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♯01 ━ Pasado。

ᴜɴᴏ
     
      

El martirio se vuelve persistente cuando el mismo oxígeno que ella respira también lo exhalan sus seres queridos.
     
       

Han estado ignorándola, ni siquiera los africanos se dignan a hablarle. No existe tal cosa como la imparcialidad, y se vuelve un punto sin contraargumento ya que la miran con desprecio.
    
       

Alguna vez creyó que lo que no se tomaba en serio no le hacía daño, ¿pero como no tomarse en serio las miradas de repudio?
    
       

Sentía inmensas ganas de preguntar, aunque ya sabía la respuesta. Es de mala educación preguntar algo que ya de sabe. No pensó que la noche que protagonizó siendo el objeto de odio llegaría a tal punto que un día antes de su cumpleaños, nadie le hablaba o respondía sus cartas.
     
        

Ella con tanto esmero escribió y decoró las ciento noventa y cinco cartas a mano, considerando tanto gustos de cada nación como disgustos. Incluso se encargó de contratar a diferentes chefs para que todos salieran satisfechos de su fiesta de cumpleaños.
     
        

Sin embargo, y en completa soledad sin siquiera ser acompañada por empleados, esperó y esperó, estando en su propia nación, mirando por televisión los entusiasmados gritos de su gente que ansiaba el momento exacto para que el presidente hiciese lo suyo.
    
       

A pesar de todo, nadie llegó.
   
       

Su único consuelo era la televisora junto a la gente deseándole un feliz cumpleaños, y conmemorando también su independencia.
    
       

Ella se levanta de la mesa, sin haber comido absolutamente nada, y con lágrimas en sus ojos a punto de desbordarse, camina hasta su habitación.
    
       

El dolor en su pecho hace que sienta un hueco, como si su corazón hubiese sido atravesado por un tubo de metal oxidado que dejó simplemente un vacío. El clima no está helado, pero su piel tiembla por el frío. Su cuerpo se siente tan solitario que alucina.
    
      

En la mesita de noche de su cama se encuentra aquella caja de cristal que el alemán le obsequió como regalo de cumpleaños, el único con buenas intenciones —si se puede decir así—, aunque esté mal si se refiere a él.
    
       

Sus impulsos mueven sus manos, y abriendo la caja con sumo cuidado, se encuentra con una nota cuidadosamente escrita.
    
       

«Es conveniente olvidar el dolor. Recordarlo es angustioso. Pero recordar la verdad merece ese sufrimiento».
    
      

Toma la jeringa, y abre el frasco con el líquido rojizo que amenaza con ser drenado por una aguja. No piensa en las cantidades que puedan ser un peligro para ella, y vacía todo el recipiente con la jeringa para llenar esa misma.
      
         

La observa una sola vez, ¿por qué se arriesgaría a cometer el error de drogarse en la fiesta de su cumpleaños? Porque quiere recordarlo, quiere saber qué es lo que hizo para merecer esto. Está ansiosa por respuestas, el no saber es el principal causante de su ataque de nervios y decisiones impulsivas.
      
         

No existe alcohol para remojar su piel, pero a estas alturas deja de importarle, la tristeza en su pecho se vuelve cada vez más insoportable.
         
         

─Mientras más cerca del rostro mejor ─susurró, recordando las palabras del alemán nacionalista.
    
        

Descubrió su pecho, si esto la mataba tampoco es que le importase mucho, solo quería deshacerse de ese molesto pesar.
    
       

Dejó que la aguja atravesara aquel sitio, y como si eso aliviase su corazón, presionó la jeringa para que todo el líquido fuera introducido de una. Sin embargo, el dolor que sintió fue tan insoportable que al terminar la jeringa saldría volando de un manotazo.
    
       

Soltó un grito desgarrador, era como si un ácido entre frío y caluroso congelara y luego quemara su interior. Su corazón comenzaba a bombear sangre rápidamente, pero dicha sangre ardiente debilitó cada sentido encendido de su cuerpo. El sonido se volvía ajeno, y su vista borrosa producto de lágrimas pesarosas solo hizo que cerrara los ojos con fuerza, su cabeza estaba siendo atacada rápidamente.
         
          

Sentía como aquel líquido avanzaba poco a poco, esparciéndose por cada esquina inalcanzable. Su garganta se desgarra pronto por sus gritos desesperados, sus piernas le fallan, y termina en el suelo golpeándose fuertemente, extiende su mano a la nada, como si algo pudiese ayudarla en esa situación.
      
       

Sus ojos comienzan a arder, y pronto su cabeza se sumerge en una mezcla de calor y frío. ¿Qué clase de droga le dio aquel nazi? ¿Cómo fue tan estúpida para confiar en sus palabras?
    
       

En una cosa no había mentido, y es que sí era doloroso. El veneno en sus venas dejaba en claro lo que era, un líquido tan tóxico desde sus mismos componentes, que la hacían desear jamás haber nacido.
     
       

Su nacimiento.
   
     

Podía verlo en ese momento, recuerdos que olvidó por mera naturalidad. Sus primeros rayos de luz cruzando por su memoria, su primera vista al mundo exterior. Era capaz de observar con detalle todo lo que ella creía que nunca existió en sus recuerdos.
      
        

Todo aquello de lo que la mayoría no tiene consciencia, recuerdos tempranos, o incluso pequeñeces que no tienen importancia, como que habría desayunado sus primeros días. Cada segundo, y cada detalle no pasa desapercibido por su mente. Sin embargo, pierde la noción del tiempo, años pasan en segundos, ¿el tiempo siempre pasó tan rápidamente? Pero la respuesta ya no importante, el tiempo se ha vuelto irrelevante, y nada puede sacarla de las alucinaciones.
      
        

Por azares del destino, un fuerte golpeteo en su puerta y una voz logra hacerla recuperar la consciencia, pero no es para bien. Cuando se perdió en su mente el dolor habría disminuido, ahora lo sentía mucho más presente, como si fuese capaz de sentir cada músculo u órgano estremeciéndose ante un auténtico suplicio.
        
        

─Mi señora, ¿está todo bien? ─La voz de una sirvienta interrumpe sus ganas de gritarle por ayuda.
    
       

Si alguien se entera de lo que está pasando, su reputación atravesaría los suelos para caer en picada hacia el infierno. Pero sobre todo, el mal ejemplo que podría hacerle ver a los demás, no quería que la viesen así.
     
      

─Sí, está todo bien. ─Hizo un esfuerzo por acercarse a la puerta y responder su pregunta, aguantando el dolor apretando simplemente los puños y mordiéndose los labios.
      
       

─El personal se cuestiona que haremos con los platillos del comedor, no queremos que se echen a perder ─mencionó, guardando silencio para dejar meditar a la nación.
     
       

Ella suelta otra lágrima, recordando el hecho de que nadie vino a acompañarla.
       
       

─Dile a todo el personal que pueden disfrutar de la comida preparada, probablemente sobre bastante, así que tienen mi permiso para llevarse las porciones que gusten a sus hogares... Hagan lo que deseen, no importa ─le dijo apresuradamente, moviéndose de un lado a otro y de vez en cuando acomodándose en una clase de posición fetal.
     
        

Su voz temblorosa se agudiza cuando el reposo la obliga a golpearse contra la puerta, lo que asusta a la pobre mujer que se encuentra del otro lado.
    
      

─¿S-Su gracia? ¿De verdad está todo bien? ¿Desea que llame a algún médico para usted? ─inquiere preocupada, pegándose a la puerta para ver si lograba escuchar algo.
    
       

Sus gimoteos y llanto son incontrolables, por supuesto que aquella sencilla mujer se preocuparía, y aunque se tratase de su nación, de cierta forma asumía que aquel malestar se debía a la inasistencia de sus compañeros a su invitación. Está a punto de tomar el tomo de la puerta para ofrecerle más apoyo, sin embargo, México está completamente cegada por la idea tan inquietante de una traición, y no deja que ella abra la puerta bajo ninguna circunstancia.
     
        

─Pido de favor que el resto de la noche nadie me interrumpa, a menos que yo así lo desee, no quiero a ningún sirviente cerca del pasillo que pueda molestarme, y de ser posible no deseo escuchar ningún ruido ─su tono es tan frío, pero gracias a la puerta a la sirvienta solo le llegan las palabras y no los sentimientos.
    
       

─Claro que sí, mi señora ─se retira inmediatamente.
    
       

No quería a nadie cerca en ese momento, mostrarse tan débil ante su propia gente sería un error, los demás podrían aprovecharse de eso, daría paso a tantos problemas que solo de imaginarlos su mente se sentía exhausta.
    
       

Se movió por su habitación, estando completamente descalza y con aquel hermoso vestido blanco, cuya falda presume los colores y escudo que se ven brillantemente en su rostro, peinada tan simple pero hermosamente, junto a aquel collar que se acomoda perfectamente, sin presumir de demasiadas joyas, se siente asfixiada.
    
      

Necesita abrir la ventana, el festejo no se haría en el palacio esa noche, ella sin duda habría acompañado como introducción, pero después habría llegado a su residencia privada, donde estaría con sus queridos amigos; ese era el plan.
    
       

La abre tan bruscamente que por poco el vidrio se rompe del impacto, el aire frío la tranquiliza un poco, pero al ver el cielo oscuro y carente de estrellas, las alucinaciones la vuelven a atacar. Los recuerdos de una noche estrellada, una luna brillante y unos antepasados cuyos rostros habría olvidado por súplica suya.
     
      

Hablándole en lenguas que había olvidado, susurrando oraciones o palabras dulces, cualquiera que fuese comenzaba a volverla loca.
     
       

México no soportaba recordar los sacrificios al norte de Teotihuacan, era probablemente la única de su familia que estaba totalmente aterrada de la muerte de su propia gente. Los mexicanos suelen romantizar las civilizaciones precolombinas, creyendo que se trataban de paraísos, pero bajo esa fachada, se escondía un río de sangre proveniente de sacrificios humanos, que venían de un fanatismo enfermizo.
   
       

Ciertamente el paraíso existía cuando no había que derramar sangre, todo era tan tranquilo, el viento lleva consigo semillas, que naturalmente se transforman en otras vidas de colores verdosas.
     
      

Con las magnolias brotando cerca suyo, dignas de su nobleza, y los girasoles dándole alegrías mientras veían al sol, aquellas dos flores siempre fueron una cara de la misma moneda.
    
        

Pero hay una flor, que en vísperas de noviembre siempre aparece, la flor de cempasúchil.
    
      

Aquella florecita siempre fue tan vistosa, brillando por sus propios colores, y con sus pétalos haciendo caminos entre los vivos y los muertos. Pero para México siempre fue deprimente, una flor tan solitaria, acompañando en vida a los familiares entristecidos por una pérdida, y en su muerte, guiando con sus pétalos a los melancólicos espíritus.
    
      

El ritual del día de muertos podría llegar a ser tan hermoso como triste. Sentía que eran iguales, solitarias en sus peores momentos, pero consolando a los demás cuando lo necesitaban. La flor de cempasúchil solo es recordada cuando la requieren, esa es su perspectiva, y se parecen tanto que por eso la detesta.
      
        

Y sin pensarlo se tira por la ventana, sobrevive solo porque ella es una nación, pero esa descarga de adrenalina logra anestesiar su dolor. Sí, eso es lo que necesita, correr para que deje de doler.
    
       

El boscoso territorio que la sumerge en más de sus recuerdos, le susurra en una gélida ventisca que la solución no es el escape, ¿pero qué más le queda?
    
      

Sus pies sienten la tierra y el pasto, los insectos que seguramente pasaban por allí la ignoran, caminan sobre ella como si fuese parte del suelo, y así es. Da un paso, y así comienza una apresurada caminata, que rápidamente se transforma en una persecución.
    
       

Sí, tenía razón, cuando se mantiene en movimiento el ardor en su piel desaparece, y su corazón solo se concentra en lo que hace su cuerpo realmente. Se detiene, pues correr con su estado físico sí es una tortura, está tan cansada por unos pocos metros, y es frustrante que los recuerdos y el dolor se unan para apuñalarla.
   
      

No puede detenerse ahora, es insoportable, las lágrimas se vuelven insoportables, su mente está harta, todo en ella grita que necesita que se detenga. Está sufriendo, y nadie puede ayudarla, porque su única compañía es ella misma y los fantasmas de su pasado.
    
       

Corre, está corriendo tan rápido, estrellándose adrede contra los árboles, peleando y alucinando con situaciones tan lindas que la tortura saber que ahora carece de ellas. Grita y llora, no hay nadie alrededor, entonces no importa.
    
       

México no puede detenerse, el camino de sufrimiento ya había comenzado, pero recién se daba cuenta que llevaba años caminando sobre él.

Seis meses desaparecida, nadie la ha vuelto a ver, y realmente no les importa, su presencia en realidad esos meses no fue necesaria, porque estaban enojados con ella sin saber porque.
    
      

Pero había alguien que sí estaba preocupado por su desaparición, el FBI. No era normal sin duda que un país desapareciese sin dejar rastro por tanto tiempo, y sobre todo no era común que él no supiera nada sobre su paradero.
    
       

Ninguna organización o rama de investigadores se le habría escapado un detalle tan importante, ¿cómo pierdes un país?
     
        

Generalmente avisaban, México quizá lo haría. Atribuía su desaparición a su celular perdido, que terminó en su poder después de la fiesta que organizó Estados Unidos.
    
       

Había algo mal, y oh, claro que algo estaba mal. La mente detrás de esto era una brillante, y sobre todo sabía lo que estaba haciendo.
    
        

Pero el FBI no habría previsto lo que vendría entonces.
    
      

Sin que nadie lo supiese, en aquella isla, una mansión abandonada cuya existencia era un lujo excéntrico de las potencias, pero fue ignorada tras la construcción de un yate privado, se ocultaba Alemania Nazi durante las noches, y con todos los soldados y policías bajo un estado de sonambulismo permanente, que permanecían bajo su control gracias a una variación de aquella droga, nadie sospecharía que era lo que estaba haciendo, porque el orgullo de las Naciones es lo suficientemente grande para que pasen por alto esos detalles.
      
       

Aquel hombre de maliciosas intenciones, por supuesto que tenía seguimiento de las acciones de México, y no pudo evitar sudar frío cuando veía en la pantalla un punto rojo brillante cruzando la mitad del océano Atlántico.
    
       

México estuvo así por seis meses, comportamiento y dirección erráticos, no tenía algún destino específico, por lo que su camino era impredecible. A veces permanecía quieta por unas horas, pero parecía querer despertarse de ese estado lo más pronto que se pudiese.
     
       

Alemania Nazi estaba inquieto, el efecto de aquella droga sin duda lo dejó curioso, quería verla lo antes posible, quería ver su cara adolorida sollozando por ayuda, arrodillándose para no recordar y sentir dolor.
    
       

Por supuesto, el efecto es mucho mayor para los países vinculados actualmente con sus territorios, para él y sus asociados no lo es tanto.
    
        

Ríe en voz alta, su voz ronca indica lo maravillado que se encuentra.
     
       

─Pareces feliz ─comenta un italiano, cuya expresión impaciente es notable por debajo de su sombrero.
    
       

─¿Cuándo podremos comenzar? ¡Dijiste que lo haríamos ya! ─gruñe un ruso de colores amarillos, negros y blancos, cuyo parche se encuentra sobre su ojo izquierdo.
    
       

De un golpe destruye un muro, un ataque de ira de un enloquecido Imperio, que anhela el poder para sus descendientes.
     
      

─Paciencia, amigos míos ─pide con una voz serena, pues todo está saliendo exactamente como desea.
     
        

─Haz todo lo que puedas, lo demás dejaselo al destino ─cita un proverbio japonés el otro Imperio, el sol naciente es visible en su bello rostro, al menos de perfil, pues el otro lado está tan lleno de cicatrices que su sonrisa solo parece espeluznante.
    
       

─Y el destino me ha enviado a México, una elección que me llevará a la catarsis.
    
      

Solo pueden escuchar sus palabras, aquellos aliados dudan en confiar, pero no ha mentido cuando dice que las cosas han salido como él quiere.
    
       

Todo es demasiado conveniente, o Alemania Nazi demasiado listo.
     
        

Cualquiera de las dos, significa que algo malo vendrá.

2631palabras

Mi escritura trata de
ser poética, pero nunca
logro mi cometido,
¿Algún Consejo? 🐱🌹

Por otro lado, espero
que les haya gustado,
un beso en el codo,
comadres ❤

ATTE⨾ Lady ~

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