres?
—Hablar contigo, algo que parece que tú no estás dispuesto a hacer.
—Porque no tenemos nada de que hablar —mascullo —todo se ha dicho.
Oliver chasquea la lengua.
—No tienes necesidad de estar solicitando fondos a cada persona que te cruzas —dice —si aceptaras el puesto, eso no sería necesario.
—Lo que hago o dejo de hacer, no es de tu incumbencia.
Sonríe irónico.
—Claro, como que ahora sales con una psíquica de carnaval, ¿no es cierto? ¿Qué harás ahora? ¿Leerás las cartas también?
—Cierra la boca si no quieres que te rompa la cara delante de todos tus colegas —amenazo —no le faltes el respeto.
Oliver se ríe.
—Hermano, recapacita —dice con mirándome ahora con seriedad —es hora de que dejes tu berrinche de lado, tienes un puesto esperándote, pero si sigues siendo lo suficientemente orgulloso para rechazarlo, entonces buscaré a alguien más.
—Haz lo que quieras, Oliver. No voy a volver, así que jódete. Y no vuelvas a llamarme hermano, porque para mí ya no lo eres.
—¿Por qué no le dices a esa mujer que te lea las cartas para que sepas que te estás equivocando? —dice cuando le he dado la espalda —o bueno, tal vez se equivoca y te engaña como todos ellos suelen hacerlo...
Me giro, estoy completamente dispuesto a romperle la cara justo ahora sin importarme si acabo despedido, Oliver da un paso atrás pero antes de que pueda golpearle su estúpido rostro, alguien se desliza entre nosotros.
—No —Stella coloca las manos sobre mi pecho —no lo hagas.
Bajo la mirada, me observa con comprensión, pero niega levemente.
—No lo vale.
Antes de que pueda responder, Stella se gira hacia Oliver.
—Doctor Jenkins, diría que me da gusto encontrármelo por segunda vez en una noche, pero estaría mintiendo —dice con fingida amabilidad —le recomendaría que la próxima vez que quiera desmeritar a alguien, se estudiara a sí mismo primero.
—No necesito...
—¿Qué pensarán todas esas personas de que se acerque a hablar con ellas con el aliento a vino? Es el director de este importante lugar, debería recordarlo. Y debería conseguir un Rolex de mejor calidad, ese se ve de primera mano que es falso.
Sonrío, Oliver no parece tener intenciones de decir nada más así que Stella le dedica un asentimiento, y gira hacia mí.
Su mano se envuelve alrededor de la mía, no me molesto en despedirme mientras nos alejamos, la sonrisa se extiende por mis labios y para cuando estamos lo suficientemente lejos, me permito liberar la risa.
—Vaya, eres una fiera cuando te lo propones, ¿no es así?
Se ríe. Sacude la cabeza y me mira.
—Tu hermano es un imbécil —espeta —si no nos encontráramos en medio de un edificio gubernamental ni rodeado de personas importantes, pude haber dejado que lo golpearas.
Es mi turno de reír.
—Creo que he tenido suficiente esta noche —confieso.
—Ni siquiera hemos cenado —dice arrugando la nariz —pero creo que podemos conseguir una cena igual de buena en otro lugar. ¿Tienes lo suficiente para tu investigación?
—Sí, tengo algunos contactos que serán suficientes, los llamaré mañana y seguro se concreta algo. Así que somos libres de irnos.
Asiente levemente, no tenemos que despedirnos de nadie así que simplemente nos marchamos.
Su mano sigue aferrada a la mía mientras nos alejamos del bullicio de la reunión. La noche es fresca y el aire libre nos envuelve con una sensación de libertad.
—¿A dónde quieres ir? —inquiere cuando llegamos al auto.
—Conozco buenos sitios en donde cenar...
—¿Hay problema si vamos a casa y ordenamos comida? —pregunta —estoy agotada, mi batería social se ha apagado.
Me rio.
—No sabía que tenías una batería social...
—Pero claro, llega un momento en el que solo quieres estar en casa, en tranquilidad, ¿no te pasa?
—Sí, últimamente si —confieso.
Mientras salimos del estacionamiento, no hablamos demasiado. Stella se acomoda en el asiento, se quita el saco que todo este tiempo mantuvo sobre sus hombros y miro brevemente la piel descubierta de sus hombros.
—Ese vestido te hace lucir sexi —voltea con una sonrisa divertida en los labios.
—¿Sí?
—Si —asiento enfatizando mis palabras —luces preciosa esta noche, creo que no lo dije lo suficiente.
—No era necesario.
—No, pero me gusta decir cuando algo me parece bonito —soy consciente de como intenta retener la sonrisa, pero no lo consigue, así que libera el gesto.
—Gracias —susurra.
—Soy yo quien tiene que agradecer por esta noche.
Una sonrisa esta vez más suave es lanzada hacia mí. Stella no vuelve a hablar, se encarga de poner música y va tarareando las canciones, cuando me detengo frente a mi hogar, ella me lanza una mirada.
—¿Al fin voy a conocer tu casa? —inquiere mirando por la ventanilla.
—En mi defensa, no especificaste que casa —bromeo mientras bajo del auto, ella espera hasta que estoy del lado de su puerta y la abro, extiendo la mano para ayudarla a bajar, y no suelto su mano una vez que ya se encuentra afuera.
Saco las llaves de mi bolsillo, Stella espera detrás de mí mientras abro la puerta. Entro primero encendiendo las luces y le permito el acceso, ella ingresa mirando alrededor. Permanezco detrás de ella mientras avanza lentamente.
—¿Y bien? ¿Te gusta?
—Tienes buen gusto para la decoración —dice con una sonrisa.
Le doy un corto recorrido por la casa, enseñándole todo el espacio y nos detenemos en la habitación.
—Justo como lo imaginé —dice sentándose en el borde de la cama.
—¿Cómo lo imaginaste?
—Libros, computadora, hojas de investigación —señala alrededor —eres un hombre de ciencia y tu habitación lo refleja muy bien.
No me siento a su lado, sino que me lanzo al otro lado de la cama, cerca del cabecero. Ella gira, con una sonrisa tirando de sus labios.
—Espero que en serio vayamos a conseguir comida —advierte.
Extiendo la mano, ella la toma y tiro de ella haciendo que tenga que incorporarse levemente para poder deslizarse sobre el colchón.
—Ven aquí, supernova.
Se desliza hacia mí, su risa suave llenando la habitación. Se acomoda a mi lado, apoyando su cabeza en mi hombro. Por un momento, nos quedamos en silencio, disfrutando de la cercanía y la tranquilidad del momento.
—¿Por qué me llamas supernova? —inquiere —no lograste decírmelo en el observatorio.
La miro, ella mantiene sus ojos en mí, ese par de luces verdes que ahora brillan por completo.
—Promete que no vas a reírte por lo cursi que pueda sonar —pido.
—Tienes mi palabra.
Extiendo la mano, siguiendo el contorno de su rostro con la yema de mis dedos.
—En astronomía, una supernova es una explosión estelar extremadamente brillante y poderosa, que puede iluminar una galaxia entera. Las supernovas son uno de los fenómenos más maravillosos del universo, es una explosión intensa, increíble, difícil de explicar.
Me fijo más en sus ojos.
—Te llamo supernova, porque eres alguien que brilla con una luz propia, que tiene una presencia poderosa y que, a pesar de las dificultades, sigue siendo una fuente de inspiración y asombro. Desde que te conozco, me has dado una nueva perspectiva. Eres capaz de transformar algo malo en algo maravilloso, me basta con mirarte para sentir que todo mejora. Las supernovas transforman al universo cada que ocurren, tú, Stell, desde el momento en el que nos cruzamos en el puente Washington, has transformado mi vida.
Por un instante, sus ojos se humedecen, veo el sentimiento en sus ojos y una lágrima se escapa, descendiendo por su mejilla.
—Y desearía que tu te vieras del mismo modo —susurro limpiando el rastro de la lágrima con mi pulgar —desearía que vieras lo increíble y maravillosa que eres.
No dice nada, solo se impulsa hacia adelante y sus brazos me rodean. Se refugia en mí y yo la recibo, mis brazos la rodean por completo, la apego a mi cuerpo sintiendo los latidos de su corazón contra el mío.
—A veces creo que acudir al puente Washington esa noche, fue una de las mejores decisiones de mi vida —susurra suavemente.
El aire se vuelve denso entre nosotros, una corriente eléctrica que chisporrotea en cada rincón de la habitación. La calidez de su cuerpo contra el mío enciende un deseo que no me creo capaz de controlar.
Sus ojos siguen fijos en los míos y encuentro en ellos el mismo deseo que tengo en mi interior, con un suave movimiento, deslizo mis dedos por su espalda, su piel se eriza ante mi contacto. Una respiración profunda brota de ella, deslizo mi rostro hasta el hueco de su cuello, el aroma de su perfume me eclipsa por completo, es como si mi mente se hubiese embelesado por lo que ella significa, no hay necesidad de hablar, me acerco más, rozando mis labios con su frente y la sensación solo me hace desear muchísimo más.
—Supernova... —mi voz brota ronca, sus ojos me enfocan y entonces, es ella quien elimina la distancia entre nosotros.
Sus labios se apoderan de los míos y en ese instante, todo el exterior desaparece.
Nuestros labios se encuentran en un beso suave al inicio, pero conforme cada segundo va creciendo y creciendo, hasta convertirse en algo que ninguno de los dos puede ni quiere controlar.
Las yemas de mis dedos acarician la piel descubierta de su espalda, se desliza hasta quedar completamente recostada sobre el colchón y me muevo de tal forma que quedo justo encima de su cuerpo, su pecho sube y baja con respiraciones irregulares, y soy muy consciente de la línea que estamos a punto de cruzar. Una línea que no se en realidad que pueda traer consigo cuando estemos del otro lado.
Pero ahora mismo no me importa. Solo la quiero a ella.
Me inclino para atrapar sus labios, Stella desliza las manos hasta mi nuca, sus dedos se pierden en mi cabello y conforme nuestros labios se encuentran con mayor fiereza, tira levemente de los mechones consiguiendo un grado de excitación que no sabía que podía conseguir con ese gesto.
Abandono su boca para viajar por toda su mandíbula hasta el cuello, su aroma me nubla la mente mientras dejo un camino de besos a lo largo de la piel descubierta, la escucho suspirar, arquea la espalda levemente mientras una de mis manos viaja hasta llegar al borde del cierre del vestido, me aparto levemente para mirarla, para buscar si hay algún indicio de arrepentimiento, o si quiere que me detenga.
Pero no hay nada, solo un deseo creciente en sus pupilas que me deja saber que no planea hacer que me detenga.
—Quiero dejar en claro que esta no era la idea que tenía al traerte a mi casa —aclaro.
Se ríe, sacude la cabeza mientras me toma del cuello de la camisa y tira de mí.
—Haré como que te creo.
Sus labios se apoderan de los míos robándome la intención de responder. Ella se impulsa levemente hacia adelante, por lo que ahora quedamos sentados sobre la cama, mis dedos tantean el cierre del vestido y me toma unos pocos segundos quitar el broche, y deslizarlo hacia abajo. Sus manos toman los tirantes mientras los desliza por sus hombros y suelto una palabrota cuando los firmes pechos se muestran ante mí. Stella sonríe, no parece tímida en lo absoluto mientras el vestido cae. Me muevo por impulso hasta ella, una corta risa brota de sus labios mientras mi mano se envuelve por su cintura ahora desnuda.
—Lo confirmo, eres preciosa —susurro contra sus labios.
Sus manos aflojan la corbata, es bastante rápida para deshacer el nudo, y luego sus dedos abriendo los botones de la camisa. Son segundos en donde nuestras manos se encargan de eliminar todo rastro de ropa que pueda existir entre nosotros.
Pronto somos dos cuerpos desnudos, y mientras ella se muestra delante de mí reafirmo la creencia de que Stella James es preciosa, una visión de entera belleza, me aparto para admirarla, siguiendo cada curva, intentando grabar en mi memoria la imagen de ella ante mí.
—Eres jodidamente preciosa, supernova.
Me coloco de nuevo sobre su cuerpo, sus ojos se mantienen fijos en los míos mientras una sonrisa preciosa se extiende por sus labios. Su piel choca con la mía, y es como si de cierta manera, nuestros cuerpos encajaran a la perfección. Nuestros labios se encuentran de nuevo, creo que nunca podré cansarme de lo que besarla me provoca, es un mar infinito de sensaciones que apenas puedo describir. Como si fuese capaz de inyectarme vida, como si con besarla se pudiera eliminar todo lo oscuro y solo quedara una increíble luz imposible de apagar.
Deslizo la mano hasta conseguir rozar uno de sus pezones, Stella suspira cuando pellizco la zona y gime consiguiendo que el sonido me parezca glorioso, dejo de besarla deslizando mis labios hasta la zona que mis dedos acarician y cuando mis labios atrapan uno de sus pechos, un gemido más fuerte me da la inspiración para seguir.
Pronto la habitación se llena de suspiros y gemidos de placer, estoy demasiado duro con la imagen de ella mirando como le beso el pecho y casi por instinto una de mis manos se desliza hasta su entrepierna, Stella jadea cuando dejo una caricia entre sus pliegues, arquea la espalda y el sonido que brota de sus labios me parece jodidamente maravilloso, casi parecido al canto de una sirena que consigue hipnotizarte hasta someterte a su voluntad.
Continuo, succionando la zona hasta que me parece suficiente y cambio al otro pecho, los gemidos de Stella me parecen adictivos, la forma en la que arquea la espalda mientras mis dedos la acarician me deja saber que disfruta de esto tanto como yo.
—Harry... —mi nombre brota en un susurro cargado de placer, sonrío contra la piel de su pecho mientras deslizo uno de mis dedos por su entrada, la humedad me recibe y dejo de ser un hombre lúcido para ser un hombre dominado por el placer.
Está lo suficientemente húmeda como para permitirme ingresar uno de mis dedos en su interior, un gemido profundo obtengo como resultado así que sonrío satisfecho mientras acaricio la zona, siguiendo un ritmo que parece gustarle porque tiene los ojos cerrados mientras se retuerce bajo mi cuerpo.
Sus gemidos solo se ahogan cuando mis labios se apoderan de los suyos, cuando tengo la necesidad de seguir sintiéndola, tener a Stella abierta de piernas mientras mis dedos se pierden en su interior es el jodido paraíso.
El tiempo se reduce a la nada y no sé cuánto tiempo es que paso de ese modo, acariciando, tocando, besando cada zona que me es posible sintiendo como el placer crece y crece, tanto que creo que no voy a poder resistir por más tiempo, pero lo hago.
Lo hago en el instante en el que ella se tensa, en el que su cuerpo entero se contrae y aún con los dedos en su interior, me entrega su liberación.
Cuando abre los ojos, es como si estos brillasen muchísimo más. Como si de pronto la vida hubiese vuelto a ellos y ahora resplandecieran más que nunca.
—Wow —dice con una sonrisa dibujada en los labios.
—Dame un segundo —pido apartándome de su cuerpo.
Me estiro hasta conseguir abrir el cajón de la mesa que está a un costado de la cama, tanteo el interior hasta que localizo al fondo el empaque de plástico.
Stella sonríe un poco más al notar el envoltorio entre mis manos.
—¿Así quieres que no piense que tenías todo esto en mente? —cuestiona apoyándose en los codos.
—Juro que no —me rio levemente.
Me toma menos de un minuto rasgar el empaque y colocarme el condón, la anticipación de poder hacerla mía me da un nuevo grado de placer mientras Stella se deja caer contra el colchón y abre las piernas, con una sonrisa demasiado tentadora a la que no puedo resistirme.
Trazo la curva de su cintura mientras me acomodo entre sus piernas, soy muy consciente de como su respiración se vuelve irregular, como sus ojos se encienden y la forma en la que sus manos se aferran a las sábanas.
No entro de inmediato en ella, suelta un jadeo cuando la tomo con firmeza de las caderas y me coloco justo en su entrada, pero no empujo las caderas, acomodo mi polla entre sus pliegues y la deslizo, Stella maldice mientras sus manos arrugan las sábanas, deslizo mi longitud entre sus pliegues, sin entrar en ella, frotándome hasta que creo que soy incapaz de continuar, si estoy sintiendo este grado de placer sin follarla, ¿qué me espera cuando finalmente la haga mía?
—Harry, por favor —jadea elevando las caderas, me sostengo sobre su cuerpo, con una sonrisa asomando en mis labios mientras hago el frote más profundo.
—¿Por favor qué? —la molesto.
Abre los ojos y me observa con un dejo de molestia que pronto desaparece cuando muevo las caderas y el roce se hace más profundo.
—Necesito que entres ya —dice entrecortando las palabras —por favor.
—Solo porque dices por favor, supernova —encuentro sus labios al mismo tiempo en el que empujo las caderas y mi polla entra en ella. Grita, sus gemidos hacen eco en las paredes mientras ingreso en su interior con fuerza antes de salir y volver a penetrarla.
Suelto una maldición cuando me recibe, sus paredes se cierran alrededor de mi miembro, Stella gime con más fuerza si eso es posible mientras sus manos se colocan sobre mi espalda y siendo las uñas clavarse en mi piel.
Esto es jodidamente maravilloso, y apenas está empezando.
Empujo de nuevo las caderas, cada movimiento, cada roce de nuestros cuerpos me lleva a un grado de placer que estoy bastante seguro de que nunca he visitado. Me toma algunos movimientos más encontrar el ritmo que adecuado, el ritmo que nos da placer por igual, mientras ella gime mi nombre bajo mi cuerpo y yo intento no perder la maldita cabeza.
Empujo con más fuerza, nuestras caderas chocan, el sonido de nuestras respiraciones entrecortadas y los gemidos es todo lo que se escucha en la habitación, inevitablemente el cabecero de la cama comienza a golpear la pared y agradezco bastante el hecho de tener tanta privacidad para hacer tanto ruido como deseamos.
Nuestros cuerpos se reconocen, quiero grabar este momento en mi memoria, mientras entro y salgo de ella con movimientos fuertes que me empujan más y más hasta la cima. Es un placer que no deseo detener, uno que me gustaría seguir experimentando por el resto de la eternidad.
Sus labios encuentran los míos, nos fundimos en un beso mientras sigo empujando las caderas contra ella, mientras ella sigue recibiéndome. Un gemido brota de mi garganta cuando siento que el placer comienza a llegar a punto que inevitablemente va a acabar conmigo.
Echo la cabeza hacia atrás, sintiendo una electricidad recorrerme desde los talones hasta la cabeza, Stella gime con fuerza arqueando la espalda, sus pechos se alzan con el movimiento y creo que he llegado al cielo justo ahora.
Mis dedos se aferran al hueso de su cadera, atrayéndola hacia mí como si fuese capaz de entrar más profundo, siento como si miles de chispas se encendieran en mi interior, Stella gime con un sonido fuerte que me penetra los oídos y hace que mi propio placer aumente, su cuerpo se contrae, sus uñas se clavan más profundo en mi piel mientras llegamos al nivel más glorioso que puede existir.
Nos liberamos juntos, y la sensación que queda en nosotros es tan placentera, no se esfuma al acabar sino que permanece en nosotros, disolviéndose lentamente.
—Eso fue...
—La puta maravilla —termino la frase cuando salgo de su interior, me dejo caer a un costado, mirándola —la puta cosa más increíble de toda mi vida.
Estamos agitados y sudorosos, el sonido de su risa acompaña mis movimientos para quitarme el condón y desecharlo, cuando me acomodo de nuevo sobre el colchón, se acerca y no dudo en abrir los brazos, se desliza contra mi pecho, su cabeza presionando justo en el sitio en donde late mi corazón.
—Sé que no crees en el destino, pero a veces pienso que tal vez algo hizo que estuviésemos esa noche en el mismo sitio.
—¿Estábamos destinados?
Se ríe.
—No lo sé, me gusta pensar que sí.
Le acaricio el cabello.
—Llámame loco, pero creo que te quiero, supernova.
No responde, no me atrevo a mirarla hasta que ella se mueve hacia mí, bajo la vista encontrándome con una sonrisa preciosa.
—Pues me has contagiado —admite —porque creo que yo también te quiero, chico de las estrellas.
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Ay, ¿apoco no son de lo más bonito? ¡Un aplauso para esta pareja que esta enamoradaaaaaaaa!
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