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Capítulo II

Adam

— A ninguna parte. ¿Cuándo vas a dejar de seguirme? Pareces un stalker.— se encogió de hombros, todavía sin dirigirme la mirada.

Me estaba evitando a propósito, su cabello castaño estaba recogido en una cola alta. Había que admitir que disfrutaba de estos momentos con Chloe; yo la asustaba o sorprendía, y a ella se le teñía de rojo hasta el cuello.

Ella era adorable, la verdad; aunque ese vestido de color blanco que llevaba no tenía ni una pizca de inocencia o ternura. Entre la abertura en la espalda y el escote en V, tenía que estar pasando un frío enorme ahora mismo, con las temperaturas londinenses de enero a la baja.

— ¿Te molesta?— articulé, cogiendo asiento a su lado en el banco de madera vieja.

— Bastante, sí.— se dignó a observarme con cautela, repasándome de la cabeza a los pies. Su expresión me causó un mal presentimiento.

— Entonces lo haré más a menudo.— sonreí, poniéndole detrás de la oreja ese mechón rebelde que siempre se le escapaba de la coleta alta.

Soltó un resoplido de cansancio, entonces lo noté.

Se abrazaba a sí misma como si acabara de ver a un fantasma o a un asesino.

— ¿Acabas de tener un ataque de ansiedad?— interrogué, frunciendo el ceño.

La listilla rompió el contacto visual, susurrando en voz queda:

— Si vas a vengarte, hazlo ya y deja de fingir que te importo.

Sentí que esas palabras cavaban un hueco en mi pecho, así que decidí demostrarle lo contrario. Me deshice de la chaqueta negra de mi traje y la coloqué sobre su cuerpo para que entrara en calor.

— Contigo no necesito fingir.

Me quise pegar un puñetazo a mí mismo tras decir eso, debería estar enfadadísimo con ella, exigiéndole que se disculpara por estropearme el partido, y estaba actuando como un adolescente de doce años enamorado.

Vi cómo su figura se giraba para enfrentarme, supongo que estaba afectada por mi momentáneo romanticismo —o asqueada—.

— Mmmm...gracias.— murmuró con una timidez poco típica en ella. Estaba jugueteando con sus dedos incluso.

Le besé la mejilla, y Chloe se quedó de piedra por un momento. Su rostro se había enrojecido de una forma increíblemente rápida.

No quería que se avergonzara más, por lo que me puse de pie y ordené:

— Vamos a mi piso, esta noche dormirás ahí.

No había transcurrido ni un nanosegundo cuando empecé a oír sus protestas.

— ¿Es que te has vuelto loco, Ryder? No. Me niego. Me tendrás que obligar para que vaya al mismo sitio que tú por mi propia voluntad.— paró antes de agregar: "Malditos niños ricos, que se piensan que tienen el derecho de hacer lo que les venga en gana con todo el mundo."

Su forma de refunfuñar como un abuelo jubilado harto de vivir, me provocó unas cuantas risas.

— Pero que no tiene gracia.— se quejó, lo que aumentó la vibración de mis carcajadas.— Espera...— se palpó el sujetador, buscando algo. Vaya modo de guardar sus pertenencias.— ¿Y mi móvil? ¿Dónde está mi bolso?

— No lo sé. Cuando he llegado, no lo tenías.

Abrió mucho los ojos, tanto que parecía un pez globo.

— Harley.

Rechisté, perdiendo la última gota de paciencia.

— Que te devuelva tus cosas mañana. Seguro que puedes sobrevivir unas diez horas sin tu preciado iPhone.— La cogí de la muñeca, arrastrándola hacia la calle en la que estaba mi vehículo bien aparcado. Qué ganas de resistirse tenía hoy, joder.

— ¿Esta es tu manera de hacerme sufrir? Pues está funcionando. Adam, por favor, sabes que no puedo dormir en camas ajenas, no seas malo.— Ella tiraba con fuerza hacia su lado, intentando no moverse del banco, mientras que yo, al superarla en músculo, ya la había desplazado unos cuantos metros.

Beneficios de matarme en el gimnasio y en los entrenamientos.

— En el fondo, mi lado malo te encanta.— le dije en susurros, cerca de su cuello.

No me molesté en comentar cómo se había estremecido entre mis brazos al escuchar esas palabras.

Pasaba poca gente por esta zona, ya que el reloj marcaba más de las dos de la madrugada, y andar junto a ella hacia mi Mercedes negro me resultó reconfortante.

Esperaba que Chloe protestara, afirmando que mi nivel de imbecilidad no hacía más que subir, pero no respondió nada mientras nos montábamos en los asientos forrados de cuero del deportivo.

Encendí el motor y apreté con fuerza el volante. Este silencio entre los dos me estaba llenando de nervios. Su mirada verde estaba perdida en la ventana, en las luces de la ciudad brillando en la oscuridad de la noche, y su postura corporal no mostraba nada más que incomodidad.

Opté por reproducir una canción de mi playlist antes de empezar a conducir.

El apartamento que compartía con Charles, Matt y Eric se hallaba relativamente cerca, a unos quince minutos con poco tráfico, y aún así, el viaje me resultó eterno.

Pensé en fumar. Lo había dejado, al igual que la cocaína, gracias al centro de desintoxicación y sin embargo, la imagen visual que trazaba en mi mente me tranquilizaba.

Tarareé el estribillo de The Weeknd con la intención de distraerme, hasta que un carraspeo captó mi atención.

— Antes, cuando me has prestado tu chaqueta para que no muriera congelada, em...¿Por qué lo has hecho?

¿No era ya demasiado obvio?

— ¿Por qué te preocupas por mí?

Esa pregunta acabó con la tensión que se había estado creando entre nosotros, permitiendo que mi versión más vulnerable apareciera. Faltaban dos semáforos para avistar la urbanización en la que vivía.

— ¿Sinceramente? No lo sé, Flitcher. Me rechazaste en la graduación dejándome tirado, y una parte de mí te odia por eso, igual que te detesta por joderme la temporada en el baloncesto, pero la otra...La otra quiere que seas mi chica.

Oí cómo contuvo la respiración y tosió. Había inclinado su cuello para mirarme. ¿Debería seguir hablando?

— Todo el mundo sabe que eres mi debilidad. No entiendo por qué te sorprende que me importes. — admití. Ya le confesé que la quería, aunque no de la forma en que necesitara.

Ella siempre había soñado con el chico bueno, qué lástima que le hubiera tocado el arrogante y pretencioso.

— Si tiene sentimientos y todo, el niño rico.— remarcó, la acidez quemando su lengua. No me gustó ni un pelo el tono que empleó.

— ¿Preferirías que fuera un cabrón contigo todo el tiempo?— pregunté, alzando las cejas.

— ¿No lo eres ya?— rebatió ella. Debió entrever mi creciente enfado, porque una sonrisa cruel se dibujó en sus labios.

Le devolví el gesto.

— ¿Quieres que sea el villano? Hecho, pero luego no me vengas llorando cuando no puedas soportarlo más.— advertí, sabiendo lo que sucedería a partir de aquí.

— ¿Quién dice que no pueda soportarlo más?— me desafió, clavándome esos ojos verdes como espadas.

— Nadie, listilla. Aunque te recomiendo mantener la boca cerrada si no te apetece lidiar con las consecuencias.— Realicé unas cuantas maniobras hasta que aparqué el Mercedes justo en frente de mi puerta.

Como la conversación siguiera escalando, tendría que pegarme una ducha con agua fría.

— Dime las consecuencias primero. —pidió, colocando ambas palmas de sus manos en sus muslos.

Me desordené el pelo, ganando unos instantes para pensar en mi respuesta.

— Te lo explicaré despacio para que lo entiendas, Flitcher.— Me acerqué a ella, rozando mi boca ligeramente contra el lóbulo de su oreja.— Si sigues desafiándome, no voy a parar hasta que no puedas pensar en nadie más que en mí. Y cuando lleguemos a ese punto...— deslicé la punta de mi pulgar por su clavícula, robándole un suspiro.— Estaré tan metido en tu mente que ya nunca podrás librarte de la idea de nosotros.

Jugué con su melena castaña, hasta que me apartó de un codazo.

— ¿Así vas a vengarte?— trató de que no le temblara la voz, pero sus intentos no sirvieron de nada. Su máscara de seguridad se había caído, porque yo me había encargado de destruirla.

La satisfacción creció dentro de mi pecho. Le afectaba más de lo que le gustaría admitir.

— Listilla, te dije que pagarías por lo que hiciste.— La observé fijamente.— No luches más contra tus instintos. Sé que lo deseas.

El modo en el que su corazón latía, acelerado, demostraba que no me equivocaba.

— Te odio.— espetó, furiosa, con las pupilas dilatadas y la respiración a mil.

Ensanché mi sonrisa, tocando su labio inferior.

— Bien. Ódiame mientras gimes y ruegas por más.


❤️‍🔥❤️‍🔥❤️‍🔥


N/A: No sabéis lo que se viene, Dios mío.

Me encanta escribir desde el punto de vista de Chloe, pero la versión de Adam es que me fascina. Este creo que es el primer capítulo que subo narrado completamente desde su perspectiva, y aunque se puede hacer corto, creo que ha quedado bien. :D

Si tenéis alguna idea para el libro, comentadla. Intentaré agregarla lo mejor que pueda. :)

Gracias por el apoyo, votad y seguidme en mis redes. <33

Hasta la próxima actualización.

Besos con sabor a vainilla,

- KawaiiWorld8

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