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Capítulo 10

Ambos hicieron una promesa antes de salir del museo subterráneo, así lo llamó Marco luego de ver toda la historia del pasado que allí se encuentra. Ninguno puede comentar nada sobre los cuadros, las esculturas y libros del museo afuera, a ninguna persona en ningún momento. Bastian le hizo comprender que las demás personas podrían reaccionar como él si ven todo esto sin saber de qué se trata. Eso llevaría a la completa destrucción del museo subterráneo.

Así, tanto Bastian como Marco, aceptaron la misión que William Rocca le dio al castaño. Ellos se encargarían de proteger esos conocimientos con sus vidas.

—Ustedes últimamente están muy raros —comenta Abigaíl mientras están sentados en la mesa almorzando. Benjamín y Daniela duermen seguros en las habitaciones de sus padres.

Marco se atraganta con las migas de un trozo de pan y comienza a toser.

—¿N-Nosotros? No... —Como no es bueno mintiendo, opta por quedarse callado y beber un poco de jugo de manzana.

—Solo pasamos más tiempo juntos, ¿celosa? —pregunta Bastian de forma desinteresada. A ella no le gusta lo que trata de insinuar. Pero una sonrisa se dibuja en el rostro de la mujer.

—Ni tanto. No me gustan los hombres —responde mirando a ambos con cierto asco.

—Entonces no hay problema, ¿verdad? —Marco intenta sonreír de la manera más natural posible. Abigaíl no hace más comentarios al respecto y se concentra en comer.

—De hecho —comienza Bastian—. La comida y el dinero se están acabando. Uno de nosotros debe generar un ingreso mientras que los otros dos cuidan de los pequeños —dice él con una seriedad que no lo caracteriza. Un segundo después agrega que es imposible que él salga ya que lo están buscando. Abigaíl también tiene sus obligaciones en la casa, ella no puede separarse de los bebés ya que debe amamantarlos cada dos horas. Así que la responsabilidad cae en Marco.

—Lo haré —accede luego de soltar un suspiro. Tanto Abigaíl como Bastian le dan las gracias por esto y continúan con el almuerzo.

Luego de lavar los platos Marco enciende su televisor, el cual instaló en su habitación y se encuentra con algo terrible.

—¡Hey! —rápidamente busca a los demás luego de ver las noticias—. Me están buscando, revisaron la cinta de la sección C cuando estaba tomando a Benjamín y ya me identificaron —dice desesperado mientras sacude al morocho. Bastian aparta sus manos y le ordena calmarse.

—Nadie nos encontrará si permanecemos en la casa, ¿si? —le asegura. Pero eso hace caer su plan de salir en busca de algún trabajo. Ahora todo depende Abigaíl y lo saben, nadie vio su rostro y es la única que puede salir sin temor a que la atrapen.

—No puedo dejar a los bebés, ellos deben alimentarse —les recuerda ella teniendo los brazos cruzados sobre su pecho. Entonces Bastian tiene una idea, él le pide a Marco distraer a la rubia mientras va hacía el museo subterráneo. En minutos regresa con algo en sus manos.

—¿Y eso? —pregunta la mujer arqueando una ceja.

Bastian relee las intrusiones de uso y le explica lo siguiente.

—Es un saca leche. Así podemos darle de tu leche sin que estés aquí, date prisa y llena los biberones.

—¿Quién inventaría algo así? —se queja ella al principio. Pero también está consciente que es la única que puede traer dinero a la casa. De mala gana acepta el plan que ofrece Bastian y termina llenando los biberones, se usará uno cada dos horas mientras ella esté ausente.

—¿Ya pensante qué trabajo buscar? —pregunta Marco curioso. Ella frunce el ceño para luego rodar los ojos.

—Ni siguiera sé que clase de trabajos hay en la zona roja. La gente que vive aquí es famosa por no obedecer las leyes —contesta seria.

—Como sea, trata de conseguir también algo de comida con esto. —Él le entrega sus últimos ahorros mientras le sonríe apenado. Ya no tiene más.

—No volveré hasta conseguir un trabajo —promete Abigaíl para luego salir por la puerta principal. Una vez afuera, respira el aire fresco. Una parte de ella ya estaba cansada del encierro. Pero otra parte le ordena volver con su niño, ese lado no quiere apartarse del pequeño—. Debo hacerlo por Benjamín y Daniela -se dice a sí misma para ponerle fin al debate que se formó en su interior. Ella deja de lado o controla ese instinto maternal y da los primeros pasos fuera de la propiedad.

Así comienza su pequeña aventura en esa parte de la ciudad, la cual desconoce completamente. Ella nunca había pisado ese lugar por todas los rumores que las otras personas comentan. Pero ahora está aquí y debe hacerle frente a los problemas como lo haría un Herrero.

—Buenos días señora —la saluda el dueño de la pequeña tienda en donde entró. Ella hace una mueca ya que al hombre de le olvidó esa pregunta importante antes de comenzar una charla.

—Disculpe, pero todo el mundo sabe que debe preguntarse a la otra persona como quiere que se dirijan a ella —corrige Abigaíl teniendo una sonrisa de superioridad en su rostro. El hombre limpia sus lentes y sonríe.

—Oh, disculpe. Empiezo de nuevo... Buenos días señor.

Ella maldice al sujeto en sus pensamiento y toma las mercaderías que vino a buscar. Ya no quiere seguir perdiendo el tiempo de esa manera.

—Me llevaré esto —dice mientras el hombre procede a colocar todo dentro de una bolsa. Luego le dice el precio total y ella paga.

—Usted debe ser nuevo aquí, no lo había visto antes —comenta el dueño al ver a Abigaíl tomar las bolsas.

—Ah, si. Me mudé hace poco y estoy buscando un trabajo —responde sintiéndose molesta porque ese tipo se dirige a ella como hombre. Pero una idea viene a su mente en este momento—. ¿Conoce a alguien que emplee personas? Necesito que la paga sea muy buena —la rubia mira al hombre con esperanza y él asiente lentamente.

—Si, su nombre artístico es Duquesa. Siempre está en busca personas, la paga es muy buena, la mejor de hecho. —Abigaíl de inmediato le pide al hombre la dirección de esa tal Duquesa, si la paga es la mejor, ella está muy interesada.

En unos minutos la rubia ya se encuentra caminando por la calle, al parecer el lugar en donde puede hallar a esa persona no está lejos. Así que apresura el paso al recordar que hay dos pequeños que la esperan en casa.

—Es aquí —murmura. Su respiración se encuentra agitada, pero no es nada de que preocuparse. Además la dirección parece ser la de un gigantesco edifico. Abigaíl vuelve a tomar aire cuando logra calmar a su corazón, también arregla su cabello. Como es corto, una simple brisa es capaz de revolverlo con facilidad.

—Buenos días, ¿En qué puedo ayudar? —una mujer la saluda en la recepción y la rubia queda boca abierta por lo hermosa que es. Ella no había visto nada parecido antes. Esa mujer viste un vestido escotado, su cabello largo y negro descansa en sus hombro mientras que un broche lo adorna.

—H-Hola —responde sonriendo. Los nervios la devoran por dentro y ruega que su rostro no esté sonrojado—. Eh, bueno. Yo vine por... Esto. La Duquesa, me dijeron que ella. ¡Necesito un trabajo! —exclama las ultimas palabras ya que estaba harta de no lograr formar una sola frase coherente.

—Entiendo. Te daré una cita. —La encargada busca un lugar en la agenda de la Duquesa y le sonríe a Abigaíl—. ¿En Agosto está bien?

—Pero, faltan 5 meses para eso. Yo necesito verla ya. —La mujer mira con compasión a la rubia, entonces hace un intento más para ayudarla. Ella llama a su jefa y le explica la situación. Abigaíl casi salta y besa a la encargada cuando le comunica que podrá ver personalmente a la Duquesa ya que una de sus reuniones se había cancelado.

En la mansión, Marco se encuentra sosteniendo a Benjamín mientras le da el biberón. Bastian hace lo mismo con Daniela.

—Se parece mucho a ti —comenta el moreno. Marco lo mira confundido para luego soltar una risa al comprender.

—No, el bebé no es mío. Abi dijo que se realizó una fertilización asistida —le explica mientras acaricia suavemente las mejillas del bebé. Ahora su rostro ya no se encuentra arrugado y sus mejillas crecieron notoriamente al igual que un cabello dorado parecido al de su madre.

—Okey, ya me estaba preguntando qué fue lo que viste en ella —bromea el morocho soltando una corta risa. El lugar vuelve a estar en silencio, el mismo silencio que arrulla a los bebés hasta dejarlos profundamente dormidos—. La madre de Daniela me dejó poco después que ella nació, estaba molesta porque el embarazo arruinó su cuerpo. Había subido mucho de peso y, según ella, todo era mi culpa. Dijo que la convertí en una reproductora y ya no quiso saber nada más de mí ni de nuestra bebé —Marco escucha con pena lo que Bastian le esta contando. 

Debió ser terrible para él enfrentar esos problemas y ahora tiene el suficiente valor de criar a su niña por su cuenta. Sin importarle romper las reglas para estar a su lado. El castaño estaba a punto de decir algo para levantarle el ánimo, pero el sonido de la puerta llama rápidamente la atención de ambos.

—Ya volví —anuncia Abigaíl alzando la voz. Luego suelta un suspiro, en su mano lleva las compras y un contrato firmado.

—¿Conseguiste algo? —le pregunta Bastian entusiasmado. Ella les enseña el contrato y sonríe levemente.

—Si, me pagan luego de cada trabajo y, con solo una paga, podremos sustentarnos por tres meses. Teniendo encuentra a los pequeños —les explica. Pero Bastian nota algo raro en ella.

—¿Qué trabajo es exactamente? —pregunta arqueando una ceja.

—De prostituta.

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