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Capítulo 24

Tras descubrir que la llamada que estaba recibiendo era de Isaac no pude evitar comenzar a actuar alterada. Por supuesto no iba a atender delante de mi padre, si me ponía a pelear con mi asistente en una llamada iba a ser todavía más obvio de quién era la ropa que tenía puesta.

Sin embargo, las llamadas pasaron a ser mensajes con justificada insistencia. Isaac quería saber por qué me fui y si iba a volver. Al principio los ignoré por pura cobardía y puse una excusa para irme de la casa de mi padre.

De nuevo en mi hogar, tomé un largo y merecido baño y ya usando mi propia ropa decidí contestarle. Quería que vaya a su casa de nuevo para charlar las cosas, pero no podía volver al lugar del cual acababa de huir para discutir la situación, por lo que acordamos encontrarnos en otro lado.

Y por eso estoy ahora en este café de mala muerte esperando a Isaac que, para sorpresa de nadie, está atrasado. Sacudo la muñeca para acomodar mi reloj y poder ver la hora, veinte minutos de retraso para ser exacta. Exhalo perdiendo la paciencia, aunque no tenga derecho a reclamarle nada el día de hoy. El involuntario movimiento que hace mi pierna se vuelve cada vez más incontrolable.

—Señorita, ¿va a pedir algo o no? —Es la segunda vez que la joven mesera se acerca luciendo harta y mascando chicle con la boca abierta como si fuera una vaca pastando. Una total falta de decoro si me preguntan.

—La persona que estoy esperando todavía no ha llegado.

—¿Entonces? —insiste mirándose las uñas.

—Entonces voy a ordenar cuando esté aquí para no faltarle el respeto.

—Tal vez la han dejado plantada.

Su comentario me toma por sorpresa y la observo con los ojos abiertos de par en par, pero decido morderme la lengua para no armar un escándalo. Aun así, me deja pensando por un segundo. ¿Qué tal si Isaac hizo esto en venganza por haberme ido de su departamento sin avisar y nunca llega? Sacudo mi cabeza negando, él no es así, no puede ser.

—Te aseguro que ese no es el caso —me limito a decir intentando convencerme a mí misma.

—Genial, me alegro —suelta con ironía rodando los ojos—. Tienes que pedir algo para permanecer en el local, de lo contrario voy a tener que pedirte que te vayas.

La mandíbula se me descoloca con sus palabras, si fuera un dibujo animado mi mentón estaría en el suelo en estos momentos. No estoy acostumbrada a este trato, los lugares que frecuento tienen empleados de primer nivel. Las mesas de al lado están todas vacías, si el local estuviera repleto lo entendería, pero esto ya es solo para molestar. Maldito café al que me hizo venir Isaac. Si quisiera de seguro podría comprarlo en dos segundos y lo manejaría mejor que esta gente.

—Ok —esta vez ya no me importa ser paciente y se me nota en la voz —. Quiero un chai latte, por favor.

—No tenemos eso.

La observo incrédula, ya que no es un pedido tan complicado, antes de volver a hablar: —Está bien, un té negro helado entonces.

Lo anota en su pequeña libreta como si le hubiera pedido veinte platos de comida distintos y se retira sin agregar palabra.

En el momento en el que la joven se va la campana que cuelga en la entrada suena y levanto mi cabeza encontrándome con Isaac entrando a las apuradas y con el abrigo torcido. Se acerca a la mesa y busco a la muchacha con la mirada para demostrarle que no me han dejado plantada, pero se ha ido a la cocina.

—Lamento la tardanza —sentencia sin una pizca de humor en el tono que emplea. Me ahorro el comentario de que estoy acostumbrada a su impuntualidad desde el primer día.

—No te preocupes, acabo de pedir un té, espero que no te moleste.

—Nada que hagas ahora puede molestarme más de lo que ya hiciste esta mañana, así que tranquila —dice clavando sus ojos en mí. Creo que nunca lo he visto tan enfadado.

—Isaac... —comienzo, pero me interrumpe.

—Espera, voy a pedir un café antes, mi temperamento lo necesita.

—Suenas como yo. Hemos pasado demasiado tiempo juntos —intento romper la tensión con mi comentario, aunque no lo logro, sólo me gano una mala mirada de reojo del pelirrojo antes de que pida un tazón de café.

Permanecemos en silencio hasta que traen nuestras bebidas. Endulzo mi té mientras que Isaac toma un largo sorbo de su café. Luego exhala y vuelve a encararme.

—Dicen que cuando pasas demasiado tiempo con alguien se empiezan a mezclar las actitudes de la otra persona con las tuyas. La manera de hablar, los gestos, cosas así.

—Lo he escuchado —menciono.

—Supongo que tengo suerte de que de ti se me haya contagiado el gusto por el café negro e hirviendo y no las actitudes cobardes.

Lo que se siente como un golpe en el pecho me obliga a tirarme hacia atrás con mi respiración cortándose durante un segundo por el dolor que me producen sus palabras. Me gustaría enojarme con él en este momento, pero no está equivocado y eso es lo que más duele.

—Isaac, no puedes hablarme así.

—¿Pero qué mierda fue eso, Charlie? Me despierto y has desaparecido, no había ni una nota, ni siquiera un mensaje. Mi estúpida inocencia quiso creer por un instante que estabas en el baño o la cocina y quedé como un completo idiota cuando vi que no era así. Y peor aún cuando te esperé imaginando que volverías.

—No entiendes la situación —titubeo sin poder mirarlo a los ojos.

—Pues ponme a prueba porque soy bastante más inteligente de lo que parezco.

—Estoy comprometida con otro hombre —remarco y él rueda los ojos chistando enfadado—. ¡Lo estoy! Esa es mi realidad, Isaac, por más que no nos guste a ninguno de los dos.

—Estás en un compromiso falso con un imbécil que ni siquiera te merece, Charlotte. Eres una mujer tan increíble —Su impaciencia se hace evidente cuando comienza a dar pequeños golpecitos con los dedos en la taza que tiene en frente—. Mereces más, es lo único que necesito que entiendas.

—Por supuesto que lo entiendo.

—¿Entonces por qué mierda sigues con Warrin? Si no quieres estar conmigo puedo entenderlo, puedo aceptar que no me elijas, pero por favor no lo elijas a él.

La voz se le entrecorta descolocándome por completo. En mi mente cuadrada no estaba la idea de que él creyera que me fui por no quererlo, porque sí que lo quiero. Siempre fui consciente de la manera en la que el amor complica las cosas, pero con Isaac no me queda más remedio que quererlo con todas mis fuerzas y desear tenerlo al lado a cada minuto. Es por eso que me hiere lo que piensa.

—No lo elijo porque así lo desee, es que no me queda otra opción. Warrin me tiene justo donde quiere, sabe exactamente como controlarme y manipularme. Si rompo el compromiso va a intentar arruinar la compañía y la reputación mía y de mi padre. Además, el corazón de mi padre se rompería si se entera de que le estuve mintiendo por tanto tiempo con mi compromiso.

—Charlie, subestimas demasiado a tu padre— responde dejando caer su cabeza hacia un lado con una risa nerviosa.

—¿A qué te refieres?

—A que...es que —comienza dubitativo, intentando encontrar las palabras justas para decir. Su indecisión para hablar levanta mis sospechas.

—Habla, Isaac.

—Él quiere que seas feliz, es lo único que le importa. Créeme que Warrin le importa un carajo.

—¿Y tú cómo sabes tanto de lo que mi padre quiere? ¿Desde cuándo tienen tanta confianza?

—¡Porque me contrató por ti! —exclama dejándome más confundida que antes—. No lo hizo porque estuvieras cansada y necesitaras ayuda en el trabajo, lo hizo porque no te veía bien, no te notaba contenta, y creyó que necesitabas un cambio positivo en tu vida personal, y en parte sabe que es por culpa del prometido que te pavonea del brazo en los eventos, sólo cuando a él le sirve, cuando le conviene. Tu propio padre me lo dijo.

Intento aguantar el enojo que me produce saber que hablan de mí a mis espaldas con el único propósito de controlar mi vida. No me molesta tanto como cuando pensé que mi padre creía que yo no podía manejar mi trabajo sola, pero igual me irrita. Aprieto mis labios en una línea fina antes de dejar salir un suspiro de rendición.

Sé que los dos tienen razón, no soy estúpida y su explicación no es descabellada. Estar al lado de Warrin me drena la energía, la alegría y las ganas de hacer cualquier cosa. Es algo que se hizo obvio para mi entorno. Sin embargo, no es la única razón que me impide estar con Isaac y le debo una explicación.

—Tus palabras me alivian, en serio. Saber que mi padre no sufriría si rompo el compromiso es algo que necesitaba. De igual manera no podemos estar juntos —sentencio con la cabeza gacha.

—Está bien, lo acepto, pero al menos dame una razón.

—No puedo aparecer el lunes en la oficina tomándote de la mano, ¿lo entiendes? Tengo una reputación que no me puedo permitir ensuciar. Aunque intentemos pasar desapercibidos al principio los rumores corren rápido y eso nos va a afectar a ambos. Dirán que te acostaste con la jefa para escalar en la compañía o que yo he compartido la cama con la mitad de los empleados. Lamento informarte que así funciona el mundo, sobre todo para las mujeres.

Termino de hablar y Isaac muerde su labio inferior con esa sonrisa de enfado dibujada en su rostro. No habla por unos segundos, sacudiendo su cabeza de lado a lado incrédulo.

—No puedo creer que te importe tanto lo que piensan los demás, Charlie. Tú no eres así, eres de las que se llevan a todos por delante. Cuando tú entras a un lugar no hay una sola persona que no se gire a mirarte, esa es la fuerza que tienes así que pueden meterse los rumores en el culo.

—No todo es tan simple.

—Es que a veces sí lo es, pero te empeñas en complicarlo. ¿Por qué te da tanto miedo ser feliz? Parece que no sabes cómo vivir si no es sintiéndote miserable, parece que...

Va a continuar cuando su teléfono vibrando sobre la mesa lo interrumpe. La pantalla se ilumina dejando ver el nombre de Colleen, su hermana.

—¿No vas a atender?

—Luego la llamo, estamos en el medio de una conversación —dice y deja que se corte la llamada, pero al segundo vuelve a vibrar.

Isaac toma el teléfono en sus manos y pasea la mirada entre la pantalla y mis ojos. Me pide que lo disculpe un momento y asiento. Comienza hablando con normalidad hasta que su expresión de pronto se endurece. El teléfono se le desliza de la mano provocando un fuerte ruido seco al golpear contra la mesa del café.

Levanta la mirada y me observa boquiabierto. No necesito que me cuente que ha pasado, sus ojos llenos de dolor me dicen todo, aun así, debo asegurarme.

—¿Estás bien? ¿Qué ocurre? —pregunto sintiendo como se me revuelve el estómago.

Sus ojos cargados de lágrimas pierden el foco, revoloteando para todos lados. Agarrándose con fuerza de los costados de la silla intenta recuperar el control de su respiración, pero no lo consigue y suelta un espasmo ahogado antes de poder contestar.

—Charlie, mi padre ha fallecido. 

🥺 Pasó lo que tenía que pasar, una disculpita por hacer sufrir al pelirrojo 🙌

Espero que hayan disfrutado la lectura 🤯¿Están listos para el final? Porque no falta mucho. 

˚₊‧꒰ა ☆ ໒꒱ ‧₊˚Si te gusta la historia no olvides dejar tu voto y comentarios ˚₊‧꒰ა ☆ ໒꒱ ‧₊˚

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