VIII
A la mañana siguiente, Angelika abrió los ojos pesadamente. Había tenido una incómoda noche de sueño debido al estómago revuelto, y no había podido descansar como de costumbre. Los rayos de sol que se colaban por la ventana entreabierta le golpeaban en el rostro encandilándole, y se cubrió con una mano mientras que con la otra palpaba las sabanas vacías a su lado. Su adormilado cerebro se dijo que Alex no había subido a dormir, tal vez. O quizá se había despertado mucho antes que ella, y había bajado a preparar el café.
Se vistió con un pantalón deportivo gris, una camiseta holgada y sus adoradas pantuflas favoritas, se cepilló los dientes, se peinó el cabello y se lavó la cara, luego bajó y se dirigió directo a la cocina.
Para su sorpresa, Alex no estaba allí, ni siquiera la cafetera estaba encendida. Entonces miró en dirección a la computadora, y le encontró. Alex estaba dormido encima del teclado, en medio de un montón de bolas de papeles, y anotaciones sueltas. Se acercó a él silenciosamente, debido a la alfombra y las pantuflas que amortiguaban sus pasos, y le miró con cierta tristeza, casi hasta con ternura. No podía enojarse con él, sabía que ambos estaban muy tensionados con toda aquella situación de la casa, además que Alex también se sentía muy preocupado por su hermano, podía hasta sentir su angustia como propia, más allá de conocerle bien.
Le apoyó una mano en la espalda y le habló.
—Alex, despierta.
—¿Qué? ¿Ah? —balbuceó, adormilado. Se irguió con rapidez, tenía marcada una cuadricula en la mejilla, por las teclas que había presionado durante toda la noche al dormir. Le miró y se frotó los ojos dando un bostezo—. Vaya, lo siento...
—¿Por qué no subiste a dormir conmigo? —le preguntó ella.
—No lo sé, supongo que el sueño me venció aquí mismo en algún momento, además no quería molestarte. Imagino que aun debes seguir furiosa por todo lo de anoche.
—No, supongo que no —respondió Angelika, encogiéndose de hombros. Él se puso de pie y la estrechó contra sí, rodeándola en un abrazo.
—Siento todo lo que he dicho, todo lo que hice, no mereces nada de eso. Pero te juro, realmente escuché la voz de alguien, quería que te golpeara, santo cielo —le dijo—. ¿Crees que puedas perdonar a este idiota?
Angelika levantó la cabeza y le dio un corto beso en los labios.
—Prefiero olvidarlo, al menos hasta que todo esto termine, ¿has averiguado algo?
—Bueno, muchísimas cosas más de las que creía, sinceramente —Alex se encaminó a la cocina a paso rápido mientras hablaba, mucho más motivado gracias a la paz de Angelika—. Pondré café a calentar, lo que averigüé te va a encantar, ya lo verás.
Angelika paseó una mano por la cantidad de notas que habían desparramadas por toda la mesa, y aun así no comprendió absolutamente nada de todos los garabatos que tenía Alex dispersos por todos lados.
—¿Hasta qué hora estuviste aquí sentado, buscando datos? —le preguntó, levantando un poco el tono de voz, para que pudiese oírla desde la cocina. Alex esperó a volver para contestar.
—Hasta las cuatro y media de la madrugada estaba despierto, luego ya no recuerdo más nada, seguramente me haya quedado dormido en ese momento. Pero saqué muchísimas cosas en limpio.
—Ya veo...
—¿Qué prefieres que te muestre primero, las fotografías en la computadora o los datos que conseguí sobre la simbología de la mansión?
—Supongo que las imágenes valen más que mil palabras, por lo que dicen.
—Trae aquí una silla.
Angelika se sentó a su lado y Alex fue abriendo cada una de las imágenes que había editado en su jornada nocturna de investigación. La primera que le mostró fue la panorámica que había sacado de la mansión, frontalmente.
—Mira la imagen con atención —le dijo, ella entrecerró los ojos pero no vio nada en absoluto.
—¿Qué tiene?
—Si le hacemos un balance de brillo... —modificó unas opciones en su editor de fotografías, y la imagen se aclaró bastante más. —Luego quitamos la malla de edición, superponemos una capa más clara, y mira quien aparece aquí.
—Vaya... —comentó ella, murmurando.
En una de las ventanas superiores el espectro de Luttemberger aparecía de pie, con un largo manto negro, sin rostro aparentemente visible debajo de su enorme capucha. Hasta donde parecía, miraba en su dirección mientras se marchaban de allí.
—Lo más asombroso es que ha estado siguiéndonos todo el tiempo. Mira esta imagen.
Alex entonces le mostró la que había tomado al pasillo y la escalera. De nuevo volvía a aparecer Luttemberger de pie, frente a ellos por el pasillo, mirándolos fijamente, una oscura sombra que levitaba unos cinco centímetros del suelo. Continuó pasando imagen tras imagen y en todas aparecía él, ya sea desde un rincón, a lo lejos, o cerca, pero les seguía mientras recorrían la casa.
—Es verdaderamente increíble, y aterrador.
—Hay una imagen que corresponde a los patios traseros de la mansión, donde están las tumbas y los carteles, pero no sé si quieras verla.
—¿Por qué?
—Hay alguien que de seguro reconocerás —dijo Alex, con gesto apesadumbrado.
—Muéstrame
—¿Estás segura?
—Sí, quiero verla —respondió ella, suspirando. Alex entonces abrió la fotografía, y Angelika vio que en ella aparecían varios espectros. Muchos de ellos no los conocía, seguramente fueran victimas antiguas de la mansión, pero en medio de todas ellas estaba Luttemberger sosteniendo la cabeza sin ojos de una mujer—. ¡Por Dios! —exclamó.
—Lo siento, te dije que era fuerte —Alex le rodeó los hombros con un brazo y la atrajo hacia sí, ella se dejó hacer a su vez, con expresión consternada.
—Hay más cosas allí dentro de las que podemos imaginar, no solo tendremos que combatir con Luttemberger —dijo.
—Lo que sea que este allí dentro, ya no es tu madre, cariño.
—Lo sé, lo he sabido desde que apareció en nuestra casa. Mi madre no logrará descansar hasta que no hayamos acabado con esa mansión de mierda.
—Ni ella, ni tampoco ninguna de las víctimas de esa casa —dijo Alex—. Y creo que Luttemberger no es el único implicado en ello.
—¿Ah no? ¿Por qué lo dices?
—Estuve investigando muchísimo en la simbología de la fuente central del patio, y también en el templete —respondió Alex—. ¿Qué quieres primero, lo fácil o lo jodidamente simbólico?
—Empieza por lo fácil, creo que tendré mucha información que asimilar.
—Bien, para empezar, he reconocido las cuatro estatuas que conforman el templete, y corresponden a cuatro demonios femeninos de la orden mayor, a los que con total seguridad Luttemberger le ofrecía algún tipo de culto. Una de ellas es Lilith.
—Vaya... —murmuró Angelika. —No la conozco, dijiste que me ibas a contar sobre ella.
—Bien, Lilith es un ente que no está reconocido en ninguna iglesia, pero se la menciona más de una vez en la Biblia Negra, aparentemente fue la primera mujer en pisar la Tierra.
—Creí que había sido Eva.
—No, cuando Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, en este caso al propio Adán, estaba completamente solo y busco la forma de coincidir con todos los animales, buscando alguno a su medida, por decirlo de alguna forma.
—Espera, detente —dijo Angelika, pensando un momento—. ¿Me estás queriendo decir que Adán tuvo sexo con cuanto animal se le cruzó por el camino?
—Básicamente, así es.
—Que turbio...
—Al no encontrar ninguno semejante a él, Dios crea un nuevo ser a partir del mismo barro primigenio, le sopla aliento de vida, y Lilith comienza su camino en la historia —continuó—. Pero había un problema, era demasiado activa sexualmente, y esto comenzó a fastidiar al propio Adán, el cual se quejó con Dios.
—¿Qué sucedió después?
—Dios no tiene mejor plan que expulsar del paraíso a Lilith, poner a dormir a Adán, quitarle una costilla y crear a Eva, una nueva mujer mucho más sumisa con la que poblar la Tierra, lo demás es historia conocida por todos —respondió Alex—. En cuanto a Lilith, estuvo deambulando por la árida Tierra hasta encontrar un mar infestado de demonios menores, lo que hoy se conoce como el Mar Rojo. Se sumergió allí, y comenzó a tener sexo a pierna suelta con cuanto demonio vio, y cuando Adán vio lo bien que se la estaba pasando, la deseó de nuevo.
—Clásico de hombres, no le dan valor a una mujer hasta que la pierden y la ven feliz.
—Oye, eso es ofensivo —bromeó Alex, poniendo cara de enfado. Luego continuó—. Dios envía entonces a tres ángeles a buscarla de nuevo, pero Lilith básicamente los manda a la mierda y no vuelve al paraíso, evidentemente la estaba pasando muy bien en aquel mar. Dios se enfada con ella y sabiendo que estaba embarazada, designa un ángel custodio para que asesine a su hijo cada vez que ella dé a luz. Lilith entonces, presa de su furia descontrolada, se entrega totalmente a su raza demoníaca y maldice a Dios. Como forma de venganza entonces, comenzó a llevarse los bebes de la raza humana a lo largo de toda la historia, hasta la propia Edad Media, en la cual se les colgaba a los niños un amuleto con el nombre de Lilith, y el de los tres ángeles que fueron enviados a traerla de nuevo a los brazos de Adán, junto con una frase de protección.
—¿Realmente se los llevaba? —preguntó Angelika.
—Claro que no, pero era la forma que tenían de explicar la muerte súbita de los recién nacidos de aquella época. Como te decía, el templete está constituido por cuatro estatuas con forma de mujeres demonio. Lilith, patrona de la lujuria, Zemunin, patrona del oficio más antiguo del mundo, la prostitución. Aemon Lamia, la bruja demonio que devoraba a sus hombres, y finalmente Naamah, la mujer de Samael y madre perversa de los demonios menores, que se divierte alimentando a sus crías con sus propios fluidos vaginales. Muy poético, sin duda.
—¿En conclusión?
—En conclusión, el templete, más allá de ser una obra arquitectónica donde tomar él te a las cinco de la tarde, es una especie de brújula que indica las intenciones de las prácticas en aquella mansión. Y eso que aún no te he dicho nada sobre la fuente —respondió Alex—. Hay muchas cosas que te dejarán los pelos de punta sin duda, contiene mucha información alquímica y sectaria.
—¿Sectaria? ¡Lo que nos faltaba, una secta!
—Escucha esto —Alex abrió una de las imágenes que había tomado de la fuente y amplió a medida que iba trazando círculos con su herramienta de edición—. La escultura tiene ocho lados bien diferenciados y cuatro partes contando desde abajo hasta arriba. Fíjate esta mujer desnuda de aquí y el rastro mohoso que sale de su entrepierna, significa que el agua salía de allí antaño representando la sexualidad, la libido de las mujeres adolescentes que Luttemberger tomaba prisioneras.
—Ya, lo veo.
—En la base hay ocho esculturas bien diferenciadas, cuatro faunos y cuatro niños. El fauno tiene como simbolismo la energía primitiva en el hombre, la regresión a nuestro lado más puro y animalesco, algo que sin duda estaba buscando Luttemberger con este culto —explicó Alex—. Los cuatro niños significan la pureza, la inocencia de la energía. No es novedad que las antiguas culturas que practicaban rituales ocultistas utilizaban niños como sacrificios, ya que su alma era más pura y satisfacía a los dioses mejor que un adulto.
—¿Pero por qué había cuatro de cada uno? —preguntó Angelika.
—Son los cuatro elementos de la Tierra en los dos niveles, el terrenal y el infernal.
—Ya, comprendo —ella señaló la imagen con el dedo índice—. ¿Por qué hay cuatro delfines? No lo entiendo, es que no tiene sentido con la fuente.
—En realidad es muy lógico de su parte —objetó Alex—. El delfín es un ser que participa de los dos mundos, es acuático porque vive bajo el mar, pero al mismo tiempo es un mamífero que tiene que salir a la superficie cada tanto a respirar, ¿comprendes? Es una conexión a los dos mundos, lo que nosotros entendemos como espiritual y material. Es el conductor a la integración del ser humano. Hay más cosas, si miras aquí, hay un Caduceo —indicó, remarcando en rojo.
—Eh, espera, ese símbolo lo conozco. Los médicos lo usan en sus solapas.
—Sí, pero este es diferente, fíjate que tiene el gorro Frigio encima de la vara. El báculo es la columna vertebral, las dos serpientes entrelazadas son las fuerzas lunares y solares que recorren el cuerpo. El gorro Frigio es símbolo de la iniciación, del fuego sagrado en el hombre —explicó—. Y por último, lo más importante de todo. Fíjate que arriba hay un hombre en posición fetal completamente desnudo, con pezuñas de macho cabrío, saliendo de una especie de cubo.
—Aha.
—Eso es la representación del despertar espiritual, la consagración máxima de iluminación en un plano más allá de la física. Y fíjate lo que dice aquí.
Angelika repitió la frase, entrecerrando los ojos, a medida que leía.
—Luciferi nititur humeris eminentior. No entiendo...
—Que el Poder Superior descanse sobre los hombros de Lucifer, esa es su traducción a grandes rasgos —respondió Alex—. Adivina, el Poder Superior es una secta que generó mucha preocupación en Alemania, hasta día de hoy.
—¿Me estás diciendo que actualmente esa secta está en pleno funcionamiento? ¿Pero cómo es que nadie les mete en prisión, si son tan despiadados?
—Oh, vamos, aquellos que llevan a cabo estas prácticas tan extremas no son reconocibles en la sociedad donde viven. No andan por ahí con crucifijos al revés en sus manos gritando a los cuatro vientos que Satanás es su Dios —respondió—. Por lo general desean permanecer por fuera de las miradas de los demás durante toda su vida, sin que se les detecte en absoluto. Suele ser gente muy respetada en su comunidad, y nadie sospecharía de ellas.
—¿Crees que haya alguna de estas personas aquí?
—Para serte sincero, no me asombraría que de alguna forma estuvieran custodiando la mansión, es evidente que Luttemberger pertenecía a ella, y esas paredes encierran muchísima energía oscura. Es un lugar donde se reúnen fuerzas muy poderosas y malignas, no habría que tomárselo en absoluto a la ligera. Aún puede serles útil.
—Pero no entiendo, la casa está deshabitada desde hace años, ¿para qué la querrían?
—Pues vaya uno a saber, quizá solamente tienen intención de vigilarla y nada más, o tal vez planean utilizarla con fines ocultistas. Lo que sin duda estamos seguros, es que Luttemberger pertenecía a esta secta, ya hemos visto la inscripción de la fuente —respondió Alex.
—Sé lo que vi anoche, aquel hombre vigilando entre la oscuridad.
—¿Qué sugieres?
—¿Y si nos están vigilando igual que a la mansión? ¿Si ese hombre era uno de ellos?
—Es probable, en ese caso deberíamos andar con cuidado.
—Debemos instalar el equipo en la mansión cuanto antes —dijo Angelika, determinante—. Si antes comenzamos con esto, más rápido acabaremos con toda esta historia de mierda.
—Contactaré a Vince para que averigüe datos sobre el Poder Superior, tenemos que conocer estos tipos en caso de que decidan entrometerse, no podemos andar a ciegas.
—¿Por qué Vince? Él es informático, no detective.
—Ya lo sé, pero quizá pueda recabar mejores datos que nosotros. No dudes de su inteligencia, Angie. Sabrá donde buscar.
—Esto...
Alex se dio cuenta que había algo que no le estaba diciendo aun, se acercó a ella, le apoyó las manos en los hombros y la miró fijamente a los ojos, con una mezcla de preocupación y ternura.
—Dime.
—Siento que estamos muy cerca, Alex —dijo—. Cada vez más cerca. Y tengo miedo.
—Yo también lo siento, el camino está llegando a su fin. Todo está sucediéndose muy rápido, es ahora cuando tenemos que actuar con calma y mente fría, o todo se ira al demonio.
—Lo sé.
—Iré a revisar los equipos, llama a Vince y dile que venga cuanto antes a casa.
—De acuerdo —asintió ella, tomando el teléfono inalámbrico de su soporte.
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Llegó a la casa una hora y media después de la llamada, dejó la camioneta estacionada en la calle y la apagó después de unas cuantas petardeadas de su motor. El caño de escape tembló, expulsando enormes bolas de apestoso humo azulado, y luego se mantuvo apaciblemente quieto. Vince tocó el timbre de la portería, e instantáneamente la reja automática comenzó a deslizarse, una vez que estuvo abierta lo suficiente ingresó al patio. En la puerta le esperaban Alex y Angelika.
—¡Eh, hombre! —saludó, levantando una mano rolliza hacia ellos— ¿Qué tal va todo con los equipos? ¿Han tenido algún problema con ellos?
—No es por los equipos que necesitamos de tu ayuda —respondió Alex, haciéndose a un lado para que Vince ingresara a la enorme sala de la casa—. Es algo más específico.
Angelika cerró la puerta tras de sí y Alex le indicó a Vince que tomara asiento.
—¿Hay que rastrear a alguien otra vez? —preguntó.
—Algo así, supongo.
—Vaya...
—¿Quieres un café? —ofreció Angelika.
—Gracias, no bebo cafeína —respondió Vince. Luego volvió a mirar a Alex—. ¿De quién se trata esta vez? ¿Alguien de la CIA o el FBI?
—No, claro que no —respondió Alex—. ¿Qué sabes sobre el Poder Superior?
—Pues... con ese nombre me suena a una especie de religión extraña, creo.
—Es una secta oriunda de Alemania, que desconozco la fecha en la que fue creada, no dispongo de tanta información aun como para ello. Pero hasta donde sé, hay miembros activos hoy en día.
—Déjame adivinar, están vinculados con la mansión.
—Sí, me temo que sí.
—Cielo santo... —murmuró Vince, ajustándose las gafas con un empujoncito de su dedo índice.
—Necesito que investigues sobre ellos. No tengo idea si me están vigilando al igual que la mansión o no, pero Angie ha visto a un hombre muy sospechoso anoche, y necesitamos más información al respecto, ya sabes —dijo Alex—. ¿Puedes hacerlo?
—No tengo contactos que puedan asesorarme sobre métodos ocultistas, pero creo que si me pongo a investigar por mi cuenta a través de la red profunda, podré dar con la información necesaria.
—Gracias, sabía que podíamos confiar en tu ayuda.
—No te preocupes —asintió Vince—. Incluso creo que puedo trabajar desde tu computadora, si no te molesta. Como supongo debes estar corriendo a contratiempo, el hecho de que tengas lo que buscas cuanto antes, quizá te sea de mucha ayuda.
—¿Crees que puedes hacerlo?
—Sí, no creo que tenga problema sinceramente.
—Adelante, toda tuya —le indicó Alex, señalando la computadora encima de la mesa.
—Quizá deba instalar un firesheep para evitar que ciertos trackers me rastreen.
Angelika le miró de reojo y Alex a su vez también, luego ambos se encogieron de hombros casi al mismo tiempo.
—Claro, haz lo que tengas que hacer, nosotros iremos a la cocina a preparar algunas cosas, si no te molesta quedarte aquí solo.
Vince negó con la cabeza y ambos se marcharon. Alex comenzó a preparar omelette para todos, no se había dado cuenta del hambre que sentía hasta que se despertó, adolorido y sentado en esa silla donde ahora Vince trabajaba. Ambos podían escuchar el sonido del tipeo de teclas desde allí.
—Alex, dime una cosa.
—¿Qué pasa?
—¿Te has puesto a pensar qué haremos si nos encontramos con estas personas? —dijo Angelika.
—Haré lo mismo que con Hazzard, investigaré cuáles son sus intenciones con la mansión y los detendré si es necesario.
—No podrás plantarte frente a toda una secta completa, y mucho menos si son del calibre de Luttemberger. Lo sabes bien.
—No creo que aquí este sucediendo eso, sinceramente —objetó Alex—. Supongo que debe haber una especie de comitiva, por decirlo de alguna forma, de quizá pocas personas. Pero no más de eso.
—¿Cómo estás tan seguro?
—Demonios, no lo sé —respondió él, peinándose el cabello con gesto cansado—. Ni siquiera sé cómo terminará todo esto, solo trato de suponer cosas y nada más, aunque no podamos basar toda la investigación completa en base a suposiciones. Pero tenemos que comprender cuanto antes que lo único que tenemos son las copias de los documentos que obtuvimos, las fotografías que hemos tomado de la mansión, y nuestras conjeturas, nada más. Estamos en la mierda.
—Lo sé.
Alex miró a Angelika con los ojos cansados y llenos de pensamientos que ella no comprendía en lo absoluto. Se giró un instante para dar vuelta los omelettes en la sartén, escuchando el chisporroteo del huevo y el queso fundirse mutuamente, y volvió a mirarla. Ella se sonrió, ligeramente cohibida.
—¿Qué sucede?
—¿Estás bien? —le preguntó él—. Ya sabes, con todo lo de anoche... yo no...
Angelika le tomó el rostro con las manos y le miró directamente a los ojos.
—Estoy bien, tranquilo. Estábamos los dos muy cansados, aun lo estamos. Sé que no me harías daño jamás, te amo y te conozco. Solo que el rifle y tu mirada a veces me dan miedo, como si cambiaras de repente —respondió.
—¿Confías en mí? —preguntó Alex, y ella levantó su dedo anular.
—Cariño, no acepté que me pusieras este anillo solo porque sí, claro que confió en ti.
Alex entonces la estrechó contra si rodeándola por la cintura con los brazos y hundió la cara entre las hebras de su cabello, respirando con fuerza su perfume. Tenía miedo de que Angelika le tomara rechazo luego de tantas cosas vividas, que tuviera una falsa idea sobre él. Le dio un beso en el cuello y otro largo, en los labios.
—Te amo —le susurró, separándose unos milímetros de su boca.
—Y yo a ti —sonrió ella, de pronto sintió sus manos deslizándose por su espalda, bajo la camiseta. La tomó de la cintura con fuerza y delicadeza al mismo tiempo, levantándola en ascuas a medida que giraba hacia la mesada y la sentaba encima. Angelika lo miró con los ojos muy abiertos—. Alex, ¿te volviste loco? ¿Qué estás haciendo?
—Shhh, no digas nada —susurró.
—Pero Vince está en el living.
—Lo sé, espera —se apartó de ella un instante y cerró la puerta tras de sí, dando una rápida mirada hacia afuera para comprobar que no estaba en su rango de visión. Vince estaba absorto tecleando en su computadora sin más, ni siquiera había escuchado la puerta al cerrarse. Alex se giró de nuevo hacia Angelika y le quitó la camiseta, dejándola en sujetador—. Es una buena oportunidad para jugar, cariño.
—Espera, se te quema el omelette —rio ella, tapándose la boca con una mano temiendo que Vince la escuchara desde la sala contigua.
Alex entonces apagó la hornalla de la cocina mientras que Angelika se quitaba el sujetador con rapidez, y en el instante que comenzaba a besarla de nuevo apoyando una mano en uno de sus pechos, el timbre de la calle sonó. Ambos permanecieron un segundo inmóviles, esperando a que quien sea que fuese pensara en marcharse cuanto antes, pero cuando el timbre sonó por segunda vez, Alex se apartó y Angelika comenzó a vestirse de nuevo, riéndose por la expresión frustrada que él tenía en ese momento.
—Más vale que sea algo importante, maldición —regañó Alex, acomodándose la entrepierna.
Alex salió de la cocina primero, Angelika salió un instante después y ambos observaron por una de las ventanas. Afuera había un modesto Mercedes estacionado delante de la desastrosa camioneta de Vince, de pie en la acera y observando hacia adentro había un hombre relativamente mayor y una imponente rubia, que parecía salida de un catálogo de moda, debido a su exuberante físico. Alex frunció el entrecejo, la pareja, en caso que lo fuera, era la más dispar que había visto en su vida.
—¿Quién es? —preguntó Angelika, detrás de Alex.
—No tengo idea, saldré a mirar.
—Ten cuidado.
Alex asintió con la cabeza mientras abría la puerta, estuvo tentado a salir con el rifle, pero aquel hombre no le daba sospechas, al menos de momento. Quizá solo fueran vendedores.
Salió al patio mientras que Brianna correteaba a su alrededor, aprovechando que habían abierto la puerta del living, y olisqueaba zarzas con el hocico a ras de suelo. Alex los analizó a medida que se acercaba cada vez más a la cerca, la chica parecía terriblemente nerviosa, como si la ansiedad le dominara por completo. El hombre a su lado parecía mucho más sereno, su camisa tenía un alzacuellos blanco, de modo que debía ser sacerdote, se dijo Alex, aunque no se fio de aquello ni por un segundo. Parecía intentar contenerla a cada instante, le hablaba por lo bajo y le hacía ademanes para que no dijera nada. Alex pudo escuchar un "Déjame hablar a mi" susurrante.
—Buenos días —saludo el hombre mayor—. Yo soy el pastor Daniel, ella es Lisey —señaló a la chica a su lado con un movimiento torpe de la mano—. ¿Es usted Alex Connor?
—Sí, yo soy. ¿Por qué me buscan?
—Venimos desde Arizona, necesitamos hablar con usted urgentemente.
—Lo siento, estoy muy ocupado ahora —dijo Alex—. Puede venir en otro momento si quiere, o escribir un correo electrónico, nosotros ya no estamos recibiendo nuevos casos. Hasta luego.
Se giró dándoles la espalda y caminando de nuevo hacia la casa, ignoró por completo el llanto frustrado que había desbordado a la pobre Lisey. Observó hacia adelante, Angelika estaba de pie apoyada en el marco de entrada, mirando la escena.
—¡Señor, usted no entiende, es importante que nos conceda un segundo de su tiempo, por favor! ¡Tenemos muchas cosas que decirle! —exclamó Daniel, por detrás suyo. Alex no dejó de avanzar hacia la puerta.
—¡Lo siento, tengo muchas cosas que hacer! —respondió, levantando el tono a medida que se alejaba—. Gracias por venir, hasta luego.
—¡Se trata de Tommy, tienes que escucharnos! —gritó Lisey, en medio del llanto. Alex se detuvo en seco, Angelika le miró y asintió con la cabeza, igual de sorprendida que él. Entonces se giró de nuevo hacia ellos, lentamente.
—¿Qué saben sobre él? ¿Han visto a mi hermano?
—¿De verdad quiere saber eso aquí afuera? —dijo Daniel, pausadamente— ¿No nos va a dejar entrar?
Antes de que Alex dijera absolutamente nada, Angelika ya estaba pulsando el interruptor desde adentro para abrir la cerca automática. Entonces él asintió con la cabeza.
—¿Gustan omelettes? —preguntó.
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