Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 14

Mis dedos se mueven sobre el teclado de mi teléfono a toda velocidad y con una determinación que no me resulta extraña. Mi apuro viene en parte porque si no envío este mensaje ahora mismo temo que me arrepienta. Conociéndome es posible que llegue a perder el valor que siento en este preciso instante.

Termino de escribir la última palabra, presiono el botón de enviar y me quedo mirando la pantalla mientras mordisqueo la uña de mi pulgar con nerviosismo. Ya es tarde para arrepentirse.

¿El destinatario? Warrin. Le dejo saber que voy a continuar con el acuerdo, voy a asistir a los malditos eventos y salir en las estúpidas fotografías, pero no voy a firmar ningún contrato. Tendrá que confiar en mi palabra.

Soy consciente de que este escenario no es el ideal ni algo que pudiera sostenerse en el tiempo, sin embargo, no me queda otra opción que conformarme con esto por ahora.

En el instante en el que apoyo el teléfono en mi escritorio comienza a vibrar con una llamada de Warrin, aunque decido ignorarlo. El mensaje fue claro y podremos hablarlo en detalle en otro momento si así lo desea, pero por ahora es momento de seguir trabajando. El almuerzo con Stephanie y Holly se hizo más largo de lo que esperaba y he perdido demasiado tiempo, todo el itinerario del día se ha atrasado. Cuando mi prima comienza a cotillear no hay quien la detenga.

Por más que intento poner toda mi concentración en el informe que estoy escribiendo mi mente de vez en cuando se distrae con preguntas como por ejemplo por qué estoy haciendo esto sola cuando mi asistente tendría que estar ayudándome y lo podríamos tener terminado en la mitad del tiempo.

No creo en el destino ni que el universo quiera mandarnos señales o cosas por el estilo, pero en cuanto ese pensamiento fugaz abandona mi cabeza la puerta de mi oficina se abre con un movimiento apresurado. Isaac ingresa, cierra con la misma velocidad con la que abrió y se acerca a mi escritorio con la cabeza gacha.

En cuanto levanta su mirada para enfrentarme puedo ver sus ojos cargados de lágrimas y enrojecidos como nunca. Su pecho sube y baja desesperado, agitado. Noto las pequeñas gotas que se le forman en la frente y como aprieta tanto los puños al costado de su cuerpo que los nudillos se le han puesto blancos.

Mi preocupación se dispara de manera automática y, en consecuencia, me pongo de pie de un salto que casi voltea mi silla hacia atrás.

—Isaac, ¿qué ocurre?

—M-me voy a ir—la manera en la que tartamudea intentando aguantar el llanto me pone en alerta—, aunque no me lo permitas. No me importa que me cueste el trabajo.

—¿Qué? —mis labios permanecen separados mientras intento encontrar algo de sentido a lo que dice.

—Así que, si quieres ven conmigo o despídeme.

—¿A dónde? No entiendo que está pasando.

—Si me dejas ir lo respetaré, pero si vienes podemos ir escribiendo el informe en el camino.

¿Ir a dónde? Todo esto me está mareando y Isaac no está haciendo ningún sentido. Mira de lado a lado sin elevar la vista y juguetea con sus dedos dejando en evidencia la crisis en la que se encuentra. Comprendo que si no tomo las riendas de la situación no vamos a llegar a nada por lo que me acerco a él y lo sostengo por los hombros ejerciendo una delicada presión que lo obliga a centrar sus ojos con los míos.

Noto que el esfuerzo que estaba haciendo por no llorar no ha sido suficiente. Las lágrimas se deslizan a ambos lados de sus pálidas mejillas mojándole toda la piel, descendiendo a través de sus pecas.

—Isaac, escúchame—comienzo con calma—, no voy a despedirte, pero necesito que me expliques que está pasando.

Con la poca fuerza que parece quedarle musita: —Mi padre...

No necesito oír más nada. Esas dos palabras son suficientes.

—Ok, vamos.

Ante mi respuesta los ojos se le expanden de forma desorbitante, no esperaba que accediera a acompañarlo, por más que no tenga idea hacia dónde.

***

—Dos boletos para Calibrooks, por favor.

Escucho a Isaac comprando los boletos de ida para su pueblo en la ventanilla de la estación. Me ofrecí a darle el dinero para pagarlos, sin embargo, él se negó hasta el hartazgo.

Observo la terminal asombrada por la fusión de tecnología con diseño clásico que ofrece. Parece ser un horario bastante concurrido porque la gente se mueve de aquí para allá luciendo apresurada y sin quitar los ojos de sus pantallas. Algunos de vez en cuando chocan, se piden disculpas sin siquiera mirarse y siguen su camino.

—Toma—Isaac levanta el boleto frente a mis ojos—éste es el tuyo. Te dejé el lugar del lado de la ventanilla—agrega sonriente.

Aunque ya no está llorando sus ojos siguen hinchados y colorados. Que ahora deje entrever una sonrisa logra reconfortarme y dejarme un poco más tranquila. En el camino hacia la estación me explicó que su padre sufrió una fuerte recaída. Su madre lo había llamado desesperada por lo que Isaac no dudó ni un instante en ir a verlos.

Yo había temido lo peor en cuanto comentó que se trataba de algo relacionado al padre y al parecer Isaac también. No dejaba de repetir, incluso cuando creía que no lo estaba escuchando, lo afortunado que se sentía de que siguiera vivo.

Algunos olores comienzan a incomodarme y de pronto piso una sustancia viscosa que me produce arcadas. Levanto el zapato en cámara lenta solo para encontrar algo chicloso color negro estirándose desde el piso hacia mi tacón. Las ganas de vomitar incrementan.

—¿No podíamos ir en avión? —el asco que siento se escurre a través de mi voz.

Debo tapar mi boca mientras arrastro mi pie contra el suelo para sacarme la oscura viscosidad logrando que a mi asistente se le escape una carcajada. Al menos ha reído por un instante.

—Porque no puedo costear boletos de avión. Y sé que vas a decir que podrías haberlos pagado tú, pero no corresponde ya que yo te dije de venir, y además hay una razón todavía más importante y es que Calibrooks no tiene aeropuerto.

—Es una broma, ¿verdad?

—¿Te olvidas la parte de "pueblo pequeño"? Agradece que tiene estación de tren.

No puedo creer que no se me había ocurrido. Me siento tonta por pensarlo, pero supongo que estoy acostumbrada a ciertos lujos que siempre di por sentado.

—No falta mucho para salga nuestro tren, vayamos a buscar la terminal indicada—agrega observando su boleto.

Como no tengo idea donde estoy parada Isaac me toma de la mano para guiarme por la estación. La calidez de su tacto contrasta con lo helada que me encuentro generando una oleada de sensaciones por todo mi cuerpo. Caminando entre la gente y los puestos de comida o revistas llegamos a nuestra terminal. Un cartel iluminado con la palabra "Calibrooks" y el horario de salida lo demuestra.

—¿Seremos los únicos que subamos en esta estación? —pregunto mirando hacia los costados, notando que somos solo dos parados aquí.

—Es probable—responde Isaac—. Dudo que mucha gente de la ciudad decida ir a pasar el día a Calibrooks—agrega antes de tomarme del brazo y tirarme hacia atrás—. Estabas pisando la línea amarilla.

Señala hacia el piso mostrando, como si fuera obvio, la parte pintada de amarillo que bordea el sector de las vías.

—¿Y?

—¿Cómo "y"? Es peligroso, Charlotte. ¿Hace cuánto no te tomas un tren? —inquiere y se queda mirando desconcertado mi confusa expresión.

—Ah, cierto. Lo había olvidado—contesto carraspeando y desviando la mirada.

—Charlie, ¿acaso nunca has estado en un tren antes?

Se gira para agarrar uno de mis hombros y observarme, tratando de descifrar en mi mirada la respuesta ya que es evidente que a mí me da demasiada vergüenza admitírselo. No es que tenga nada de malo, pero ni siquiera he estado en una estación de tren antes, mucho menos me he subido a uno. A decir verdad, nunca tuve la necesidad. Mi padre siempre se encargó de que tuviera la posibilidad de moverme a todos lados en los autos de sus choferes.

—Por supuesto que sí he subido a un tren antes, es-es solo que ha pasado bastante tiempo y no recordaba que...

—Ah, ya deja de balbucear—Isaac choca su cuerpo contra el mío complacido—. No tiene nada de malo. De hecho, me parece especial que tu primer viaje en tren sea conmigo.

Me giro para que no vea la ridícula sonrisa que se forma en mi rostro y veo a lo lejos que se está acercando el tren.

—¡Ahí viene! —el grito que se me escapa de entre los labios deja en claro el verdadero entusiasmo que siento y mi asistente se ve fascinado con mi reacción.

En cuanto subimos al tren me quedo boquiabierta. Es algo anticuado, aunque muy bien cuidado. Hay pocas personas dentro, por lo que hay silencio y calma en el vagón. Un chico uniformado muy amable nos pide los boletos y los agujerea con una pequeña herramienta, justo como en las películas. Tomo asiento al lado de la ventanilla, sorprendida por la comodidad del asiento que incluso se inclina un poco hacia atrás.

—Y, ¿qué opinas? —quiere saber el pelirrojo.

—Es hermoso.

Las circunstancias que nos trajeron al tren, sin embargo, son desafortunadas, pero decido omitir esa parte.

Incluso antes de partir él sugiere que nos pongamos a trabajar en el informe. Dice que lo va a ayudar a despejar la mente y no preocuparse tanto por lo que lo está esperando en la casa de su infancia.

—Después de todo, son cuatro horas de viaje—agrega acomodando unos papeles y dejándolos en las diminutas e incómodas mesas que se bajan del asiento de adelante.

Accedo porque trabajar es mi actividad favorita y porque no tenemos otra cosa para hacer ya que salimos de la oficina y vinimos directo a la estación. Ni siquiera tenemos otra muda de ropa.

Una vez que nos ponemos a trabajar todo fluye como de costumbre. La velocidad con la que Isaac se ha adaptado a este rubro no deja de sorprenderme. Realmente lo noto a gusto con cada tarea que realiza.

A mitad de camino caigo en la cuenta de que no todo puede ser informes y decido concentrarme en el bellísimo paisaje que me regala el viaje a través de la ventana. El verde de la vegetación que se funde en las colinas me deja encantada y el sol se empieza a ocultar entre las mismas dejando el cielo pintado de un cálido color naranja. Me siento llena de una paz a la que podría acostumbrarme.

La suave vibración de las ruedas del tren contra las vigas metálicas de las vías termina siendo casi como una canción tan relajante que me obliga a cerrar los ojos y distenderme, sólo para descansar un poco.

—Charlie—susurra Isaac mientras me sacude de manera tenue—. Estamos llegando, despierta.

Abro los ojos lentamente encontrándome con la cara de mi asistente casi pegada a la mía. El sol ya se ha ido por completo.

—¿Cuánto tiempo dormí?

—Las últimas dos horas.

Dios santo, nunca duermo siesta, pero este viaje pareció despejar todos los temas que siempre me tienen tensionada.

De pronto una voz se escucha saliendo de los parlantes que se ubican en las puertas del vagón: "Próxima parada, Calibrooks, por favor permanezcan sentados hasta que el tren haya frenado por completo".

Hacemos caso a la grabación y en cuanto el transporte se detiene tomamos nuestras pocas pertenencias y bajamos. Una vez en la puerta de la estación de Calibrooks tomo mi teléfono para pedir un taxi.

—¿Qué haces? —consulta Isaac.

—Voy a llamar a un taxi para que nos venga a buscar. Tu pagaste los boletos, yo me encargo de esto, ¿estamos muy lejos de tu casa?

Isaac se carcajea mientras pone una mano sobre mi celular antes de bloquearlo.

—No hay taxis aquí, Charlotte. Ni uber, ni nada por el estilo.

—¿Es broma? ¿Qué se pone que hagamos entonces?

—Caminar hasta la ruta y hacer dedo, como solo un buen pueblerino sabe—luce verdaderamente orgulloso de su respuesta.

—Tú serás un pueblerino, yo llevo puestos tacones de Jimmy Choo. No pienso caminar un solo paso, se van a gastar.

—Está bien, duerme en la estación entonces, estoy seguro que tienen unos muy buenos bancos para hacerlo. Nos vemos mañana.

El muy chistoso besa mi frente y encendiendo primero la linterna de su teléfono comienza a alejarse. No puedo creer que de nuevo nos encontremos en una situación parecida a la de la isla. Isaac Hill es mi karma. Lo alcanzo corriendo como puedo y resoplo en cuanto llego a su lado.

—¿Acaso tienes idea dónde estás yendo? Esto está muy poco iluminado—me quejo intentando no pensar en la alta hierba cosquilleando mis tobillos como si fueran venenosas arañas campestres.

—Por supuesto que sí, confía en mí.

Agarra mi mano para que no me quede atrás y seguimos caminando. Lo más gracioso es que sí confío en él, mas no en mi capacidad para soportar la caminata con este calzado que no deja de clavarse en la tierra por la que pasamos.

Al cabo de un rato, y con los pies ya enrojecidos, llegamos a la ruta que al menos se encuentra bien iluminada y Isaac se para a hacer dedo. Ruego que alguien pare rápido, aunque también miro hacia el cielo nocturno admirando una cantidad de estrellas que es imposible disfrutar en el firmamento de la ciudad con tantas luces artificiales y edificios que tapan todo. Inhalo y exhalo absorbiendo la experiencia, una que, por cierto, no estaría viviendo si nunca hubiera conocido a mi actual asistente.

Finalmente, un camión se detiene frente a nosotros. El olor que emana golpea mis sentidos de inmediato. Por puros modales me esfuerzo en no tapar mi nariz cuando el chofer del camión baja el vidrio.

Mientras Isaac le indica a dónde nos dirigimos inclino mi cabeza hacia un lado descubriendo a qué se le adjudica el fuerte olor. La parte trasera del camión va repleta de ovejas. Cierro los ojos y suspiro incrédula. No me puede estar pasando esto.

—Genial, muchas gracias—suelta Isaac animado—. Ven, Charlotte, te ayudo a subir.

Lo veo caminar hacia la parte trasera del vehículo y se me escapa una risa ahogada.

—¿Subir a dónde?

—Al camión. Estos amables hombres se ofrecieron a llevarnos, Calibrooks les queda de pasada.

—¿En serio crees que voy a viajar con las ovejas? Estás muy equivocado, ya tuve demasiadas nuevas experiencias en un día.

—No, los dos vamos a viajar con las ovejas. Tus únicas opciones son esto o dormir al costado de la ruta.

No sin protestar primero, dejo que me ayude a subir e intentando tocar la menor cantidad de cosas y animales posibles me siento sobre una caja de madera que parece que en algún momento sirvió para trasladar manzanas. Isaac toma asiento al lado mío y el camión arranca. Lo veo por fin relajarse en su postura y recuerdo la razón por la que estamos haciendo esto.

—Charlotte, sonríe—dice y al voltear a verlo el flash de la cámara de su teléfono me enceguece—. Perdón, pero tu expresión es impagable, tenía que inmortalizar este momento.

—Maldito. No te das una idea lo mucho que costó la ropa que tengo puesta, y los zapatos, dios mío los zapatos. El olor jamás se irá—acerco mi nariz al hombro para sentir el aroma de mi camisa—. Las manchas nunca saldrán.

—Si sirve de algo te ves muy bonita rodeada de excremento de oveja.

—¡No sirve de nada! —chillo mintiéndome a mí misma.

Algunas ovejas duermen, otras me observan fijamente crispando todos los vellos de mi cuerpo, unas pocas están comiendo hierbas de adentro de una bolsa negra y una pensó que sería una gran idea hacer sus necesidades justo a mi lado.

Ew.

—No puedo creer que estoy a tan poco tiempo de ver a mis padres de nuevo. Siento que han pasado años.

Isaac habla despacio con los ojos clavados en el piso del camión, pero igual lo escucho. Extiendo mi mano olvidando los aromas y los sonidos y tomo la de él apretándola para dejarle saber que tiene mi apoyo.

—¿Viven en una granja?

—No, algunas personas sí tienen granjas en Calibrooks, pero en realidad es un pueblo costero. Vengo de una familia de pescadores.

—Eso suena interesante.

—Muy interesante, si estos olores te hacen poner esas expresiones de espanto no puedo aguantar a que llegues a mi casa y sientas el aroma de una pesca fresca.

Golpeo su brazo con suavidad ante su burla y apoyo mi cabeza en su hombro muerta de cansancio y un poco de frío. El pelirrojo lo nota porque se quita la chaqueta y me rodea con ella. Me quedo en silencio cuando comienza a dejar sutiles caricias en mi cabello.

Poco después se escucha la voz del chofer saliendo por la ventana que lleva abierta: —Muchachos, estamos llegando.

Termina frenando frente a una casa mediana, de madera pintada de un blanco algo gastado y tejas verdes. Los marcos de todas las ventanas hacen juego con la puerta, un azul acorde a la costa. Se puede ver luz saliendo por cada una, incluso las que llevan las cortinas cerradas.

Isaac baja del camión, no sin antes despedirse de las ovejas y agradecer a quienes nos trajeron hasta aquí, y extiende su mano para ayudarme a hacer lo mismo.

—¿Entramos?

Asiento y sin soltarlo caminamos hasta la puerta azul. Tomo aire, preparándome para una nueva experiencia, al lado de Isaac una vez más. 

🥰¿Cómo están? Espero que hayan disfrutado el capítulo. Déjenme saber su opinión en los comentarios 👀🍿 Y no se olviden de votar :))

✨A mi me encanta ver como contrastan sus dos personalidades, pasados y costumbres✨

˚₊‧꒰ა ☆ ໒꒱ ‧₊˚

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro