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Capítulo 2

-Perdón mamá, la señora me asustó- susurró en mi oído.

Volví la vista hacia Janet quien orgullosa abandonaba la dirección con mis carpetas en sus manos.

-Eres una maldita víbora- murmuré viéndola fijamente.

-Te entregaste en bandeja trayendo a tu hijo, no es mi culpa que no tengas quien cuide de tus hijos, no es mi culpa que seas una madre inepta- carcajeó agitando sus pestañas.

Quería tomarla de los cabellos y golpearla hasta el cansancio pero no haría nada, era siempre así, ninguna escena que había en mi cabeza se volvía realidad, era una maldita mojigata que se dejaba pisotear por todos y por todo. Caminé hasta mi oficina, recogí lo que podía y de la mano con Jona me dirigí hasta la oficina de recursos humanos.

Comencé a elaborar planes alternos, que hacer, a dónde ir, como vivir hasta volver a conseguir un empleo que me de lo suficiente como para criar a ambos niños, Jona tenía más necesidades, pero las de Alexa y sus útiles eran más caras. Su padre, no quería pero debía recurrir a él, también eran sus hijos y jamás lo molesté, siquiera para que los reconociera, en esta situación algo debía de hacer.

-Señora Bronx- llamó el contador de la empresa.

Entré a la pequeña oficina y su mirada lastimera dolía aún más.

-Lo siento mucho Scarlett, sé que debe de ser duro que te despidan así- me tendió el cheque con un monto mucho menor de lo que debía de ser.

-Debe haber un error Carlos-

-No Scarlett, como el motivo de despido es por incumplimiento de las normas de la empresa el director solicitó que se te diera nada más que esto... de veras que...-

-Está bien... entiendo- dije poniéndome de pie y saliendo de allí a toda prisa para evitar que las lágrimas salieran y me vieran totalmente derrotada.

Tomé a Jona y lo alcé en mis brazos para salir más rápido de aquel lugar, había sufrido ya muchas ofensas y humillaciones, no sólo del director sino de las demás trabajadoras, había soportado todo por el bienestar de mis niños y lo hubiera seguido soportando, diablos, que iba a hacer. Llegando a la salida no pude evitar tropezar con mis tacones provocando la burla de las demás.

-Señora Bronx- Jim me sostuvo en el momento justo.

-Gracias Jim- murmuré tratando de mostrar una sonrisa.

-¡Señora Bronx!- lo oí gritar tras de mí pero las lágrimas habían comenzado a salir y no podía volver atrás.

-Aprieta tu agarre cariño, iremos más rápido para llegar por Alexa ¿sí?- sentí sus manitos apretar mi blusa y comencé a caminar lo más rápido que pude.

Llegamos al parque que había frente a la escuela de Alexa y compré un yogur y galletas para Jona, que con todo lo sucedido no había desayunado. Volví a ver el cheque de la empresa y era una completa burla, no cubría siquiera los gastos del mes con él. Debía pagar aún la renta de la casa donde vivíamos y mis padres vivían lejos de la ciudad, como seguiría con todo esto.

-¿Señora Bronx?- la voz de Jim me distrajo e intenté limpiar mis lágrimas.

-¿Jim? ¿Pasó algo?- pregunté ante el escrutinio del guardia de la empresa.

-¿Aceptaría almorzar con mi familia hoy? Creo que le haría bien a los niños, mis hijos estarían felices de verlos- dijo colocando su mano en mi hombro.

Con los ojos llenos de lágrimas asentí, su aspecto era parecido al de mi padre, sus canas abriéndose paso entre sus cabellos y las arrugas amenazando con enseñarle que nadie huye del paso del tiempo.

-Volveré al cumplir mi horario, coincide con el de Alexa así que, aquí nos vemos- dio unas palmaditas en mi espalda y se alejó.

No pude contenerme más y con la cabeza en mis manos comencé a llorar hasta que unas manitos me cubrieron el rostro.

-Te amo mamita- su vocecita traviesa me hizo volver a la realidad.

-Te amo más mi querubín- lo besé en la frente y su abrazo era el bálsamo que necesitaba para ese dolor.

Los meses fueron pasando y con ellos parecían acentuarse los problemas cada vez un poco más. Cada día conseguir trabajo era más difícil. La juventud ganaba sobre la experiencia. El hecho de ser madre de dos niños y no contar con apoyo lo hacía aún más complicado.
-¿Mamá?- dijo Alexa sacándome de mis pensamientos.
- ¿Sí?-
- Jona ha quedado sin leche y está pidiendo más -
Era duro ver a mi niña tomar mi lugar, con sus seis años debería de jugar y sonreír, conocer otros niños, ir a los parques.
- Deberías ser feliz - solté con un suspiro derrotado.
- Eres mi mamá, estás con nosotros cuando todos nos dejaron, Jona y yo te amamos -
Sus pequeños brazos alrededor de mi cuello hicieron que rompiera en llanto y pidiera perdón como todas las veces que eso pasaba.
- Mamá -
- Vamos por esa leche - dije viendo a Jona asomar su cabecita en la cocina.
Miraba el reflejo que el espejo me devolvía y no sabía en que momento fue que me volví aquella persona, esa mujer sin ganas de luchar y resignada. Sabía que debía salir adelante, que debía ser fuerte y lograrlo, no por mí, sino por ellos, ellos no merecían pasar lo que yo. No merecían vivir esto.
- Y no lo harán - dije decidida a vencer todos los obstáculos que se interpusieran.

20 años después

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