19. Eres extraño
Estaba harto. JungKook se paseó por la habitación sin quitarse la ropa empapada por culpa de SeokJin.
Sabía con seguridad que cuando viese el suelo de madera estropeado por el agua, el mayor lo mataría. Sí, eso era muy posible, pero en aquel momento le daba igual.
SeokJin lo había encerrado en la habitación y encima, después de darle la llave a TaeHyung, le ordenó al chico que si intentaba salir de la habitación lo atase de pies y manos a la cama, y lo azotase con lo primero que encontrase.
¡Lo odiaba! O al menos sería fantástico hacerlo. ¿Por qué no podía quitárselo de la cabeza pese a todo lo que le hacía? ¿Sería cierto que le gustaba que lo humillaran?
Se dejó caer al suelo deprimido. No, eso no era cierto.
Miró a su alrededor desesperado. Era evidente que él era completamente diferente a SeokJin… tanto en personalidad como en la vida que llevaban y, por mucho que le cueste admitirlo, no parecía muy probable que fuera a conquistarlo por su cuerpo o por su extraordinaria inteligencia.
Se levantó decidido. Desde que había llegado a Japón SeokJin sólo lo había tratado peor e incluso había llegado a olvidarse de su existencia.
Abrió el armario bruscamente y tras agarrar su maleta metió toda la ropa que encontró en su interior, sin importarte que ésta quedara mal puesta en ella. No pensaba quedarse en ese país ni un minuto más.
Se acercó a la puerta e intentó abrirla pero como esperaba, TaeHyung no la había abierto. Se alejó, aún con la maleta en la mano, y se asomó a la ventana.
Al ser un conjunto de casas unifamiliares y la mansión más grande de ancho que de alto, la altura que le separaba del suelo no era excesiva como para poder matarse. Como mucho, y lo pensó con cierta ironía, conseguiría romperse algún hueso y SeokJin lo terminaría de matar por desobedecerle.
Miró a ambos lados pero no había rastro de nadie. Era difícil encontrar a alguien merodeando por aquel lugar. Abrió la ventana y tras tirar la maleta y oír como ésta caía con un estrepitoso ruido, no esperó a que TaeHyung o alguno decidiera averiguar de qué había provenido ese ruido, y saltó cayendo al suelo de culo.
– ¡Ay! – se quejó, sin animarse a levantarse rápidamente – ¡Eso duele!
Un ruido no muy lejano hizo que retomara las fuerzas para levantarse a pesar del dolor y saliera corriendo hacia la entrada de la pequeña fortaleza… o la cárcel según se mirase.
Cuando llegó a la verja de la entrada se sorprendió encontrarla abierta, ya que había esperado que aquel último tramo fuera un desafío y sin poder sentir cierta desconfianza, cruzó la verja como si ésta fuera a cerrarse en el momento de encontrarse él en el medio.
Desde que había abandonado la casa familiar de los Matsudaira y había salido de aquel barrio residencial, había comenzado a ser parte de la gran aglomeración de personas que transitaban por la zona centro.
Las calles de Tokio eran espectaculares. Letreros luminosos en los altos y llamativos edificios que representaban la ciudad, las pantallas gigantes repartidas a lo largo de todas las calles que emitían anuncios, ciertas series de animación, las canciones de moda del momento e, incluso, también pasaban vídeos kpop.
No se sentía extraño ni el centro de atención, puesto que nadie denotaba sus claros rasgos coreanos. Además de que era una ciudad pluricultural, aunque la gran cantidad de gente ensombrecían al resto de inmigrantes o turistas.
JungKook contemplaba fascinado cada escaparate como un niño ante una pastelería o una juguetería. Se sentía pequeño, diminuto en aquella gran metrópoli. Tan insignificante… Sacudió efusivamente la cabeza y borró esa última palabra de su cabeza.
Quería salir de Japón y no podría conseguirlo si se deprimía y desmoronaba de nuevo. No conocía del todo el idioma, no sabía como funcionaba muy bien las cosas allí, y mucho menos sabía donde estaba el aeropuerto y no tenía la moneda que se usaba allí… visto de esa manera parecía imposible que fuera a lograr volver a casa…
¡Oh! ¡Claro que podía!
Sólo tenía que evitar pensar en SeokJin… ¡Maldita sea! Ya lo había hecho… Se detuvo y se giró, observando la larga acera llena de gente. ¿Cómo se volvía a la casa de los Matsudaira?
Anduvo sin rumbo durante varias horas e, incluso, cuando el sol comenzó a ponerse y los tonos liliáceos y opacos cubrieron el cielo anunciando el anochecer, siguió caminando hacia ninguna parte.
Había intentado hablar con varias personas y ni los extranjeros habían sabido indicarle a quién preguntar o por donde ubicarse para llegar al aeropuerto. Y, por supuesto, averiguar dónde se encontraba la casa de SeokJin era imposible.
Estaba hambriento. Se había planteado la opción de entrar a alguno de los restaurantes que continuamente encontraba a los lados de las calles, pero el hecho de no tener ni una moneda cambiada le hacía suponer que sólo conseguiría que lo echaran del establecimiento.
Finalmente llegó a un descampado no muy lejos de las afueras. Parecía más bien un terreno estéril que pronto se convertiría en una serie de edificios o un gran bloque de oficinas. Poco importaba.
Estaba entre dos carreteras generales que dividían muy posiblemente la gran ciudad. A JungKook le dolían los pies y decidió aventurarse al interior de la maleza y la destrozada valla de prohibición que limitaba todo el descampado.
No recorrió mucho camino antes de tirar la maleta a un lado y sentarse al lado. El suelo estaba cubierto de una fina capa de polvo blanco y tierra pero no le importó ensuciarse la ropa.
Permaneció sentado contemplando las estrellas que poco a poco iban iluminándose en el cielo negro hasta que un ruido lo sacó de su abstracción.
Hay ocasiones en las que el miedo o la sensación de alarma y peligro vienen unidas a la situación en la que se encuentra cada persona, o al propio subconsciente que te advierte ante la más mínima nimiedad.
Y esas circunstancias podían haber sido la razón por la que JungKook se levantó rápidamente y recogió su maleta con la intención de desaparecer de aquel lugar lo más rápido que pudiera.
Pero en esta ocasión la alarma había sido por un motivo y él no había sido lo suficientemente astuto como para darse cuenta mucho antes o lo suficiente veloz como para haber abandonado el descampado a tiempo.
JungKook no tardó en encontrarse rodeado por un grupo de chicos. La oscuridad y la falta de luz le impedía distinguir como eran realmente, pero lo que sí podía ver gracias a los reflejos de algún coche a lo lejos, eran las cadenas que alguno de ellos llevaban sujetas en las manos.
Un frío sudor le recorrió el cuerpo y JungKook deseó retroceder si hubiera tenido opción de hacerlo.
– No es a ti a quien queremos – dijo uno de ellos, adelantándose, y hablando con un acento que JungKook casi no entendía –. Serás nuestra herramienta para acercarnos a SeokJin Matsudaira.
JungKook los miró horrorizado. ¿Cómo sabían que conocía a SeokJin? ¿No sería qué…?
Las manos le sudaban con fuerza y conseguía bastante mal contener el miedo que afloraba en todo su ser.
– ¿Para…, para qué quieren a SeokJin?
Unas risas burlonas recorrieron a todo el grupo, pero el jefe los hizo callar.
– ¿Tú que crees? Para matarlo – dijo como si no sólo fuera lo más evidente, sino lo más normal.
La maleta se le resbaló de la mano y cayó al suelo con un ruido seco. Le faltaba el aliento y nunca se había arrepentido tanto de haber desobedecido a SeokJin.
Ya no sólo era miedo por su propia vida, sino por la de SeokJin.
¿Qué sucedería si lo utilizaban para atrapar a SeokJin?
Dudaba que el propio rubio o cualquiera de sus amigos arriesgaran la vida de SeokJin para salvarlo. Y él tampoco quería eso. Ya había sido suficiente carga para SeokJin…
– No… – susurró humedeciéndose los labios. ¡Estaban tan secos! –. No conseguirán matar a SeokJin por mi causa.
– ¿Ah, no? – rió el jefe –. Me parece que no nos entendiste. No tienes opción. Si no colaboras con nosotros te vamos a matar a ti. ¿Qué decides ahora?
– No me importa – soltó, armándose de valor.
– ¡Este chico es estúpido! – gritó uno.
– Mako… explícale mejor a qué nos estamos refiriendo – ordenó el jefe.
– Será un placer.
Uno de los hombres que lo habían rodeado se adelantó y JungKook miró horrorizado como levantaba la gran cadena de su mano, enrollándola un poco más para poder usarla mejor.
Tragó salivo con dificultad. Tenía todo el cuerpo tenso y sin dar un solo paso para retroceder, cerró los ojos con fuerza a la espera del primer golpe.
Pero nunca llegó.
Abrió los ojos lentamente, con miedo a que el hombre azotara la cadena sobre él en cualquier momento, pero cuando los abrió completamente, comprendió que eso no ocurriría nunca.
Frente a él, SeokJin había detenido la cadena con su propio brazo, del cual salía un pequeño hilo de sangre. Su cabello rubio estaba revuelto y sus ropas negras lo ocultaban en la oscuridad de la noche.
JungKook retrocedió un paso, no obstante, la debilidad hizo que cayera al suelo.
– Eres bastante extraño, mocoso – soltó SeokJin sin emoción –. Aunque bastante típico de ti esperar a derrumbarse cuando ya no corres peligro.
JungKook levantó la cabeza cuando SeokJin ladeó ligeramente la cabeza para mirarle. En sus labios había una pequeña sonrisa, no de burla o cruel cómo tantas veces le había obsequiado.
Era muy parecida a las que solía dedicar a sus amigos. El corazón comenzó a latirle con fuerza y, aunque aún temblaba de miedo, sintió una calidez distinta en su interior.
– ¿SeokJin, estás bien? – preguntó TaeHyung desde algún punto que JungKook no conseguía ver.
– Muy bien, chicos, acaben con esta escoria y dejen con vida al líder de la banda. Quiero hacerle unas preguntas más tarde.
– ¿Pero quién mierdas te crees? – rugió el hombre que había intentado golpear a JungKook hacía unos momentos, tras recuperarse de la sorpresa –. Te voy a matar maldito.
El hombre se abalanzó hacia SeokJin, intentando recuperar su cadena del brazo de él, o tal vez, arrastrarlo con la cadena.
– ¡SeokJin! – chilló JungKook.
SeokJin, sin moverse, mantuvo la cadena sujeta en su mano y obligó al tipo a acercarse a él. Cuando lo tuvo a su altura, tiró de la cadena, obligándole a perder el equilibrio, lo agarró de la cabeza y le rompió las vértebras en décimas de segundos.
– Saluda a Buda de mi parte y dile que aún no tengo mucho interés en conocerlo – soltó fríamente, dejando que el cuerpo se desplomara a su lado.
JungKook miró el cadáver impresionado y después a SeokJin, quien se apartó del hombre que acababa de matar y se acercó a él, agachándose a su lado.
– ¿Verdad que desde que conociste esta faceta mía ya no tienes tanto interés en seguir conociéndome? Fue un trauma para ti descubrirla cuando apareció Kai, ¿no es así? –. Hubo una pausa y JungKook no dijo nada. ¿A qué se refería? ¿A qué había matado…? No…, no era eso, en absoluto… – ¿No tienes nada que decir?
– No sabía…
– ¿Qué? ¿No sabías que era un asesino? – insistió SeokJin.
– No sabía que fueras Budista – soltó JungKook sin pensar, diciendo la cosa más absurda que se le pasó por la cabeza.
Ya no podía aguantar durante mucho más tiempo las lágrimas. Se llevó los puños a los ojos.
– ¿Budista? – preguntó SeokJin sorprendido.
– ¿Qué clase de pregunta es esa? – preguntó HoSeok cerca de ellos.
– No sé – continuó YoonGi –. Pero no es la que esperaba después de ver a un muerto por primera vez.
– Yo había esperado un “¡Uah! SeokJin, está muerto!” – dijo HoSeok felizmente intentando imitar una voz de mujer. YoonGi y alguien más se pusieron a reír –. Aunque un “SeokJin, lo mataste” también está bien… – aceptó pensativo.
– Bueno, pero acepta que la suya ha sido más original – dijo JiMin entre carcajadas.
– Jo… sí, pero esa no me gusta…– HoSeok en un triste tono de reproche.
– No seas exigente, además, yo tampoco sabía que SeokJin fuera budista…– Agregó NamJoon.
– ¿Ah? –. SeokJin se levantó – ¿Budista? Eso creo que lo era mi padre…
– Lo era – aseguró HoSeok.
– Y mi madre Católica, apostólica y algo de romana… en algo de eso andaba metida.
– Cierto, algo así era…
– HoSeok…– dijo en advertencia TaeHyung.
– ¿Qué? – chilló HoSeok a la defensiva – ¿Y tú SeokJin? ¿De qué religión eres?
– ¿Con esa mezcla? Ateo, lógicamente.
– Aishh – HoSeok jovial – ¡Con esa actitud irás derecho al infierno! – informó como si nada.
– ¿Piensan seguir debatiendo durante mucho más tiempo teología? – explotó TaeHyung finalmente.
– En cambio, tú, no sé si irás al infierno, pero de que te saldrán canas o te quedarás calvo antes de los treinta, te lo aseguro.
– Calvo – apoyó la moción NamJoon.
– No tengo ningún problema con las conversaciones sobre teología o de… problemas capilares…, pero me gustaría saber qué hacer con el tipo este que hemos atrapado – dijo Kai desde las sombras.
– Muy bien, chicos, es hora de marcharnos – dijo SeokJin con un suspiro.
– ¿Ves? Tú, Kai sí me caes bien – dijo HoSeok efusivamente.
– Acércate a mí y te descuartizo.
– Lo que yo decía, adorable – rió HoSeok sin dejar de joderle a Kai.
– Si tienes ganas de llorar, hazlo de una vez, renacuajo.
– ¡No tengo ganas de llorar! – protestó JungKook, sin moverse, sonando con una vocecita que no indicaba lo mismo que sus palabras.
– Claro, por supuesto – aceptó SeokJin, pacientemente –. Entonces levántate de una vez. Nos vamos. – JungKook siguió sin moverse y SeokJin suspiró resignado –. Me preguntaba cuál sería tu respuesta – reveló –. Y me sorprendió. Tal vez tengas alguna cualidad buena… después de todo.
JungKook volvió a sentir que el corazón se le aceleraba y apartó las manos de la cara. SeokJin había vuelto a agacharse, su hermoso y pálido rostro estaba a escasos centímetros de distancia del suyo.
No había ninguna expresión, pero JungKook quería creer que las palabras que había dicho eran sinceras.
– ¿Eh?
– ¿Ves como estabas llorando? – dijo SeokJin, moviendo los labios en una burlona sonrisa. ¿Había sido un truco? Bajó la mirada entristecido.
– Puedes reírte de mí todo lo que quieras. No me importa– dijo tozudamente, sin intentar evitar que las lágrimas se deslizaran por sus mejillas.
– ¡Eso no es buena idea, JungKook! – gritó HoSeok desde algún lado a lo lejos.
– ¿Por qué preferiste que te golpearan o te mataran antes de aceptar llevarlos ante mí? – El corazón de JungKook dio un vuelco y se negó a responder. ¡Había estado allí desde el principio! –. Ya veo.
SeokJin se levantó y tras agarrar su maleta y lanzarla a alguien quien la tomó en el aire, lo sujetó a él y lo cargó en su hombro sin esfuerzo.
– ¿Qué haces? – chilló JungKook escandalizado – ¡Suéltame! ¡Bájame! Caminaré, caminaré.
– Es asombroso lo poco que pesas. ¿Y te dices hombre?
– ¿Qué? – Ya quería volver a humillarlo –. No quiero ir contigo. No quiero volver a verte. Te odio.
– Sí, claro, pero por algún motivo sos muy poco creíble. Tus acciones no dicen lo mismo que tus palabras. Antes de hablar asegúrate de que tu cerebro coordine bien.
– ¿A dónde me llevas? ¡Suéltame! ¿Qué piensas hacer conmigo? – chilló abochornado.
– ¿Hacer? Bueno, creo que sería una pena que murieras virgen, ¿no? Voy a ser tan amable que la próxima vez que decidas asesinarte de forma tan voluntariosa, no tengas la pena de no haberte acostado conmigo.
– ¿¡Qué!?
No hablaba en serio. No podía hablar en serio.
SeokJin lo llevó hasta su limusina y cuando JiMin abrió la puerta, lo lanzó al interior del auto sin contemplaciones, entrando él tras suyo.
Lo agarró por las piernas ignorando completamente los forcejeos de JungKook y antes de inmovilizarlo completamente se giró hacia la puerta y miró desafiante a un sorprendido JiMin.
– ¿Y bien? – dijo inocentemente, muy interesado.
JiMin lo miró sin comprender.
– ¿Qué?
– Que te decidas boludo. Entras y te quedas de espectador, te unes a la fiesta o cierras la puerta y te largas.
– Oh –. Fue la única respuesta de JiMin antes de cerrar la puerta y alejarse hacia el segundo auto aparcado un poco más atrás.
– Eh… SeokJin–san… – llamó la atención el conductor.
SeokJin puso los ojos en blanco pero antes de que llegara a responder. La puerta del conductor se abrió, apareciendo un TaeHyung con aires exigentes.
– Bájate. Yo me encargo de llevar a SeokJin-san a su destino…
– ¿Cómo? No puede ser, yo soy…
– ¡Ahora! – ordenó TaeHyung, agarrando al pobre conductor y sacándolo a la fuerza –. Ve al de allí – dijo señalando al otro vehículo mientras se acomodaba en el asiento. Kai, sin decir nada, entró por la otra puerta y se sentó al lado de TaeHyung.
– ¿Eh? ¿Tú vas a ir? – protestó HoSeok abriendo la puerta del copiloto –. Pues yo también voy –. Dijo infantilmente.
– ¡Dios! – gimió SeokJin exasperado, llevándose el brazo herido a la cabeza.
– ¡Ese no es de la religión budista!
– Cállate de una vez – dijo TaeHyung.
HoSeok le sacó la lengua y empujó a Kai para que le dejara espacio.
JungKook no prestaba mucha atención a la conversación. Hacía tiempo que había dejado de forcejear tratando inútilmente de soltarse de SeokJin. Pese a sus palabras o acciones, no odiaba a SeokJin ni mucho menos, le gustaba el contacto del rubio…
Lo miró disimuladamente. Estaba sentado sobre él y tenía la cabeza ligeramente ladeada hacia la parte delantera de la limusina con la mano herida sobre el rostro.
El corte que le habían producido las cadenas parecía más profundo de lo que en un principio, en la oscuridad, le había parecido. La sangre había empapado la manga de su camisa y JungKook se dio cuenta de que algunas gotas se deslizaban de ella sobre su camiseta.
– SeokJin… – lo llamó tímidamente.
El mayor apartó la mano de su rostro para mirarlo y cuando lo hizo una pequeña gota de su sangre cayó sobre su rostro. JungKook dio un respingo al sentir la calidez de la sangre sobre su piel y miró a SeokJin sin decir nada.
– ¡La herida! – exclamó TaeHyung dándose la vuelta bruscamente – ¿No dijiste que estabas bien?
TaeHyung tenía una expresión preocupada y HoSeok, incluso, había dejado de reír y hablar precipitadamente sobre algún tema absurdo y lo miraba atentamente.
– Estoy bien – soltó SeokJin tranquilamente –. Dejen de mirarme como si fuera a morir. Cuando lleguemos les dejaré que me curen la mano, el brazo y lo que les plazca… – calló rápidamente y sonrió –. Si, mejor exagerar con los vendajes. Estará bien que mi “querida” familia tenga la esperanza de que han estado muy cerca de conseguir acabar conmigo.
– ¡Ok! – dijo HoSeok animado –. También podríamos vendarte la cabeza como si te la hubieran partido o incluso ponerte algún yeso…
– HoSeok… – le interrumpió TaeHyung.
– ¿Qué? – exclamó el pelirrojo ofendido – ¡Fue idea suya!
– Olvídalo. Y ahora déjenme en paz, estoy ocupado – gruñó SeokJin, quitándose la camisa.
– ¿Qué haces? – preguntó JungKook sofocado tratando de no mirarle.
SeokJin sonrió y lo ignoró, terminando de deshacerse de la camisa por el brazo herido. Varias gotas más cayeron en la cara de JungKook y éste interpuso sus manos como si pretendiese evitar que cayeran sobre él.
– Relájate, sólo es sangre. Aunque parezca mentira, mi sangre es igual que la de cualquiera, nada de ácido o algo por el estilo –. Y a propósito, escurrió la manga de la camisa empapada sobre el rostro del muchacho que soltó un quejido.
JungKook en un acto inconsciente se llevó las manos a la cara para limpiarse pero SeokJin se las agarró y bajando su cabeza, lamió la sangre que había caído sobre su barbilla y sus labios. JungKook se sobresaltó y se puso tenso.
– SeokJin… – susurró casi en un suspiro.
– No sé por qué te quejas tanto, JungKook – comentó HoSeok con una sonrisa socarrona –. No parece que la estés pasando tan mal – bromeó –. Claro… que cierta parte sí te va a resultar bastante dolorosa.
JungKook sintió que un nudo se le ponía en el estómago y que un calor intenso le recorría todo el rostro.
– ¡Ah! Lo siento, lo siento – dijo sonriente –. No pretendía asustarte. Que la pases bien…
– Parece que tienes mucha experiencia en el tema, HoSeok-san… – comentó Kai cruelmente.
– ¿Eh?
– ¡No sabía que fueras gay! – exclamó TaeHyung sorprendido ante el descubrimiento.
– ¿Eh? –. HoSeok pasó de la sorpresa a la reflexión y de esto último a la revelación – ¿Será posible? ¡Yo tampoco lo sabía hasta ahora! Toda una vida desperdiciada… ¡Tengo que ponerme ya al día y recuperar todo el tiempo perdido! – HoSeok movía la cabeza efusivamente, convencido de lo que estaba diciendo – ¡Kai, dame un besito!
El pelirrojo intentó atrapar a Kai, pero este fue más rápido y detuvo su avance con las manos impidiendo que lo tocase.
– Acércate a mí y te mataré tan lentamente que llegarás a suplicar que termine contigo de una vez.
– ¿En qué cochinadas estas pensando? – preguntó HoSeok escandalizado –. Prefiero llevar nuestra relación lentamente… sin prisas…
– Idiota – soltó TaeHyung de mal humor.
– TaeHyung… por favor… – pidió SeokJin con los ojos en blanco.
– Ah… sí.
Y tras darle a un botón, una ventana negra dividió las dos secciones, dejando a JungKook a merced de SeokJin.
– Bien, por fin solos, ¿dónde íbamos?
– Vamos, SeokJin… no hace falta que lo hagas si tu no quieres. Deja de burlarte de mí – susurró JungKook sin mirarle a la cara. ¿Qué estaba diciendo?
– ¿Ah? – SeokJin se puso a reír –. No recuerdo haber hecho nunca nada que yo no quiera hacer… –. Agarró los pantalones de JungKook y comenzó a desabrocharlos y a bajárselos hábilmente. JungKook se revolvió alarmado.
– ¿Qué... qué haces?
– Quitarte los pantalones – soltó SeokJin con aires de autosuficiencia –. No entiendo porqué preguntas algo tan obvio.
– Espera, SeokJin, un segundo, por favor…
JungKook puso las manos sobre el pecho de SeokJin para detener su avance y, cuando vio la mirada inquisitiva del muchacho, las apartó rápidamente, enrojeciendo aún más de lo que ya estaba.
– No… no es que no quiera hacerlo – dijo rápidamente sin pensar lo que estaba diciendo.
Cuando se dio cuenta, todo el calor que sus mejillas habían adquirido hasta ese momento, desapareció completamente y creyó que se desmayaría. No lo dije en voz alta, deseó amargamente.
– Tampoco hace falta que señales algo tan… evidente – se burló SeokJin señalando sus pantalones.
JungKook no miró donde SeokJin señalaba. Ya sabía a qué se refería. ¿Qué culpa tenía él de que su cuerpo reaccionara ante su contacto?
Rehusó su mirada avergonzado. SeokJin, como si diera por hecho que ya no iba a volver a hablar, siguió tirando de los pantalones.
– ¡Espera!
– No seas tan fastidioso… princesita… se buen chico y ábrete de piernas para mí.
¿Qué? JungKook miró a SeokJin con los ojos muy abiertos. ¿Por qué tenía que hacer siempre esa clase de comentarios?
En aquel momento la pancita de JungKook comenzó a gruñir ferozmente y SeokJin lo miró intensamente.
– ¿Tienes hambre? – preguntó incrédulo.
– No he comido en todo el día – se defendió JungKook tímidamente, con la culpabilidad de alguien que parece estar profanando un santuario –. Intentaba decírtelo pero no me dejaste… – ¿Por qué tenía que darle tantas explicaciones? – Lo siento…
SeokJin siguió mirándolo sin decir nada. Su oscura mirada le ponía nervioso, aunque no sabía si realmente era la profundidad de aquellos pozos negros o el hecho de que no sabía que estaba pasando por la cabeza de aquel chico.
– Te mataría… – dijo finalmente sin excesiva convicción en su tono. Y cuando JungKook abrió la boca para volver a disculparse.
SeokJin lo agarró del brazo y tiró de él levantándolo, y lo besó con ferocidad, introduciéndole la lengua en su interior. Ésta se movió imperiosa y dominante explorando cada rincón mientras los dedos de la mano libre del chico rubio se entrecerraban en los cabellos de JungKook.
Cuando lo soltó, JungKook respiraba entrecortadamente pero no se separó del contacto que SeokJin aún tenía al seguir agarrando su brazo.
– TaeHyung para en el restaurante que más te guste – pidió SeokJin finalmente, pulsando un botón.
– ¿Un restaurante? – preguntó TaeHyung desde un altavoz.
– Eso es. Dale, enano, vestite, a no ser que quieras bajar del auto desnudo.
SeokJin se apartó de encima de él y se sentó a un lado, permitiendo que JungKook se subiera los pantalones.
No merecía la pena exponerle la observación de que los pantalones no se habían quitado solos. Cabía la posibilidad que decidiera no dejarle ir… aunque.
¿Era eso lo que había querido? Una extraña sensación de tristeza y disgusto le recorría el pecho.
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