Capítulo 32 | Alguien más
Volver a la residencia, al que había sido mi cuarto desde principios de marzo y volver a colocar todos los dibujos de nuevo sería de lo más extraño. Ya me había hecho a la idea de que no viviría más allí, de que no compartiría las cenas con Olivia y Sophie. Hacía tanto que no las veía, que no hablaba con ellas. ¿Qué dirían al verme? ¿Me notarían... distinta?
Alessandro aparcó justo en la puerta. La verja estaba abierta y el jardín se veía mucho más bonito. Podían escucharse los pájaros trinar en las copas de los árboles, su revoloteo en el césped buscando comida e incluso el viento mejiendo las ramas. Aquel lugar siempre me parecería de lo más idílico.
La arquitectura de Fletcher Hall era muy distinta a los edificios modernos y, sin embargo, me gustaba mucho más. Subimos las escaleras y abrimos la puerta. La conserje me dio la bienvenida de nuevo. Le sonreí débilmente y comencé a subir las escaleras con una sensación de fatiga en el pecho. Tuve que detenerme antes de llegar a la segunda planta.
—¿Qué te pasa?
No pude evitar encogerme. Me agarré como pude a la barandilla, al tiempo que me mareaba. En algún momento toqué el suelo, pero sólo lo supe porque tenía frío.
—Noah —masculló Aless.
Reprimí las ganas de vomitar. Todo mi cuerpo se desestabilizaba. Perdía la capacidad motora y poco a poco mis sentidos. Noté que unos brazos me envolvían y me levantaban del suelo. Escuché un golpe. La puerta.
—Eline, despierta. Mírame.
Hice un esfuerzo por abrir los ojos. El malestar estaba desapareciendo, aunque aún me costaba regresar a la normalidad. Estaba en los brazos de Alessandro. Enseguida me sentó en la encimera del baño. Noté que algo me chorreaba por la nariz y fui a limpiarme.
—No te toques —susurró y me apartó suavemente la mano.
Cogió un papel del dispensador y lo pasó por mi nariz. Enseguida se tiñó de un color oscuro. Sangre. Esa sangre. Definitivamente ya no era humana. Me había convertido en un demonio, como él. Recordé el día en que Noah lo debilitó tanto que sangraba y de no ser por mí, que lo llevé lejos, hubiera quedado inconsciente.
Y ahora a mí me había pasado lo mismo.
Noah creía que lo llevaría al Infierno. Notaba mi energía, la magia negra que ahora desprendía a diestro y siniestro... como Aless.
—Tengo que hacerle ver que soy yo, que no voy a hacerle daño. Necesito llegar a él.
—¿Estás loca? Si pones un pie en su planta...
—No lo haré. Conectaré con él desde aquí. Yo podía oírle desde mi cuarto, así que él también podrá hacerlo.
—Está bien. Hazlo, pero toma mi mano. —Abrazó mi mano, reconfortándome, y volvió a mirarme a los ojos con una intensidad que ya había visto antes en sus ojos. La intensidad con la que decía quererme cuando aún no sabía lo que había hecho—. Vas a necesitarlo.
No comprendí lo que me decía hasta que noté un chute de adrenalina entrando en mis venas. Sin darme cuenta, estaba absorbiendo energía de su fuente de poder. Me estaba permitiendo hacerlo. No reparé en ello entonces, pero la verdad es que estábamos conectando de una manera tan íntima como acceder a los recuerdos del otro. De cualquiera de las dos maneras estábamos dejando un acceso libre al alma.
No me llevó demasiado hasta que supe que Noah estaba escuchándome, y no sólo eso, también sentí su dolor y una oscuridad que no había percibido nunca de ese modo.
—Noah. Soy yo, Eline.
—Eline ya no está... —llegué a comprender. Hablaba entre susurros, balbuceando y como si no dejase de mejerse a sí mismo en el suelo.
—He vuelto, pero he cambiado —murmuré—. He tenido que hacerlo para salvar a mi familia. Era algo que tarde o temprano tendría que hacer.
Lo dije más para convencerme a mí misma que a él. Tenía que aceptar en quién me había convertido.
—No eres tú.
—Sí que soy yo. Aless está conmigo.
—¿Es culpa suya? —pronunció deprisa, temiendo que él pueda llegar a oírlo.
—¿Qué? —articulé, perpleja—. No, él no tiene la culpa. Yo ya estaba sentenciada. Es una larga historia. Sé que tienes miedo, que crees que te haré daño, pero eso no pasará. Puede que ahora pertenezca al Infierno, pero no te voy a llevar allí. Tú no mereces ir a ese lugar.
—¿Y por qué siento que sí? ¿Por qué me rodea esa energía?
Negué con la cabeza, sin reparar en que él no podía verme.
—Te sacaré de ahí y te ayudaré a encontrar la paz. Tienes que confiar en mí.
—Hay alguien más... No podrás salvarme.
Su voz se amortiguó. Algo estaba interfiriendo.
—¿Cómo que hay alguien más, Noah? —le pregunté haciendo todo lo posible porque no se cortara la comunicación—. ¿Noah? —Su vocecita dejó de oírse y sentí pánico. La oscuridad se había vuelto más intensa, como si estuviera engulléndolo—. ¡Noah!
Salté de la encimera y salí del baño como una flecha. A Aless no le dio tiempo ni a reaccionar. Subí corriendo hacia la habitación tapiada. No me importaron las miradas de los estudiantes que me veían correr escaleras arriba. Atravesé el pasillo con Aless pisándome los talones, quien me volteó nada más alcanzarme y me retuvo contra la pared.
—¿Qué diablos estás haciendo? ¿Acaso tienes idea de a qué te vas a enfrentar?
Lo miré extrañada, no sabía de qué me hablaba.
—¿Qué estás diciendo?
—Eso que te ha cortado la comunicación. Eline, no puedes luchar contra eso.
—¿Sabes lo que es? ¿La oscuridad que ha ido a por Noah?
Aless asintió, categórico. Miró hacia ambos lados y me llevó de regreso a las escaleras. Recogió mis cosas, me arrastró hasta mi cuarto donde, una vez dentro, cerró la puerta y se volteó hacia mí.
—¿Recuerdas las almas de las que una vez te hablé?
—Sí, las almas errantes. Noah es una de ellas. ¿Estás diciendo que él...?
Cabeceó hacia los lados.
—Lo que intento decir es que esa oscuridad no sólo es un alma errante, sino que también está corrompida. A eso se debe la frialdad que notas en el ambiente, cómo pasa de un momento a otro a estar en una inhóspita lobreguez.
—¿Y por qué no puedo detenerla? —cuestioné atónita.
—Porque no puedes mirarla a los ojos. —Lo vislumbré confusa—. Si lo miras directamente a los ojos, se mete dentro de tu cuerpo y puede poseerte.
—¿Desde cuándo sabes todo eso?
—Desde que soy la mano derecha de Lucifer. La única manera de acabar con ellos es arrojarlos al Infierno.
—¿Quieres que lo envíe al Infierno? —exclamé, horrorizada.
—Me parece que ese es ahora tu trabajo. —Carraspeó—. No será difícil, ¿vale? Ya está muerto.
Esa frase se quedó rebotando en mi mente. «Ya está muerto». Entonces, me acordé de cuando me contó que Lucifer recogía a las almas poco antes de que murieran. Las veía morir...
—¿Es esto una prueba? ¿Ese ser lleva aquí todo este tiempo o acabas de traerlo para que...?
—¡Basta, Eline! —irrumpió con frenesí—. No estoy con él. Estoy contigo. Ese ser ha sido indetectable para nosotros hasta que él ha querido darse a conocer. No me preguntes por qué.
Tragué saliva y bajé la mirada. No podía evitarlo. Cuando no había culpables a la vista, sólo quedaba él.
—Deja de verme así... Estoy de tu parte. Te lo prometí y pienso cumplirlo.
No quise hacer caso a sus palabras, no quise volver a engañarme. Que estuviese de mi parte no significaba que dejaría de ser un asesino.
—¿Noah está en peligro? ¿Puede hacerle daño? —pregunté ignorando lo que acaba de decir.
—Puede ser. No tengo ni idea de la interacción que puede haber entre dos espíritus, pero algo es seguro: si ha interferido en su habla, no debe de ser nada bueno.
—¿Cómo lo hago? ¿Cómo lo llevo al Infierno? Quiero salvar a Noah.
Estaba desesperada. Conocía parte de la historia de ese niño y no podía dejarlo a merced de la sombra que lo estaba atacando.
—Sabes cómo hacerlo —me dijo mientras daba un paso al frente y colocaba su mano justo en mi corazón—. Sólo tienes que buscar dentro de ti.
Quité su mano al notar una energía descargándose por todo mi sistema. A esas alturas, aún conseguía alterarme su contacto. Cerré los ojos para concentrarme. Intenté volver a conectar con Noah, sin embargo, fue esa presencia la que respondió. No entendía lo que decía, soltaba unos ruidos ininteligibles que se entremezclaban con una estática de radio.
Entre aquellos sonidos estridentes pude distinguir una tenue voz: «Hay alguien más aquí».
Entonces uní las piezas. Eso era lo que Noah estaba intentando decirme desde un principio, desde que pisé la residencia por primera vez y me encontró. Él ya notaba que había un ente más allí, que no estaba solo. Ahora la pregunta era: ¿qué hacía allí ese ser?
Abrí los ojos.
—Qué poco comunicativo. ¿Por qué no nos lo dijo antes? —cuestionó Aless apartando su mano de mi brazo. Había estado escuchándolo todo.
—No lo sé, pero ya es hora de averiguarlo.
Bajé las escaleras y me enfrenté a la segunda planta. Respiré hondo. Avancé por el pasillo hasta dar con la habitación tapiada.
—¿Es cierto lo de no mirarlo a la cara?
—Completamente.
Le pedí que vigilara que no viniera nadie. Para nuestra suerte ya casi era hora de comer, por lo que la mayoría estaría abajo en el comedor. Me dejé llevar por el poder que había adquirido de Lucifer, era la única manera de terminar con aquello. Alcé las manos y las coloqué en la madera de la puerta.
Cerré los ojos y comencé a recitarle en hebreo que saliera de allí. Una sombra apareció entonces de la nada, atravesando la pared y envolviéndonos con un manto oscuro.
—Eline —me llamó Alessandro desde el otro lado de la niebla.
—Aless... ¿Dónde estás?
—Estoy aquí.
Caminé hacia el lugar de donde provenía su voz, pero allí no lo encontré a él. Unos ojos enteramente blancos me devolvieron la mirada. Apenas tuve tiempo de reaccionar cuando la niebla se concentró frente a mí y caló dentro de mi garganta. Quería gritar, mas no podía decir ni mu.
La verdadera voz de Aless sonó a mis espaldas.
—¡Eline! —gritó.
De repente, mis ojos se cerraron y perdí la consciencia. No vi más que oscuridad. Pensaba que me quedaría atrapada para siempre en mi propia mente. Estaba segura de que ese ser me había poseído y me sentí una irresponsable. Había dejado mi poder en manos de un alma errante maligna. Por más que insistiera en querer despertar, no había respuesta. No podía hacer nada.
Al final, el sueño se apoderó lentamente de lo único que me quedaba.
⛧
—Eline. Eline...
Me removí en el lugar, no demasiado. Estaba en un sitio reducido. Abrí poco a poco los ojos, intentando adaptar la visión. Lo primero que pude distinguir fue el rostro de ese demonio que llevaba siempre pegado a los talones, el mismo que me quitaba el sueño por las noches.
—¿Qué ha pasado? —musité.
—He tenido que ayudarte.
Miré a mi alrededor. Estaba en mi cuarto, pero se veía todo desde otra perspectiva. Aless estaba sentado en el suelo y yo acurrucada entre sus brazos.
—Tuve que dejarte inconsciente. Casi te posee. Te dije que no lo miraras a los ojos, ¿por qué lo has hecho?
—No quería hacerlo. Yo... pensaba que eras tú. Me ha engañado.
—Tranquila, ya está todo controlado.
—¿Dónde está el espíritu?
—En una botella. He podido contenerlo, pero he absorbido un poco de tu magia... Lo siento.
Negué, más tranquila y restándole importancia.
—Ha sido por algo bueno. Gracias.
Aless me dedicó una sonrisa, una de esas que me partieron en dos. ¿Cómo podía verse tan risueño? ¿Cómo podía verse tan feliz sólo por haberle dicho un simple «gracias»? Me levanté, alejándome todo lo posible de él. Respiré hondo. Tenía la cabeza hecha un lío, me dolía el corazón. La presencia de Alessandro, el amor que sentía por él y la verdad sobre su pasado me hacían daño.
No podía controlar lo que sentía y tampoco podía cambiar lo que había hecho.
Era un laberinto del que no podía salir indemne.
—¿Noah está bien?
—Creo que sí, al menos ahora está a salvo. Y ese maldito espíritu en tu botella de agua. —Señaló la cantimplora que había sobre el escritorio. Estaba rodeada por un halo—. Cuando te sientas preparada, podrás mandarlo al Infierno. Lucifer lo espera ansioso.
Asentí, distraída. Sería la primera vez en acompañar a alguien a ese destino. Inevitablemente me pregunté por el pasado de esa alma. ¿Había sido una buena persona antes de morir? ¿Cambiaba su destino después de lo que había estado haciendo como alma errante?
Al final dejé todas esas preguntas para más tarde y bajé a comer con Aless. El comedor ya estaba casi vacío, así que tuvimos algo de paz. No hablamos demasiado. A la tarde, teníamos trabajo pendiente. ¿Sabía el resto del mundo de la existencia de la secta de Los Hijos de las Tinieblas?
No hallamos nada. Tampoco conseguí contactar de nuevo con Madian. No tenía ni idea de cómo lo había hecho durante la conversión, así que el día terminó de lo más decepcionante. No había sido capaz de evitar que un espíritu me poseyera, tampoco de encontrar información acerca de la secta baalita ni había descubierto nada más de Madian.
Por suerte, en la cena me reencontré con mis dos amigas. Les expliqué que mi familia me necesitaba y que había tenido que regresar por un tiempo, por eso tampoco había asistido a clases. Fue entonces cuando Olivia me dio una noticia que me dejó paralizada.
—Entonces no lo sabrás aún. Sé que os dije que no me enamoraría hasta terminar la universidad, pero... Bueno, Sophie ya lo sabe. —Sonrió. La miré expectante mientras ella no podía contener su alegría—. Estoy saliendo con Ian Moore.
No supe qué decir. Su nombre me trajo de regreso todos los acontecimientos de esa noche. Ian me había llevado directa a una trampa. Había permitido que mi tío Daniel me secuestrara. Todo aquello había derivado en un mar de desgracias. Primero, el accidente de tráfico; después el secuestro de mi madre y mi abuela; y, por último, mi conversión en hija del diablo.
Fui incapaz de decir algo. Me levanté de la mesa y salí del comedor, dejando mi plato a medio comer en la bandeja. Alessandro, que estaba cenando en otra mesa, me vio salir y no tardó en venir detrás de mí. En cuanto llegué a la habitación, me preguntó:
—Eline, ¿qué ha ocurrido?
—Es Olivia... Ella... —titubeé. No me salían las palabras para expresarlo—, ella está saliendo con Ian. Son novios —pronuncié sin creérmelo todavía—. ¿Cómo le digo que él me llevó directa al hombre que quería secuestrarme? ¡No me creerá! Y tampoco puedo dejarla que siga con él... Dios mío.
—Tendrás que decirle la verdad.
—No me va a creer...
—Eso no lo sabes. Además, si no te cree, peor para ella.
Negué. Tenía razón, pero al mismo tiempo él no entendía que ellas eran mis únicas amigas. No sabía cómo reaccionarían cuando les contase la verdad. Si Olivia decidía no creerme, las perdería a las dos; y si decidía creerme, le rompería el corazón. Todas mis opciones terminaban con hacerle daño a alguien, pero tenía algo claro y es que no decirle nada no era una opción.
—Necesito una ducha.
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