Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 18

Áleix no había sido nunca un gran amante de la lectura, como Naia amaba los libros él había tenido que convertirse en el detractor del grupo. Para equilibrar las cosas. O para fastidiarla a ella y a Isaac. O que puede que ambas. En todo caso, el que en ese momento se encontraba hojeando un libro de demonología era él.

Echado en el sofá, era perfectamente consciente de que poco más podía hacer.

La chica, en cambio, estaba demasiado inquieta como para sumergirse en las palabras que tanto la atraían. ¿Cómo podía concentrarse en historias mitológicas cuando no sabía qué estaba pasando en...? Tampoco sabía dónde. Conocía la dirección, pero no le ponía cara. ¿Cómo sería? ¿Tendrían problemas? ¿Encontrarían a Elia? ¿La traerían a salvo? ¿Qué estaría pasando en ese preciso momento?

Al instante rememoró la imagen de Alma, moribunda en los brazos de Isaac escasas horas antes. Había afirmado no poder morir, lo había asegurado con total convicción en varias ocasiones, era mentira. La habían escuchado hablar con Idara. Sus hermanos habían muerto.

Y eso significaba que no era invencible. Que no era inmortal.

Tampoco Isaac, ni Elia.

¿Y si pasaba alguna cosa? ¿Y si las cosas no salían bien?

Era consciente de que no sabía luchar, que no podía teletransportarse, lanzar hechizos o cualquiera de las cosas que pudiesen hacer Alma, como parca; Idara; como bruja; Isaac, como médium; y Asia, como fantasma. Sabía que en esa situación ella sería una carga, un retraso, y sin embargo, la estaba matando no estar allí. No saber qué estaba ocurriendo. No poder ayudar.

No poder despedirse si algo no salía bien.

—Deja de pensar en eso —se reprendió entre dientes—. Deja de pensar en eso.

Tenía que hacer algo, cualquier cosa útil para ocupar la mente. Y solo se le ocurría la opción de leer, de descubrir y conocer más sobre el mundo sobrenatural en el que se habían visto envueltos. Aún el interés, la curiosidad y la necesidad, no se veía capaz de concentrarse en las palabras. No podía. No podía.

Hizo una nueva vuelta alrededor del salón, de nuevo sintiéndose gato encerrado. Era cómo estar de nuevo en comisaría, o puede que peor, en ese momento no estaba solo sufriendo por la parca, también sufría por sus amigos. Por qué les podía ocurrir.

—Joder... —Suspiró con fuerzas.

Y siguió dando vueltas.



Isaac e Idara se materializaron en la habitación. Solos. Sin Elia, sin Alma, sin Asia.

Naia se acercó a ellos a toda velocidad, examinándolos con preocupación.

La ropa de Isaac volvía a estar húmeda a causa de la sangre, pero no tardó en comprender que esa vez tampoco era suya.

Una vez se hubo asegurado de que su amigo no se estaba desangrando por ningún lugar, su vista saltó hacia la bruja. Parecía salida de una encarnizada.

Todo su vestido había adoptado un tono oscuro un tanto verdoso y desprendía un desagradable e inquietante olor a químicos y humo. Parte de él se encontraba desgarrado y teñido de sangre. A través de la suciedad que le cubría el rostro pudo entrever un arañazo en la mejilla y un moratón en el labio. No parecía grave.

Y no pudo obviarlo por más tiempo.

Naia conocía a Isaac lo suficiente como para ser plenamente consciente de su capacidad de mostrarse inexpresivo, de dejar de lado sus emociones y preocupaciones y centrarse en aquello que se propusiera. Conocía sus expresiones, sus miradas, sus caras de póquer. O creía hacerlo. En ese momento su rostro era algo nuevo, una máscara de completa indiferencia, su cuerpo no mostraba nada más que una leve tensión y, aun así, parecía emanar un aura de ira, de odio. De poder.

Sus ojos parecían ver más allá. Arrogantes e imponentes. Fríos, duros, calmados.

Aterradores.

Algo había ido mal. Terriblemente mal.

El médium se giró hacia la mujer. Mantenía la barbilla alta, no como si quisiera aparentar más de lo que era, no como si quisiera hacerse el duro, sino como si esa postura y seguridad ya formara parte de él sin ser él consciente. El control más absoluto.

Idara lo observó durante unos instantes, también inexpresiva, pero no tardó en apartar la mirada de sus ojos y alejarse de él hacia la puerta por donde había desaparecido un par de horas antes con Alma.

Se giró hacia Isaac antes de desaparecer por ella.

—Habla con la parca. Ha sido cosa suya.

El chico la observó alejarse consciente de que no había nada más a decir. Alma. Alma había jugado con él. Se había sorprendido cuando dejó que la acompañara, no le había cuadrado. Tendría que haber hecho caso a su intuición, notar que había algo más. Que, como siempre, había mentido.

Y por culpa de ello desconocía si Elia se encontraba detrás de esa puerta. Desconocía si se encontraba bien. Desconocía qué estaba pasando.

Les explicó a Naia y Áleix lo que había pasado sin prestar atención a las palabras que salían de sus labios, luego se dirigió hacia la ventana. Apoyó la cabeza en el cristal, obligándose a inspirar y expirar. A anteponerse a la rabia que hervía en su cuerpo, al miedo, a la preocupación.

Y esperó.



Alma y Asia aparecieron en la habitación.

Elia no estaba junto a ellas.

La poca esperanza que Isaac había logrado construir se desmoronó de golpe. Y la rabia creció.

No se movió de la ventana.

—¿Dónde está Elia? —El tono helado y pausado de sus palabras era más violento y amenazador que un grito. Alma no contestó.

» ¿Estaba en la habitación?

De nuevo, no emitió palabra.

A Naia le pareció que se removía un tanto inquieta.

Estaba todavía más ensangrentada de lo que había estado al irse. Nuevos cortes le decoraban brazos y rostro, y su ropa parecía a punto de caer a trozos. Su pelo se había convertido en una maraña de nudos y sangre seca.

Había peleado.

Isaac apartó la mirada de ella para clavarla en el prado de tallos ondulantes. Durante unos minutos habían adquirido un tono tostado gracias a la luz del atardecer. Para aquel entonces ya estaba desapareciendo, tintándose del negro de la noche.

Era un tanto irónico, un reflejo de la situación.

Su aparente apatía, que todos los presentes sabían falsa, era más dolorosa de ver que cualquier otra reacción. Ante ello, fue Asia quien respondió.

A diferencia de la parca, su aspecto no había cambiado en lo absoluto, y a pesar de ello, parecía distinta. Su piel se había vuelto todavía más pálida y azulada, sus ojos más abiertos y aterrorizados, sus músculos tensos y alerta. Temblaba levemente.

—Era una trampa, Isaac. Era una trampa. No estaba allí. —Sus ojos relataban todo lo visto y vivido.

Alma asintió un par de veces para confirmarlo, taciturna.

El chico le dedicó un gesto de asentimiento antes de volver la mirada a la pradera para ocultar el cúmulo de sentimientos que le pasaban por los ojos. El mundo se le acababa de derrumbar. ¿Dónde estaría su hermana? ¿Qué le estarían haciendo? ¿Y qué le harían? ¿Qué haría él? ¿Por dónde empezaba? ¿Cómo la iban a encontrar? ¿Cuál era el siguiente paso? ¿Llegarían a tiempo? ¿O...? ¿O ya era demasiado tarde? ¿Seguiría viv...? Sí. No podía ser de otra manera. No podían permitirse perder ese control sobre él. Era la única opción. O eso se dijo.

—Voy a... Necesito... —Alma desapareció sin haber acabado la frase. Su voz había temblado ligeramente, había parecido... ¿indecisa? Pequeña.

Asia se acercó a Isaac, cautelosa. El prado se había convertido en una mancha del más absoluto negro, pero, por el contrario, el cielo parecía haberse iluminado. Alejados de todo rastro de civilización, las estrellas brillaban con fuerza dibujando un camino en el cielo, ni más ni menos que la Vía Láctea.

Asia la contempló unos instantes antes de dirigirse al médium.

—Lo registramos todo... no estaba allí. Lo siento... Lo siento mucho.

Isaac se giró hacia ella.

—¿Puedo preguntarte qué ha pasado después de que Idara me sacara de allí? —preguntó con cautela. No le había pasado desapercibida la expresión de horror que seguía presente en su mirada, y por más que ansiaba saber, su necesidad de respuestas no podía pasar por encima la voluntad de Asia.

La chica tragó saliva.

—Sí —murmuró—. Ha sido... —Suspiró alejando la vista de él y volviéndola a clavar en el cielo. Cerró los ojos unos instantes—. Creo... creo que agradeceré no poder dormir... para... para... para no tener pesadillas. —Intentó sonreír levemente, no lo consiguió. Se tomó unos instantes antes de empezar a hablar.

» Alma se ha materializado dentro. He escuchado golpes y cuando he entrado había dos cuerpos en el suelo sin... sin cabeza. Dos hombres.

» Habían estado vigilando un cuerpo en una silla. Llevaba la cabeza tapada con una capucha, así que no sabíamos quién había debajo cuando Alma se la ha levantado. Era una chica.

» Muerta —añadió unos segundos después.

» Pero no era Elia —se apresuró a decir—. No era Elia. Era... mayor. Puede que... —Negó con la cabeza apartando la imagen de su mente. Aunquede manera tranquila y pausada, una vez había empezado a hablar no pudo parar.Rememorarlo... Era... Isaac merecía saber qué había pasado.

» Y entonces han empezado a aparecer demonios.

» No ha sido como en el instituto. Alma no ha intentado exorcizarlos a todos, no había posibilidad... así que ha empezado a aparecer y desaparecer, atacándolos. No sienten dolor ni pueden morir, pero... el cuerpo humano tiene limitaciones. Les atacaba detrás de las rodillas y caían al suelo, los cuellos, los brazos... al final todos han abandonado los cuerpos como lo hizo el chico, en forma de humo negro.

» Y entonces ha salido de la sala y ha empezado a... no sé... revisarlo todo, recorrer todo el edificio. Han aparecido más demonios y los ha... los ha matado a todos. Bueno, matar matar... ya me entiendes. Han abandonado el cuerpo cuando este ha quedado... inservible.

» Ha conseguido atrapar a uno de ellos en una especie de estrella que ha dibujado en el suelo con su sangre. No podía salir de allí por más que lo intentaba así que ha empezado a formularle preguntas sobre quién los enviaba y qué querían, sobre dónde estaba Elia. Lo exorcizaba una y otra vez, pero como no podía salir de allí la bruma tenía que entrar en el mismo cuerpo todas las veces. Aunque estaba... aunque estaba muerto...

» No parecía... —Volvió a tragar saliva—. ...gustarle mucho.

» Finalmente ha dicho a dicho algo así como que las legiones de Taiyr serían recompensadas con el mundo cuando el legítimo rey del infierno devolviese el trono a los seres infernales, y por más que Alma le ha seguido formulando preguntas no ha soltado palabra. Gritaba que todas las parcas perecerían bajo su reinado, que las matarían a todas, que el mundo ardería y muerte y muerte y muerte, y más muerte.

» Como no decía nada lo ha liberado de la estrella y ha desaparecido. Ha matado algunos demonios más, hemos buscado por todos lados... y cuando ya no quedaba nada... ha... juntado todos los cuerpos en una misma sala y ha provocado un incendio.

» No creo que quede nada.



El móvil de Áleix volvió a vibrar.

«¿Dónde estás?» decía el mensaje. Era el cuarto que recibía.

Apagó la pantalla con un creciente nerviosismo invadiéndole.

«Ha habido un incendio en el instituto y me estoy preocupando».

«Contéstame. ¿Dónde estás? ¿Estás bien? ¿Te has hecho daño?».

¿Qué contestaba? ¿Qué le decía?

El siguiente mensaje no tardó en aparecer.

«Te quiero en casa, ya».

Mierda.

—Tengo un problemita —murmuró. Naia paró su circuito repetitivo de golpe dejando caer la trencita que hacía más de media hora que enredaba y desenredaba nerviosamente.

—¿Qué pasa? —Se acercó a él a toda velocidad.

—Mi madre me quiere en casa.

» 'Ya' —añadió dándole énfasis.

» No sé que le habrán hecho Alma e Idara a los polis, pero mi madre está de los nervios con lo del incendio. No ha mencionado el tema de comisaría, pero...

—Supongo que decirle que te quedas en mi casa no servirá —mencionó Naia. El tema del incendio lo complicaba todo. En ese instante era Áleix, pero en cualquier momento le empezarían a llegar los mensajes a ella, a Isaac. A Elia. En una situación normal podían afirmar que estaban en casa de los otros, lo hacían a menudo, pero con el tema del incendio... estarían preocupados.

Y Áleix acababa de traer a colación algo importante. La parca y la bruja habían afirmado haberse encargado de la policía, pero ¿qué pasaba con todos los demás? Seguramente la madre de Áleix había estado en comisaría; también habían llamado a su tía y a los padres de Isaac y Elia; la dirección del instituto también se había enterado de sus detenciones, habían estado presentes cuando los subían al coche patrulla; y el rumor sobre lo que había pasado debía haber empezado a correr como la pólvora.

¿Con qué situación se encontrarían al volver a casa?

—Y luego está que en cualquier momento necesitaré la insulina. Y como que con todo lo de 'pelea', 'sangre', 'detención', 'teletransportación'... no me la he llevado.

Naia se dejó caer a su lado en el sofá.

Estaba siendo un día muy largo.

—¿Qué hacemos? —preguntó la chica.

—¿Volver a casa?

Naia no respondió.

—No.

» Este es el lugar más seguro. —Alma había aparecido por el pasillo. Se había limpiado y cambiado de ropa. Hacía apenas un par de horas que había desaparecido y aún así, algunas de las heridas ya se habían desvanecido. Otras mostraban un nivel avanzado de cicatrización. Parecía totalmente recuperada, compostura y torno sarcástico incluidos—. Hablad con nuestra querida Idara. No se mostrará muy dispuesta, pero os ayudará a hacer creer a vuestros padres que estáis en alguna cosa de estudiantes o algo así y que no hay de qué preocuparse. Y os conseguirá lo que sea que necesitéis.

—¿Tú que harás? —le preguntó Naia.

—Ya lo he hablado con Isaac. Voy a intentar encontrar a su humana.

» Ahora si me disculpáis, tengo cosas que hacer. —Les regaló una sonrisa socarrona que dejaba entrever un cansancio notable, y desapareció.

—¿Cómo nos las arreglábamos antes sin una bruja entre nuestros contactos? —Se preguntó Áleix con ironía. 



—No. —Su respuesta fue clara y contundente.

—Pero Alma nos ha dicho que nos ayudarías —le recriminó Naia.

—La parca habla demasiado.

—Ya vemos que no te cae demasiado bien. Si te consuela a nosotros tampoco. —Áleix le dedicó una sonrisa esperanzada.

El rostro de Idara siguió mostrando la misma irritación y asco que había reflejado al verlos.

—Sigue siendo un no —afirmó. Empezó a cerrar la puerta. Áleix se apresuró a meter el pie para impedirlo.

—En ese caso necesito que me teletransportes a casa, porque sino me voy a morir pronto. —Le dedicó una sonrisa exagerada.

El ceño de la bruja se frunció levemente, sin entender la correlación entre lo que le habían pedido (insulina y manipular las mentes de sus padres) y lo que acababa de afirmar el chico. 

Y ahí Naia vio curiosidad e interés.

—¿Sabes acaso qué es la insulina? —La bruja no respondió, pero la escuchaba con atención—. Es un medicamento. El medicamento que lo mantiene con vida. —Señaló a Áleix. Estese encogió de hombros—. Tiene diabetes tipo uno, su páncreas no produce una hormona llamada insulina y por tanto su cuerpo no puede 'alimentarse' y sus órganos funcionar correctamente. La glucosa es la principal fuente de energía del cuerpo, así que haz los cálculos. Necesita administrársela antes de que la cosa se complique.

—¿Y dónde hay insulina? —La palabra se antojaba rara en sus labios.

—Iremos a una farmacia, y luego nos ayudarás a hechizar a nuestras familias y te podremos explicar qué es la electricidad... 



Capítulo cortito...

¿Dónde creéis que está Elia? ¿Qué pasará con ella? ¿La recuperarán?

Y todo el tema de los demonios... ¿¡WTF?!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro