Capítulo 16
Isaac
Doy tres suaves golpes en la puerta de la habitación de mis padres. Aunque no recibo respuesta abro despacio y me adentro exhalando de alivio al ver una imagen que no era la que esperaba.
Me imaginaba algo lúgubre, el aura de la enfermedad flotando en el aire, la oscuridad de algo inminente e inevitable trepando por las paredes. Nada de eso ocurrió. La habitación está iluminada por completo y la ventana abierta de par en par deja entrar la relajante brisa de la noche. Hay paz.
En el medio de las cuatro paredes se encuentra la cama, esa que siempre me pareció gigante cuando era sólo un niño, y sentado sobre ella, tapado por un par de gruesas mantas, está mi padre.
Su rostro parece recuperar años de vida cuando me ve. Las ojeras son evidentes, la palidez también, pero no voy a remarcar nada de eso, no es para lo que vine. Por otro lado, noto que ha perdido peso y su cabellera anaranjada ya no es tan abundante como antes. Sin embargo, la fiereza, la valentía y la bondad siguen presentes en su mirada.
—Hola, pa—me limito a decir con un hilo de voz antes de trepar a la cama y acurrucarme en sus piernas como un gato.
—Mi querido Isaac—suspira envolviéndome en sus brazos y plantando un beso sobre mi coronilla—. Que bueno que hayas podido venir.
—Por supuesto que vine, ¿cómo no iba a hacerlo?
—Sabemos que estás muy ocupado en la ciudad, tienes tu trabajo, tus responsabilidades y está perfecto.
El ánimo en su voz me transmite algo de tranquilidad, pero de pronto un ataque de tos lo desestabiliza hasta que se esfuerza por recomponerse. Inhalo y aguanto el aire dentro para no ponerme a temblar como una criatura.
—Mi familia siempre va a ser mi prioridad, eso no va a cambiar nunca. No importa dónde esté o qué esté haciendo.
—Tu prioridad debe ser vivir tu propia vida, en tus tiempos, bajo tus términos. Y ser feliz. Lo sabes, ¿verdad? —pregunta y con sus manos levanta mi mentón para mirarme a los ojos, yo los desvío sin contestarle—. Isaac, necesito que me digas que lo entiendes, porque algún día no voy a estar más aquí y me iría mucho más tranquilo si tengo esa certeza.
—Papá, no digas esas cosas.
Aguantar el llanto sería estúpido de mi parte a esta altura. Las lágrimas fluyen por mi rostro sin reparo, y si hay algo que me ha enseñado el hombre sentado frente a mí, sosteniéndome en sus brazos, es que debemos aceptar nuestras emociones, así que las dejo fluir.
—Es la realidad, hijo mío. No somos eternos—responde al mismo tiempo que limpia mis lágrimas con su pulgar—. Entonces, ¿lo entiendes?
Asiento y descanso la cabeza en su pecho. Nos quedamos así unos minutos que agradezco ya que me sirven para calmarme, aunque sea un poco, y dejar de llorar. Las caricias que mi padre deja en mi cabello ayudan a lograrlo.
—¿Cómo te sientes? —al cabo de un rato junto el coraje necesario para formular esa pregunta.
—Bien, estable. No ha sido más que una pequeña recaída. El médico dijo que es normal cuando se transita una enfermedad de este estilo. Por suerte tu madre y tus hermanas son excelentes enfermeras.
Su respuesta se siente honesta y la sonrisa que me brinda lo reafirma. Agradezco internamente la familia que me ha tocado. Soy quien soy hoy gracias a ellos, a la maneara en la que fui criado, siempre con calidez y alegría, sacando lo positivo aun en las peores circunstancias. No lo cambiaría por nada en el mundo.
—¿Sientes ese aroma? —consulta mi padre.
Inhalo profundamente, intentando descifrar que es lo que están cocinando por el olor que se hace paso a través de la puerta que dejé abierta. Otra cosa que jamás ha faltado en este hogar, la comida casera.
—Es estofado de carne—digo con confianza.
Reconocería el aroma de ese plato en cualquier lado. Mi madre cocina usando siempre las mismas hierbas y especias.
—Mi favorito.
—Huele increíble—agrego levantándome de la cama—. Vayamos a ayudar a preparar la mesa.
Extiendo mi mano para ayudarlo a ponerse de pie. Mantener lo más activo posible a mi padre me parece una buena idea. No quiero que se quede en esta cama postrado hasta el final de sus días. Él se muestra contento con la iniciativa y acepta mi ayuda. Luego me aclara que es porque a veces mis hermanas y mi madre lo cuidan por demás y no lo dejan hacer nada. Él no las culpa, es la manera que tienen de protegerlo ante el latente miedo de perderlo.
Con paciencia bajamos las escaleras y nos acercamos al arco que divide la sala de estar con la cocina. Me quedo de pie observando la escena con sorpresa; una organizada fila de trabajo se ha formado frente a la mesada, Charlotte, mi madre, Colleen y...Bueno, Sam no puede ser considerada parte de la fila, sólo hace que canta la música que sale de su teléfono usando una cuchara de madera para reemplazar un micrófono.
Mi fascinación aumenta cuando noto que Charlotte está vestida con ropa que me resulta familiar. Reconocer que las prendas que está usando son de mi hermana menor casi me roba una risotada, pero decido aguantarme para no arruinar el momento.
Por otro lado, observo como lleva el ceño fruncido y tiene toda su atención puesta en revolver el estofado. Ella siempre lo da todo, ya sea redactando un informe, encabezando una reunión con inversionistas o cocinando una cena casera con gente que acaba de conocer. Charlotte no tiene idea lo que significa la mediocridad, el término medio.
Podría continuar vagando por mis pensamientos todo el día si no fuera por la voz de mi papá susurrando en mi oído.
—No me contaste que estabas enamorado.
En un acto reflejo me corro hacia atrás algo espantado, solo para encontrarlo sonriendo complacido.
—¿De qué hablas?
—Oh, por favor, Isaac—suelta sin elevar la voz ni perder lo socarrón—. Puedo reconocer una mirada de amor cuando la veo, me haces acordar a mí, a la manera en la que yo miraba a tu madre cuando tenía tu edad. La forma en la que lo sigo haciendo hasta el día de hoy.
—N-No es lo que piensas—sacudo la cabeza de lado a lado sintiendo como mi cara se enciende en un instante—. Ella es mi jefa.
—¿En serio? —inquiere y asiento—. Entonces déjame decirte que estás en problemas muchacho.
Me da una palmada en el hombro y comienza a reír logrando que todos en la cocina noten su presencia. Mamá se da vuelta encantada y se acerca a abrazarlo, rodeando sus brazos a la altura de su cintura y plantando un beso en sus labios.
Cuando lo vio aparecer se iluminó su mirada y de pronto entiendo lo que mi padre acaba de decir. Lo mira con amor, uno profundo y sincero. Si yo realmente estaba mirando así a Charlie entonces estoy en problemas de verdad.
—Llegaron justo, ya casi está la comida. Siéntense—dice Colleen mientras lleva vasos a la mesa.
—Primero déjenme presentarme—él se acerca hasta Charlotte y la ve extender su mano—. John Hill, encantado en conocerte.
—Lo mismo digo, señor Hill. Soy Charlotte Benson.
—Nada de señor, por favor, sólo llámame John.
Charlotte accede al pedido de mi padre con una sonrisa y mi madre nos apura a todos hacia la mesa. Me ofrezco a ayudarla a llevar el estofado a la mesa ya que se ve pesado, no somos pocos después de todo, pero se niega. "El que cocina, lo sirve", es lo que ella siempre dice.
Mi falta de coraje para afrontar a mi jefa luego del incidente con cierta palabra que se le escapó a Colleen hace que mis padres la acaparen por completo y quede sentada entre ellos dos. Mientras tanto yo ni siquiera me animo a mirarla a los ojos, maldiciendo por dentro y pensando que más tarde voy a tener que hablar con mi hermana al respecto.
Creo que, por suerte, nadie nota mi incomodidad. La charla se hace amena y la comida está deliciosa. Extrañaba la comida de Amy más de lo que imaginaba por lo que aprovecho para disfrutar cada bocado.
—Dime, Charlotte, ¿te ha gustado la cena? —pregunta mi madre cuando todos terminamos.
—Estuvo exquisita—responde luego de limpiar la comisura de sus labios con una de las servilletas de tela que mi abuela nos obsequió hace años—. Una vez, en un viaje de negocios, tuve la oportunidad de probar los platos de la chef Isla Quiroga. Éste estofado los ha superado.
La cara de mi madre se tiñe de rojo como una quinceañera viviendo su primer amor, comienza a reír con nerviosismo al mismo tiempo que le deja en claro a Charlotte que no le cree ni una sola palabra. Los demás acompañan la risa, aunque yo no puedo evitar notar que la garganta de mi jefa se tensa al contestar.
Después de terminar de levantar la mesa, Sam escolta a Charlotte hacia arriba para mostrarle el resto de la casa. Aprovecho para acercarme a mi madre.
—Estaba pensando que puedo dormir en el sillón, seguro a Tobías le encantaría la compañía.
—¿Estás loco? La mandé a Charlotte a tu habitación y puedes dormir tú también ahí, no soy una anticuada.
—Ma, entiendes que es mi jefa y no una novia o algo por el estilo, ¿verdad?
—¿¡Qué!? — los ojos de Amy se abren de par en par acompañando su mueca de sorpresa e incredulidad—. Pero si vi como la mirabas.
—¡Eso mismo le dije yo! —agrega mi padre tomándola del brazo para no perder el equilibrio mientras ambos ríen.
—Como sea, ahora entiendes porque no puedo compartir la habitación con ella.
—Ay, hijo. Lo lamento mucho, pero con la visita de tus tíos y ahora que tu abuelo vive aquí con nosotros comprenderás que estamos justos con el espacio.
Cuando termina de hablar intercambia una mirada cómplice con mi padre y ambos intentan aguantar la risa hasta que les resulta imposible, rompiendo en exageradas carcajadas que los tienen doblados al medio. Me encantaría enojarme con ellos, sin embargo, verlos así desencadena una oleada de calidez que recorre todo mi cuerpo.
—Son crueles, en serio—comienzo a reclamarles caminando hacia atrás para no perder el contacto visual con ellos a la vez que me alejo lo más rápido que puedo—. No sé que creen que están tramando, que plan piensan que les saldrá, pero están muy equivocados. Nada pasará.
—Que tengas dulces sueños, hijito—llega a canturrear en broma mi madre antes de perderme de vista.
No puedo creer la actitud que están teniendo, son como niños. Y eso que ni siquiera les he contado que ya nos hemos acostado juntos. Lamentablemente para ellos, los nietos van a tener que esperar, mucho, mucho tiempo. Y ni siquiera serán con Charlotte Benson.
Cuando llego frente a mi habitación noto la puerta entreabierta y la luz prendida dentro, por lo que asumo que la visita al resto de la casa ha terminado y Sam ya le ha enseñado a Charlie donde dormir. Golpeo tres veces la puerta con mis nudillos y ante la falta de respuesta termino de abrir para hacerme paso dentro. Hora de enfrentar la situación.
Abro la boca para empezar a disculparme con Charlotte por lo que pasó hace un rato, aun así, ninguna palabra sale de ahí. La mandíbula me queda abierta al observar a mi jefa de abajo hacia arriba y notar lo que lleva puesto. Se encuentra de espaldas a mí, intentando ordenar los rizos de su oscuro cabello. Uno de mis pantalones para hacer ejercicio ahora cubre sus piernas, donde le queda algo suelo. Lo ha ajustado al máximo en la cintura logrando que acompañe a la perfección las curvas de su trasero. Por encima lleva una de mis viejas camisetas de remo, deporte que practicaba en la escuela.
Debo acomodar mi pantalón para disimular lo mucho que me excita verla usando mi ropa.
—Veo que Sam ya te mostró de dónde podías sacar un pijama.
—Mierda, Isaac—Charlotte se voltea sobresaltada, apoyando una mano sobre su pecho y exhalando agitada—. No te escuché entrar.
—Te queda—comienzo y carraspeo metiéndome ambas manos en los bolsillos—. La ropa, te queda, estás...te ves...
—¿Me veo como una arpía?
Pensé que estaría enojada, pero sus palabras salen en tono de broma. Se sienta en el borde de la cama de golpe, dejando caer todo el peso de su cuerpo con evidente cansancio.
—Por favor, déjame explicarte eso—digo sentándome a su lado.
—No necesito que expliques nada—me interrumpe mirando al frente, analizando cada poster que cuelga en la pared—. Puedo imaginar por mi cuenta la razón por la cual me gané ese apodo y prefiero no saber que le has dicho a tu hermana.
—Aun así, siento que necesito aclarar que...
—Isaac, está bien—apoya su mano sobre la mía para que no siga hablando—. Dejémoslo ahí.
Decido hacerle caso y parece complacida con eso porque decide descansar su cabeza sobre mi hombro y afirmar su agarre en mi mano. La escucho inhalar y exhalar con pesadez, hasta que eso se transforma en un suave llanto que está intentando esconder. Sin embargo, la forma en la que tiembla y su pecho subiendo y bajando la exponen.
Mierda, lo sabía, sí estaba dolida por lo que dijo Colleen.
—Charlotte, lo siento mucho, no es como crees, déjame ponerte en contexto.
—No lloro por eso—suelta entre dientes levantando al cabeza y jugueteando nerviosa con el cordón de la cintura del pantalón—. Es solo que no puedo recordar la última vez que comí algo casero, ¿no es patético?
—Por supuesto que no—me apresuro a responder acariciando su brazo por instinto.
—O sea, Stephanie siempre cocina cuando voy a su casa, pero su comida no es muy buena que digamos—su llanto se mezcla con una risa—. No le cuentes que dije eso.
—Tienes mi palabra, Charlie—le dejo saber haciendo un gesto en el aire que imita cerrar mi boca con llave.
Las lágrimas caen de su mejilla hacia su camiseta, bueno, técnicamente es mi camiseta. Nos quedamos callados hasta que logra calmarse un poco. Me gusta creer que las caricias que no dejo de hacer contra su suave piel tienen algo que ver.
—Gracias por invitarme—rompe el silencio—. Lo necesitaba sin siquiera saberlo.
—Gracias a ti por acompañarme.
Sus ojos tintineantes por el llanto, las pestañas todavía húmedas, la piel morena de su rostro brillando, todo me hace acercarme un poco más a ella. No debería permitir este contacto, pero es más fuerte que yo. Tomo uno de sus rizos entre mis dedos, jugueteo un poco con el mismo y ella sonríe. Termino colocándolo detrás de su oreja. Dios, como me gusta su cabello.
Charlotte es hipnotizante, sus ojos negros me resultan atrapantes y su aroma natural me hace inhalar con fuerza, aunque me duela como una punzada en el medio del estómago.
Mi pulgar se desliza casi por voluntad propia a través de su quijada hasta su labio inferior, hinchado, colorado, invitándome. No hay una sola fibra de mi cuerpo que no quiera besarla ahora mismo. El deseo de estar dentro de ella una vez más me quema.
Sin embargo, no puedo, y debo aceptarlo. Dejo caer mis manos a los costados antes de ponerme de pie para alejarme y que no note la dureza en mi entrepierna que se marca a través de la tela del pantalón.
—Tú dormirás en la cama y yo en el suelo—exclamo para cambiar de tema rápidamente y me pongo a arreglar una cama improvisada sobre mi alfombra con mantas y almohadones.
—Está bien.
Me pregunto si lo que noto en su voz es decepción. Cuando termino de acomodar todo ella se acuesta en la cama y yo en el piso, justo como le dije.
A decir verdad, esto era más cómodo y divertido cuando era pequeño y algún amigo de mi escuela se quedaba a dormir, pero en este preciso momento me pregunto si podré dormir en algún punto de la noche. Intentando no hacer mucho ruido me giro varias veces intentando encontrar la mejor posición. No lo logro.
—Tu habitación es justo como la hubiera imaginado—susurra Charlie de pronto.
En la oscuridad su voz suena todavía más dulce. Cierro los ojos con fuerza alejando ese pensamiento de mi mente.
—¿En serio?
—Sí, sobre todo las estrellas luminosas pegadas en el techo. Aunque no me esperaba el peluche de pescado que tienes sobre el aparador.
—En realidad es un peluche de pez, se supone que sigue vivo— la corrijo y ambos reímos por lo bajo para no despertar a nadie.
—¿Tú tampoco puedes dormir?
—Así es.
—Hace un poco de frío—sigue hablando en un susurro.
Me pongo de pie de un salto ante sus dichos, tomando las mantas que estaba usando yo para acercarme a cubrirla.
—Charlie, me hubieras dicho algo antes, mi madre me matará mañana si se entera que dejé que un invitado pasara frío en su casa.
Termino de taparla y doy media vuelta para volver al suelo, sin embargo, su agarre en mi muñeca me detiene.
—Isaac, ¿puedes venir a dormir a la cama conmigo? No quiero estar sola.
Intento negarme, decirle que no sería prudente, que no nos conviene por muchas razones, pero noto sus cejas suplicantes, me percato de las estrellas luminosas del techo reflejando en sus ojos y de su boca entreabierta haciendo lucir todavía más deliciosos a sus labios y me doy cuenta que he perdido hace rato. Rodeo la cama sin decir nada y me acuesto a su lado.
No soy tan fuerte como creía.
¡Hola! Espero que estén disfrutando el domingo :)
¿Les gustó el capítulo de hoy? ¿Les gusta cuando narra Isaac?😋
˚₊‧꒰ა ☆ ໒꒱ ‧₊˚
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro