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2. Esclavo

El rubio miró a JungKook aburrido. Tener un esclavo no había sido tan divertido como había esperado.

El maldito mocoso era tan imbécil como parecía.

Según creía, llegaba a casa, comía rápidamente, recogía sus trastes y se encerraba en su habitación a hacer trabajos o proyectos escolares.

Miró a su alrededor, pero la limpia y pequeña habitación no le iba a proporcionar ningún entretenimiento, así que se dedicó a estudiar a su esclavo.

Era tonto, pero para eso no hacía falta mirarle demasiado.

El cabello castaño caía ligeramente por los hombros aunque, como aquel hombre había notado, intentaba inútilmente mantenerlo bien recogido en una coleta. Y, tras esas espantosas gafas viejas, era imposible verle muy bien ni el color de sus ojos ni parte de su cara. Vamos, un pringado.

También notó que era menudo, casi delicado por constitución y, por la forma que había aceptado ser su esclavo, suponía que no debía tener muy alta autoestima.

– Hey, idiota, tráeme algo para comer – ordenó con un bostezo, mientras ponía los pies encima de la mesa de estudio de JungKook… éste levantó la cabeza y lo miró con inocente sorpresa.

– ¿Qué? Estaba...

– Cállate, imbécil, y haz lo que te ordeno. – Sin más protestas, se levantó y tras echar una última ojeada a los pies que estaban estropeando uno de sus cuadernos, salió de la habitación.

Cuando al fin volvió con unos bocadillos, el rubio no se había movido un centímetro.

– Oye... perdón... pero es el cuaderno de química... – El joven levantó uno de los bocadillos y lo mordisqueó un poco antes de volver a dejarlo sobre el plato casi sin tocar.

– ¿Intentas decirme algo con eso, idiota? – Los ojos de ambos se encontraron.

El mayor lo miró desafiante unos segundos, ya que JungKook no tardó en bajar la cabeza, sonrojándose visiblemente.

– No... es el cuaderno... lo necesito – dijo tartamudeando.

– Lo necesitas, ¿eh? – empezó a reír, pero no movió los pies – Veamos, ¿y cómo debes pedirlo?

– ¿Qué? Ah... por favor – se apresuró a decir.

JungKook estaba nervioso. Retorcía las manos una y otra vez, mirando a todos lados excepto a hacia el otro. Tal vez con un poco de imaginación podría divertirse algo antes de marcharse.

– No me sirve. Soy tu amo, debes tratarme con más respeto. No sé, ponte a hacer reverencias... aunque igual eso está pasado algo de moda..., o si no, mejor, póstrate en el suelo. Sí, eso me gusta más. Vamos, adora a tu amo y se buen perrito.

Esta vez sí consiguió que la mirada, a través de las gafas, permaneciera más tiempo sosteniendo la suya. La expresión de horror de JungKook le daba ganas de reír, pero por esta vez debía aguantarse.

Un amo no debía mostrar las emociones ante su esclavo. O, por lo menos, en su caso, aguantarla un poco más.

– No...

– ¿Qué dijiste? – El tono de SeokJin se volvió acerado y JungKook retrocedió.

– No voy a arrodillarme.

Vaya, el muchachito tenía su orgullo... ¡y hasta agallas! ¡Eso empezaba a ponerse interesante!

– ¿En serio? Sin embargo, yo creo que te arrodillarás y me chuparás los pies si eso quiero, imbécil. Sólo que hay una pequeña diferencia en si lo haces por voluntad propia o te obligo a hacerlo. Ahora bien, ¿qué es lo que tú decides?

– Yo... – JungKook no terminó la frase.

Ante la sorpresa del rubio, el muchacho se dejó caer al suelo de rodillas, delante de él.

La cabeza, sin embargo, la mantenía gacha y el mayor le agarró del pelo para levantarla. Ambos rostros quedaron a escasos centímetros, y por primera vez, el mayor distinguió unos grandes ojos azul turquesa.

Un color demasiado bonito para alguien como él, pensó sin más.

– No era tan difícil, ¿verdad? ¿Quieres que ahora te ordene que me chupes los pies?

JungKook sólo lo miraba, sin decir nada pero sin dejar de temblar ligeramente.

Eran cautivadores aquellos ojos y el contrario terminó soltándole, temiendo perderse en la profundidad de aquella mirada.

– ¿Por qué haces esto? – preguntó de pronto JungKook, sin moverse del suelo.

En su voz había entremezclados muchos sentimientos y para el mayor fue imposible distinguirlos todos.

– Me aburría – dijo, como si pretendiese disculparte. ¿Qué le pasaba? – Así que si no quieres que la próxima vez sea mucho peor, más te vale encontrar la forma de satisfacer a tu amo.

– ¿Eres feliz haciendo esto?

El mayor reflexionó la respuesta. ¿Era feliz torturando a un chico idiota?

– ¿Feliz? No, es sólo una manera como otra de pasar el rato. Además, después de darme cuenta de que lo tengo todo, resulta que he descubierto que nunca había tenido un esclavo. Deberías estar contento de ser el afortunado.

– No...

– ¿Dices algo?

– No.

– Eso está mucho mejor.– Le dio unas palmaditas en la cabeza y sonrió extrañamente.– Buen chico.

JungKook se levantó pesadamente y apartó su cuaderno de química del alcance de los pies del otro…

Y éste, suponía, que por aquella cabecita ordenada estarían pasando cientos de ideas con la intención de no tener que volver a ver al mayor, pero fuera cual fuera la idea o sugerencia, el muchacho ya no estaba dispuesto a ceder a su esclavo.

Esa oportunidad ya había pasado.

En ese instante la puerta de su habitación se abrió y una mujer caucásica, ojos verdes y mediana edad entró en el cuarto. Al verlo se quedó unos instantes inmóvil y después buscó a JungKook con la mirada.

– Lo siento, JungKook, no sabía que habías traído a un amigo a casa. Como no tienes amigos pensé que...

– ¡Mamá!

El rubio miró a su esclavo y se dio cuenta que rehuía de mirarle por algún motivo. Se encogió de hombros y se acercó a la mujer.

– Encantado de conocerla, señora – dijo educadamente.– Soy Kim SeokJin, un amigo de JungKook.

La mujer sonrió coquetamente y le devolvió el saludo algo nerviosa. Después, tras ofrecerse a prepararle de cenar, algo que SeokJin rechazó formalmente, salió de la habitación cerrando la puerta a su espalda.

SeokJin se volvió y miró a JungKook que miraba nuevamente el suelo, como si lo encontrase verdaderamente fascinante, y comenzó a reírse.

JungKook lo miró de reojo.

– ¿Qué es tan divertido? – cuestionó.

– Ok, idiota, nos vemos. – Y salió tranquilamente, despidiéndose con una mano.




JungKook salió del instituto más desanimado de lo que había entrado. Nada cambiaba nunca y desde la aparición de SeokJin, ya no albergaba esperanzas.

Se ajustó la montura de las gafas con movimientos mecánicos e ignoró a toda la gente que se iba agrupando en el patio.

– Hey, idiota, ¿me echabas de menos?

JungKook se quedó paralizado.

Frente a él se encontraba un sonriente SeokJin. Vestía pantalones negros de cuero y una camisa blanca con varios botones sin abotonar, que dejaban entrever parte de su torso desnudo.

JungKook apartó la mirada, enrojeciendo sin saber muy bien porqué. Nuevamente, al igual que los días anteriores, unas gafas negras ocultaban sus ojos.

No obstante, en esta ocasión no esperó a llegar a su casa para quitárselas y mostrar unos hermosos ojos negros que contrastaban muy llamativamente con su rubio artificial.

– ¿A qué has venido? – susurró, temiendo que SeokJin hiciera algo que lo pusiera en mayor evidencia delante de la gente del instituto.

– ¿Es esa una forma de saludarme, pendejo?

JungKook bajó la cabeza sin responder.

Sentía que todos les miraban y que si no tardaba en alejarse de allí, los comentarios ridiculizándolo también llegarían a los oídos de SeokJin.

No sabía el motivo, pero de lo que estaba seguro era que no quería que él escuchara lo que decían.

– ¿Ese no es JungKook? ¿Qué hace ese galán con él?

– Debe ser un familiar, sino, ¿quién se acercaría a él?

– ¿Un familiar? ¿Qué dices? Es imposible que sea familiar suyo, míralo bien.

– ¡Uah! Está buenísimo... ¿Tendrá novia?


Demasiado tarde.


– El pardillo de JungKook tiene un amigo... ¡Y qué amigo!

Cerró los ojos con fuerza. ¿Por qué tenía que ocurrir delante de SeokJin? ¡Lo qué estaría disfrutando!

– Hola – dijo una voz a sus espaldas.

JungKook abrió los ojos al reconocer la voz de SeoHee y clavó en SeokJin una mirada nerviosa. Pero éste no le miraba ya. Había ladeado la cabeza y observaba juguetonamente a las chicas que se habían reunido a su alrededor.

– Me llamo SeoHee... Ellas son Ciel, JiEun, MinHa y Hani. – Las fue señalando una a una para presentarlas. – ¿Cómo te llamas?

SeokJin pareció pensarse la respuesta.

– No sé... dime ¿Cómo te gustaría llamarme?

Las chicas se rieron y SeoHee miró a JungKook de reojo, con desprecio. Al parecer, no entendía que hacía un bombonazo como SeokJin con alguien como él.

JungKook apartó la cabeza. No tardaría en saberlo. SeokJin no desaprovecharía la ocasión de humillarlo.

– ¿Por qué no vienes conmigo a dar una vuelta? – Sugirió SeoHee. – Te lo pasarás mejor que con... ese.

JungKook no fue capaz de mirar a SeokJin.

Se iría, claro que se iría.

SeoHee era bellísima y tenía un cuerpo perfecto. Pero a él, la sola idea de que SeokJin se fuera con alguien le aterraba.

Puede que la relación que tuviera no fuera amistosa ni mucho menos que eso, no obstante, al menos SeokJin había sido sólo suyo.

Sin pensar en las consecuencias se volvió hacia SeoHee, desafiante.

– ¿Qué...?

Una vez más no terminó la frase. Antes de darle tiempo a reaccionar, se encontró rodeado por los brazos de SeokJin.

Las chicas les miraron con sorpresa, pero JungKook dudaba que ésta fuera mayor que la que él mismo sentía.

Era agradable y perturbador encontrarse protegido por aquellos fuertes brazos y, las sensaciones que el cuerpo de aquel chico producían en él, eran aún más inquietantes. Pero dudaba que aquello no fuera parte de alguna de sus bromas pesadas.

– ¿Qué te hace pensar que contigo me la pasaría mejor que con él, linda? No te des esos aires por tener una cara bonita. – La voz de SeokJin era fría, peligrosa y JungKook sintió escalofríos.– Me asqueas.

Después, tomó a JungKook de la mano y tiró de él hasta la salida.

Una vez que atravesaron la verja y cruzaron la primera esquina, lo soltó y comenzó a reír a carcajadas. JungKook permaneció inmóvil, observando a SeokJin con la cara ardiendo.

¿Qué es lo que había sucedido? Y antes de que el joven viera lo avergonzado que estaba haciendo, apartó rápidamente la cara. ¿Pero qué había sucedido?

– ¿Qué te pasa, canijo?

– ¿Ya no soy solamente "idiota"? – susurró, intentando que también se tranquilizara su corazón.

Si SeokJin se daba cuenta de lo nervioso que estaba por aquel abrazo, puede que sus pocos instantes de felicidad desaparecieran.

– ¿Qué dices? Como buen amo, únicamente me dedico a hacerte ver todos tus defectos, "idiota".

Sí, era eso. ¿Pero por qué, pese a todo lo que hacía y decía, nunca había sido frío con él como lo había sido hacía un momento con SeoHee? ¿Había sido sólo una actuación?

– SeokJin...

– ¿A qué viene esa voz de maricón? – dijo poniéndose muy serio. – ¿Tienes algo que decirme? vamos, hazlo, no te cortes.

JungKook miró a SeokJin a través de sus gafas, pero apartó rápidamente la cabeza. No soportaba mirarle sin sonrojarse o que se le acelerara el corazón.

Aún podía sentir los brazos de aquel chico...

– SeoHee tiene unos amigos que pertenecen a una banda...– SeokJin comenzó a reír de nuevo y JungKook lo miró ofendido.

– ¿Estas preocupado por mí? ¿TÚ por mí?– Las risas continuaron durante un rato más y cuando por fin cesaron, SeokJin posó una mano en la cabeza de JungKook y le revolvió el pelo.– En verdad que eres enano. – No era verdad. No llegaban a tener una diferencia de una cabeza. Pero, por supuesto, JungKook no dijo nada. – ¿Una banda? Sí, eso me gustaría verlo. Sería muy divertido. Bueno, vamos, hoy tengo que ir a un sitio.

– ¿Tengo que ir contigo? – protestó JungKook débilmente.

– ¿Tienes que preguntarlo? Un esclavo debe seguir a su amo. Como buen perrito.

SeokJin comenzó a andar y JungKook no tardó en seguirlo.

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