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CAPITULO 8

MATHEO

No podía dejar que Selene se marchara. Me sentí muy estúpido al decirle que volviera a su mundo. Y, aunque le dije que era lo que quería, en realidad eso no era cierto. No sabía por qué, pero la quería cerca. Si, sabía que sería una completa locura, pero lo ansiaba tanto que de solo imaginar que se iría y nunca volvería a verla, me causaba ansiedad. Algo dentro de mi se agrietada de solo imaginarlo.

Además, ella corría peligro en la tierra y yo debía protegerla. Porque es lo que debía hacer, es lo que mi corazón me pedía que hiciera.

No sabía a donde había ido, por un momento me sentí desorientado hasta que unas pequeñas mariposas comenzaron a revolotear sobre mi. Intenté ahuyentarlas pero no cedían. Luego volaron por un camino hacia el bosque y no se por qué, pero sentí la necesidad de seguirlas. Entonces me dí cuenta de que se dirigían al lugar donde Selene había caído y allí en ese lugar exacto estaba ella. Su cuerpo brillaba en tonos azules como si una luz celestial desprendiera de su cuerpo. Su cuerpo comenzó a elevarse como si flotara en el aire. Mi cuerpo reaccionó al instante y empecé a correr. No sabía lo que estaba sucediendo pero debía detener aquello y lo hice.

Por un momento me sentí aterrado, con el corazón enloquecido. Pero todas esas horribles emociones se disiparon cuando me besó.

No lo esperaba.

Creo que mi corazón dejó de latir en ese mismo instante. Mi cuerpo ardía, los vellos de mi piel se erizaron, mi pulso se aceleró y solo pude pensar en su boca.

Aun podía sentir sus labios sobre los míos.
Aunque trataba de sacarme ese beso de mi cabeza, no podía hacerlo. Se repetía una y otra vez en mi mente, erizándome la piel. Ni siquiera fue un beso como tal, solo una simple caricia; caricia que me dejó sin aliento. Mi corazón se aceleró de solo pensarlo.

Llovía a cántaros y el frío hacia que me castañaran los dientes. Selene se encontraba en el sofá a un lado de la fogata  con una manta cubriendo su piel. La dejé allí mientras me cambiaba de ropa en mi habitación. Me dirigí a la cocina por un poco de chocolate caliente.

La Abuela Anna no había llegado aún, y Elaine al parecer tampoco se había aparecido. Quizás tenía otras cosas importantes que hacer.

Volví a la sala de estar con dos tazas de chocolate caliente entre mis manos. Selene dejó de mirar el fuego y sus ojos azules se encontraron con los míos. Pasé saliva con fuerza y mi cuerpo tembló por dentro al instante.

— ¿Tienes frío aun?. — le pregunté un poco nervioso y ella asintió. Le tendí una de las tazas. Ella miró el contenido dudosa haciendo que esbozara una sonrisa, luego se volvió hacia mí. Tomé asiento en la alfombra frente a la fogata y cruce mis piernas.

— ¿Qué es?. — me preguntó y sabía perfectamente que se refería al contenido en su taza.

— Chocolate. — Ella volvió a mirar el contenido con el ceño fruncido. — Tienes que tomarlo, así. — le di un sorbo a mi taza.
Ella no dejó de observarme, para luego hacer lo mismo que yo. La observé con las cejas alzadas esperando su reacción. Era la primera vez que comía algo del mundo humano, al parecer. — ¿Qué tal?.

Ella saboreó sus labios y no pude evitar mirar en ese punto exacto. Tragué con fuerza y le di un sorbo a mi taza.

— Es...mágico. — Dijo ella y empecé a reír de pronto.

— Delicioso, ¿No?.

Volvió a dar otro sorbo al chocolate y cerró los ojos como si hubiera probado lo más exquisito del mundo. No dejé de sonreír.

Nos quedamos allí en silencio frente a la fogata mientras la observaba de reojo. En cualquier momento llegaría mi abuela, y no sabría que decirle si nos encontrara juntos. Debía pensar en algo pronto.

— Selene. — la nombré y ella me miró. — Yo...lamento haberte dicho que te fueras.

— ¿No quieres que me vaya?.

Nos miramos a los ojos. ¡Dioses! Éramos tan distintos el uno del otro. Ella era tan antinatural y yo tan simple.

No dude en responder esta vez.

— No.

— ¿Por qué?. — preguntó curiosa, pero sus ojos brillaban aún más como si anhelara escuchar mi respuesta. Pero ni yo sabía el por qué. Me quedé callado sin saber que decirle. Ella se levantó del sofá y se sentó a mi lado en la alfombra rozando su brazo con el mío. — No me iré de tu lado, Matheo.

Me tensé cuando tomo mi mano entre las suyas. Su mano era delicada, suave y muy blanca. No la aparté. Comenzó a hacer círculos en mi palma y me sentí tan bien que no quería que se apartara nunca. Era extraño. Pero cada vez que me tocaba más quería que lo hiciera. No sabía que rayos me pasaba solo sabía que no quería dejar de sentir lo que sentía por ella.

— ¿Quieres ver algo?.

— ¿Qué?. — pregunté curioso y sonrojado a la vez.

Ella miró nuestras manos unidas y yo también lo hice. De pronto cerró sus ojos y nuestras manos entrelazadas comenzaron a brillar en tonos rosas; como si un resplandor emergiera de nuestras manos. Me quedé observando, atónito. No me sentí extraño, pero si me sentí cálido y mi corazón se aceleró de pronto. Ella abrió sus ojos y volvió a mirar nuestras manos unidas. Aparto su mano de la mía y me mostró su palma. Una espiral brillaba en su palma, como si fuera un tatuaje. Me quedé maravillado porque antes no estaba allí. Por curiosidad miré mi palma y entonces también vi la espiral en la mía. Brillaba mágicamente.

Quería preguntar muchas cosas, pero ella comenzó a hablar antes de que yo lo hiciera.

— Es nuestra Marca, Matheo. Todos los seres destinados están marcados. Es así como encuentran a su otra mitad.

Volví a mirar el símbolo en mi palma. No desaparecía.

— Es permanente. Solo podemos verlo tu y yo, Matheo.

— Pero...no estaba allí antes.

— No, porque yo no estaba contigo. A partir de ahora permanecerá para siempre en tu mano. A menos que...

Su semblante cambió y yo fruncí el ceño confuso.

— ¿Qué?.

— Que rompamos el vínculo, Matheo.

— ¿Romper el vínculo? ¿Y eso que significa?.

— Que ya no estarías destinado a mi, ni yo a ti. Puedes renunciar a la marca si no quieres estar atado a mi, Matheo. — explicó y me sentí aterrado al instante. No entendía por qué, pero no quería alejarme de ella nunca. Volví a mirarla.

— Eso no pasará.

Selene se sorprendió por mis palabras. 

— Quizás mañana cambies de opinión.

— O quizás mañana te necesite más que hoy.

No podía evitar decir lo que sentía, me sentía extraño. Pero era una necesidad que me carcomía por dentro.

— O quizás mañana no esté aquí.

No queria ni pensarlo. Volvió a tomarme de la mano y recostó su cabeza sobre mi hombro.

— Nunca rompería mi vínculo contigo, Selene.

— ¿Por qué no? Podrías estar con alguien más. Una humana común...o con quien quieras.

— Tienes razón. — respondí.—  Y aún así, en este momento, solo quiero estar a tu lado.

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Nota de Autora

Muerooooo
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