Capítulo 41
Isaac dejó la mano en el picaporte de la puerta, todavía sin abrir, antes de girarse hacia los demás con lentitud.
Cuando había bajado tras atar a Lilia había cerrado la puerta sin pensar, desesperado por huir de los gritos. Por suerte no había vuelto a desvanecerse. Puede que solo ella pudiera hacerla aparecer y desaparecer.
—Subir todos no sé si es la mejor opción —se cuestionó en voz baja para evitar ser oído por la bruja que se encontraba escaleras arriba—, puede que la altere más que si sube uno solo.
Naia suspiró.
—Puede que sí —afirmó finalmente. Parecía indecisa. Alternó la vista entre la puerta e Isaac, debatiéndose internamente. El chico tuvo la sensación de que quería verla, contemplar sus reacciones, su estado. Solo él la había visto atada, y ninguno de ellos desde hacía días. Desde que había empezado a amenazarlos, a suplicar.
—¿Y quién su...? —Áleix no llegó a terminar la pregunta, una voz inesperada lo interrumpió.
—Podéis subir todos, os estoy escuchando.
Sus palabras eran planas, carentes de tonalidad o intención. No había amenaza en ellas, tampoco suplica o diversión. Eso lo hacía todavía más aterrador y desconcertante. Primero los había amenazado, después había empezado a suplicar, ¿por qué en ese momento no había nada en su voz?
Isaac examinó los rostros de sus amigos, leyéndolos con atención. Había impresión, sorpresa, duda; pero también curiosidad, voluntad. Todos querían subir. Inspiró profundamente antes de envolver el picaporte con la mano y abrir la puerta con lentitud. Fue el primero en empezar a subir, seguido por Naia, Áleix y Asia.
Flotaba la tensión y la expectación en un ambiente asfixiante: cálido y húmedo. El olor a polvo picaba en la nariz.
En el desván no había ventanas, siendo la luz que provenía de la puerta que acababan de abrir la única fuente de iluminación de la habitación. Se dio cuenta entonces de que todo ese tiempo Lilia había estado a oscuras.
Y, aun así, no parpadeó ante la luz. Su rostro era una máscara de total inexpresión, vacía. Solo su cuerpo, recostado en la silla con tanta comodidad como se podía conseguir atada de manos y pies, dejaba entrever un aire tranquilo y seguro que contrastaba notablemente con sus muñecas y tobillos enrojecidos. Encadenados.
El conjunto de su cabello de un intenso naranja, enmarañado y encrespado, y su vestido de época blanco roto y marrón, la dotaban de un aspecto todavía más tétrico. Sus ojos no miraban nada en concreto.
Isaac contuvo un escalofrío. ¿Cómo podía ser que un día antes los amenazase con todas sus fuerzas, descontrolada, y en ese momento tuviese un completo dominio de sí misma?
Con un nerviosismo que no dejó entrever a los demás, y todavía menos a Lilia, examinó los distintos grilletes para comprobar que siguiesen bien cerrados. Lo hacían. No parecía que fuese una treta para atacarlos y cumplir el abanico de amenazas que les había proferido.
Consciente de que debía mostrarse seguro y decidido dio un paso adelante, internándose un poco más en la habitación en dirección a la bruja. Decidió ser claro y directo pero respetuoso.
—Algo ocurrió durante el hechizo. Mi hermana no nos recuerda. —Lilia torció la cabeza ligeramente sin mirarlo, pero su rostro permaneció impasible—. ¿Sabes lo que ha podido pasar? ¿Cómo lo podemos arreglar?
Pasaron los segundos sin una respuesta, ni siquiera se había molestado en dirigirles la mirada. Isaac evitó con todas sus fuerzas girarse para contemplar a sus amigos. Sin saber exactamente por qué, sabía que tenía que mostrarse seguro, firme, esconder el miedo. Aunque ni tan solo lo estuviese mirando.
Eso no quería decir que no notase todo lo que ocurría en la habitación. Lo sabía. Lo sentía.
—Perturbaciones... —Su voz sonó áspera, afónica—. La mente es un misterio...
Finalmente clavó los ojos en él.
—Hubo algo en su mente... Mmm... Los recuerdos no son lineales, no son independientes... Una red... una gran red...
» Necesito entrar en su mente... Los recuerdos... no los eliminé... Simplemente los oculté... Los escondí...
» Recuperarlos, debo recuperarlos antes de que se desvanezcan... Tic... tac... Tic... Tac... Es una cuenta atrás...
Isaac contuvo un escalofrío. En sus palabras seguía sin haber emoción, no había vida. Reprimió el miedo.
—¿Puedes arreglarlo? ¿Puedes ayudarla?
—Una bruja me ayudó. Tengo que ayudar a la chica.
» Sí. Puedo ayudarla.
» Solo tengo que... centrarme. Puedo hacerlo. Puedo hacerlo —repitió. Parecía que se estuviera autoconvenciendo a sí misma. Se recolocó en la silla, más erguida, mientras parpadeaba a toda velocidad y negaba levemente con la cabeza.
—¿Nos permites un momento? —le preguntó con un tono perfectamente mesurado.
—Claro —su voz pareció normal, la Lilia anterior al hechizo. Cuerda.
Isaac le regaló un asentimiento de cabeza en agradecimiento y se giró hacia sus amigos. Con la mirada les indicó que bajaran. Él los siguió.
Conscientes de que Lilia podría oírlos se alejaron de las escaleras para no ser escuchados.
—Terrorífico —murmuró Naia. Isaac la observó sin decir nada.
—¿Qué hacemos? —les preguntó eliminando el miedo de su voz. Quería saber sus opiniones, sus impresiones. Aunque se hubiese mostrado totalmente trastornada, le había parecido que en el fondo era totalmente consciente de lo que estaba haciendo. Y quería saber si ellos también lo habían notado.
—Yo diría... «¡Alejemos a esa loca de la mente de Lilia tan rápido como sea posible!», pero si lo que dice es verdad... si olvidará los recuerdos que no recuerda en ese momento... —Naia verbalizó las mismas preocupaciones que asaltaban la mente de Isaac.
—Por lo que nos contaste, es adicta, pero ella es una, nosotros... —Dudó al decir el número. Eran cuatro mentes, pero tres cuerpos útiles para inmovilizar a alguien—, podemos con ella ¿qué es lo peor que puede pasar? —se preguntó Áleix.
—No es una pregunta que me gustaría responder.
El chico bajó la mirada mientras sus mejillas se teñían de rojo, avergonzado.
—Si lo que dice es cierto... el tiempo corre en nuestra contra —recordó Naia—. Y si el estado de Lilia empeora y no puede llevar a cabo el hechizo...
—Vamos a hacerlo —finalizó Isaac.
Su voz expresó más confianza de la que sentía.
—¿Qué necesitas para hacerlo? —le preguntó a la bruja. Habían decidido dejarla atada hasta que fuera imprescindible desencadenarla. Lilia no dudó, parecía más despierta y alerta que unos minutos antes.
—Solo la mezcla de hierbas. Todavía queda en la cocina. —Era cierto—. Los símbolos no harán falta, nuestros cuerpos recordarán la conexión.
—¿Y...? ¿Lo que te tragaste?
Negó con la cabeza mientras tragaba saliva disimuladamente.
—Sigue en mi organismo. Y es un hechizo menor, bastará.
Isaac asintió.
—¿Tiene que estar despierta? —En ese momento seguía durmiendo bajo el efecto del sedante que le habían mezclado en la macedonia.
—No. Nuestros cuerpos recuerdan la conexión.
Isaac no quiso descubrir qué significaba eso.
—Te desataremos, bajaremos, realizarás el hechizo y volveremos a atarte. ¿Te parece bien?
Ella asintió e Isaac no pudo mostrarse reticente o asustado. Con paso decidido llegó hasta el círculo que decidió dejar intacto hasta que la desencadenara. Si por algún motivo lo atacaba o pasaba algo, al menos seguiría atrapada dentro. Si es que funcionaba.
Aunque atraparía a Asia dentro sin posibilidad de escape, a él no le había hecho prácticamente efecto alguno. Desconocía si podría encerrar a una bruja. Aunque había sido Lilia quien lo había pedido en primer momento podría haber sido un engaño o no funcionar, lo desconocía. Aún así, era mejor usarlo sin que tuviera efecto que no usarlo y que lo tuviera.
Traspasó la leve barrera que le ofrecía la sal y le abrió las esposas de los pies con manos firmes.
Lilia no se movió.
Una vez le hubo liberado de las esposas que le habían rodeado las muñecas, se las masajeó con desinterés. No pareció sentir el dolor de la carne viva.
Se levantó de la silla estirando el cuerpo como un gato para soltarse de la tensión de los músculos.
—Preparada —anunció.
Isaac la estudió unos segundos. Estaba tranquila, relajada. Echándoles una mirada a Naia y Áleix, que permanecían alerta a lado y lado de la puerta, abrió el círculo con el pie.
La bruja salió de él con la espalda recta y la cabeza alta. Se quedó quieta al llegar a la puerta, esperando que Isaac la siguiera.
Rodeada por los tres cuerpos corpóreos como si de guardaespaldas se tratasen bajaron hasta la planta baja en silencio. Asia cerraba la comitiva, silenciosa e incorpórea.
Cuando llegaron a la habitación Elia seguía durmiendo en un sueño ligero. Aunque se revolvió entre las mantas cuando entraron en el dormitorio no dio señal alguna de despertarse.
La bruja se internó en la habitación sin prisa y paró delante de Elia, observándola con calma.
—¿La mezcla? —pidió en voz baja sin apartar la mirada de ella.
Naia le tendió un frasquito sin decir nada y se retiró unos pasos dejándole espacio.
Lilia desenroscó el tapón y con movimientos seguros se llevó el recipiente a los labios. Se lo tragó con firmeza mientras contenía una mueca ante el gusto amargo de la mezcla.
Desde su espalda observaron como inspiraba y expiraba un par de veces antes de arrodillarse en el suelo como había hecho la primera vez y coger una de las manos de Elia.
Después de una nueva inspiración, empezó a salmodiar.
Al instante el cuerpo de Elia quedó inmóvil, algo tenso. Sus ojos se abrieron de golpe, desenfocados.
Lilia siguió salmodiando con más fuerzas, balanceándose levemente hacia delante y detrás. Y sus palabras cesaron de golpe.
Tras un nuevo suspiro dejó con suavidad la mano de Elia en la cama y se levantó. Se sacudió el polvo de la falda con calma y se giró hacia ellos.
Isaac no tuvo tiempo a reaccionar. Tan pronto sus labios se curvaron en una sonrisa astuta, Lilia se esfumó de la habitación. Desapareció sin dejar rastro.
—¡¿Dónde ha ido?! —exclamó Naia adelantándose de su lugar en la pared.
—Se ha fugado... —murmuró Asia.
Isaac las ignoró. Corrió hacia su hermana, la sacudió levemente mientras repetía su nombre. Elia no reaccionó. No se despertó.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro