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04

Rippelmeyer, actualidad.

Miles de preguntas se presentaban entre los habitantes del pueblo, la desaparición casi total de los pájaros cuyos evitaban pasar por el teatro prácticamente regresándose por donde venían daba mucho de qué hablar. Los perros ladraban constantemente a las puertas.

Cualquiera pensaría que esto es normal, aunque han pasado dos días y todos los perros siguen ladrando a las seis de la mañana todos los días sin descanso. Todos los vecinos ya se habían sentido extrañados, ya que los ladridos escuchados por todo el pueblo lograban despertar a todos obteniendo así a una multitud de personas mayores realmente enojadas por madrugar antes de tiempo.

Las funciones seguían y tanto habían llamado la atención el nuevo repertorio que ofrecían que la mayoría de gente de los alrededores del pueblo venían a ver ganando así más fama. Conforme avanzaban los días las funciones se tornaban más perturbadoras.

Cuando el telón se abría solamente había oscuridad decepcionante para los que habían comprado su boleto en taquilla, el acto iniciaba con alguien tocando la arpa, una mujer que parecía tener una bolsa de cartón en la cara con varias agujas en su sonrisa. Mientras seguía tocando el arpa esta se iba rompiendo poco a poco hasta que se salió por completo, ella miró hacia adelante y suspiró. Improvisó bailando para todos y así no arruinar su acto, quería evitar a toda costa el sufrimiento por eso.

En el segundo acto apareció una titiritera con su títere en forma de niña, se sentó en un banco a la mitad del escenario. Su alma pesaba cada día más, se sentía morir y lo peor de todo es que su muñeca representaba el deseo de tener a su hija entre sus manos. Aquel día corrió en el bosque con su hija entre sus brazos alejándola de su padre quien quería arrebatársela para prostituirla y así ganar dinero. La niña de ocho años lloraba en los brazos de su madre, era flaca y gracias a eso pudieron correr más. Su largo vestido azul ya se encontraba con lodo y su cabellera larga llena de hojas, seguía corriendo sin mirar atrás aunque sentía los pasos de su esposo detrás de ella.

Siguió corriendo hasta llegar a un acantilado, tomó dentro sus manos un cuchillo y lo clavó en el corazón de su hija para después hacerlo con ella misma. Por años se ha lamentado en estar ahí encerrada pero debía evitarse a pensar en eso estando el hombre algo y delgado de aspecto sombrío a su alrededor. No quería más sufrimiento.

El acto siguió y todos yacían encantados con aquel acto que reflejaba aquella ternura que siempre poseyó al referirse a su muñeca. Un grupo de jóvenes se encontraba viendo con un ceño fruncido.

—Que cagada tan más grande...— dijo uno mientras masajeaba su frente —No sé cómo esto le puede perturbar a la gente, ¿a quién carajos le va a dar miedo una señora con una muñeca que no se mueve?

Siguió el acto y todos se empezaron a quejar.

—Tengo una idea... Espero no me fallen.

Dicho esto se quedaron callados en el resto de la obra esperando a que terminara, cuando terminaron salieron por la puerta izquierda más no la principal, decididos a hacer algo que nadie jamás se había atrevido a hacer entraron sin hacer ruido a los camerinos. Escondiéndose de todo vieron desde lejos a aquella señora limpiaba el cabello mientras silbaba una tonada poco conocida pero perturbadora. Pasó por su lado derecho aquella chica del arpa silbando la misma tonada pero más aguda, los sacaba de quicio ya que todos los asistentes o "artistas tristes" silbaban la misma tonada al mismo tiempo.

Quisieron ignorarla y lo lograron. Observaron desde donde estaban cuando se fue aquella señora a su remolque junto con los demás, ellos se dirigieron a la caja de madera donde había guardado a su muñeca. Tomaron los marcadores permanentes y las navajas sacándole los ojos uno por uno haciendo que rebotaran contra el piso quebrándose en pedazos. Cortaron el cabello largo que poseía la muñeca, la raparon por completo y sacaron consigo la cabeza de ella tirándola al lote baldío de al lado.

—Yo nunca he visto una muñeca con tatuajes... ¿O si?

Todos rieron y empezaron a rayarle el cuerpo completo con los plumones, uno de ellos se apoyó tanto en la muñeca que a esta se le quebraron dos dedos, la boca hacia caída ya que previamente la habían arrancado de su cabeza. Sintieron los dedos helados y siguieron ignorando aquel punto, uno de ellos chilló del dolor, todos voltearon a verlo espantándose de lo sucedido.

Todos sus dedos se encontraban quebrados al revés mirándose así los huesos. Chillaba del dolor y todos impresionados soltaron las cosas para ver qué sucedía. La siguiente sintió caliente su cuello hasta que este giró y se quebró por completo. Todos gritaron aterrorizados intentando salir pero la puerta estaba cerrada. El siguiente retrocedió estando sentado hasta la pared. Sintió una energía electrizante por toda la columna obteniendo así que cada pedazo de su columna se quebraba y pulverizara por completo muriéndose minutos después por varios órganos que se abrieron.

El último, la persona que tuvo la idea permanecía solo y escondido en una de las esquinas.

—Carlota...— se escuchó la voz de una mujer triste —Ay, Carlota... ¿Dónde estas?

Su cuerpo temblaba del miedo y su sudor se tornó helado.

—Carlota... Ya sé que te escondes, ven a vestirte. Ya es muy noche— sintió que algo lo tomó del pie aferrándose a él —Carlota...

—Y-Yo...

— ¡Carlota! — Gritó horrible destrozándole los tímpanos haciéndolo gritar.

Ella se enojó y lo trió tan fuerte que su cabeza golpeó contra la otra pared. Tomó unos ojos de repuesto y los metió en las cuencas del joven. Se dio cuenta que no era Carlota, soltó un lloroso fuerte y fue ahí cuando vino la chica del arpa quien ayudó a irse a su amiga dejando ahí el cadáver de todos los jóvenes quienes deshonraron la muñeca sagrada de Jennifer Constans.

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