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Capítulo I

Adam

¿Sabéis cuando estáis tan ocupados que no tenéis tiempo para escribir a vuestros amigos, pero sí de recordar a cierta persona, constantemente?

Pues ese era yo. 

Aunque mi rutina cada vez implicaba más disciplina entre la universidad y el baloncesto (levantarse a las seis de la mañana y entrenar unas cinco horas diarias todos los días, entre otras cosas); al despertarme, en la ducha, comiendo un risotto o justo antes de dormir, veía a la listilla en mi mente. 

Me la imaginaba con un leve sonrojo cubriéndole la piel, como cuando se avergonzaba de ciertas palabras o cuando bebía de más, pero enfadada.

Necesitaba molestarla, su olor a vainilla y a fresa, sus besos húmedos.

A pesar de que hizo que mi equipo perdiera en la semifinal, seguía deseándola con todas mis fuerzas. 

No me gustaba la idea de ella saliendo con otra persona, medité mientras aparcaba mi nuevo Mercedes negro para atender una exposición de arte, organizada por la famosa madre de Charles.

Dejé escapar un resoplido, desde pequeños la quería a mi lado. Chloe podía ser cabezota, ingenua, vengativa, y aún así yo me quedaría observándola, fascinado por su existencia.

Quizás debería haberla llamado y haberle pedido que me acompañara a este evento de pijos, a sabiendas de que ella detestaba tanto como yo la falsedad y la hipocresía de la sociedad. Supongo que nos hubiéramos reído de un cuadro en el que nada más se apreciaba una línea recta en rojo y dos puntos de color, uno marrón y otro amarillo.

Acepté la copa de champagne que me tendió un camarero alto, vestido con traje y guantes blancos. Me encantaba la sensación burbujeante del líquido.

— Buenas noches, multimillonario. ¿Qué tal la experiencia artística? ¿Está a la altura de su gusto tan exquisito?— se mofó con retintín, apretándome el nudo de la corbata hasta casi estrangularme.

Sacudí la cabeza, divertido ante la actitud de este maldito idiota al que llamaba mejor amigo.

— A ver Baker...Élodie pinta genial, sí, pero esto — señalé una escultura de mármol de un búho que contenía cinco agujeros, colocados arbitrariamente — no hay por dónde cogerlo.

Su estruendosa carcajada resonó en el ambiente pulcro y elegante de la sala blanca, atestada de invitados.

— Menos mal que ni tú ni yo estudiamos arte, Dios mío. ¿Te acuerdas de cuando le robamos las acuarelas a ese niño en la Elitist Academy?

— Cómo no, la cara que puso Luca King es inolvidable. Se le veían rojas hasta las orejas.— me reí, rememorando el momento. Teníamos los dos unos diez años.

— Ya ves, lo peor es que nunca se lo contaste a Chloe.— Sus labios dibujaron una sonrisa del gato de Cheshire.

— Ni se te ocurra decírselo.—advertí, dirigiéndole una mirada dura.

— No sé, ¿no le miras lo que publica en Instagram?— bajó el tono de voz a uno más íntimo. — Aparecen en una foto dándose la mano.

— Y una mierda.— Mi estómago se tensó ante la mera posibilidad. ¿Ella con King? Me obligué a no revisar mi móvil allí mismo, delante de cien personas.

El rubio se inclinó hacia mí, flexionando los músculos que se podían apreciar debajo del esmoquin gris, haciéndole parecer un modelo norteamericano.

— Acepta tu derrota, Ryder.—susurró en mi oído, con la malicia destilando esos ojos marrón claro.

Sonreí ante sus palabras, la adrenalina corría por mis venas, fruto de su provocación.

— Ya le saboteé su intento de confesarse hace años. ¿Quién dice que no vuelva a hacerlo ahora?



❤️‍🔥❤️‍🔥❤️‍🔥



Chloe

Las discotecas de Londres eran mucho mejores que las de Nottingham, había que admitirlo.

Habíamos decidido salir de fiesta un viernes de finales de enero. La idea la había propuesto mi mejor amiga pelinegra, obviamente. Siempre iba a ganarnos en creatividad a nosotras tres, y su novia había pasado de venir con nosotras, por lo que Harley no paraba de tirarme del brazo para guiarme a la barra.

— ¿Hormiguita? ¿Todo bien?  — preguntó con cautela, palpando mi mejilla.

— Sí, estoy perfectamente. Un poco harta de que nos peleemos cada dos por tres, también.— le ofrezcí una sonrisa pequeña, ácida.

— Sabes que te dije eso porque me preocupo. Perdona que te hiciera daño, estuvo mal.— se colocó uno de sus mechones negro brillante detrás de la oreja. Parecía una niña pequeña enfundada en un vestido de adulta, de color plateado, que se le ajustaba a la cintura como una segunda piel.

En ese mismo instante, un chico pelirrojo de ojos azul turquesa se aproximó a nosotras, imponente en su uniforme negro.

No obstante, este muchacho no tenía esa aura peligrosa, oscura y no le brillaba el rostro cuando me observaba, ni me conocía desde hace años.

Ni me robó mi primer beso.

Joder, que alguien te dé alcohol ya.

Toda la razón, consciencia.

— Buenas noches, me gustaría tomar un mojito. Se dice así, ¿no?— me cercioré, mi acento en español daba pena. Mucha.

— Sí, un mojito para la señorita. ¿Y para usted?— Se estaba dirigiendo a Harley, que justo se encontraba escribiendo algo muy importante, en su teléfono. 

Me apostaba el dedo meñique a que estaba redactando un mensaje de texto hipermegalargo para la pelirroja, más mala que el diablo.

— Para mí una Coca-Cola.

Después de unos minutos, aproveché que Mimi y Nicky continuaban en la pista de baile para mencionar a su amorcito.

— Qué asco dais las tías enamoradas, ugh. — Le propiné un codazo, sorbiendo mi bebida recién pagada.

— Calla. — Me fulminó con la mirada, enmarcada entre unas pestañas postizas. —Qué casualidad...— murmuró, una sonrisa maléfica surcando su cara.

¿A qué demonios se estaba refiriendo?

— ¿Qué? ¿Acaso se ha dignado a aparecer tu cariñito?— No pude evitar carcajearme esta vez.

— Ay, no, mejor. Ha aparecido el tuyo.— levantó la barbilla, apuntando hacia el área VIP.

Fruncí el ceño, avistando a los niñatos ricos de siempre hasta que mi corazón se congeló. Estaba sujetando un vaso de cristal, de piernas cruzadas, con la camisa blanca y una corbata borgoña medio abiertas. le había crecido el pelo desde el partido de baloncesto hace unas dos semanas, y le quedaba bien esa longitud en los rizos, demasiado bien.

Irradiaba poder con solo su presencia, llevaba el imperio de su familia a sus espaldas con clase y a mí me encendía de rabia que todas las chicas de esta ciudad le trataran como a un Dios.

Si supieran de lo que era capaz, no correrían hacia él como moscas, sino en dirección contraria.

La música techno combinaba con mi entumecimiento mental. Me temblaban las manos y me martilleaban los oídos hasta el punto del dolor.

— No debería estar aquí.— musité, el pánico inundándome. Me abracé con los brazos, intentando calmar esa asquerosa ansiedad que habitaba dentro de mí.

— ¿Pero qué dices? Ni que te lo hubieras follado hace nada para que reacciones así.— alzó la ceja ante mi comportamiento.

Cogió mi bolso de lentejuelas de mi hombro, que estaba a punto de caerse al suelo, llevándolo ella.

No dije nada. Mi vista estaba clavada en el suelo, que cambiaba de rojo a verde a azul por el uso de las luces LED intermitentes en el techo.

— No jodas, Chloe.— resopló, frustrada. Su buen humor de repente había desaparecido.

— No me regañes por esto, por favor.— Ya sentía demasiada vergüenza como para que ella añadiera un gramo más a la montaña de arena.

— Vamos al baño y me lo explicas.— anunció, con una decisión inquebrantable.

Le desmelené su flequillo perfectamente peinado, tratando de desviar su atención.

— No hace falta, de veras.— Tuve que casi gritar para que me oyera entre tanto ruido.

— Claro, y yo soy la Rosalía. Venga ya.— Se mordió las uñas, naturalmente cabreada.— ¿Qué se te pasó por la cabeza para llegar a eso? No, dime, planeaste vengarte y luego un poco de sexo, para animar el ambiente, ¿no?— soltó, pasándose la palma de la mano por la ceja cortada.

— En realidad no. Él quería hablar conmigo, yo le ignoré, me fui corriendo del estadio y Adam me persiguió. 

El recuerdo me golpeó como una maldición. Noté la sangre calentarse en mi interior, los dos solos en un parque abandonado, sus órdenes, su modo brutal de tocarme y besarme, mezclado entre la ira y el deseo. Cómo sus labios se apoderaron de los míos, con dureza, dejando claro quién mandaba...

Me había empezado a sudar la frente, y no me culpaba por ello. Esta noche no me había preparado mentalmente para su posible contraataque. Mierda, mierda, mierda.

La canción que se oía iba incrementando de ritmo a cada segundo, igual que mi respiración. Mi puta mente me traicionaba a menudo, desde lo de Ben hasta lo del secuestro.

<<De rodillas. Ya.>>

Estaba enferma. Me negaba a admitir otra cosa. Yo, Chloe Adeleen Flitcher, no podía experimentar cualquier tipo de deseo o excitación ante esa situación.

No obstante, el nudo en mi estómago y cómo había cruzado las piernas me delataban. Igual que aquel día.

Cerré los ojos.

Rememoré ese segundo en el que le permití someterme, sus manos inmovilizando las mías a mi espalda, su calor, que contrastaba con el frío helado del viento a nuestro alrededor.

Me disculpé ante Hars, excusándome con que iba a tomar un poco de aire afuera. Recé porque no se diera cuenta del desastre que se había desatado en mí.

Había alcanzado ya la puerta e inhalado despacio, relajando los hombros. Mi hermana estaría orgullosa de mí y mi capacidad de recuperar el control. Agradecí el aire nocturno de Londres, que me producía una especie de calma eterna.

Estaba caminando hacia un banco cuando una figura se colocó detrás de mí, envolviéndome con un olor a menta y madera.

Me tensé de arriba a abajo.

— ¿A dónde te crees que vas, listilla? 

Su voz grave y ronca mandó un escalofrío por mi espalda desnuda.



❤️‍🔥❤️‍🔥❤️‍🔥



N/A: HOLA CHIQUIBABYS <33

Estoy emocionada porque leáis los nuevos capítulos. :D Espero que os encanten. Comentad, votad y decidme qué os ha parecido este inicio del segundo libro. 

NO LEÁIS ESTOS CAPÍTULOS SI NO HABÉIS TERMINADO DULCE ODIO ANTES. Contienen spoilers, ya sabéis que el orden es: Dulce odio ---> Cuando el odio quema.

Nos vemos en la próxima actualización, aquí tenéis mis redes sociales:

Cuidaros mucho,

Besos con sabor a vainilla,

- KawaiiWorld8

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