Capitulo I
Siempre me pregunté que hubiera sido si aquella noche no lo hubiera conocido. Pero al ver a mis pequeños dormir a mi lado se termina cualquier tipo de pensamiento sombrío, ellos son mi fuerza y el deseo de dejarles algo mejor me ayuda a seguir adelante.
Ha sido un día realmente agotador, la empresa en la que trabajo tenía serios problemas y nos amenazaba un despido masivo, la muchacha que cuidaba a mis hijos renunció sin previo aviso y los problemas con su padre iban en crecimiento.
Vencida por el dolor de cabeza que sentía y luego de una copa de vino y un cigarrillo opté por ducharme y volver a la cama.
El reloj nuevamente marcaba las 2 de la madrugada y tenía nada más dos horas para dormir.
La sensación de haber cerrado y vuelto a abrir los ojos se hizo presente, luego de ordenar y preparar los desayunos para Alexa y Jona, sus ropas y útiles para llevarlos conmigo nuevamente al trabajo. Rogaba que mi jefe no pusiera el grito en el cielo, pero otra salida no me quedaba en ese momento. Era muy temprano y odiaba levantarlos para llevarlos conmigo con el clima tan frío que reinaba pero ellos siempre se comportaban y me ayudaban. Con 4 y 6 años, Jona y Alexa eran muy maduros y comprensivos. Mientras Jona quedaba conmigo en la oficina Alexa iba a la escuela que quedaba cercana a la empresa.
-Mamá hace mucho frío- decía Jona frotando sus pequeñas manitos.
-Toma mis guantes- Alexa colocó sus pequeños guantes en las manos de su hermano mientras esperábamos el bus para llegar a la empresa.
-Ya pronto estaremos mejor- susurraba mientras los abrazaba para darles al menos un poquito más de calor.
Sentía impotencia, rabia y dolor de tener que soportar aquello mientras su padre sumido en su egoísmo siquiera veía lo que pasábamos diario sus hijos y yo. Encerrado en su propio bienestar mientras que mi error fue dar todo por él esperando que algún día algo de aquello se volviera a mí. Comenzaba a creer que moriría tal vez esperando por aquello.
El sonido del bus llegando a la parada en la que nos encontrábamos hizo que dejara de poner atención a mis molestos pensamientos para enfocarme en como tratar de hacer que mi jefe comprendiera mi situación actual. La única familia que tenía eran unos padres mayores, demasiado como para cuidar de ellos y mis hermanos que cada quien con su familia no podía cargarlos con más de lo mío. La familia de Nick ayudaba, pero no siempre podían, se tornaba un tanto delicada la situación.
Pasé la tarjeta de abordo y fuimos hasta el último asiento de la fila con Jona en mis brazos y Alexa de la mano acomodándose en el asiento sin causar mucho alboroto. Siempre tenía la costumbre de perder sus pequeños ojos castaños en las vacías calles que recorría el bus hasta llegar a la empresa, solía pensar que pagaría el oro del mundo por saber que pasaba por aquella pequeñita cabecita.
-Mamá, Jona se ha vuelto a dormir- rió señalando a su hermano.
En efecto, mi pequeño querubín se había quedado dormido en mis brazos apretando sus manitos enguantadas alrededor de mi cuello. Una familia había subido unas paradas más adelante que nosotros, como siempre era algo que en el fondo me hacía suspirar y tragar las lágrimas que amenazaban con salir, ¿Cuándo fue que había perdido tanto la cabeza que llegué a poner todo en manos de ese hombre?¿Cómo creí tan ciegamente aún cuando las señales que daba eran tan duras?
-¿Mamá?- llamó Alexa secando una lágrima traicionera que había recorrido mi mejilla.
-Te amo... los amo- susurré abrazándolos fuerte contra mí.
Su manita acariciaba delicadamente mi rostro y me sentía aún más frágil al verme consolada por mi niña de seis años, diablos, debía ser yo quien la consolara. Intenté detener mi llanto y tratar de cubrir lo sucedido con maquillaje como siempre lo había hecho y sonreír tan perfectamente como debía, era directora de relaciones públicas en la empresa, de modo que debía de mantenerme impecable en todo momento.
Bajamos apresurados del bus y nos dirigimos unas calles más adelante para llegar al edificio del diario "Vanguardia" donde trabaja hacía un par de años atrás cuando había dado a luz a Jona y la relación con su padre se complicaba y debí comenzar a ver por ellos por mí misma y la economía comenzaba a causar estragos en cada hogar. El gigantesco edificio de 24 pisos espejados se erguía imponente frente a nosotros y los nervios comenzaron a jugar conmigo.
-Buen día Scarlett- saludó alegre Jim.
-Buenos días Jim-
-Día complicado- sonrió mientras acariciaba los rizos de Jona aún dormido.
-Ni que lo digas- suspiré ocultando mi angustia e ingresé haciendo acopio de toda mi fuerza.
Pasé por la recepción, la mayoría eran mujeres jóvenes de entre sus 20 y 25 años, yo con mis 29 años era alguien profesional y experta en lo que hacía pero no podía competir jamás con ellas en cuanto a belleza y jovialidad, llevaba las de perder, más aún con mis dos niños en brazos como en aquel momento, sentía sus miradas y sus risas irónicas llegar hasta mí. Quedamos frente al ascensor llamándolo para subir al piso en que estaba mi oficina.
-Ascensor- susurró Alexa mostrándome su sonrisa, adoraba subir a los ascensores, se conformaba con tan poco mi niña.
Al llegar fue la primera en entrar, deseaba mantenerla siempre así, ajena de todo el dolor que sufríamos las mujeres, en silencio, por dentro, por el simple hecho de que debemos seguir adelante y ser fuertes pase lo que pase. La escuela a la que Alexa iba quedaba sólo a unas calles de la empresa, de modo que siempre era Jim quien la llevaba y la recogía y agradecía al cielo por haberlo puesto en mi camino. La mañana transcurrió tranquila, me encargué de tener todo en orden para el momento que llegara el director, Jona aún seguía dormido en el sillón que había en mi oficina, lo que me dio más tiempo de continuar con mis tareas.
-Scarlett, el director te quiere en su oficina, ahora-
Esa era Janet, la hermosa blonda que adornaba la secretaría del despacho del director, siempre elegante y provocativa, con su belleza y juventud de estandarte se sentía triunfal cada vez que el director me hacía algún reclamo o llamado de atención y a juzgar por la sonrisa que traía ese día al llamarme, de seguro y algo de eso había. Observé a Jona aún dormido y me arriesgué a dejarlo por unos minutos, de todos modos no tardaría mucho. Llegué hasta la dirección y golpeé temerosa la puerta.
-Adelante- su voz era aún más ronca de lo que siempre era, su blanco cabello y su mirada gélida eran aún más intimidantes.
El señor Martins era alguien perfeccionista al 100% no dejaba nada al azar, y, con las mujeres no era menos detallista, desde su secretaria hasta mí, había intentado más de una vez propasarse, pero había hallado la manera de salir airosa sin que tuviera que hacer un duro desplante.
-¿Trajo los papeles y permisos para la presentación de la nueva revista?- preguntó acomodándose en su asiento y colocando sus manos entrelazadas a la altura de los ojos.
-Sí señor, el restaurante ya ha sido elegido y reservado para esa fecha, he hablado con los técnicos encargados de la parte audiovisual y con el servicio que se encargará del catering, los presupu...- el sonido del llanto de Jona me dejó sin aliento, aún más al sentirlo más cercano a la oficina del director.
-¿Quién diablos va perdiendo niños hoy en día?- oí la chillona voz de Janet fuera de la misma y salí disparada.
-¿Qué crees que estás haciendo?- dije tomando a Jona en mis brazos al ver como Janet lo tenía sujeto y zarandeándolo de un lado a otro.
-Tenía que ser del vejestorio, nadie más puede tener un niño- ronroneó al ver que el director se acercaba al lugar en el que estábamos.
-¿Qué se supone y es esto?- gruñó tras de mí.
-Lo siento se...- intenté hablar pero levantó una mano y me detuvo sin más preámbulos.
-Se lo había advertido y no es la primera vez que sucede algo así, esto es una empresa, no una guardería, si no está capacitada mental y socialmente para realizarlo, por favor pase por la oficina de recursos humanos a retirar su paga e indeminización- al oír aquello me quedé pasmada, no podía creerlo, no era posible -Janet, recoge lo que la señora Bronx ha dejado sobre mi escritorio, ocuparás su lugar hasta que alguien más llegue con lo necesario para reemplazarla-
Dicho esto cerró las puertas de la dirección, Jona me veía con sus ojitos rojos a causa del llanto y no pude más que abrazarlo y dejarme consolar nuevamente por sus bracitos rodeando mi cuello.
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