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Capítulo 24

El ardor en la cabeza, un dolor agudo y caliente, le arremetía el cráneo. Y no era como las otras veces. No era un dolor en el fondo de su mente, punzadas en las sienes o una presión constante. No.

Con los ojos cerrados se llevó una mano instintivamente hacia la frente. Se apartó algo frío del rostro antes de que la humedad cálida cada vez más habitual le diera la bienvenida. Sangre.

Con ella, de golpe, vinieron los recuerdos.

El ataque del demonio en el instituto, el secuestro de su hermana, su detención y posterior huida. La granja, él y la bruja acercándose a la cabaña. La masacre.

Alma e Idara.

«¡Elia!». Abrió los ojos.

Ignorando los gritos de sus millones de terminaciones nerviosas se incorporó a toda velocidad apartando el airbag ya deshinchado de su rostro. Le costaba respirar.

Y entonces buscó a su hermana. Respiró un poco más tranquilo al verla en el asiento del copiloto, todavía inconsciente. Su cabeza colgaba sin fuerza hacia delante, todo su cuerpo inclinado contra el cinturón de seguridad, inerte. Algunos cortes y rasguños nuevos le decoraban rostro y brazos.

Respiraba profundamente.

Un suspiro de alivio escapó de entre los labios de Isaac y, con él, una nueva punzada de dolor le cruzó la mente, y el pecho. El cuerpo en general.

—Ah...

Cerró los ojos unos instantes concentrándose en controlar su respiración agitada, en controlar el dolor que le recorría el cuerpo. Y entonces lo oyó: golpes.

La noche más profunda los rodeaba. Con el impacto del segundo vehículo la ranchera se había desplazado hasta chocar contra un árbol. Parte del morro se había aplastado. Los faros habían dejado de iluminar y con ello, la luz de la luna y las luces del todoterreno se habían convertido en las únicas fuentes de iluminación.

Unas sombras profundas parecían a punto de devorarlo todo.

A través de la ventana rota consiguió vislumbrar a diversos cuerpos en movimiento a unos veinte metros. Identificó a Nit con facilidad, a su alrededor las sombras eran todavía más oscuras. Su espada parecía tragarse todo resquicio de luz, un pozo de absoluta negrura. Y de muerte.

Consciente de que en cualquier momento irían a por Elia y él apartó la mirada y buscó la hebilla a toda velocidad. Tenían que salir de allí.

Por más que presionó el botón rojo era incapaz de separar las dos piezas. Estaba atascado. El mismo cinturón que le había salvado la vida sería la causa de su perdición.

Sujetó cada una de las partes con una mano y tiró con todas sus fuerzas, no cedió. Y no lo haría. Tenía que buscar otra manera de salir.

Apenas vislumbrando sus manos hizo un barrido de la situación.

La parca se estaba encargando de un grupo no identificado de demonios, desconocía cuantos, pero imaginaba que no superaría por mucho los siete, número máximo de plazas del todoterreno. En cualquier momento eso cambiaría. En el instante en que alguno de ellos desapareciera en busca de refuerzos su número crecería exponencialmente. Solo tenía que recordar lo sucedido en la cabaña.

Y esa vez no tendría a Alma e Idara.

Tragó saliva.

No podía salir del vehículo y en cualquier momento vendrían a por él. Posiblemente también a por Elia.

«Creen que sé algo sobre la muerte. ¿Por qué es tan importante? ¿Por qué malgastar tantos recursos para encontrarme?». No tenía sentido. O todo era más importante de lo que había podido llegar a imaginar. «La caída del Rey Blanco» «devolver el trono a los seres infernales». ¿Formaba parte de una especie de golpe de estado? ¿Se estaban disputando el reinado del infierno?

Guardó la revelación tan pronto apareció en su mente. No era el momento. Estaba en tiempo prestado. En cuenta atrás.

«Piensa piensa piensa» se ordenó.

La ranchera. Parte del morro había perdido su forma original y había saltado el airbag, pero ¿seguiría funcionando? Probó de arrancarlo. Fue en vano. O el motor había muerto, o al haberse activado las bolsas de aire algún mecanismo se habría activado para inhabilitarlo. En todo caso, era inútil. Tenían que salir de él.

Consciente de que no conseguiría desatascar el cinturón revisó los alrededores en busca de algo que le pudiera servir. La banda estaba tan tensa sobre su caja torácica que no consiguió estirarse y llegar a la guantera en busca de algún objeto cortante. Aunque... diversos fragmentos de cristal se mantenían sujetos todavía en su sitio en los márgenes de silicona de la ventana del copiloto. Y si habían cortado piel y carne también podría cortar con ellos un trozo de tela por más grueso que fuera ¿no?

Cogió uno de ellos vigilando no cortarse, pero al tirar de él hacia arriba no se arrancó. No dudó. Con una mano sujetó la parte superior de uno de ellos mientras con la otra daba un puñetazo a la parte inferior.

Se rompió al mismo tiempo que lo hacía la piel de sus nudillos.

Era perfectamente consciente de que si el cristal no se hubiera roto en primer lugar a causa del impacto la tenacidad no le habría permitido romperlo con un puñetazo. En ese aspecto había tenido suerte.

Tras varias pasadas consiguió cortar su cinturón, atacó entonces el de Elia.

Una vez ambos estuvieron liberados se enfrentó a la siguiente decisión. El coche era ya inservible, huir a pie parecía ser la única opción posible, aunque era prácticamente una sentencia a muerte. Aunque empezase a correr con todas sus fuerzas, no podía competir con seres que podían teletransportarse. Menos todavía cargando a Elia, en plena noche y en medio de la más absoluta nada. Si los demonios no acababan con ellos lo haría el frío.

Si huía él solo, ¿lo perseguirían a él olvidándose de Elia?

No. No la dejarían ir cuando podían usarla como ventaja sobre él, la volverían a coger de rehén, y aunque no fuese así, hasta que pasase algún vehículo por la carretera y viera el accidente podrían pasar horas. ¿Seguiría viva por aquél entonces? No podía arriesgarse.

La profunda oscuridad de la noche le imposibilitaba ubicarse. ¿Estarían cerca de alguna casa? ¿De algún pueblo? ¿De alguna carretera medianamente transitada? No escuchaba más ruidos que los de la pelea, no veía más luz que la de la luna y las luces del todoterreno que los había embestido. El todoterreno. ¿Arrancaría?

Desde el asiento del copiloto era incapaz de verlo con claridad. Tenía que acercarse a él para valorar si era una opción.

Rezó para que la puerta se abriese sin problema, y por primera vez en toda la noche la suerte jugó a su favor. Vigilando todos sus movimientos para hacer el mínimo ruido y no alertar la atención de nadie abandonó la ranchera y la rodeó mimetizándose con la oscuridad que los envolvía.

Una vez fuera los daños que había sufrido su transporte parecían todavía mayores: toda la parte delantera se había reducido prácticamente un tercio de su volumen, totalmente comprimida. Con razón no había arrancado.

El todoterreno había colisionado contra uno de los laterales del remolque trasero y aunque la ranchera mostraba un daño notable, el todoterreno parecía tener una simple abolladura y el parabrisas agrietado. ¿Seguiría funcionando?

Dedujo que varios de los demonios se habían materializado fuera del vehículo. Otros habían abierto las puertas para salir. Como el conductor.

Se deslizó dentro, silencioso como una sombra. La llave seguía enfundada en la ranura.

En el momento en que la girase, si arrancaba, atraería la atención de los demonios. No tendría tiempo de ir a buscar a Elia. Tenía que arriesgarse, confiar en que funcionaría: ir a buscarla, meterla en el coche, cruzar los dedos y descubrir si el motor seguía funcionando. O no.

Bajó del asiento con el mismo sigilo con el que había subido y volvió a rodear el vehículo hasta la puerta del copiloto. La abrió lentamente esperando que nadie reparara en él.

Una vez abierta volvió hasta Elia tan rápido y silencioso como le fue posible. No lo vieron. O eso supuso cuando nadie se le tiró encima y la pelea continuó sin pausa alguna.

Conscientes de las habilidades de Nit los demonios se mantenían a una cierta distancia de él, cautelosos y vigilantes mientras la parca entonaba unos cánticos desconocidos y las fuerzas invisibles colisionaban unas contra otra elevando y arrojando objetos: piedras, fragmentos de metal del accidente, la propia espada de Nit.

Apartó la mirada cuando cogió a Elia del asiento sin dificultad alguna. Notaba cada uno de sus huesos sobresaliendo de su piel, no pesaba nada. No se movió. No se quejó. No dio señal alguna de enterarse de lo que sucedía a su alrededor.

Tenía que sacarla de allí.

No se lo merecía. Era la persona más inocente que conocía. Más buena. Y la habían destrozado.

No dejó que la aflicción lo consumiera, sino que la moldeó hasta convertirla en un arma. Tenía que sacarla de allí. Iba a sacarla de allí. Costase lo que costase.

La cargó hasta acomodarla de nuevo en el asiento del copiloto, otra vez un vehículo que habían usado en contra suyo y que él iba a aprovechar. No tardarían en notarlo y aprender a quitar las llaves al bajar. Aunque la primera vez había sido la parca quien lo había arrancado.

Isaac aseguró bien el cinturón de su hermana, eran el claro ejemplo de su importancia, cerró la puerta tan suavemente como pudo y se apresuró hacia el lugar del conductor.

Se permitió una inspiración profunda antes de girar la llave y arrancar el coche. Si lo hacía y si funcionaba toda su atención recaería en ellos. Y empezaría otra vez la persecución. Sin Nit detrás.

Fue como un déjà vu. ¿Lo avisaba?

Hacerlo había matado a Idara.

No. No podía avisarlo. Hacerlo atraería la atención de sus perseguidores y necesitaba esas milésimas de segundo de ventaja. Nit tendría que ser más rápido que ellos. En el momento en que el vehículo se pusiese en marcha tendría que reaccionar, teletransportarse dentro (si lo conseguía), desaparecer, quedarse atrás o cargárselos a todos. Era su decisión. Y perfectamente capaz de hacer lo que se propusiese.

Aún así, la culpa aulló en su pecho dolorido.

Lo ignoró.

Cuadró la mandíbula, colocó una mano en el volante, los pies en los pedales y giró la llave.

El rugido del motor no se hizo esperar.

Tampoco su pie presionando el acelerador a toda velocidad.

Pocas milésimas de segundo después se encontraba de nuevo en la carretera, dejándolo, de nuevo, todo atrás.


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