12.- Un recuerdo feliz
Harry
Podría invertir mejor mi tiempo en vez de haber aceptado compartir las pocas horas libres que tengo en el día con Addison y Jeff, quienes claramente tienen toda la intención de interrogarme hasta conseguir todos los detalles de mi cita con Stella.
—¿No tienen cosas más importantes en las cuales concentrase? —inquiero —el parto, por ejemplo.
Addison resopla.
—Aún tenemos unas cuantas semanas para eso —responde encogiéndose de hombros —pero tú no tienes más tiempo así que escupe.
Entorno los ojos con fastidio.
—No importa si pasamos aquí el resto del día, no voy a decir nada —los señalo con el tenedor —no hay nada que decir.
Mis amigos comparten una mirada.
—Eso solo puede significar que salió todo de maravilla —dice Addison —de lo contrario, hubiese dicho otra cosa.
Opto por mantener la boca cerrada, porque solo Dios sabe lo que puedo terminar diciendo de abrirla.
—Vamos, Harry —insiste Jeff —no puedes culparnos, ¿Cuándo fue la última vez que tuviste una cita? No puedes culparnos por tener curiosidad. ¿Quién es ella?
Considero que tan prudente es decirle el nombre de Stella, no estoy seguro de que sea algo malo, pero teniendo en cuenta que no sé que es lo que se está desarrollando entre nosotros, odiaría meter una presión innecesaria.
—Aunque sea danos algo —cuando Addie coloca la cara de cachorrito que mejor le sale, me rindo.
—Bien —dejo a un lado el tenedor y tomo una corta respiración —se llama Stella.
—¿Y la conocemos?
—Probablemente —me encojo de hombros —es la hija de Simón James. El astrólogo de las estrellas.
La expresión que ambos colocan en el rostro es incomparable, me rio por lo incrédulos que parecen.
—¿El señor escéptico saliendo con una astrologa? —inquiere Jeff soltando un chiflido —quien lo diría. ¿Cómo pasó?
—Es una larga historia, y no voy a decir nada más —sentencio.
Addison suelta una leve risa que me hace mirarla, tiene una mirada divertida y la sonrisa que tiene en los labios me hace resoplar.
—¿Cómo es que un científico como tú se interesa en algo tan... místico?
Un dejo de molestia se me clava en el pecho.
—Stella no es algo, es alguien —corrijo —¿y por qué les sorprende tanto?
—Porque eres Harry Jenkins, señor necesito todas las respuestas lógicas posibles.
Ruedo los ojos.
—Y lo sigo siendo, pero respeto su pasión y su conocimiento. Además, es una persona increíblemente inteligente y apasionada. No todo tiene que ser blanco o negro.
Un silencio cae sobre nosotros, cuando los miro, ambos tienen sonrisas orgullosas.
—Nuestro chico está creciendo —dice Addison.
Me quejo, echo la cabeza hacia atrás y decido que he tenido suficiente. Saco un par de billetes de mi bolsillo y lo dejo en la mesa, es suficiente para cubrir mi consumo y la propina.
—Me voy.
Ellos protestan, pero ya me encuentro caminando hacia la salida de la pequeña cafetería.
—¡Debes presentárnosla! —es lo último que escucho antes de salir, pero no me detengo, solo continúo con mi camino.
Estoy seguro de que Addie y Stella se llevarían bastante bien, pero sé lo que involucra que ellos la conozcan y no sé si estoy listo para lo que eso significa.
(...)
He pasado todo el día en el estudio, no tuve más que un par de clases así que el resto de mi tiempo lo he invertido en tratar de avanzar con mi investigación. Sé que tengo que avanzar lo más que pueda mientras me encuentre como profesor en la universidad, aprovechar los recursos que poseo hasta el momento porque cuando esto acabe, será imposible intentar financiar una investigación sin el apoyo de alguna institución.
Y necesito terminarla, necesito saber que, a pesar de todo, puedo hacerlo.
Sin embargo, aunque sé que es necesario avanzar con el trabajo que tengo pendiente, mis pensamientos se desvían una y otra vez hacia cierta chica pelirroja.
Si dijera que no he estado pensando en Stella, sería un mentiroso. Porque lo he hecho, desde el momento en el que la dejé en su hogar, no he dejado de pensar en ella. Rememorando el instante en el que nuestros labios al fin se conocieron, obligándome a grabar su sabor en cada centímetro de mi memoria.
Cierro el libro cuando me doy cuenta de que es imposible continuar con esto, cierro la laptop y me incorporo. Mi espalda agradece el movimiento, me tallo los ojos antes de comenzar a guardar todas las cosas dentro de la mochila para abandonar el estudio.
Cuando salgo, la mayoría de los universitarios se han ido, son cerca de las ocho de la noche, por lo que no me extraña que solo unos cuantos permanezcan paseando por los pasillos. Cuando llego al auto, dejo con descuido mis cosas en el asiento trasero y me deslizo dentro, un suspiro brota de mis labios mientras considero que es una buena idea ir a casa, beber algo y dormir.
Sin embargo, antes de que pueda encender el auto para cumplir mis propósitos, el celular vibra. La sonrisa que crispa mis labios cuando leo el nombre en la pantalla es casi inconsciente.
Stella J: Espero no molestarte, pero necesito mover unas cuantas cajas, ¿podrías ayudarme?
No respondo el mensaje, sino que pulso el botón de llamar.
Ella responde prácticamente de inmediato.
—¿Planeas mudarte? —es lo primero que pregunto. Una corta risa flota en la línea.
—No, bueno, algo así —confiesa —necesito sacar unas cuantas cosas de un sitio, pero no quiero hacerlo sola.
—Bien, por suerte para ti, tengo la noche libre.
Vuelve a reír.
—Puedo pagar con pizza y cerveza —ofrece.
Apoyo la cabeza contra el respaldo del asiento.
—Me has convencido, ¿voy a tu casa o es en otro sitio?
—Es en otro sitio, te envío la dirección.
—De acuerdo, estaré ahí pronto.
Ella pronuncia una corta despedida y luego cuelga. No pasa mucho rato hasta que ella comparte la ubicación.
"Centro holístico Stella James"
No tengo que ser demasiado inteligente para entender lo que Stella pretende. La sonrisa decae de mis labios porque quisiera estar equivocado, pero es evidente el motivo por el que necesitaría ayuda en ese sitio.
Pese a todo, termino encendiendo el auto y poniéndome en marcha hacia la dirección que envió.
No me toma mucho tiempo llegar, cuando estaciono el auto frente al centro holístico, las luces del interior están encendidas pero las persianas de madera bajadas por completo. Bajo del auto y camino hasta la puerta, dejo un par de toques y la puerta se abre casi al instante produciendo un tintineo.
Sonrío cuando miro a Stella del otro lado, lleva el cabello en dos trenzas, y una pañoleta blanca se encuentra rodeándole el cabello, lleva unos pantalones cortos negros combinados con una especie de top en color crema, luce...impresionante a pesar de los mechones desordenados que le caen sobre el rostro y el polvo que le cubre parte de la ropa y las manos.
—Hola —saludo —¿llegué a tiempo?
—Justo a tiempo —dice apartándose para permitirme el acceso.
El lugar es cálido, aún con las cajas de cartón esparcidas por toda la estancia.
El vestíbulo principal está decorado con tonos suaves y naturales que invitan a la calma y la relajación. Las paredes están pintadas en un tono beige claro, decoradas con mapas de constelaciones y estrellas en las que se refleja la luz natural y amplía el espacio. Los mandalas y cuadros de paisajes naturales enmarcados en madera oscura añaden un toque de color sin ser abrumadores. Los muebles son de madera clara, con cojines en tonos tierra y verdes que complementan la paleta natural del lugar. Los cuarzos se encuentran en cada rincón, hay luces que tintinean colgando del techo, y hay un estante de libros ubicado al fondo.
—Vaya —murmuro apreciando cada detalle —¿aquí trabajas?
—Trabajada —corrige —estoy pensando vender el lugar.
Mi atención viaja hasta ella. No parece convencida, tampoco luce como si la idea de vender este sitio le resultara agradable. Mantiene las manos en la cintura mientras observa hacia el frente.
—¿Vas a empacar todo?
—Solo lo importante —dice encogiéndose de hombros —no me importa llevarme nada en realidad.
Me quedo en silencio, mirando las cajas que hay a unos metros de nosotros.
—¿Estás segura? Parece que hay muchas cosas de valor aquí.
No responde, mantiene su atención al frente, en la pequeña llama que se balancea sobre una de las velas del centro.
—De cualquier manera, no voy a usarlas —dice encogiéndose de hombros —no me importa lo que pase con ellas.
Ladeo la cabeza observándola, soy consciente de la tensión en sus hombros, como intenta aparentar que no significa nada, pero sé que en realidad significa más de lo que quiere admitir.
Cuando no obtiene una respuesta de mi parte, voltea hacia mí. Arquea la ceja y gira el cuerpo.
—¿Qué?
—Nada —dejo de mirarla para observar el espacio en el que nos encontramos —me llamaste para pedirme ayuda para empacar, no para dar mis opiniones así que... ¿por dónde empezamos?
Stella no se mueve. Permanece en su sitio con el ceño fruncido.
—¿Esa es una indirecta para que te invite a dar tu opinión?
Una corta risa brota de mis labios.
—No, en lo absoluto.
Resopla, claramente fastidiada por la respuesta que obtuvo.
—No es algo que puedas entender —sentencia.
—Bueno, ponme a prueba.
Camino hasta llegar a la mitad del vestíbulo, y me acomodo en los sillones. La suavidad de la superficie se siente reconfortante, el aroma a lavanda es más fuerte en donde me encuentro, Stella parece molesta ante mi acción, ante el hecho de que me encuentre sentado cómodamente en el medio de este lugar, pero no objeta, no me reprende ni reclama. Al contrario, se acerca.
Sus pasos suenan suavemente sobre la alfombra mientras elimina la distancia que hay entre ambos.
Toma una inhalación una vez que se encuentra a mi costado. Pasea la vista por toda la habitación antes de detenerse en mí.
—Aquí solía pasar casi las veinticuatro horas de mi día. —su voz brota en un susurro, desvía la atención hacia las cartas que se encuentran apiladas sobre la mesa de cristal. —Construí este sitio cuando tenía dieciocho años, he pasado mucho tiempo en estas cuatro paredes desde entonces, he visto a cientos de personas cruzar debajo de esas campanas con miradas tristes y salir llenos de esperanza, he compartido risas, lágrimas, he vivido momentos maravillosos desde el momento en el que abrí.
No hablo, soy consciente de la forma en la que sus ojos parecen volverse más opacos, como la tormenta vuelve a apoderarse de su iris. No odio muchas cosas en el mundo, pero sin duda, la forma en la que Stella parece apagarse, si es digno de odiar. Porque es intolerable verla perder esa chispa que la hace única. Y es más jodido saber que no hay mucho que pueda hacer al respecto.
—Ahora no puedo estar aquí sin recordar que fue este sitio, precisamente este lugar, en donde vi a Frank por última vez —su voz tiembla —no puedo evitar recordar que fue aquí donde le dije...
No logra terminar la frase. Extiendo la mano para envolver la suya, ella mira el contacto por largos segundos antes de apretar el agarre.
—¿Cuándo vas a entender que no es culpa tuya? —inquiero en un susurro.
—Es difícil cuando todos creen que sí.
—¿Todos? —sonrío de lado —yo no he escuchado a una sola persona decir que eres la culpable.
Parpadea tratando de alejar las lágrimas, pero fracasa terriblemente.
—No soy quien para decirte que es lo que debes hacer, pero mi abuela solía decir que las decisiones importantes nunca se toman con el corazón roto, o con el alma encendida en felicidad.
Una leve sonrisa se filtra en sus labios.
—¿Cuándo se toman entonces?
—Cuando el corazón y la mente están del mismo lado y saben que la decisión no va a significar un arrepentimiento futuro.
Un corto suspiro brota de sus labios.
—Tengo muchos interesados, pero no me atrevo a regresarles la llamada —confiesa —empacar es como si fuese el primer paso para lo que tengo que hacer.
—¿Y eso es lo que realmente quieres?
—No —admite —pero no puedo estar más tiempo aquí. Antes, este lugar era mi refugio, mi santuario. Ahora, es solo un recordatorio de lo que he perdido.
Permanezco en silencio, tratando de encontrar las palabras adecuadas, porque no quiero decir algo que pueda resultar contraproducente, porque sé que a pesar de lo que yo pueda creer, en realidad no conozco el dolor que Stella carga consigo.
—¿Sabes? Hay un término psicológico llamado "sesgo de negatividad".
—¿Qué...?
—Nuestro cerebro está diseñado para prestar más atención a las experiencias negativas como un mecanismo de supervivencia. Nos prepara para el futuro, porque queremos protegernos. Esa energía de protección muchas veces hace que olvidemos todas las cosas maravillosas que experimentamos antes.
—Harry...
—Yo sé que esto es difícil y que crees que debes deshacerte de todo lo que te recuerde a Frank, pero... ¿qué fue lo último que él dijo estando aquí?
Las lágrimas bordean sus ojos.
—Tendré la mejor noche de mi vida gracias a ti, Stellina —susurra con la voz rota.
—El ultimo recuerdo de Frank aquí fue feliz, supernova. ¿Por qué quieres borrar eso?
Se rompe, su cuerpo se inclina hacia adelante mientras sus palmas esconden su rostro, no me lo pienso, me muevo aproximándome hacia ella, mis brazos la rodean y ella se aferra a mi pecho.
No sé en realidad cuanto tiempo permanece de ese modo, abrazada a mi cuerpo, mis entrañas se retuercen con furia al mirarla tan rota, tan vulnerable. Permanece contra mi pecho aún cuando deja de llorar, no se aparta y yo continúo abrazándola porque no deseo que se aparte, mis brazos seguirán rodeándola tanto como ella lo necesite.
Pasan varios minutos antes de que al fin se aparte, pasa las manos por sus mejillas y eleva la vista, observándome con los ojos enrojecidos.
—Voy a ayudarte a empacar si eso necesitas, pero tal vez puedes considerar no borrar para siempre ese recuerdo.
—No sé si quiero empacar justo ahora —admite —no quise hacerlo en primer lugar.
—Bien, entonces compremos pizza y cerveza, estoy hambriento.
Se ríe, el sonido melódico flota entre nosotros. Inclina el cuerpo hacia adelante, mi cuerpo entero parece hacer cortocircuito cuando sus labios rozan los míos.
—Gracias —susurra suavemente.
Elevo la mano, acaricio el costado de su rostro.
—¿Cómo es que dicen? —inquiero —a veces hasta las estrellas necesitan que les recuerden su propio brillo.
Una corta risa brota de sus labios antes de que vuelva a besarme, Stella James resplandece con luz propia, y es cuestión de tiempo hasta que ella se de cuenta de eso otra vez.
Cuando se aparta diciendo que llamará a la pizzería, permanezco en medio del salón, Stella pertenece a este sitio, cualquier persona se daría cuenta de eso en un segundo.
¿Por qué llamo Supernova a Stella?
La respuesta está mientras la miro hablar por teléfono mientras se pasea por la instancia.
En astronomía, una supernova es una explosión estelar extremadamente brillante y poderosa que marca el final de la vida de una estrella masiva. Este evento es uno de los fenómenos más impresionantes y luminosos del universo.
Para mí, eso es justamente Stella.
Las supernovas dejan una huella duradera en el universo, creando elementos esenciales para la vida.
En el momento en el que la conocí, Stella parecía estar a punto de perder lo que la hace ser ella, han pasado un par de meses desde entonces y cada encuentro que tenemos, me deja ver una capa nueva, una más que me hace eclipsarme por completo.
Ella es mi supernova, es mi forma de decirle que lo especial y brillante que es para mí, comparándola con uno de los fenómenos más impresionantes y hermosos del universo. Ha dejado una marca imborrable en mí, ha hecho brillar mi propio universo, y ahora sé que no hay nada que pueda hacer para evitar los sentimientos que me llenan por completo.
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