Capítulo 15
Isaac abre la puerta de la casa sin problema, no estaba girada la llave del otro lado, cosa que me preocupa y llama mi atención en partes iguales. Él lo nota.
—Ya no estás en la ciudad, Charlie. Aquí no pasa nada, nadie cierra la puerta con llave.
Lo dice en un susurro y pone un pie dentro de la casa. Está muy iluminada, contrastando demasiado con la oscuridad del exterior por lo que pestañeo varias veces intentando acostumbrarme.
—¡Familia, estoy en casa! —grita el pelirrojo sin reparos mirando hacia la escalera.
No puedo explicar cómo me doy cuenta de esto, pero sé que Isaac está intentando sonar más animado y positivo de lo que se siente. Es evidente que es un sostén emocional para esta familia y su personalidad burbujeante debe ser justo lo que necesitan en este momento, o al menos eso es lo que el asume.
El hogar de Isaac es justo como me lo imaginaba, me doy cuenta de ello a medida que avanzamos por el pasillo y llegamos a una acogedora sala de estar. No es una casa muy grande, pero parece ser justo lo que necesitan. La calidez familiar se siente en cada rincón, lleno de fotografías, colores, recuerdos de quien sabe que viaje o acontecimiento, no queda ninguna superficie sin cubrir por algún detalle.
Isaac pasea su mirada por todo el lugar buscando a alguien, la casa evidentemente no está vacía, hay música saliendo de un tocadiscos, las luces están encendidas y hay un par de tazas de té aún humeando en una pesada y gastada mesa de roble.
Sin emitir sonido y siguiendo sus pasos nos acercamos a la escalera. Estamos por subir cuando un sonido precipitado nos hace frenar en seco. Jadeos, uñas rascando el piso con entusiasmo, un tintineo metálico. El perro más peludo que he visto en mi vida aparece en mi campo de visión bajando la escalera a toda velocidad. Escucho a Isaac reír y acto seguido el can se lanza encima de él tirándolo al piso y plantando incesantes lengüetazos por todo su rostro.
—¡Tobías! Basta por favor—las súplicas de mi asistente no son sinceras, es sólo parte de su juego porque su expresión deja ver lo feliz que le pone volver a ver al perro cuyo nombre ya conozco.
Yo permanezco de pie, dando unos pasos hacia atrás por puro instinto. Frunzo mi nariz mientras admiro el reencuentro de dos mejores amigos. El perro se encuentra extasiado y en cuanto Isaac logra ponerse de pie nuevamente comienza a sacudirle con cariño las orejas, logrando que pelos caninos vuelen para todos lados.
Oh no, va a empezar.
La nariz no deja de picarme, los ojos me escocen y el ataque de estornudos sin control aparece. La escena le roba una carcajada a Isaac y le llama la atención a Tobías, que dirige su hocico hacia mí de inmediato. La sonrisa del can se ensancha, la lengua le cuelga jadeando con alegría, la mirada comienza a brillarle cada vez más.
—Ni se te ocurra, Tobías—logro escupir las palabras con rapidez antes que otro ataque de estornudos se apodere de mí.
Levanto la mano en señal de alto, sin embargo, a Tobías no podría importarle menos. Cambia su posición y en un abrir y cerrar de ojos lo tengo encima arremetiendo su lengua por cada parte de mi cara. Soy su nueva víctima.
—Is-Isaac, ayuda—chillo tratando de quitármelo de encima sin poder siquiera abrir los ojos, cada segundo que pasa tengo más saliva en mi rostro—. Soy alérgica.
El pelirrojo se coloca detrás de su mascota y colocándose dos dedos dentro de la boca chifla con todas sus fuerzas. Tobías se gira en el acto y se dirige a su dueño para comenzar a ladrar y saltar sin dejar de mover la cola para todos lados.
Me pongo de pie trastabillando y observo mi reflejo en un antiguo espejo con marco cobrizo que cuelga de la pared del pasillo. Genial, si las ovejas y la tierra en mis zapatos no habían sido suficientes ahora estoy cubierta de pelo, saliva y huellas de perro en mi ropa. Un nuevo y salvaje estornudo me despeina toda.
Justo cuando estoy rogando que la familia no se encuentre aquí para verme en este estado escucho como una puerta se abre en el piso de arriba. Los ladridos deben haber advertido la presencia de alguien.
—Tobías, ¿qué ocurre? —cuestiona la voz de una chica joven.
De pronto se asoma quien había hablado. Su rostro se ilumina al notar a Isaac. Asumo que se trata de una de sus hermanas porque son casi iguales, solo que ella tiene el pelo un poco más claro y muchas más pecas.
—Hola, Colleen—él la saluda con una amplia sonrisa.
Ella no le contesta nada, solo baja corriendo las escaleras, salteándose escalones, hasta que se impulsa desde el último sobre los brazos de su hermano quien, sin dejarla caer, gira en el lugar. La chica hunde el rostro lleno de lágrimas en su cuello.
—Te extrañamos tanto, no te das una idea cuánto, en serio—musita pegada a la oreja de su hermano antes de voltear su rostro hacia la planta alta—. ¡Es Isaac! ¡Está aquí!
—Yo también, a todos.
Cortan el abrazo y la muchacha finalmente se fija en mi presencia, me observa de arriba hacia abajo, pero no con desdén, sino con intriga. No la voy a culpar, me veo terrible. Se acerca y extiende su mano hacia mí en un cordial saludo que devuelvo.
—Encantada, soy Colleen, la hermana de Isaac—dice con dulzura.
—Charlotte Benson, mucho gusto.
Maldigo por dentro la formalidad de mi saludo, aunque no lo pueda evitar. Es a lo que estoy acostumbrada.
—¿Estás bien, Charlotte Benson? —pregunta haciendo énfasis en mi apellido, como una broma.
Inclino un poco mi cabeza para volver a verme en el espejo y no me sorprende que lo pregunte. Tengo los ojos un poco hinchados y teñidos de rojo, el mismo tono que ha tomado la punta de mi nariz.
—Al parecer Charlotte es alérgica a los perros. Es una lástima porque Tobías parece encantado con su presencia, se le lanzó justo encima—contesta Isaac.
—Que raro, solo hace eso con nosotros—menciona mirando a su hermano—. Con la familia, a eso me refiero cuando digo "nosotros"—se voltea hacia mí para explicarme con una sonrisa.
Intento esconder la calidez que inunda mi pecho ante esas palabras. No entiendo la razón por la cual me alegra tanto saber que he sido aceptada por un perro, cuando toda mi vida he huido de ellos por mi condición.
—A mí no me sorprendió—agrega el pelirrojo—. Charlotte es encantadora, después de todo.
Me giro para que no noten que me he ruborizado con lo que dice. Contrólate, Charlotte, no eres una adolescente viviendo su primer amor.
—Así parece. Y hablando de mascotas, ¿qué has hecho con Cornelio?
—¿Cornelio? —mi boca se mueve más rápido que mi cerebro y la pregunta se escapa de mis labios sin pensarlo logrando que Isaac me mire con ternura.
—Cornelio es mi gato. He conseguido a alguien que lo cuide mientras no estoy—me contesta a mí y luego a su hermana.
—¿El gato que tiró café en tus pantalones el primer día de trabajo? —consulto.
—Exacto, que gracioso que lo recuerdes—Isaac sonríe mientras pasa su mano por la parte de atrás de su cabello.
—Ah, entonces tú eres la jefa arpía.
La cara de Colleen no puede ocultar el espanto que la embarga por haber dicho eso. Entiendo que las palabras se le han escapado sin querer, pero igual pinchan. Ella cubre su boca como queriendo que nada más vuelva a salir de la misma y yo trago grueso disimulando la incomodidad.
No me molesta lo que dijo, sino que la única manera en que ella sepa esa información o haya sacado esa conjetura sobre mí es que Isaac se lo haya dicho o le haya hablado de una manera que lo insinúe. Me arrepiento de haber venido en cuanto la idea de que ese sea el apodo que toda la familia tiene para mí me revuelve el estómago.
—¡Colleen! —su hermano le reprocha los dichos antes de intentar acercarse a mi extendiendo su mano para tomar mi brazo—. Charlotte, n-no es como suena.
Quiere seguir hablando, sin embargo, el bullicio del resto de la familia bajando a saludarlo lo interrumpe. Cuando los besos empiezan a llenar sus mejillas quita su mirada de la mía luciendo arrepentido.
El cariño que tienen por Isaac es evidente, el alivio de que él se encuentre de nuevo en su hogar se siente en el aire.
—¿Y esta jovencita? —inquiere una señora de ojos claros con su larga melena rubia con tintes de cabellos ya blancos sujetada en un moño, cuando todos por fin se separan.
—Mi nombre es Charlotte, es un placer.
Me adelanto a la respuesta de Isaac, no necesito que me presente y tampoco tengo ganas de que diga que soy su jefa y todos se den cuenta que la arpía ha llegado. Extiendo la mano para saludarla igual que hice con Colleen, pero la señora no quiere saber nada al respecto. Se avienta sobre mí casi como el perro, fundiéndome en un abrazo apretado cargado de perfume de jazmines. Besa cada una de mis mejillas dos veces antes de romper el contacto y volver a poner distancia.
—El placer es todo mío, cualquier amiga de Isaac es amiga de la familia. Soy Amy, por cierto, su madre.
Isaac no tiene ni el cabello ni los ojos de Amy, pero sí tiene su sonrisa, cercana y bondadosa.
—Ma—comienza—, Charlotte es alérgica a los perros, ¿podrías darle algo para que tome?
—Por supuesto, querida, ven conmigo—Amy encierra mi mano con la suya y comienza a arrastrarme—. También vamos a cocinar algo juntas, ambos se ven famélicos. Y quizás a conseguirte una muda de ropa, algo más...cómodo—agrega luego de observar mi estado en detalle.
—Voy a saludar a papá—musita Isaac y desaparece por la escalera al mismo tiempo que Amy me empuja a la cocina.
En solo unos minutos, la madre de Isaac me pone al tanto de más de la mitad de la historia familiar. Habla así de rápido. Y sus dos hijas no se quedan atrás, aunque Sam, la más pequeña de los tres hermanos, es la más conversadora. Eso no es muy difícil ya que Colleen no ha vuelto a dirigirme la palabra después del "accidente". Tampoco me ha mirado a los ojos, solo al suelo, viéndose por demás avergonzada.
Sam me ha traído el antialérgico junto a un sweater naranja con un girasol bordado en el centro y unas botas bajas rellenas de lana de cordero. Estoy totalmente fuera de mi elemento, pero con la frente en alto como siempre. Y estoy agradecida de no tener que seguir soportando los tacones.
Amy me pone a pelar papas mientras que ella prepara la carne y Colleen pica cebolla. Vamos a preparar un estofado para varias personas, porque el abuelo de Isaac también vive aquí y unos tíos están de visita. El espacio en la cocina es escaso, aun así, conseguimos que funcione. Sam decide poner música y comienza a bailar en el lugar, ganándose las burlas de su hermana.
Nunca he vivido algo así, nunca he compartido un momento tan espontáneo y genuino en familia, cocinando en compañía. Mis ojos comienzan a escocer como si fuera yo la que está cortando la cebolla, y es solo porque me gusta, estoy disfrutando este momento, aunque sé que no debo acostumbrarme.
Toda la vida pensé que no me gustaba cocinar y resulta que sólo se trataba de ni siquiera saber hacerlo, pues no he tenido a nadie que me enseñe. Cierro los ojos unos instantes imaginando una infancia justo como ésta y no los vuelvo a abrir hasta que la voz de Amy suena cerca de mí.
—Estamos algo apretados de lugar debido a las visitas que han venido, pero puedes dormir en la habitación de Isaac.
—Pero, ¿entonces dónde dormiría Isaac?
—Pues, en la misma habitación, por supuesto—aclara Amy acomodando sus anteojos con el dorso de su mano ya que las palmas las tiene sucias—. No soy una de esas madres anticuadas.
Me limito a sonreír y retomo mi tarea de pelar patatas. No estoy segura de la intención de Amy o a qué se refiere, pero es evidente que no sabe que soy la jefa de Isaac, o no hubiera sugerido que durmiéramos en el mismo lugar. Por un lado, me reconforta saber que no todos en esta casa me conocen como "la jefa arpía", así que no me quejo.
—¡Charlotte puede dormir en mi habitación! —se entusiasma Sam, dando pequeños saltos—. Podemos quedarnos toda la noche despiertas, quiero que me cuentes todas las historias que haya sobre la gran ciudad.
—No seas tonta, Sam—le contesta su hermana—. Tu cama es diminuta.
La respuesta de la menor es sacarle la lengua, y su madre les pone un freno diciendo que no se peleen frente a los invitados.
—Discúlpalas, no están acostumbradas a que Isaac traiga mujeres a la casa. Al menos no después de su última novia.
—No pasa nada, es divertido—confieso.
Lo que no me parece divertido es dormir junto a mi asistente después de saber la imagen que tiene de mí. Aun así, no puedo culparlo. No lo he tratado de la mejor manera al principio, además hemos trabajado largas horas, hasta la noche algunas veces, y todos me conocen por ser demasiado exigente. Tal vez me gané el apodo.
Estoy en la casa familiar de Isaac Hill y vamos a dormir en la misma habitación. No, esto no va a ser para nada divertido.
Hola! Espero que hayan tenido un hermoso fin de semana :3
💞❓Una habitación, una sola cama...me pregunto cómo saldrá eso 😌 ¡Quiero saber qué opinan de la familia de Isaac!
Si les gustó el capítulo no olviden dejar su bella estrellita ⭐
˚ʚ♡ɞ˚
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